DÍA 6: Pozzuoli y Nápoles
Para no perder la forma nos despertamos y desayunamos bastante temprano.
Aprovechamos que la línea de metro de Nápoles es muuuuuyyyy amplia, y llega hasta Pozzuoli con mucha comodidad.
Pozzuoli es una pequeña ciudad dentro de los Campos Flégreos, en la provincia de Nápoles, que fue el puerto marítimo principal de la Campania en tiempos romanos.
Es una zona volcánica (aunque con leve actividad) muy poco conocida pero que bien merece ser visitada. Eso sí, conociendo algo de información con anterioridad.
A nosotros no nos salió bien del todo porque decidimos aventurarnos sin llevarlo previamente planificado, pero a veces es bueno dejarse llevar por la espontaneidad.
Tomamos la línea 2 del metro, que en 30 minutos nos dejó en la estación de Pozzuoli.
Decidimos aventurarnos en la búsqueda del punto de información turística.
Un consejo: desistid, no merece la pena. Los vecinos no sabían concretamente dónde se encontraba la oficina de turismo, y nos llevó 20 minutos encontrarla tras dar muchas vueltas. Está muy cerca de la zona costera, creo recordar que pasando una especie de arco.
El primer sitio a visitar es el Anfiteatro Flavio, al que se llega muy fácilmente a pie en apenas unos minutos desde la estación de metro. Data de finales del siglo I , y se cree que fue construido por los mismos arquitectos del Coliseo de Roma.
No es muy conocido pero es el tercer gran anfiteatro (por detrás del de Roma y Capua), ya que podía albergar hasta 40.000 asistentes. Tenía un total de 16 entradas, con cerca de 20 rampas que daban acceso a las plantas más altas del graderío (cávea).
La ArteCard “Napoli e Campi Flegrei” nos incluía la entrada al Anfiteatro.
Al ser una zona poco concurrida por los turistas, la visita es muy tranquila y gozamos de total libertad en la misma.
El anfiteatro es muy grande y aunque no se encuentre en un estado perfecto merece la pena perderse en su interior. No hay nada de vigilancia, así que podéis visitar todas sus dependencias. Encontraréis muchos fragmentos de columnas, capiteles, y alguna que otra escultura, sobre todo por las galerías subterráneas que conducen hasta la Arena.
Tras la visita al Anfiteatro nos dirigimos a pie hacia el Templo de Serapide, que fue un mercado compuesto por un pórtico de 36 columnas de granito y capitel corintio, con baños públicos, bancos y estatuas de deidades…
Como curiosidad, el templo se inunda varias veces a lo largo del año, y sirve como “termómetro” de la actividad sísmica de la zona y del movimiento de la corteza terrestre.
Desde los aledaños del Templo de Serapide tomamos el bus 152, que nos dejó en la misma puerta de la Solfatara en unos 20 minutos.
La Solfatara, básicamente, es una zona volcánica muy peculiar con bastante actividad, pero de poca intensidad. Es un gran volcán en activo con cientos de chimeneas por las que emanan azufre y gases similares.
Han construido una especia de parque natural donde incluso la gente puede estacionar sus caravanas a modo de camping. La entrada no es gratuita, pero tiene una pequeña reducción de precio para los clientes que posean la Artecard.
La visita es libre, y el sendero está muy bien señalizado. El plato fuerte se encuentra en el gran cráter, aunque también hay lagunas de lodos especiales con fines terapéuticos. El paisaje es muy verde, pero la zona de los cráteres, en contraste, es bastante árida.
Algunas zonas que podréis observar en la señalítica son: pozzo, belvedre, fangaia, bocca grande, etc.
Es realmente impresionante observar cómo la roca del suelo “escupe” humo bajo vuestros pies. OJO: mucho cuidado si lleváis pantalones cortos o similar, ya que los gases salen al exterior con bastante presión (15 mbar) y temperatura (160ºC).
El olor llega a ser un poco nauseabundo: el típico olor a huevo podrido tan característico del azufre. Pero no os preocupéis, os acostumbraréis en varios minutos.
Hay algunas notas curiosas sobre la zona.
Como es un área volcánica activa, han colocado cuatro pares de espejos especiales que reflejan las señales de radar provenientes de varios satélites de teledetección a unos 800 kilómetros de altura. La utilidad de estos espejos es calcular la deformación que se produce en la corteza terrestre por la zona de los campos flégreos. Muy interesante.
La otra curiosidad es que según un estudio del premio Nobel en Medicina Louis Ignarro en cooperación con varios profesores de la Universidad de Nápoles, los gases que emanan de la Solfatara hacen de viagra natural. Vamos, que a los habitantes de la zona tienen bastante vigor sexual.
La visita merece la pena por lo peculiar de la zona, ya que nunca habíamos visto algo parecido, especialmente en la zona de los grandes cráteres.
Tenemos vídeos, pero preferimos dejar que lo descubráis allí para mayor sorpresa.
La visita nos llevó poco más de una hora, aproximadamente.
Al salir de la Solfatara tuvimos la feliz idea de dejarnos caer hasta Baia.
Importante, en italiano se pronuncia “baya”, no “bahía”. Aunque parezca lo mismo, nos costó bastante que nos entendieran cuando preguntábamos por Baia.
Ni que decir tiene que las vistas en Pozzuoli son magníficas, por la orografía tan peculiar y la costa.
Fue el día que más nos comunicamos con los napolitanos, ya que íbamos a ciegas totalmente. Nos indicaron que en la misma parada de la Solfatara pasaba el autobús que nos llevaría hasta Baia. Pues bien, todavía no sabemos qué bus era. Paramos a TODOS los autobuses que pasaban, y ninguno llevaba a Baia. A la vista parecía que todos eran iguales, ya que no tenían ningún distintivo o número, tan sólo el rótulo de EAVBUS. Si podéis estudiar tal línea antes de emprender el viaje, mejor.
Tras una larga espera por fin llegó el autobús (si lenta fue la espera, lento el trayecto), y partimos hacia Baia rumbo Nápoli-Torregaveta (creo recordar).
Lo más interesante de Baia, además de las vistas, es el Castillo. Pues bien, una vez que llegamos a Baia tuvimos que bajarnos del bus para tomar otro que nos llevaría hacia el Castillo. No había nada indicado, pero los napolitanos suelen ser bastante agradables con los pocos turistas que allí paran. Tomamos un pequeño mini-bus escolar, y no es broma, que nos dejó en los aledaños del Castillo.
Hasta aquí la cosa iba bien, y nos disponíamos a entrar en el Castillo a eso de las 13:30 horas. En teoría cerraban al “atardecer”, pero como he indicado en anteriores etapas… ¡LOS NAPOLITANOS ABREN Y CIERRAN CUANDO LES DA LA GANA!.
Le explicamos al hombre que veníamos desde muy lejos para ver el castillo, y le dimos tanta pena que nos regaló entradas gratuitas para varios sitios en Nápoles, pero estaba cerrado a cal y canto. Primer batacazo.
Indignados, buscamos otra parada “fantasma” del autobús rumbo a lo desconocido. Habíamos decidió seguir la aventura sin rumbo ni guías, a ver cómo iba la cosa…
Estuvimos esperando a que llegara un autobús, pero en vista de que no aparecía ninguno fuimos bajando por el camino que nos había llevado antes hasta el castillo.
Por fin apareció uno de Eavbus, y nos aconsejaron que fuéramos hasta Fusaro, que al parecer era un punto importante para los trayectos en la zona, tanto en tren como bus.
Ya en Fusaro preguntamos mucho sobre cómo llegar a Cuma. Cuma es un importante yacimiento arqueológico que conocimos gracias al foro, y que nos cogía de camino.
Tras parar muchos buses por fin encontramos uno que nos llevara a Cuma. Fue otra decisión errónea, pues nos llevó mucho tiempo y llegamos a las 15:10 horas.
Cuál fue nuestra sorpresa cuando nos acercamos a la puerta principal y vimos al guardia de seguridad cerrándola en nuestras narices. Parece ser que en aquel día gris el atardecer (tramonto) se había adelantado y cerraban a las 15 horas. Ya podíamos decir que habíamos perdido más de 3-4 horas para ver el Castillo de Baia desde fuera y la cancela de Cuma. No podía ser verdad…
No sabíamos que hacer, así que decidimos volver por donde habíamos venido. Lo peor de todo es que Cuma está en el fin del mundo, incluso más lejos que el séptimo pino. Nos vimos tirados en medio de la carretera, con todo cerrado, parando a innumerables autobuses que no iban hacia la famosa “Fusaro”.
La desesperación fue creciendo. Fijaos si teníamos mala cara, que el guardia de seguridad, una hora después de cerrar, se acercó con el coche ofreciéndonos a llevarnos donde quisiéramos, justo en el momento en el que llegó el dichoso autobús. Un gran gesto el de aquel hombre, que si hubiera sido por el nos abría Cuma para nosotros solos, jejeje.
Ya no teníamos ganas de nada, ni vimos Baia, ni Cuma ni podíamos ya visitar nada de Nápoles, así que al menos decidimos probar la línea Cumana de tren para volver.
Es una línea de tren muy característica y tradicional, que estaba incluida dentro del bono de transportes de la Artecard.
www.sepsa.it/ ...IDPagina/6
Fuimos hasta Mostra, dirección Montesanto. La verdad es que tiene mucho encanto tanto el tren como las estaciones.
En Mostra hicimos el cambio a Metro, dirección estación Mergellina
Al salir de la estación de metro perdimos dos veces el autobús C4, una por no saber dónde estaba la parada y otra por no llegar a tiempo. Se ve que no era nuestro día.
Eran ya las 18 horas pasadas, por lo que se suponía que el Castell dell Ovo estaba cerrado. Pero claro, como están locos estos napolitanos, lo encontramos abierto e hicimos una visita, algo aliviados, cuando la noche comenzaba a caer. La mayoría de los monumentos están abiertos hasta el “tramonto” (puesta de sol), pero aquí cada uno elige a la hora que llega éste.
El castillo es precioso por dentro y por fuera, y las vistas son muy bonitas en plena noche con toda la ciudad y la costa iluminadas. Las fotos son pobres por la falta de luz y las prisas, es mejor verlo en directo.
Espectacular el Vesubio, siempre de fondo desde cualquier lugar de la Campania.
Nos dimos una vuelta por el casco antiguo de Nápoles disfrutando de sus calles, un monumento abierto las 24 horas del día pero que aparece en todo su esplendor por la noche. Es maravilloso pasear bajo la luna napolitana, es un encanto especial que no se puede describir.
Por fin algo iba a salir bien aquel día: NAPOLI SOTTERRANEA.
www.napolisotterranea.org/
Seguro que a algunos ni os sonará, pero creo que es una parada totalmente OBLIGATORIA si visitáis Nápoles.
La entrada principal está en el nº 68 de la Piazza San Gaetano
Existen varias visitas en distintos horarios e idiomas, pero nosotros elegimos la que mejor se adaptaba a nuestro horario, la de las 21 horas.
Hicimos algo de tiempo tomándonos un “café del Nono (abuelo)”, una rica granizada casera en la vía Tribunali. Cenamos y nos tomamos una rica cerveza Moretti en los alrededores y a la hora indicada acudimos a la puerta de Napoli Soterranea.
No quiero extenderme demasiado para no desvelar todos los detalles de la visita, pero os sorprenderá todo, desde el acceso a los túneles de entrada como la visita en sí.
Por cierto, la visita era en italiano. Nosotros ni idea de italiano, pero entendíamos prácticamente todo lo que decía la guía. Éramos unas 6-7 personas así que la visita fue muy personal y tranquila. Los túneles que visitamos fueron refugios durante la Guerra, y guardan restos de los que fue el oro di Neapolis (ver foto).
Lo más curioso es que parte del antiguo Teatro Romano del siglo I-II está en medio de la calle, entre viejos edificios y tendederos de ropa.
Durante la visita se sale a la calle y se entra por una vivienda particular para seguir con la misma.
A través de maquetas, luces y sonidos te cuentan cómo era la vida en los túneles de esa otra Nápoles Subterránea llena de canales y basura durante la guerra.
No recordamos todos los detalles, pero fue muy didáctico.
No os cuento más, sólo que la visita no es apta para gente claustrofóbica. Total oscuridad y velas…¡impresionante!.
La visita no dura más de una hora, y se pasa volando.
Ese día juagaba el Nápoles un partido de Uefa, así que toda la gente estaba en la calle viendo a su equipo en bares y pantallas gigantes. Un espectáculo la forma de vivir el fútbol de los napolitanos.
Se nos hizo tarde y tomamos el metro hasta la Piazza Dante, porque nos encontramos con la estación cerrada.
Podíamos ir andando hasta la Piazza Garibaldi perfectamente, pero Nápoles no es la ciudad que más invite a pasear a altas hora de la noche precisamente. Nos vimos un poco tirados bastante tarde, buscando un bus nocturno que nos llevara de vuelta al hotel.
Creo que a todos nos ocurre lo mismo, desconfiamos de la gente con peor aspecto, pero finalmente resulta que los que menos tienen son los más solidarios y atentos.
Conocimos a un vendedor ambulante con el que estuvimos charlando largo y tendido hasta que llegó el autobús. El hombre era del norte de África y al parecer había estado muchos años en España trabajando. La bondad es contagiosa, y estuvimos conversando con varios napolitanos que paraban a quien hiciera falta hasta encontrar un autobús que nos dejara donde nos viniera bien, ya era la hora de cambio de buses diurnos a nocturnos, y ni los propios napolitanos lo tenían claro.
Llegamos al hotel y tuvimos un merecido descanso, ya que el día había sido muy largo y “movido”.
Nuestro avión de vuelta salía el día siguiente a las 17 horas aproximadamente, y teníamos que coger el tren a Roma (unas dos horas) y a continuación el bus hasta Ciampino. Una posibilidad era pasar la mañana en Nápoles sin hacer gran cosa por las prisas, así que decidimos ir muy temprano a Roma y dar un paseo viendo algunos monumentos de la ciudad “por encima”.