Día playero a tope, visitamos Perivolos (obligatorio coger hamaca y sombrilla previo pago de 7 a 12 €, y si no no te dejan ni aparcar la moto, para mí un timo porque la playa no vale nada, así que nos buscamos la vida aparcando la moto en la entrada del pueblo a mano izquierda donde no es necesario coger hamacas y efectivamente a los 30 minutos nos cansamos de estar allí). Luego fuimos a Vlychada, una playa pequeña, estrecha, pero con un encanto especial por las formas que dibujaban las formaciones rocosas sobre las que la playa estaba situada.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Después de tomarnos un batido de vainilla artesanal a más no poder, salimos rumbo a la Red Beach que en cuanto a playa se refiere no es muy allá, pero sí que es bonita por sus colores. Hay que bajar un pequeño acantilado para llegar a la playa.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Al bajar a la playa vimos un barquito que anunciaba su salida a la White Beach. Nos explicaron que esta playa sólo tenía acceso a través del mar, y allá que fuimos!!!
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Cada hora hay un barco que pasa por la Red Beach recogiendo gente para llevarlos a la White, el barco son 5 €. Si no os mareáis merece la pena por verlo (ya que estáis allí), pero si no queréis quedaros en la White Beach no hace falta que bajéis. Nosotros no lo hicimos porque no hay NADA, sólo unas sombrillas, no hay arena porque es de cantos rodados enormes y si quieres salir de allí tienes que esperar una hora hasta que el barco vuelve a pasar. De la White, continúas en barco a la Black Beach, en la que tampoco nos quedamos.
Recogieron gente y volvimos de nuevo pero esta vez ya no paraba en la Red Beach, fue directamente al puerto que daba a donde dejamos la moto (el único aparcamiento que había). Si lo hacéis, os recomiendo el sitio en el que comimos, uno de los mejores. Según os deja la barquita en el puerto hay dos restaurantes uno de ellos llamado Taverna Nikola´s. Es auténtico restaurante griego, familiar y cocina tradicional, nada caro. A pie del mar, de hecho las olas rompen a los pies del muro sobre el que se erige el restaurante. Y lo mejor de todo, bastante económico, comimos estupendamente por menos de 30 euros. Regresamos al hotel para ver la puesta de sol y cenamos en Fira.