Es un poco complicado escribir en unas pocas líneas lo que significa organizar un viaje de este tipo con niños pequeños. Me parece que es el más difícil de todos los que hemos hecho juntos. Aquí van algunos consejillos por si alguien más se atreve:
DINERO.
La moneda rumana es el Leu/Lei/RON.
Es fácil hacer las cuentas porque sólo hay que dividir entre 4, (y aún tenemos un piquillo más a nuestro favor). Una página para consultar el precio del leu es esta.
Se puede cambiar en los aeropuertos, el cambio es malo pero puede ser conveniente hacerse con algo de dinero para el desavío. El mejor cambio lo dan los propios bancos rumanos y algunas casas de cambio (no todas), lo más aconsejable es preguntar antes de cambiar y no conformarse con el primer sitio que se encuentre. En cualquier ciudad, aunque sea pequeña, hay bancos y casas de cambio, no hay problema.
Aunque es fácil encontrar cajeros y admiten en la mayoría de los sitios el pago con tarjeta, es bueno llevar siempre dinero en efectivo porque tampoco es raro encontrar alguna gasolinera o restaurante donde no se pueda pagar así, o bien que no funcione la máquina para tarjetas (pasa mucho cuando son tarjetas de chip).
VIAJE.
De Madrid a Bucarest hay bastantes vuelos directos. Se viene a tardar unas cuatro horas.
Las compañías que ofrecen estos vuelos directos son Iberia y Tarom (la nacional rumana), y también hay algunas de bajo coste que lo hacen (Ryanair...).
A no ser que se coja un vuelo de última hora (impensable cuando se planifica un viaje con niños) es bueno comprarlo con bastante antelación porque suben mucho de precio. Nosotros lo cogimos con tiempo y nos salió por unos 100 € i/v por persona.
El alquiler de coche, que creo que es de las mejores opciones en este viaje, es fácil porque todas las grandes compañías operan allí. Por la buena experiencia, recomiendo autoeurope, todo salió muy bien tanto por la seriedad de la empresa como por el precio (unos 345 € de alquiler diez días con un Fiat Línea).
La gasolina por cierto está prácticamente al mismo precio de aquí, increíble dado el nivel de vida del país.
CARRETERAS.
Uno de los mayores problemas es que sólo hay dos autopistas: la que va de Bucarest a Pitesti y la que llegará a Constanta. El resultado es que hay que conducir todo el tiempo por carreteras nacionales por las que se atraviesan miles y miles de pueblecitos (con todas las casas puestas en línea a los lados de la carretera) y con una velocidad de entre 50 y 70 km/h.
A eso se unen los obstáculos en la calzada: carros, personas andando, muchos perros vagabundos, personas vendiendo algo, ganado, personas haciendo pic-nic, coches mal aparcados, personas que vuelven de trabajar...
Y también se unen los tan comentados baches rumanos. Se puede hacer un catálogo de baches: baches redondos, baches inversos, carreteras patata frita, carreteras de olas, carreteras rayadas... A su favor hay que decir, que están arreglando muchas carreteras y que realmente, con la nieve que cae por aquí en invierno y los pocos recursos de los que disponen, no están tan mal. Por cierto, se cruzan montones de pasos de tren sin barreras que nosotros, hasta el penúltimo día, pensamos que no se transitaban, y cruzamos sin mirar glup.
Y no se puede dejar de comentar que se conduce en general bastante mal, sobre todo hay que tener mucho cuidado cuando adelantan. Coches muy potentes en carreteras muy malas ya se sabe que no es muy buena combinación.
¿Quiero esto decir que hay que desistir de viajar en coche por el país? Ni muchísimo menos. Se ve la vida del país en la carretera, todo se vuelca en ella. Simplemente hay que ir con cuidado, teniendo en cuenta que no podemos contar los kilómetros calculando el mismo tiempo que aquí. Los recorridos hay que plantearlos haciendo noche en ciudades que pueden parecer cercanas en el mapa, de lo contrario puede ser muy agotador.
ALOJAMIENTO.
Si se viaja sin niños no merece la pena reservarlo porque en cualquier pueblo hay una amplia oferta de alojamiento.
El alojamiento más popular es en pensiuneas, que no tiene nada que ver con nuestro concepto de pensiones, sino que se acercan más bien a hoteles rurales u hoteles con encanto. Nos hemos quedado en algunas de tres estrellas y otras de cuatro, y creo que las de tres estrellas son las mejores porque ofrecen las comodidades de un hotel (baño en cada habitación, mil detalles agradables...) pero guardando la esencia de un alojamiento familiar. Las de cuatro estrellas nos resultaron demasiado hotel, con un lujo que no nos va y un trato más frío. Las de dos estrellas tienen muchas habitaciones sin baño propio.
Cuando se viaja con niños es mejor reservar desde España porque en cada pensiunea hay una o dos habitaciones familiares, que llaman apartamentos (prácticamente suites en muchos casos, muy muy cómodas), y suelen ocuparse pronto.
Hay muchas páginas para reservar, la que más me gustó os la dejo aquí.
El alojamiento no es barato, pero se pueden encontrar pensiuneas preciosas en los mejores sitios (en algunos casos con media pensión) al precio de un hotel normalito de aquí. De las que más nos gustaron os dejo el enlace en las etapas correspondientes: Vila Transylvanian Inn, Casa Amethyst y Casa Burgheza.
SEGURIDAD.
Absoluta y total. En ningún momento nos hemos encontrado en una situación tensa (y hemos andado a cualquier hora y por cualquier sitio). Tampoco hemos visto mucha gente pidiendo, sólo algunas y en las ciudades más grandes (menos que por aquí).
Hay bastante presencia policial en las carreteras y en las ciudades. De hecho suelen poner muchos radares móviles en los pueblos para el control de velocidad.
IDIOMA.
Tengo que estudiar inglés, tengo que estudiar inglés, tengo que estudiar inglés. En la Rumanía turística (y también en la que no lo es) se habla inglés... y francés, italiano, húngaro, español... ¡Qué lujo!
El rumano es fácil de leer, pero muy difícil de comprender, aunque da igual porque todo el mundo intenta entenderte y son tremendamente amables, así que el idioma no es una barrera para nada, ni siquiera para los del inglés nivel medio.
COMIDA
¡Ay! ¡Qué bueno estaba todo! Hay que atreverse a coger la carta, señalar cualquier cosa y arriesgarse. No sabría bien qué recomendar, entre otras cosas, porque no sé cómo se llamaban los platos, pero bueno, los quesos, la mamaliga, las sopas, las carnes, los dulces (los papanasi y los rollitos ¿cómo se llamarán?)... Y todo con una buena cerveza Ursus o Timisoreana o Ciuc (por cierto, siempre de medio litro).
De todos modos, lo mejor de la comida es que se hace en el acto y con ingredientes de primerísima calidad (en muchos casos caseros). Esto también implica que el servicio es muy lento, así que hacer el desayuno, el almuerzo y la cena todo en restaurantes puede suponer horas y horas, es mejor elegir sólo una de las comidas fuertes en plan bien, y para la otra picar cualquier cosa (hay mucha comida italiana ya preparada, puestecillos de bocadillos...).
Y una última cosa, la comida sí que es de lo verdaderamente barato en el país. Una comida estupenda, en un lugar plenamente turístico, nos salía casi más barato que llevar a los niños a comer al McDonald de aquí al lado.
Para que os hagáis una idea: una cena para cuatro (mis niños son pequeños pero comen como limas) en un precioso restaurante de Bran al pie del Castillo de Drácula: 110 lei (unos 27 €); una comida en la piscifactoría de Maramures en plan yo elijo la trucha: 100 lei (unos 22 €); una cena en una brasería de Curtea, agradable a más no poder: 80 lei (unos 20 €). Y eso por no hablar de las supercenas incluídas en los precios de los alojamientos en las propias pensiuneas. Se le da mucha importancia a la comida y se cuida hasta el más mínimo detalle.
COSAS QUE NO HICIMOS
Me quedan millones de cosas por hacer en Rumanía, lógicamente son muy pocos días para ver un país que ofrece tanto. Pero hay algunas con las que me quedé con especiales ganas, os dejo los enlaces... por si os da tiempo:
- Ver Brasov.
- Hacer un recorrido mayor por alguno de los Parques Nacionales. En concreto en el Piatra Craielui se podían hacer excursiones para ver osos y en los Montes Bucegui había senderos fantásticos.
- Montarme en la Mocanita en Maramures.
Y ya está. De vuelta en casa me queda el recuerdo de un viaje tranquilo, lleno de imágenes bellísimas. Las fotos no le hacen justicia. Imposible guardar en un click la suavidad de la niebla, el brillo de los mil verdes distintos del paisaje y las peculiaridades del paisanaje.
Un viaje también de contrastes muy marcados algunos a su favor, otros en su contra, luces y sombras sucediéndose continuamente. De cualquier manera ganan las luces, sin duda: la amabilidad, el ritmo distinto en el hacer cotidiano, el afán del trabajo bien hecho.
No hemos sido más que acelerados habitantes de paso en un gran país, pero en esos pocos días se nos han roto muchos esquemas. Creo que, como todos los que hemos ido por allí, tenemos mil deseos de prosperidad para Rumanía y muchas ganas de volver.
DINERO.
La moneda rumana es el Leu/Lei/RON.
Es fácil hacer las cuentas porque sólo hay que dividir entre 4, (y aún tenemos un piquillo más a nuestro favor). Una página para consultar el precio del leu es esta.
Se puede cambiar en los aeropuertos, el cambio es malo pero puede ser conveniente hacerse con algo de dinero para el desavío. El mejor cambio lo dan los propios bancos rumanos y algunas casas de cambio (no todas), lo más aconsejable es preguntar antes de cambiar y no conformarse con el primer sitio que se encuentre. En cualquier ciudad, aunque sea pequeña, hay bancos y casas de cambio, no hay problema.
Aunque es fácil encontrar cajeros y admiten en la mayoría de los sitios el pago con tarjeta, es bueno llevar siempre dinero en efectivo porque tampoco es raro encontrar alguna gasolinera o restaurante donde no se pueda pagar así, o bien que no funcione la máquina para tarjetas (pasa mucho cuando son tarjetas de chip).
VIAJE.
De Madrid a Bucarest hay bastantes vuelos directos. Se viene a tardar unas cuatro horas.
Las compañías que ofrecen estos vuelos directos son Iberia y Tarom (la nacional rumana), y también hay algunas de bajo coste que lo hacen (Ryanair...).
A no ser que se coja un vuelo de última hora (impensable cuando se planifica un viaje con niños) es bueno comprarlo con bastante antelación porque suben mucho de precio. Nosotros lo cogimos con tiempo y nos salió por unos 100 € i/v por persona.
El alquiler de coche, que creo que es de las mejores opciones en este viaje, es fácil porque todas las grandes compañías operan allí. Por la buena experiencia, recomiendo autoeurope, todo salió muy bien tanto por la seriedad de la empresa como por el precio (unos 345 € de alquiler diez días con un Fiat Línea).
La gasolina por cierto está prácticamente al mismo precio de aquí, increíble dado el nivel de vida del país.
CARRETERAS.
Uno de los mayores problemas es que sólo hay dos autopistas: la que va de Bucarest a Pitesti y la que llegará a Constanta. El resultado es que hay que conducir todo el tiempo por carreteras nacionales por las que se atraviesan miles y miles de pueblecitos (con todas las casas puestas en línea a los lados de la carretera) y con una velocidad de entre 50 y 70 km/h.
A eso se unen los obstáculos en la calzada: carros, personas andando, muchos perros vagabundos, personas vendiendo algo, ganado, personas haciendo pic-nic, coches mal aparcados, personas que vuelven de trabajar...
Y también se unen los tan comentados baches rumanos. Se puede hacer un catálogo de baches: baches redondos, baches inversos, carreteras patata frita, carreteras de olas, carreteras rayadas... A su favor hay que decir, que están arreglando muchas carreteras y que realmente, con la nieve que cae por aquí en invierno y los pocos recursos de los que disponen, no están tan mal. Por cierto, se cruzan montones de pasos de tren sin barreras que nosotros, hasta el penúltimo día, pensamos que no se transitaban, y cruzamos sin mirar glup.
Y no se puede dejar de comentar que se conduce en general bastante mal, sobre todo hay que tener mucho cuidado cuando adelantan. Coches muy potentes en carreteras muy malas ya se sabe que no es muy buena combinación.
¿Quiero esto decir que hay que desistir de viajar en coche por el país? Ni muchísimo menos. Se ve la vida del país en la carretera, todo se vuelca en ella. Simplemente hay que ir con cuidado, teniendo en cuenta que no podemos contar los kilómetros calculando el mismo tiempo que aquí. Los recorridos hay que plantearlos haciendo noche en ciudades que pueden parecer cercanas en el mapa, de lo contrario puede ser muy agotador.
ALOJAMIENTO.
Si se viaja sin niños no merece la pena reservarlo porque en cualquier pueblo hay una amplia oferta de alojamiento.
El alojamiento más popular es en pensiuneas, que no tiene nada que ver con nuestro concepto de pensiones, sino que se acercan más bien a hoteles rurales u hoteles con encanto. Nos hemos quedado en algunas de tres estrellas y otras de cuatro, y creo que las de tres estrellas son las mejores porque ofrecen las comodidades de un hotel (baño en cada habitación, mil detalles agradables...) pero guardando la esencia de un alojamiento familiar. Las de cuatro estrellas nos resultaron demasiado hotel, con un lujo que no nos va y un trato más frío. Las de dos estrellas tienen muchas habitaciones sin baño propio.
Cuando se viaja con niños es mejor reservar desde España porque en cada pensiunea hay una o dos habitaciones familiares, que llaman apartamentos (prácticamente suites en muchos casos, muy muy cómodas), y suelen ocuparse pronto.
Hay muchas páginas para reservar, la que más me gustó os la dejo aquí.
El alojamiento no es barato, pero se pueden encontrar pensiuneas preciosas en los mejores sitios (en algunos casos con media pensión) al precio de un hotel normalito de aquí. De las que más nos gustaron os dejo el enlace en las etapas correspondientes: Vila Transylvanian Inn, Casa Amethyst y Casa Burgheza.
SEGURIDAD.
Absoluta y total. En ningún momento nos hemos encontrado en una situación tensa (y hemos andado a cualquier hora y por cualquier sitio). Tampoco hemos visto mucha gente pidiendo, sólo algunas y en las ciudades más grandes (menos que por aquí).
Hay bastante presencia policial en las carreteras y en las ciudades. De hecho suelen poner muchos radares móviles en los pueblos para el control de velocidad.
IDIOMA.
Tengo que estudiar inglés, tengo que estudiar inglés, tengo que estudiar inglés. En la Rumanía turística (y también en la que no lo es) se habla inglés... y francés, italiano, húngaro, español... ¡Qué lujo!
El rumano es fácil de leer, pero muy difícil de comprender, aunque da igual porque todo el mundo intenta entenderte y son tremendamente amables, así que el idioma no es una barrera para nada, ni siquiera para los del inglés nivel medio.
COMIDA
¡Ay! ¡Qué bueno estaba todo! Hay que atreverse a coger la carta, señalar cualquier cosa y arriesgarse. No sabría bien qué recomendar, entre otras cosas, porque no sé cómo se llamaban los platos, pero bueno, los quesos, la mamaliga, las sopas, las carnes, los dulces (los papanasi y los rollitos ¿cómo se llamarán?)... Y todo con una buena cerveza Ursus o Timisoreana o Ciuc (por cierto, siempre de medio litro).
De todos modos, lo mejor de la comida es que se hace en el acto y con ingredientes de primerísima calidad (en muchos casos caseros). Esto también implica que el servicio es muy lento, así que hacer el desayuno, el almuerzo y la cena todo en restaurantes puede suponer horas y horas, es mejor elegir sólo una de las comidas fuertes en plan bien, y para la otra picar cualquier cosa (hay mucha comida italiana ya preparada, puestecillos de bocadillos...).
Y una última cosa, la comida sí que es de lo verdaderamente barato en el país. Una comida estupenda, en un lugar plenamente turístico, nos salía casi más barato que llevar a los niños a comer al McDonald de aquí al lado.
Para que os hagáis una idea: una cena para cuatro (mis niños son pequeños pero comen como limas) en un precioso restaurante de Bran al pie del Castillo de Drácula: 110 lei (unos 27 €); una comida en la piscifactoría de Maramures en plan yo elijo la trucha: 100 lei (unos 22 €); una cena en una brasería de Curtea, agradable a más no poder: 80 lei (unos 20 €). Y eso por no hablar de las supercenas incluídas en los precios de los alojamientos en las propias pensiuneas. Se le da mucha importancia a la comida y se cuida hasta el más mínimo detalle.
COSAS QUE NO HICIMOS
Me quedan millones de cosas por hacer en Rumanía, lógicamente son muy pocos días para ver un país que ofrece tanto. Pero hay algunas con las que me quedé con especiales ganas, os dejo los enlaces... por si os da tiempo:
- Ver Brasov.
- Hacer un recorrido mayor por alguno de los Parques Nacionales. En concreto en el Piatra Craielui se podían hacer excursiones para ver osos y en los Montes Bucegui había senderos fantásticos.
- Montarme en la Mocanita en Maramures.
Y ya está. De vuelta en casa me queda el recuerdo de un viaje tranquilo, lleno de imágenes bellísimas. Las fotos no le hacen justicia. Imposible guardar en un click la suavidad de la niebla, el brillo de los mil verdes distintos del paisaje y las peculiaridades del paisanaje.
Un viaje también de contrastes muy marcados algunos a su favor, otros en su contra, luces y sombras sucediéndose continuamente. De cualquier manera ganan las luces, sin duda: la amabilidad, el ritmo distinto en el hacer cotidiano, el afán del trabajo bien hecho.
No hemos sido más que acelerados habitantes de paso en un gran país, pero en esos pocos días se nos han roto muchos esquemas. Creo que, como todos los que hemos ido por allí, tenemos mil deseos de prosperidad para Rumanía y muchas ganas de volver.