Ésta es la continuación de la etapa anterior, la segunda parte del relato de nuestra escapada cacereña durante el puente de la Constitución. El enlace es el siguiente: ESCAPADA CACEREÑA (I). PLASENCIA, CIUDAD ROMANA DE CÁPARRA Y GRANADILLA.
Ruta desde Plasencia según GoogleMaps: 38,5 kilómetros y una media hora de viaje en coche.
Si se va desde Madrid, la ruta sería la que sigue, con unos 289 kilómetros y 2 horas y 45 minutos aproximadamente.
HERVÁS.
Al atardecer, al paisaje que se asoma a la carretera que va desde Plasencia a Hervás parecía que le habían prendido fuego. Afortunadamente solo era en sentido figurado, ya que lo que ocurría era que sol poniente brindaba un brillo mágico a los bosques de robles y castaños que se mostraban teñidos de rojo por un otoño retrasado. El panorama que encontramos en torno al Valle de Ambroz era realmente precioso. Lástima que ya fuese un poco tarde para apreciarlo en toda su belleza. Apenas había luz y las fotos las tomé desde el coche, así que su calidad es nula, pero no me puedo resistir a poner alguna como ejemplo.
Nos alojamos en el Hotel Spa Sinagoga, de tres estrellas, a las afueras de Hervás, junto a la Ermita de San Antón. La verdad es que nos llamó la atención el edificio, un feo bloque de varias plantas, que parece completamente fuera de lugar en un pueblecito que presume de una de las más bellas juderías de España, si bien es cierto que en la zona donde se encuentra casi toda la edificación es moderna. También hay que reconocer que el interior está muy bien acondicionado, las habitaciones son amplias y confortables, con mobiliario moderno, un buen cuarto de baño y unas vistas excelentes desde las terrazas. Además, tiene un spa que, según cuentan, está bastante bien, algo que no puedo corroborar porque no lo utilizamos. La habitación doble nos costó 60 euros (recuerdo que estábamos en pleno puente de la Constitución).
Nuestra habitación en el hotel.
Ya se había hecho de noche cuando salimos a dar una vuelta. Al principio parecía que estábamos más lejos del centro histórico, pero en cuanto aprendimos a orientarnos nos dimos cuenta de que apenas eran cinco minutos caminando desde el hotel hasta la Plaza de la Corredera, el equivalente a la Plaza Mayor. Hacía muy buena noche y dimos un amplio paseo por todo el conjunto urbano, con las luces de Navidad añadiendo color y calor a la iluminación habitual. Aunque la villa había estado muy concurrida ese día, por la noche quedaban muy pocos turistas, lo que aumentaba el encanto de sus intrincadas calles. Pongo unas cuantas fotos de nuestro recorrido nocturno; las explicaciones las dejo para el relato del día siguiente.
Plaza de la Corredera.
Calle de Abajo.
Diferentes vistas de la Judería.
Calle Rabilero.
Plaza del General Sanjurjo.
Diferentes vistas de la Judería.
Calle Rabilero.
Plaza del General Sanjurjo.
Para terminar la jornada, cenamos en el restaurante italiano Capisci, porque nos apetecía algo ligero y unas cervezas con pasta al pesto, una pizza y una porción de tiramisú casero para compartir nos pareció una buena opción. La verdad es que estaba todo muy rico y no fue caro.
Al día siguiente, éste era el bonito panorama que vimos desde la terraza de nuestra habitación en el hotel.
Después de desayunar volvimos a Hervás para visitar la villa ya de día. De nuevo, el sol lucía en otra jornada en que el termómetro llegó a marcar los dieciocho grados, temperatura estupenda para estar en diciembre.
Hervás tiene su origen en una ermita que levantaron los templarios junto al río Santihervás allá por el siglo XII. Años después se construyó un castillo, alrededor del cual fueron asentándose numerosas familias. Sin embargo, la mayor fama de Hervás viene por el asentamiento de una numerosa comunidad judía en el siglo XV en torno a su sinagoga, en el noroeste de la población, que dio lugar a su famosa Judería, formada por calles intrincadas y casas de dos plantas con aleros volados y muros de tierra roja. Aunque en principio gozaron de bastante tolerancia religiosa, en 1492 fueron expulsados como en toda la península y solo permanecieron en el pueblo 14 familias. Hervás perteneció a la localidad salmantina de Bejar hasta 1816, en que recibió el título de villa y en 1833 se integró en la provincia de Cáceres. Actualmente cuenta con unos 4.000 habitantes, cuya ocupación tradicional ha estado relacionada con la industria textil y también con la explotación maderera, debido a la abundancia en el entorno de bosques de castaños. También son muy apreciadas sus cerezas y últimamente se ha convertido en un interesante destino veraniego y turístico.
Hay varios aparcamientos gratuitos distribuidos por la villa, ya que, aunque no está prohibida la circulación de vehículos, al centro histórico conviene llegar a pie. En el hotel nos dieron un plano turístico (que también lo entregan en la Oficina de Turismo, que está junto a la Plaza de la Corredera) que nos fue muy útil para nuestras visitas. Pongo una foto de dicho mapa.
Salimos del hotel y por la Calle Gabriel y Galán, llegamos hasta el Ayuntamiento, un edificio del siglo XVII, y seguimos hacia la calle Asensio Neila, donde se encuentra el Palacio de los Dávila, edificio barroco del siglo XVIII con destacada rejería, que alberga el Museo Pérez Comendador-Leroux, con obras del escultor y su esposa. Apenas a unos pasos, alcanzamos la Plaza de la Corredera, porticada y con una bonita fuente de piedra del siglo XVI.
Desde aquí es muy fácil acceder a uno de los puntos más destacados de Hervás: su Judería, considerada una de las bonitas y mejor conservadas de España. Hay que llegar a la calle de Abajo, que desciende en pronunciada pendiente hacia el río, y de la cual van saliendo callejuelas estrechas que conforman el antiguo barrio judío. La importancia que cobró hay que buscarla en la campaña de instigación iniciada en 1391 por el arcediano de Écija, Ferrán Martínez, en contra de los judíos, que se extendió por gran parte de Andalucía y Castilla. Aunque el rey Enrique III intervino como mediador para tratar de apaciguar los ánimos, fueron muchos los judíos que en 1431 tuvieron que convertirse para salvar sus vidas y sus propiedades y otros huyeron hacia el norte y Portugal; al hacer ese camino, algunos se quedaron en el Valle del Ambroz. En Hervás, los judíos gozaron de una calma relativa hasta 1492, fecha en que los Reyes Católicos decretaron su expulsión. Algunos huyeron a Portugal, donde en principio fueron bien acogidos, pero su rey tuvo que plegarse a las exigencias de Isabel y Fernando para favorecer el enlace de su hijo Alfonso con Isabel, hija de los Reyes Católicos. Los judíos tuvieron que convertirse y muchos lo hicieron aunque siguieron practicando su religión a escondidas. Algunos volvieron a Hervás en 1494, pero no creyó en la sinceridad de su conversión y fueron confiscados sus bienes, como la Sinagoga de la calle Rabilero. El conflicto terminó cuando el obispo de Plasencia les obligó a fundar la Hermandad de Nuestra Señora de las Aguas Vivas, sede de los conversos. Los judíos de Hervás eran fundamentalmente agricultores, aunque también los había comerciantes, artesanos y prestamistas.
En el Barrio Judío de Hervás destacan la calle de Abajo, la calle más estrecha del mundo (la Callejita), la de Rabilero, la de la Sinagoga, la del Vado, la de la Amistad Judeo-cristiana, la de Maxedo y la Travesía del Moral. Pero tampoco hace falta ir buscando el nombre de las calles porque el barrio se recorre en poco tiempo y es una delicia pasear por todas las callejuelas, en las que encontramos hileras de casas con las fachadas llenas de flores, ejemplo de la arquitectura popular de la zona, que emplea madera de castaño, adobe y piedras de granito.
Calle de Abajo.
Sus calles son estrechas y empedradas, con casas con grandes balcones y voladizos que tienen una particularidad: el relleno de ladrillo entre los montantes y los canales de teja en vertical que le dan un aspecto distintivo y colorista. Notable este barrio judío que gusta ver tanto de día como de noche.
Otro de los lugares que no hay que perderse en Hervás es la Iglesia de Santa María de Aguas Vivas, edificado donde antiguamente existió un castillo de los Templarios del siglo XIII, del que se conserva parte de la muralla y de la torre defensiva. La portada es renacentista y en el baptisterio se conservan restos románicos, con frescos policromados de la vida de Jesús. Desde la torre se tienen unas vistas espléndidas de la población y su entorno natural.
Tampoco hay que dejar de bajar hasta el río Ambroz, pasear por sus orillas llegando hasta el puente medieval de la Chiquita, el monumento más antiguo de la ciudad que formaba parte del nudo de comunicaciones de la antigua Vía de la Plata y donde en el siglo XV se situaban los telares de los artesanos judíos.
Las vistas del río son preciosas desde aquí y, después, hay que cruzar el puente para ver desde la otra orilla la hilera de casas ribereñas, típicas de la arquitectura popular de la zona, construidas con materiales como la teja cerámica, madera de castaño, adobe y piedras de granito.
En la Plaza del Hospital hay una zona de aparcamiento grande, que está junto a la judería. Es una buena opción para dejar el coche. Aquí se encuentra el antiguo Convento de los Trinitarios, que fue expropiado con motivo de la desamortización de Mendizábal. El edificio fue rehabilitado y ahora es una Hospedería. Es de estilo benedictino, con templo de ladrillo de estilo barroco herreriano. La Iglesia de San Juan Bautista antiguamente formaba parte del Convento y fue fundada en 1664 por descendientes de judíos conversos. La portada exterior es una copia de la de la Iglesia de San Nicolás en Valladolid. Es de estilo barroco y tiene un intenso color rojo ya que fue construida con una mezcla de ladrillos y sillarejos.
Teníamos intención de comer en el restaurante El Almirez, en la calle Collado 19, puesto que nos lo habían recomendado. Sin embargo, cuando llamé por la mañana para reservar mesa me dijeron que estaba todo completo. Así que nuestro gozo en un pozo, además porque era un día complicado al ser festivo. Como todavía era temprano, encontramos sitio en el Sésamo, Casa de Comidas, en la calle de La Cuestecilla núm. 4. Para el verano, tiene una terraza muy bonita con vistas a la Iglesia de Santa María. Para beber tomamos cervezas de la tierra, Ambroz, rubia y castaña, y nos pusieron unos aperitivos. De primero pedimos para compartir media ración de croquetas de morcilla ibérica y piñones con mermelada de zanahoria que estaban riquísimas y una tosta de sardina marinada, de segundos un solomillo de ternera a la parrilla con Torta del Casar y un lomo de bacalao salvaje al vapor con pisto y puré de aceitunas negras. De postre un bizcocho de naranja con rulo de coco y helado. Todo muy rico y muy bien presentado, el servicio atento y rápido. El precio, incluyendo cafés, 72 euros.
Hicimos también las dos rutas senderistas que cito a continuación, que tienen el aliciente de que son cortas pero muy bonitas.
LA CHORRERA DE HERVAS. Ruta a pie.
El sendero se llama PR-CC 36. Se puede hacer saliendo desde el centro de Hervás, lo que supondrá 7 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta, ya que es un recorrido lineal. Sin embargo, nosotros optamos por la opción “b” que permite ir en coche hasta el puente que cruza el río Posturillo, en la zona de Horcajo, pasado el albergue juvenil, donde hay sitio para aparcar. Parece que no, pero te quitas cinco kilómetros largos en total, lo que no está mal, ya que la pista está en perfectas condiciones y tampoco aporta nada especial hacer la caminata, sobre todo en diciembre, cuando las horas de luz son escasas. Incluso se puede llegar más arriba, hasta la llamada “Casa de la Luz”, una antigua central hidroeléctrica. Llegar hasta aquí con el vehículo es más complicado por la pendiente y el mal estado del firme de la pista cementada; y tampoco creo que merezca la pena, porque solo son unos 800 metros. En total hicimos unos 9 kilómetros y el tiempo empleado fue alrededor de 2 horas 45 minutos.
En las inmediaciones de este arroyo dejamos el coche.
Para seguir la ruta hay que ir hasta el llamado Puente de Hierro, que es el del antiguo ferrocarril que pasaba por Hervás. La vieja estación se ha convertido en un Museo, el Centro de Interpretación del Ferrocarril. El tren empezó a funcionar en el Valle de Ambroz en 1892 y cesó sus servicios en 1985. Es muy recomendable detenerse en el puente ya que se obtienen unas vistas preciosas de la villa y su entorno desde aquí.
Pasamos el albergue juvenil, vimos también una piscifactoría que actualmente parece abandonada y llegamos a un puente sobre el que creo que es el arroyo Horcajo, que presentaba una estampa preciosa. Dejamos el coche allí y comenzamos a andar, encontrando un par de casas semiderruidas y abandonadas, al parecer se trata de las Casas de Marinejo, las viviendas de los trabajadores de la Casa de la Luz.
Llegamos hasta la Casa de la Luz, central eléctrica de vapor que empezó a funcionar en 1895, llevando la electricidad a Hervás. A nuestra izquierda quedaba el río Ambroz, que nace a una altura de 1.800 metros, tiene una longitud de 42 kilómetros y desemboca en el Alagón. En este punto hay paneles que informan sobre la ruta y otros detalles interesantes.
Allí comienza el tramo más complicado de la ruta, ya que hay que salvar un notable desnivel por un sendero bastante empinado en zig-zag, que según he leído cuenta con 33 vueltas. No las conté, aunque no creo que el cálculo esté muy descaminado. La subida es durilla, pero no excesivamente larga, así que tampoco presenta mayores problemas.
Coronamos el alto y llegamos a un depósito que vierte el agua por la gran pendiente hacia la central hidroeléctrica. En ese punto, empezamos a seguir una acequia que lleva el agua al depósito y que nos recordó las levadas de nuestro viaje a Madeira.
Muy cerca, a la derecha, hay un espléndido mirador que muestra La Hoya de los Castaños, el Cerro del Moro, el Canchal de la Gallina y el propio Hervás. Una precisa vista de los castañares vestidos con sus mejores galas otoñales. Además, se adivinan el embalse de Baños y las Hurdes al fondo.
A partir de aquí, el paseo se volvió una delicia, con el sonido cantarín del agua que lleva la acequia a nuestra derecha, la maraña de robles vestidos o desnudos y la alfombra roja de hojas a nuestros pies, con la perenne estampa del Pico Pinarrajo frente a nosotros.
Al final del canal llegamos al arroyo Forero o de las Costeras, que tenemos que cruzar. Después de hacer la foto de rigor, seguimos hacia la izquierda y luego nos internamos en el bosque por un sendero que sale a la derecha.
Tras una corta subida, llegamos a un balcón desde el que se divisa la chorrera, que tiene una caída de unos 15 metros. Ya solo quedaba bajar con cuidado por las piedras que conducen al salto y deleitarse con la ruidosa caída del agua.
La vuelta se hace por el mismo camino, pero tampoco nos importó demasiado porque lo bonito que estaba el bosque invitaba a contemplarlo más de una vez. Esta es una caminata sencilla (salvo la relativa dureza de las 33 revueltas) y que, a ser posible, es mejor realizar en otoño para gozar de su colorido. Claro que en verano también se podrá disfrutar de un bañito en las charcas.
EL CASTAÑAR DE GALLEGOS. Ruta a pie.
Varios son los castañares que se encuentran cerca de Hervás, por lo que resulta muy recomendable dar una vuelta por alguno de ellos y disfrutar así de un tranquilo y relajante paseo. Además, en otoño, el bosque recompensa con sus maravillosos colores amarillos, marrones y rojos.
La ruta que hicimos sale de las inmediaciones de la Plaza de Toros de Hervás. En su parte posterior hay un pequeño aparcamiento junto a la carretera que conduce al Valle del Jerte, con unos paneles informativos. Desde aquí se pueden realizar varias rutas de distinto trazado y longitud. Como no teníamos demasiado tiempo, elegimos una cortita, de unos 5 kilómetros, para poder realizarla antes de ir a comer. Es circular y está marcada con un punto rojo.
Comienzo de la ruta junto a la Plaza de Toros.
En su mayor parte transcurre por pistas forestales, más anchas o más estrechas. Algún tramo por sendero, pero de poca longitud. En cualquier caso, el paseo fue estupendo. El bosque estaba precioso por los colores del otoño y caminar pisando las hojas rojas y marrones deparaba gratos momentos de relax. Tardamos aproximadamente 1 hora y cuarto en completarla.
BAÑOS DE MONTEMAYOR.
Esta pequeña localidad, famosa desde tiempos de los romanos por sus baños termales, se encuentra a poco más de 5 kilómetros de Hervás. Se encuentra rodeado de montañas, en un entorno muy pintoresco, al borde ya de la provincia de Salamanca. Actualmente cuenta con unos 700 habitantes. Como me apetecía una tarde de relax, había reservado habitación en el Gran Hotel Balneario, construido a finales del siglo XIX, sobre una fuente termal de origen romano. De estilo modernista, está reformado y ofrece spa, piscina termal y tratamientos. Utilizamos una oferta que incluía bañera de hidromasaje y baños en las piscinas termal y climatizada. Nos costó 70 euros la noche de alojamiento con desayuno y aparcamiento privado.
Asimismo, pudimos ver el museo y los restos de las antiguas termas romanas, que se encuentran al lado de las piscinas termales que se utilizan en la actualidad, situadas en espacio abovedado adornado con estatuas.
Museo de las termas romanas.
Los romanos tomaban baños de agua normal y baños de aguas mineromedicinales con diferentes tratamientos curativos. Las instalaciones estaban dotadas de un sistema de túneles y tubos, llamado hypocaustum, que llevaba agua caliente y vapor debajo del suelo. Existían diferentes estancias que correspondían a las diferentes fases del baño:
- Vestuario donde se dejaba la ropa (apodyterium)- El baño de vapor (laconium)
- Sala tibia (tepidarium)
- Baño de agua caliente en piscinas o bañeras (caldarium)
- Baño de agua fría en piscina (frigidarium).
Resulta muy interesante pasar a conocer las termas romanas aunque no se esté alojado en el balneario ni se solicite algún tratamiento ya que el acceso es gratuito.
Termas romanas.
Por lo demás, encontramos poco ambiente en Baños de Montemayor, quizás porque ya era de noche cuando llegamos. Lo cierto es que solo vimos un bar/restaurante abierto para cenar enfrente del Balneario, donde tomamos ensalada y tortilla.
Al día siguiente dimos una vuelta por el pueblo y vimos los restos de la calzada romana. También vimos varias cesterías, artesanía típica de la zona. No nos quedamos demasiado porque queríamos regresar a Hervás para hacer las rutas a pie que ya he mencionado.
Y hasta aquí el relato de esta nueva escapada a la provincia de Cáceres, una tierra que nunca decepciona.