El bus sale temprano y es la propia gente del hotel la que se encarga de buscarnos y pagarnos un taxi que nos lleva hasta la estación. Para entrar en ella hay que abonar una tasa ¿?, pero esta vez el taxista se porta bien y no intenta repercutirnos nada. Aunque llevamos los billetes pagados, a la hora de facturar las maletas nos reclaman otra tasa (2 soles). La verdad es que a cada paso se sacan de la manga un sinfín de tasas para que pagues.
Esta vez viajamos con la compañía Inca Express, a mí me hubiera gustado ver las ruinas de Silustani, pero el horario de salida del bus, a las 7, no es compatible con los de la visita. El autocar es cómodo, menos mal porque son 10 horazas de viaje, y además hay una azafata/terramoza que se encarga de servirnos bebidas frías o calientes y también nos proporciona bastante información sobre los lugares que atravesamos.
Están previstas varias paradas a lo largo del viaje, y en el mismo autobús nos venden las entradas para las visitas que vamos a realizar. Nosotros compramos las entradas para el sitio arqueológico de Raqchi y la iglesia de Andahuailiyas (40 soles).
Llegamos al pueblo de Pukara, donde hacemos la primera parada para ver un museo. Cómo no compramos la entrada para éste, nos dedicamos a ver el pueblo, la iglesia y también un pequeño mercadillo en la plaza de armas.
Continuamos hasta La Raya, el punto más elevado de este viaje a 4335m, donde todo el mundo para y por lo tanto hay instalado, en medio de la nada, el correspondiente mercadillo.
A la hora de comer (bastante temprano según la costumbre de Perú), paramos en un buffet concertado, como todos los que probamos en Perú está todo buenísimo y el ají que no nos falte! Durante el trayecto vamos observando cómo se transforma el paisaje, pasamos del altiplano a la sierra, la vegetación cambia, aparecen campos cultivados y también rebaños de llamas y alpacas pastando tranquilamente a los lados de la carretera.
Llegamos a Raqchi donde quedamos impresionados con ruinas del templo de Viracocha, imponentes aún hoy a pesar de que apenas queda en pie una pared.
Seguimos el curso del río Vilcanota, el río sagrado de los Incas, es un valle precioso, todo verde y muy fértil, repleto de terrazas en las que se cultiva sobre todo maíz en todas sus variedades.
En Andahuaylillas es la última parada para ver la iglesia barroca San Pedro construida en el siglo XVII. Es alucinante el interior profusamente decorado con pinturas murales, un precioso techo artesonado policromado, altares de madera tallada y lienzos de la escuela cuzqueña. No permiten sacar fotos.
Por fin llegamos a Cuzco, por 15 soles cogemos un taxi desde la estación hasta el hotel La Hostería de Anita que está a dos cuadras de la plaza de Armas (108 soles/noche). Nos asignan una habitación triple, enorme, en el patio trasero, la única pega es que al ser tan grande es un poco fría. Salimos a dar una vuelta por Cuzco, es precioso, rodeado de montañas y con restos incas y coloniales a cada paso. No sé si la altura o la sobredosis de picante que llevo encima, pero ese día algo empieza a causarme estragos en el estómago… ceno un Aquarius.
Esta vez viajamos con la compañía Inca Express, a mí me hubiera gustado ver las ruinas de Silustani, pero el horario de salida del bus, a las 7, no es compatible con los de la visita. El autocar es cómodo, menos mal porque son 10 horazas de viaje, y además hay una azafata/terramoza que se encarga de servirnos bebidas frías o calientes y también nos proporciona bastante información sobre los lugares que atravesamos.
Están previstas varias paradas a lo largo del viaje, y en el mismo autobús nos venden las entradas para las visitas que vamos a realizar. Nosotros compramos las entradas para el sitio arqueológico de Raqchi y la iglesia de Andahuailiyas (40 soles).
Llegamos al pueblo de Pukara, donde hacemos la primera parada para ver un museo. Cómo no compramos la entrada para éste, nos dedicamos a ver el pueblo, la iglesia y también un pequeño mercadillo en la plaza de armas.
Continuamos hasta La Raya, el punto más elevado de este viaje a 4335m, donde todo el mundo para y por lo tanto hay instalado, en medio de la nada, el correspondiente mercadillo.
A la hora de comer (bastante temprano según la costumbre de Perú), paramos en un buffet concertado, como todos los que probamos en Perú está todo buenísimo y el ají que no nos falte! Durante el trayecto vamos observando cómo se transforma el paisaje, pasamos del altiplano a la sierra, la vegetación cambia, aparecen campos cultivados y también rebaños de llamas y alpacas pastando tranquilamente a los lados de la carretera.
Llegamos a Raqchi donde quedamos impresionados con ruinas del templo de Viracocha, imponentes aún hoy a pesar de que apenas queda en pie una pared.
Seguimos el curso del río Vilcanota, el río sagrado de los Incas, es un valle precioso, todo verde y muy fértil, repleto de terrazas en las que se cultiva sobre todo maíz en todas sus variedades.
En Andahuaylillas es la última parada para ver la iglesia barroca San Pedro construida en el siglo XVII. Es alucinante el interior profusamente decorado con pinturas murales, un precioso techo artesonado policromado, altares de madera tallada y lienzos de la escuela cuzqueña. No permiten sacar fotos.
Por fin llegamos a Cuzco, por 15 soles cogemos un taxi desde la estación hasta el hotel La Hostería de Anita que está a dos cuadras de la plaza de Armas (108 soles/noche). Nos asignan una habitación triple, enorme, en el patio trasero, la única pega es que al ser tan grande es un poco fría. Salimos a dar una vuelta por Cuzco, es precioso, rodeado de montañas y con restos incas y coloniales a cada paso. No sé si la altura o la sobredosis de picante que llevo encima, pero ese día algo empieza a causarme estragos en el estómago… ceno un Aquarius.