Llegamos a Mykonos el domingo alrededor de las 18:00. Nos habían pintado a Mykonos como el nuevo sitio de moda del veraneo de famosos. La nueva Ibiza, vamos. Teníamos muy poquito tiempo para ver Mykonos, y había que aprovecharlo. El barco nos dejó en un punto bastante alejado del centro, y tuvimos que coger un bus para llegar al centro. Desde el barco se nos ofreció un servicio de bus por 6 € (creo que ida y vuelta) cada uno. Lo cogimos, en nuestro desconocimiento, aunque luego nos dimos cuenta de que nos engañaron, porque había desde allí servicio de autobuses por menos de 1 €. En fin.
Llegamos a Mykonos y estaba casi anocheciendo. Eso tiene un punto malo y otro bueno. Para las fotos iba a ser mucho peor, pero también iba a ser la única ciudad que viéramos anochecer, ya que en las anteriores paradas el barco había partido de nuestros destinos cuando aún era de día. Nada más llegar a Mykonos, fuimos bastante aprisa cruzando la playa hasta una pequeña capilla con el techo en forma de bóveda azul, muy bonita. Queríamos llegar antes de que anocheciera para ahacer alguna foto y que no saliera oscura. Y que sorpresa cuando llegamos allí. Nos topamos con un montón de gente alrededor del auténtico protagonista de Mykonos, el pelícano Petros. Petros es un pelícano, mascota de la ciudad de Mykonos, que se pasea alegremente por sus calles y entre sus gentes. Realmente el pelícano Petros falleció hace unos años, pero estos son sus sucesores. Tenéis aquí la historia contada: Petros, el pelícano de la isla. Nos hicimos unas fotos con él y con la capilla de fondo, y nos lanzamos a conocer Mykonos. Os recomiendo que os dejéis perder por sus calles. Son como en Santorini, pero yo creo que más bonitas aún. Quizá tiene más toques azules que Santorini. Da gusto perderse por esas calles estrechas, de color blanco. Siempre te encuentras un balcón o una puertecita azul, es una pasada lo bonito que es. Encima, le rodea un aire de cierto glamour, con buenos bares, música moderna por las calles, ... una gozada, vamos.
Callejeando, callejeando, llegamos a la Pequeña Venecia. Es una zona de Mykonos donde las casas están a nivel del mar, junto a una pequeña pasarela. Imita la arquitectura veneciana, con sus casas junto al agua. Allí tiramos unas cuantas fotos, aunque ya era de noche. Junto a la Pequeña Venecia (rodeada de bares chulos, oscuros, acogedores y con buena música), están los famosos molinos de Mykonos. También nos fotografiamos con ellos. Es una vista preciosa estar entre los molinos y la pequeña Venecia. Es una pena que pudiéramos disfrutar tan poco tiempo de ella. Una vez visto esto, volvimos a callejear por Mykonos. De nuevo volvimos a ver a Petros, tomamos un kebab griego en uno de los locales, paseamos, ... y cuando ya nos cansamos y empezaba a hacer algo de frío, pusimos rumbo al lugar donde nos había dejado el bus para tomarlo de nuevo hacia el barco. Nos dio tiempo a cenar en el barco, y a comenzar a preparar las maletas. Era nuestra última noche en el Grand Celebration. El lunes llegábamos a Atenas, punto final de nuestro fabuloso crucero.
Llegamos a Mykonos y estaba casi anocheciendo. Eso tiene un punto malo y otro bueno. Para las fotos iba a ser mucho peor, pero también iba a ser la única ciudad que viéramos anochecer, ya que en las anteriores paradas el barco había partido de nuestros destinos cuando aún era de día. Nada más llegar a Mykonos, fuimos bastante aprisa cruzando la playa hasta una pequeña capilla con el techo en forma de bóveda azul, muy bonita. Queríamos llegar antes de que anocheciera para ahacer alguna foto y que no saliera oscura. Y que sorpresa cuando llegamos allí. Nos topamos con un montón de gente alrededor del auténtico protagonista de Mykonos, el pelícano Petros. Petros es un pelícano, mascota de la ciudad de Mykonos, que se pasea alegremente por sus calles y entre sus gentes. Realmente el pelícano Petros falleció hace unos años, pero estos son sus sucesores. Tenéis aquí la historia contada: Petros, el pelícano de la isla. Nos hicimos unas fotos con él y con la capilla de fondo, y nos lanzamos a conocer Mykonos. Os recomiendo que os dejéis perder por sus calles. Son como en Santorini, pero yo creo que más bonitas aún. Quizá tiene más toques azules que Santorini. Da gusto perderse por esas calles estrechas, de color blanco. Siempre te encuentras un balcón o una puertecita azul, es una pasada lo bonito que es. Encima, le rodea un aire de cierto glamour, con buenos bares, música moderna por las calles, ... una gozada, vamos.
Callejeando, callejeando, llegamos a la Pequeña Venecia. Es una zona de Mykonos donde las casas están a nivel del mar, junto a una pequeña pasarela. Imita la arquitectura veneciana, con sus casas junto al agua. Allí tiramos unas cuantas fotos, aunque ya era de noche. Junto a la Pequeña Venecia (rodeada de bares chulos, oscuros, acogedores y con buena música), están los famosos molinos de Mykonos. También nos fotografiamos con ellos. Es una vista preciosa estar entre los molinos y la pequeña Venecia. Es una pena que pudiéramos disfrutar tan poco tiempo de ella. Una vez visto esto, volvimos a callejear por Mykonos. De nuevo volvimos a ver a Petros, tomamos un kebab griego en uno de los locales, paseamos, ... y cuando ya nos cansamos y empezaba a hacer algo de frío, pusimos rumbo al lugar donde nos había dejado el bus para tomarlo de nuevo hacia el barco. Nos dio tiempo a cenar en el barco, y a comenzar a preparar las maletas. Era nuestra última noche en el Grand Celebration. El lunes llegábamos a Atenas, punto final de nuestro fabuloso crucero.