Comienza nuestra accidentada vuelta a Camerún. En esta ocasión regresamos en barca a motor por el río Dzangha hacia Lijbongo, en lugar de recorrer el camino por carretera como a la ida. Mucho más cómodo y en solo una hora recorremos los diez kilómetros río abajo que nos separan de la frontera natural con Camerún. Llueve intermitentemente, lo que hace que la temperatura baje lo suficiente para necesitar una chaqueta de abrigo. Nuestro primer problema empieza al llegar al puesto de control fronterizo del Lijbongo Centroafricano, con un supuesto sello que la policía de Bayanga debería haber puesto en el pasaporte. El policía intenta que le paguemos a cambio de hacer la vista gorda pero no cuela, así que nos lleva a la gendarmería desde donde puede comunicarse con la policía de Bayanga. Comienza a llover de verdad. El poli confirma que todo está en orden y nos deja marchar después de haber perdido más de una hora en el trámite. Esperamos en vano en el centro médico a que deje de llover para cruzar el río hacia Camerún, pero la lluvia arrecia cada vez más. Finalmente decidimos cruzar pasadas las once, pues aun tenemos un largo camino hasta llegar a Yokadouma. Creo que me está subiendo la fiebre, un mal día para enfermar…
Llegamos al otro lado totalmente empapados. Gracias a Dios Enmanuel nos está esperando y podemos cambiarnos de ropa en el coche. Nos dirigimos a la comisaría del Lijbongo camerunés para que nos sellen el pasaporte, pero el policía no está desde ayer, nadie sabe cuándo va a volver. Vamos a hablar con el gendarme y nos hace una nota para que podamos sellar el pasaporte en un pueblo a cuarenta kilómetros de Yokadouma, donde se supone dormiremos hoy. Eso supondría la friolera de dos o tres horas más de coche. Finalmente decidimos con el consejo de Willy seguir adelante y Dios proveerá. Ya somos inmigrantes ilegales en este país.
A las 14:00h nos ponemos de nuevo en marcha, casi a la hora en que deberíamos estar llegando a destino. Las pistas están intransitables por la lluvia que no deja de caer. Sorteamos un montón de camiones atascados en mitad del camino, metiéndonos en la cuneta y rezando para poder salir de ella. Al parecer la ley camerunesa prohíbe el tránsito de camiones hasta seis horas después de haber cesado la lluvia, para dar tiempo a las pistas a secar y evitar precisamente que queden en mitad de ellas cortando el acceso, pero con unas cuantas FCA los guardianes de los cientos de barreras que hay por las carreteras del país, desaparecen en un abrir y cerrar de ojos, por lo que el riesgo de quedarte en la carretera es enorme. Se hace de noche y la cosa se complica aún más si cabe, cada poco un barullo de gente nos indica que hay otro obstáculo que sortear. Es impresionante la solidaridad de la gente ante los problemas ajenos, todos ayudan para que puedas pasar, a veces solo indicándote, otras remolcándote o incluso espalando para retirar el barro de las ruedas. Nosotros mismos remolcamos a otro todoterreno que se había metido en la cuneta y no conseguía salir.
No sé cómo, pero finalmente Enmanuel se las arregló para llegar a Yokadouma sanos y salvos a las diez de la noche agotados. Apenas puedo llegar a la cama, tengo fiebre, he vomitado los dos quesitos que logré tomar en el camino y me duele cada centímetro de piel. Espero levantarme mejor, porque mañana nos espera otro duro día de carretera hasta Bertua.
23 de septiembre 2010
Salimos a las siete de la mañana, ya sin fiebre y con el estómago en su sitio. Abdul nos está esperando ya en Bertua desde ayer. Al poco de salir Enmanuel detecta un problema en una de las ruedas traseras, que se desplaza hacia fuera al girar en las curvas con riesgo de salirse del eje. Tenemos que ir muy despacio pues es imposible arreglar nada hasta llegar a Batouri, más o menos a mitad de camino. Desplazándonos a diez kilómetros por hora la distancia se alarga hasta lo infinito. Finalmente conseguimos llegar a las 14:30h y nos dan la buena noticia de que pueden arreglar la avería. Aprovechamos mientras tanto para dar un paseo por Batouri y comer en una especie de restaurante-saladeestar un poco de pescado.
A las cinco estamos de nuevo en marcha, no podemos evitar los nervios en cada control policial desde que nos falta el sello de entrada al país en el pasaporte, pero, como dice Willy, lo bueno que tiene la corrupción, es que no hay nada que no se pueda arreglar con un puñado de CFA. Los noventa kilómetros que nos separan de Bertua están en un estado lamentable, pero al menos las pistas están secas y ya no hay barro. De pronto cesa el traqueteo del coche, no podemos creerlo, al fin asfalto, son las 20:30h cuando llegamos a Bertua y nos reencontramos con Abdul en el hotel Cristiano. Una ducha de agua caliente al fin, mejora nuestro ánimo, pero estamos agotados y decidimos dejar para pasado mañana la entrada a la reserva de Dja, para poder descansar hoy bien y dormir mañana en cama en Somalomo.
Llegamos al otro lado totalmente empapados. Gracias a Dios Enmanuel nos está esperando y podemos cambiarnos de ropa en el coche. Nos dirigimos a la comisaría del Lijbongo camerunés para que nos sellen el pasaporte, pero el policía no está desde ayer, nadie sabe cuándo va a volver. Vamos a hablar con el gendarme y nos hace una nota para que podamos sellar el pasaporte en un pueblo a cuarenta kilómetros de Yokadouma, donde se supone dormiremos hoy. Eso supondría la friolera de dos o tres horas más de coche. Finalmente decidimos con el consejo de Willy seguir adelante y Dios proveerá. Ya somos inmigrantes ilegales en este país.
A las 14:00h nos ponemos de nuevo en marcha, casi a la hora en que deberíamos estar llegando a destino. Las pistas están intransitables por la lluvia que no deja de caer. Sorteamos un montón de camiones atascados en mitad del camino, metiéndonos en la cuneta y rezando para poder salir de ella. Al parecer la ley camerunesa prohíbe el tránsito de camiones hasta seis horas después de haber cesado la lluvia, para dar tiempo a las pistas a secar y evitar precisamente que queden en mitad de ellas cortando el acceso, pero con unas cuantas FCA los guardianes de los cientos de barreras que hay por las carreteras del país, desaparecen en un abrir y cerrar de ojos, por lo que el riesgo de quedarte en la carretera es enorme. Se hace de noche y la cosa se complica aún más si cabe, cada poco un barullo de gente nos indica que hay otro obstáculo que sortear. Es impresionante la solidaridad de la gente ante los problemas ajenos, todos ayudan para que puedas pasar, a veces solo indicándote, otras remolcándote o incluso espalando para retirar el barro de las ruedas. Nosotros mismos remolcamos a otro todoterreno que se había metido en la cuneta y no conseguía salir.
No sé cómo, pero finalmente Enmanuel se las arregló para llegar a Yokadouma sanos y salvos a las diez de la noche agotados. Apenas puedo llegar a la cama, tengo fiebre, he vomitado los dos quesitos que logré tomar en el camino y me duele cada centímetro de piel. Espero levantarme mejor, porque mañana nos espera otro duro día de carretera hasta Bertua.
23 de septiembre 2010
Salimos a las siete de la mañana, ya sin fiebre y con el estómago en su sitio. Abdul nos está esperando ya en Bertua desde ayer. Al poco de salir Enmanuel detecta un problema en una de las ruedas traseras, que se desplaza hacia fuera al girar en las curvas con riesgo de salirse del eje. Tenemos que ir muy despacio pues es imposible arreglar nada hasta llegar a Batouri, más o menos a mitad de camino. Desplazándonos a diez kilómetros por hora la distancia se alarga hasta lo infinito. Finalmente conseguimos llegar a las 14:30h y nos dan la buena noticia de que pueden arreglar la avería. Aprovechamos mientras tanto para dar un paseo por Batouri y comer en una especie de restaurante-saladeestar un poco de pescado.
A las cinco estamos de nuevo en marcha, no podemos evitar los nervios en cada control policial desde que nos falta el sello de entrada al país en el pasaporte, pero, como dice Willy, lo bueno que tiene la corrupción, es que no hay nada que no se pueda arreglar con un puñado de CFA. Los noventa kilómetros que nos separan de Bertua están en un estado lamentable, pero al menos las pistas están secas y ya no hay barro. De pronto cesa el traqueteo del coche, no podemos creerlo, al fin asfalto, son las 20:30h cuando llegamos a Bertua y nos reencontramos con Abdul en el hotel Cristiano. Una ducha de agua caliente al fin, mejora nuestro ánimo, pero estamos agotados y decidimos dejar para pasado mañana la entrada a la reserva de Dja, para poder descansar hoy bien y dormir mañana en cama en Somalomo.