Tres días y medio de paliza en Roma ✏️ Blogs de ItaliaTres días y medio en la ciudad eterna, intentando ver todo lo posible.Autor: Nachingo Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.6 (5 Votos) Índice del Diario: Tres días y medio de paliza en Roma
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Etapas 1 a 3, total 4
Bien temprano por la mañana, para evitar colas, cogemos el metro en Barberini hasta Ottaviano, la parada para el Vaticano. Llegamos a la plaza de San Pedro alrededor de las 8:15, y nos alegramos de haber venido tan pronto porque aunque a nosotros nos toca sólo hacer 10 minutos de cola, ésta no para de crecer por momentos. La cola se sitúa en la columnata del lado derecho de la plaza. Nada más entrar nos dirigimos a la cúpula y ahí, previendo el duro día que nos esperaba, nos hacemos los vagos y optamos por subir en ascensor (7€). No obstante, como bien habíamos leído, el tramo final, que es el que nos toca realizar a pie sí o sí (300 no sé cuantos escalones) es el más estrecho e incómodo porque la pared tiene la forma abovedada de la cúpula. Pero una vez que salimos a la parte superior y contemplamos las vistas vemos que el esfuerzo ha merecido la pena, así que sacamos la típica foto de la plaza desde arriba y damos un par de vueltas tranquilamente antes de iniciar el descenso. Luego, en la terraza que hay según bajamos, paramos en la tienda de souvenirs a comprar algún regalo para la familia, ya que habíamos leído y verificamos más tarde, que los recuerdos están más caros en las tiendas de fuera que en el propio Vaticano. Y ya, por fin, entramos en la basílica. Sus dimensiones impresionan. Lo primero, nos dirigimos a ver la Pietá, atiborrada de gente, pero el movimiento de los grupos es muy dinámico, por lo que enseguida se despeja y podemos disfrutar de esta obra maestra, que a Adela le encantó y emocionó. La capilla siguiente contiene la tumba de Juan Pablo II, y frente a ella había varias personas rezando arrodilladas. Deambulamos por la basílica tranquilamente, deteniéndonos frente a las cosas que nos llamaban la atención, como la estatua de San Pedro. Cuando ya decidimos que habíamos tenido bastante, salimos a la plaza, no sin antes echar un último vistazo a la Pietá. Serían alrededor de las once. En la plaza pudimos ver la enorme cola que se había formado, con el sol pegando bien, y agradecimos el madrugón. Teníamos la entrada para acceder a los Museos Vaticanos comprada ya por internet. Debíamos estar allí a las 11.30, así que todavía nos daba tiempo para un pequeño tentempié, que tomamos en una especie de galería comercial que hay en la misma plaza. Y menos mal, porque la visita a los museos se alargó más de lo previsto. La cola para entrar era enorme, y aunque es cierto que al comprarla por internet te cobran 4€ a mayores, merece la pena solamente por ahorrarte la cola, si además quieres ver cosas y vas justo de tiempo, como nosotros. Total, que entramos del tirón, enseñando la reserva imprimida a uno de los guardias de la entrada. Una vez en el interior esta reserva hay que canjearla por lo que es la entrada en sí. Estuve dudando de si coger audioguía o no, y finalmente me animé, y tengo que decir que nos mereció mucho la pena. Llevaba Adela de casualidad unos cascos en la mochila, y los enchufamos a la audioguía. Así pudimos escucharlo los dos. También nos dieron un plano, el cual he de decir que no vale para nada. Era más un croquis que otra cosa. En general me parecieron un poco caos los museos. No vi indicaciones claras, más que para la Capilla Sixtina. Parecía que querían dirigirte allí a toda costa. No hay un recorrido fijo marcado, y junto con el plano malo, me quedé con la sensación de que me quedaron cosas por ver. Había ratos en los que las riadas de gente casi te iban llevando, sin dejarte parar a ver las cosas. No obstante las obras “importantes” sí que las vimos. Así que entre pitos y flautas, salimos de los museos a las cuatro y media de la tarde, tras cinco horas de visita. Comí una pizza en un bar-cafetería-restaurante justo enfrente de la salida de los museos, sabiendo que sería un poco más caro que un sitio normal, pero a esas horas sin ganas de buscar algo más decente. Y he de decir que no estuvo mal. Ahí aprendí que en la cerveza de barril (espina) te clavan mientras que si la pides de botella no tanto. Una vez comido nos acercamos andando al Trastévere, haciendo una breve parada en el mirador del Gianicolo. Las vistas están bastante bien, y aunque para llegar hay una larga cuesta, ésta es bastante tendida y no se hace demasiado pesada. Lo bueno es que una vez que llegas arriba, luego todo es bajada (jejeje). De aquí nos acercamos a ver la Basílica de Santa María en Trastévere, en medio de una plaza llena de ambiente. Y aunque no era la mejor hora (serían sobre las seis y media) pudimos vislumbrar la vida que tendría el barrio solamente unas pocas horas más tarde. Desde aquí yo quería cruzar el río por la isla Tiberina, pero me equivoqué de puente, y nos fuimos hasta el Pons Sublicius, edificado sobre el antiguo puente romano, y algo más alejado, así que nos tocó volver andado a lo largo de la orilla del río, un paseo bastante agradable, aunque a estas horas el día ya empezaba a pasar factura. Nos acercamos entonces a ver los templos de Portuno y de Hércules Victorioso, justo enfrente a la iglesia de Santa María in Cosmedin. Y luego, siguiendo esa misma calle, un poco más adelante, el teatro Marcelo. Aquí me llevé un poco de decepción, puesto que me pareció que encima del teatro había construido casas. Yo esperaba ver un teatro, no voy a decir como el de Mérida, y la verdad es que me desilusioné. Seguimos andando, andando, a la plaza de Venezia, a ver el monumento a Victor Manuel II, la columna Trajana, y como ya estábamos totalmente apalizados, decidimos volver al hotel a cenar, donde llegamos tras más de trece horas deambulando por calles y museos, y habíendonos sentado escasamente media hora a comer, y otro rato en la Basílica de Santa María in Trastévere. La vida del turista es muy dura. Etapas 1 a 3, total 4
Después de la paliza del día anterior, decidimos bajar un poco el ritmo, y en vez de salir a las 8 del hotel, salimos a las 8 y media. Como aún no lo he comentado aprovecho para decir que nuestro alojamiento era el Kenzo & Kiara Guest House, muy bien ubicado, a cinco minutos andando de la Fontana, al lado de la plaza Barberini, donde está la fuente del Tritón. Este día habíamos decidido dedicarlo a visitar iglesias, ya que al ser festivo, el resto de monumentos estarían cerrados. Nuestro primer destino fue la Iglesia de Santa María de la Victoria, donde se encuentra "El Éxtasis de Santa Teresa", en proceso de restauración, dato que conocíamos y que poco disminuyó lo mucho que nos gustó esta escultura de Bernini. Se podía ver bastante bien pese a los andamios. Además este segundo día yo ya llevaba grabado en el móvil la audioguía de Roma (que el primer día se me había olvidado meter) y gracias a ella fuimos siguiendo todas las explicaciones y disfrutando más las visitas. Porque así, por lo menos, sabes lo que estás viendo y lo contextualizas en un momento concreto. Desde aquí nos dirigimos, siguiendo la calle, hasta la Basílica de Santa María de los Ángeles y los Mártires, ubicada en el caldarium de las antiguas termas de Diocleciano. De esta Basílica nos llamó la atención la organización del espacio y la altura de la nave. También nos sirvió para darnos cuenta de la monstruosidad de construcción que debieron ser en su época las termas. Luego la idea era visitar la Basílica de Santa María Maggiore, pero como Santa Prassede está justo al lado y cierra al mediodía, pasamos primero por ella, no fuera a ser que a la salida de Santa María Maggiore estuviera cerrada. De Santa Prassede destaca una capillita lateral (en la que hay que echar duros para la iluminación, como en muchos sitios de Roma) decorada con mosaico bizantino. Y de aquí ya sí que pasamos por Santa María Maggiore. Solamente vimos el interior de la basílica. Se pueden visitar, pagando, otras zonas, pero no lo hicimos por falta de tiempo. Continuando calle adelante nos acercamos a San Juan de Letrán. Antes paramos a medio camino a tomar el tentempié de media mañana. Fue nuestro primer gelatto y capuccino, respectivamente. Personalmente, San Juan de Letrán fue de las iglesias que más me gustó, por las esculturas con las que está decorada, el pequeño cimborrio y el mosaico del ábside de la cabecera. Aprovechamos y también entramos a ver el claustro (entrada 5€) que sí nos gustó, sobre todo por el ambiente de tranquilidad que se respiraba. A la salida observamos que la calle estaba cortada y que había bastantes coches de policía... Y es que como era el 1º de mayo, en la parte de delante de la basílica habían montado un escenario para actuaciones, para celebrar la fiesta, y estaba lleno de gente con banderas revolucinario-sindicalistas. Había mucho ambiente, la verdad. Así que nos dirigimos al siguiente punto, que era la Basílica de San Clemente. Esta iglesia en sí no es demasiado llamativa, y además no dejan hacer fotos (bueno, por lo menos hay carteles, que la gente se pasa por el forro). Se salva el bonito mosaico que hay en el ábside. Pero por lo que merece la pena es porque se pueden visitar tres estratos históricos distintos (previo pago de 10€): la iglesia actual, otra inferior paleocristiana, y un tercer nivel con un santuario dedicado a Mitra. Una visita realmente interesante. A la salida de la basílica comí en un pizza-kebab justo en la puerta. Bueno, ahí lo compré, y lo comimos en el parque que hay justo al lado, junto al Coliseo. Tras un breve descanso, seguimos la ruta hacia la Basílica de San Pietro in Vincoli, donde se encuentra el famoso Moisés de Miguel Ángel. Cuando llegamos, aunque la iglesia estaba medio vacía, al lado del Moisés había varios grupos con guía. Parecía que había mucha gente, pero como estos grupos aparecen y desaparecen con gran rapidez (al igual que en el Vaticano), en no mucho tiempo despejaron las vistas y pudimos apreciar esta obra maestra en todo su esplendor. En general, la dinámica de las visitas a las iglesias era: llegamos, nos sentamos, ponemos los cascos con la audioguía, escuchamos la explicación, y luego ya vemos lo que haya que ver en cada sitio. De esta manera también aprovechábamos para descansar. Desde aquí, y siguiendo la Vía de los Foros Imperiales, continuamos hasta la plaza de Venezia, para acabar, casi al lado, en la Iglesia del Gesú, la primera iglesia jesuita del mundo. A estas alturas yo ya empezaba a estar un poco saturado de ver iglesias, y todavía nos quedaban varias. Además ya se empezaban a mezclar… ¿dónde habíamos visto este mosaico? ¿y la que tenía las estatuas así y asao cuál era? Pero inasequibles al desaliento, seguimos hacia la Basílica de Santa María sopra Minerva, la única iglesia gótica de Roma. Justo en su plaza está la famosa estatua de “El elefantino”. La iglesia en sí, aun gustándome, me decepcionó un poco, ya que una compañera de trabajo me había hablado poco menos que maravillas, y es lo que pasa cuando esperas algo excepcional y te encuentras con algo muy bueno, que esperabas más. Lo que menos me gustó, el techo pintado de azul con estrellitas. Nuestra siguiente parada fue la Iglesia de San Luís de los Franceses. Está justo al lado de la plaza Navonna. Cuando fuimos, estaba llena de franceses. De esta iglesia hay que destacar que alberga tres cuadros de Caravaggio que hay en la última capilla a mano izquierda. El resto está bien, pero como digo, a estas alturas ya estábamos un poco saturados. Desde aquí nos acercamos a la plaza Navonna, a disfrutar de su ambiente, y por supuesto, a entrar en la iglesia de Santa Agnes, la que está frente a la fuente de Bernini. Entramos más por costumbre que porque sea reseñable por algún motivo concreto. A estas horas, las siete de la tarde, bastante cansados, enfilamos hacia el hotel a descansar un ratillo antes de ir a cenar. No obstante, como nos pillaba de camino, pasamos por la plaza del Panteón, donde había, si cabe, más ambiente que en la plaza Navonna. O quizá, al ser más pequeña, el ambiente que había, se notaba más. Y luego, nuestra última (por fin!!) iglesia del día: la de San Ignacio de Loyola, donde casi ni entramos, porque eran las siete y diez y cerraban a las siete… estaban echando a la gente y fue lo justo para hacernos una idea de la iglesia. Ya solo nos quedaba pasar por la Fontana de Trevi, en restauración, antes de llegar al hotel. Menos horas fuera del hotel que el día anterior, menos horas de pie, pero el cansancio se va acumulando. Tras una hora para una ducha y reposar el día, salimos a cenar a uno de los muchos restaurantes que hay cercanos a la Fontana. Etapas 1 a 3, total 4
El primer destino del día eran los foros romanos, donde llegamos callejeando desde el hotel. Había cuatro personas delante de nosotros en la cola, y rápidamente entramos. Yo iba con la idea de comprar un libro sobre el que había leído en Los Viajeros, para poder entender mejor la visita, uno con reconstrucciones sobre las ruinas actuales de cómo debieron ser los edificios en su época, pero no lo vi. Así que únicamente con la ayuda de la audioguía (y con los apuntes de arqueología romana que me había repasado antes de ir) nos pudimos hacer una idea de la importancia histórica del lugar. Fuimos recorriendo la Via Sacra, deteniéndonos en los principales restos. Una vez terminado con el Foro, allí mismo, subimos a ver la colina del Palatino, el lugar donde la tradición situaba el hogar de Rómulo, el mítico fundador de la ciudad. La cola de entrada en este punto era bastante grande, pero nosotros ya estábamos dentro y no tuvimos que hacerla. Vimos los jardines de Farnese y la casa de Augusto, junto con restos bastante más antiguos. Habíamos reservado por Internet la visita guiada por el tercer nivel y los sótanos del Coliseo a la una, así que tras más de tres horas viendo los foros y el Palatino, nos fuimos acercando. Había una cola relativamente grande, pero como íbamos bien de tiempo y además llevábamos compradas las entradas en el foro, aprovechamos para tomar un café y un helado en la cafetería de la estación de metro, que está allí mismo. Y cuando vamos a entrar, ¡sorpresa! nos dicen que nuestra cola es la larga. Yo, incrédulo, pregunto a varias personas, intentando entender por qué la cola larga es para los que tenemos entrada, mientras que la corta, que iba más rápido era para los que no se la habían sacado. Al final uno de los que se ofrece de guía me cuenta que nuestra cola es larga por fuera pero corta por dentro, mientras que la otra es corta por fuera pero bastante más larga y lenta por dentro. Desvelado ya el misterio, cruzando los dedos por llegar a tiempo, estuvimos cerca de veinte minutos en la cola, y finalmente llegamos justo cuando empezaba nuestro tour. De hecho acababa de empezar y nos tuvieron que acercar a la zona, puesto que se visitan áreas cerradas al público normal. Nuestro guía estuvo formidable, dando muy buenas explicaciones. Hizo que la visita mereciera totalmente la pena. Salimos a las tres del Coliseo. Como nuestro siguiente destino era la iglesia de Santa María de Cosmedin, donde se encuentra la Boca de la Verdad, y pensando que a estas horas habría menos gente que si íbamos después de comer, nos fuimos derechos hacia allá. La verdad es que la cola no era muy larga, pero sí que estaba dando toda la solana, y se hizo un poco pesada pese a estar algo menos de media hora. Después de hacernos la foto de rigor visitamos la iglesia, que no está mal. Subimos de nuevo hacia el monumento a Víctor Manuel II, pasando por la plaza del Campidoglio, donde estaban celebrando una boda. Nos queríamos acercar al Panteón, que el día anterior estaba cerrado, pero a estas horas, y sin comer, yo desfallecía. Casualmente además, nos encontramos con los cuñados de mi hermano, justo frente a la iglesia del Gesú (que no es grande Roma como para encontrarte con gente), así que aprovechando la parada, allí mismo, cerca de las seis de la tarde, por fin comimos. Una vez satisfechos nuestros instintos más primarios, continuamos ruta hacia el Panteón. Al llegar una muchedumbre se agolpaba en la puerta, sin moverse. Impacientándome me preguntaba el motivo. Y es que en el interior estaban con algún tipo de celebración, y como ahora es una iglesia no se permitía el paso al turista. Al rato ya nos dejaron pasar, pero éramos tantos y entramos tan de golpe que con el barullo me puse un poco nervioso y nos fuimos de allí sin dedicarle mucho tiempo. A continuación nos acercamos un rato a descansar al hotel, porque teníamos pensado volver a esta zona a ver el ambiente nocturno, que el día anterior solamente habíamos estado por la tarde. Por el camino fuimos parando en distintas tiendas en busca del codiciado souvenir, y aprovechamos para ver la Fontana de cerca. Tras el reposo del guerrero nos pusimos de nuevo en marcha, camino de la Plaza España, a ver el ambiente. Teníamos pensado cenar por allí, pero el ambiente de los restaurantes nos pareció demasiado chic para nuestro gusto, así que nos dirigimos de nuevo a la piazza Navonna, el panteón, el templo de Adriano, y todas esas callejuelas peatonales que son más de nuestro estilo. Allí cenamos en una mesita en la calle, porque la temperatura era muy agradable, y podíamos observar a la gente pasear. Estuvimos muy bien, aprovechando porque ya no nos quedaban muchas horas de estar en Roma. Etapas 1 a 3, total 4
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