Después del desayuno nos recoge un taxi en el hotel que nos lleva hasta Ica. Nos deja en la estación y seguimos con la empresa Perubus, que nada tiene que ver con las compañías para turistas como Cruz del Sur. Éste es un autocar en el que sólo viajan peruanos, destartalado, incómodo, sucio y viejo, al que antes de arrancar se suben un montón de vendedores ambulantes ofreciendo la mercancía más variada: infusiones, sándwiches, bizcochos, chocolatinas… El bus va muy lento y tiene muchas paradas, el aire acondicionado, ausente.
Por fin llegamos a Nazca y el calor es asfixiante. Aquí el clima es desértico lloviendo sólo 3 o 4 veces al año. Debido a la perpetua sequía el agua es un bien escaso y los habitantes de Nazca sufren continuas restricciones de agua, que normalmente llega a la ciudad canalizada a través de acueductos (De hecho, según nos contaron Nazca es una palabra quechua que significa “tierra de dolor” por la falta de agua, y según algunos el significado de las líneas también podría estar relacionado con esto).
Buscamos nuestra agencia, dejamos allí las maletas, y enseguida aparece una furgoneta para llevarnos al aeródromo. Reconfirmamos nuestras reservas en el mostrador de Aeroparacas y proceden a pesarnos. Vamos a volar junto con una pareja de franceses. Tenemos que esperar casi una hora y aprovechamos que allí mismo hay una oficina de información turística para preguntar unas cuantas cosas sobre los siguientes días del viaje. Me tomo 2 biodraminas y un chicle para el mareo, que bien podía haberme ahorrado. Llega nuestro turno y nos dirigimos a la avioneta, una Cessna.
Los pilotos nos explican cómo ponernos el cinturón de seguridad, los auriculares y como distribuirnos en el interior para repartir el peso. Despegamos y comenzamos a coger altura, enseguida empiezan a verse las figuras: la ballena, el astronauta, el mono… me dedico a hacer fotos y esto es un gran error, porque al mirar por la pantalla de la cámara es cuando me empiezo a marear y el aparato aquel venga a girar en todas las posiciones posibles, a un lado y a otro subiendo y bajando…le paso la cámara a Samuel e intento concentrarme en las líneas y disfrutar de ellas, imposible, la francesa empieza a vomitar y al verla a ella me animo y me pongo a hacerle la competencia. El calor sofocante que hace dentro de la avioneta tampoco ayuda mucho. A partir de la araña ya no veo nada más y deseo con todas mis fuerzas que acabe de una vez el viaje infernal. 35 minutos y por fin aterriza el trasto del demonio. Me encuentro fatal así que me tomo una cocacola (3 soles) casi de un trago con la esperanza de que se me asiente un poco el estómago que lo tengo del revés, pero todavía me voy a encontrar mareada durante un buen rato. Si bien me interesaban mucho las líneas de Nazca, puedo decir que me decepcionaron un poco y no por la fatídica experiencia del sobrevuelo, sino porque desde el aire a 3500m de altura se ven muy lejanas y no tan nítidas como yo esperaba.
De nuevo nos trasladan a Nazca que es un pueblo en el que no hay mucho que hacer, dudamos entre ir al planetario o alguna de las visitas que ofrecen por los alrededores y al final optamos por contratar para esta tarde la excursión al Cementerio de Chauchilla (50 soles + 16 tasas). Preguntamos y nos dicen que en el pueblo no hay casa de cambio para Euros, así que regateamos con varios cambistas de la calle. Para comer entramos en la Taberna de Nazca, en la calle principal, no hay ni un solo turista solo gente local, yo no estoy para muchas filigranas así que pedimos dos sopas de quinua y un plato de carne, de postre 2 flanes (18soles). Damos una vuelta hasta que llega la hora de la excursión, pero la verdad es que es un pueblo bastante aburrido. Subimos a la furgoneta y nos llevan a ver la tumbas a unos 35 km (y una hora de camino), un guía nos va explicando otra vez sobre las líneas, su supuesto significado y sobre la cultura Nazca. Llegamos a Chauchillas, allí en medio de ninguna parte se encuentra este cementerio pre-incaico, con numerosas tumbas que albergaban hasta 3 o 4 momias y su ajuar funerario en cada una de ellas, todas se encuentran enterradas sentadas mirando hacia el este.
Desgraciadamente este yacimiento al igual que la mayoría en Perú y toda Sudamérica ya fue expoliado por los contrabandistas de arte y los pocos objetos originales que se conservan se hallan en un museo. Todo lo que vemos en Chauchillas son réplicas.
A continuación nos llevan a un taller de alfarería en el que se reproduce la cerámica de los Nazcas utilizando las mismas técnicas que ellos en el pasado. Y después visitamos un museo sobre una explotación minera de extracción de oro. Está muy bien la explicación sobre una maqueta que reproduce por pasos todo el proceso. Al terminar ya es de noche y regresamos a Nazca.
Todavía nos queda tiempo hasta que salga el autobús nocturno de Cruz del Sur para Arequipa, pasamos por la agencia donde desde por la mañana tenemos guardadas las maletas para recogerlas y llevarlas a la estación para facturarlas. A esta hora está allí el dueño, un señor mayor que empieza a hablar con nosotros y por espacio de más de una hora nos cuenta muchas cosas sobre la vida cotidiana en Perú, su visión de la política, etc.
Cenamos esa noche en el Rico Pollo, no tenemos mucha hambre, así que pedimos un menú pequeño de pollo, patatas y ensalada para los 2 y, como es norma en Perú con la comida, es abundantísimo (18soles)!! Nos acercamos a la estación porque ya queda poco para la salida del bus a las 10, pero al final se retrasa y no partimos hasta bien pasadas las 11. En contra de lo que esperamos y a pesar de ir con Cruz del Sur, el viaje no es nada cómodo. Hace mucho frío dentro del autocar y aunque es muy tarde ya (sobre todo para los que seguimos sufriendo el jetlag) tenemos que aguantar que pongan una película a todo volumen que no deja dormir a nadie.
Por fin llegamos a Nazca y el calor es asfixiante. Aquí el clima es desértico lloviendo sólo 3 o 4 veces al año. Debido a la perpetua sequía el agua es un bien escaso y los habitantes de Nazca sufren continuas restricciones de agua, que normalmente llega a la ciudad canalizada a través de acueductos (De hecho, según nos contaron Nazca es una palabra quechua que significa “tierra de dolor” por la falta de agua, y según algunos el significado de las líneas también podría estar relacionado con esto).
Buscamos nuestra agencia, dejamos allí las maletas, y enseguida aparece una furgoneta para llevarnos al aeródromo. Reconfirmamos nuestras reservas en el mostrador de Aeroparacas y proceden a pesarnos. Vamos a volar junto con una pareja de franceses. Tenemos que esperar casi una hora y aprovechamos que allí mismo hay una oficina de información turística para preguntar unas cuantas cosas sobre los siguientes días del viaje. Me tomo 2 biodraminas y un chicle para el mareo, que bien podía haberme ahorrado. Llega nuestro turno y nos dirigimos a la avioneta, una Cessna.
Los pilotos nos explican cómo ponernos el cinturón de seguridad, los auriculares y como distribuirnos en el interior para repartir el peso. Despegamos y comenzamos a coger altura, enseguida empiezan a verse las figuras: la ballena, el astronauta, el mono… me dedico a hacer fotos y esto es un gran error, porque al mirar por la pantalla de la cámara es cuando me empiezo a marear y el aparato aquel venga a girar en todas las posiciones posibles, a un lado y a otro subiendo y bajando…le paso la cámara a Samuel e intento concentrarme en las líneas y disfrutar de ellas, imposible, la francesa empieza a vomitar y al verla a ella me animo y me pongo a hacerle la competencia. El calor sofocante que hace dentro de la avioneta tampoco ayuda mucho. A partir de la araña ya no veo nada más y deseo con todas mis fuerzas que acabe de una vez el viaje infernal. 35 minutos y por fin aterriza el trasto del demonio. Me encuentro fatal así que me tomo una cocacola (3 soles) casi de un trago con la esperanza de que se me asiente un poco el estómago que lo tengo del revés, pero todavía me voy a encontrar mareada durante un buen rato. Si bien me interesaban mucho las líneas de Nazca, puedo decir que me decepcionaron un poco y no por la fatídica experiencia del sobrevuelo, sino porque desde el aire a 3500m de altura se ven muy lejanas y no tan nítidas como yo esperaba.
De nuevo nos trasladan a Nazca que es un pueblo en el que no hay mucho que hacer, dudamos entre ir al planetario o alguna de las visitas que ofrecen por los alrededores y al final optamos por contratar para esta tarde la excursión al Cementerio de Chauchilla (50 soles + 16 tasas). Preguntamos y nos dicen que en el pueblo no hay casa de cambio para Euros, así que regateamos con varios cambistas de la calle. Para comer entramos en la Taberna de Nazca, en la calle principal, no hay ni un solo turista solo gente local, yo no estoy para muchas filigranas así que pedimos dos sopas de quinua y un plato de carne, de postre 2 flanes (18soles). Damos una vuelta hasta que llega la hora de la excursión, pero la verdad es que es un pueblo bastante aburrido. Subimos a la furgoneta y nos llevan a ver la tumbas a unos 35 km (y una hora de camino), un guía nos va explicando otra vez sobre las líneas, su supuesto significado y sobre la cultura Nazca. Llegamos a Chauchillas, allí en medio de ninguna parte se encuentra este cementerio pre-incaico, con numerosas tumbas que albergaban hasta 3 o 4 momias y su ajuar funerario en cada una de ellas, todas se encuentran enterradas sentadas mirando hacia el este.
Desgraciadamente este yacimiento al igual que la mayoría en Perú y toda Sudamérica ya fue expoliado por los contrabandistas de arte y los pocos objetos originales que se conservan se hallan en un museo. Todo lo que vemos en Chauchillas son réplicas.
A continuación nos llevan a un taller de alfarería en el que se reproduce la cerámica de los Nazcas utilizando las mismas técnicas que ellos en el pasado. Y después visitamos un museo sobre una explotación minera de extracción de oro. Está muy bien la explicación sobre una maqueta que reproduce por pasos todo el proceso. Al terminar ya es de noche y regresamos a Nazca.
Todavía nos queda tiempo hasta que salga el autobús nocturno de Cruz del Sur para Arequipa, pasamos por la agencia donde desde por la mañana tenemos guardadas las maletas para recogerlas y llevarlas a la estación para facturarlas. A esta hora está allí el dueño, un señor mayor que empieza a hablar con nosotros y por espacio de más de una hora nos cuenta muchas cosas sobre la vida cotidiana en Perú, su visión de la política, etc.
Cenamos esa noche en el Rico Pollo, no tenemos mucha hambre, así que pedimos un menú pequeño de pollo, patatas y ensalada para los 2 y, como es norma en Perú con la comida, es abundantísimo (18soles)!! Nos acercamos a la estación porque ya queda poco para la salida del bus a las 10, pero al final se retrasa y no partimos hasta bien pasadas las 11. En contra de lo que esperamos y a pesar de ir con Cruz del Sur, el viaje no es nada cómodo. Hace mucho frío dentro del autocar y aunque es muy tarde ya (sobre todo para los que seguimos sufriendo el jetlag) tenemos que aguantar que pongan una película a todo volumen que no deja dormir a nadie.