TIKAL: LA CIUDAD DE LAS VOCES DE LOS ESPÍRITUS ✏️ Blogs de Guatemala

Estando en Belice es casi imperdonable no tomar un bus para ver Tikal. Estando en uno de los cayos beliceños es tan fácil como coger el water taxi en la mañana hasta Belice City; y allí mismo, donde uno baja, se compra el billete a Tikal y cruzando de acera se sube uno al bus.

Aunque cuidado, el bus lo venden con destino final a Tikal, y no es cierto. El bus te deja en El Remate, un pueblito a 32 kms. del Parque. Y el bus llega hasta Flores, donde se aloja la mayoría de la gente.

En concreto el bus puede dejarte en un cruce de caminos, por lo que es conveniente hablar con el conductor al comienzo del viaje según sea tu destino.

La duración del viaje está entre 4 y 5 horas, en función del tiempo que se tarde en la aduana.

Se atraviesa Belice a lo ancho y se llega, en unas dos horas, hasta la frontera con Guatemala. Allí es obligatorio bajarse (el equipaje se queda en el bus) y con el pasaporte y dinero se llega uno hasta la aduana. Se paga la tasa (35 dólares beliceños) y te ponen el sello de salida. Pasas a la aduana guatemalteca, te piden 5 dólares beliceños (que no me queda claro si es legal) y te ponen el sello de entrada. Un poco más adelante te espera el bus y a seguir camino.


Importante hacer constar que por allí no hay cajeros y más adelante apenas hay tampoco, por lo que en nuestro caso sacamos beliceños y en la aduana hay muchos cambistas que te lo cambian por quetzales de Guatemala (hay que negociar duro, pero un cambio de 3,50 quetzales por un beliceño está bien).

1 Dólar americano = 2 dólares beliceños. 1 euro = 10 quetzales

Un par de horas más tarde más o menos se llega a El Remate. Allí tomamos un taxi (270 qtz por 3 personas) que nos dejaría en el Jaguar Inn, el alojamiento que escogimos.

Lo más habitual es dormir en Remate o Flores, que es más barato, pero dormir aquí nos permitía estar en la misma entrada del Parque, y así no depender de autobuses para ir y volver. Además es perfecto para ver el amanecer o el atardecer desde las pirámides.


Así, después de pagar la entrada al Parque (150 QTZ) y comprar un plano de la ciudad (imprescindible) echábamos a andar para nuestro primer contacto con lo que fue una de las grandes urbes mayas hace siglos.

Al atardecer (sobre las 18 horas y saliendo con tiempo) se puede subir al Templo IV o Templo de la Serpiente Bicéfala y ver el atardecer desde sus 64 metros de altura, uno de los más altos de toda Mesoamérica. De camino para allá nos cruzamos con una familia entera de coatíes y varios monos araña.

Es sublime la vista que se tiene, en silencio y con poca gente, de la selva hasta donde abarca la vista, con los monos aulladores de fondo, y con las cresterías de algunas pirámides sobresaliendo de la espesura.


Impresionante sentarse allí donde antiguamente solo lo hacía el sacerdote (es un templo funerario del siglo V) y contemplar la jungla del Petén a tus pies.
Nosotros además pagamos una propina de 20 QTZ a uno de los guardas (hay muchos hombres que se encargan de vigilar los edificios, de evitar la caza furtiva, tanto de día como de noche) por lo que nos dejó pasar a la parte trasera de la pirámide para ver ponerse el sol. De otra forma debes contratar el tour guiado del atardecer por 150Q.


Tras regresar, ya de noche y solos, por los senderos y con los ruidos de la selva alrededor, llegamos para una más que merecida cena en el hotel.

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Si compras la entrada del Parque a partir de las 15:30 h te vale para el día siguiente. Nosotros al llegar la tarde anterior la compramos a partir de esa hora, nos valía ya para ver el atardecer y para este día entero.

Tras desayunar tranquilamente pues teníamos todo el día para patear los templos, salimos del hotel y empezamos a recorrer la ciudad, mapa en mano y tras validar la entrada con el guarda. Importante llevar agua porque caminar y subir templos con el solazo es agotador.

Tikal (cuyo nombre original en maya fue Yax Mutul) fue una ciudad enorme, llegaron a vivir allí más de 50.000 personas en la época de la civilización maya. Sus edificios fueron construidos a lo largo del período maya, que comprende mil quinientos años (el abandono de Tikal se fecha a finales del siglo X).


El Parque tiene, además de muchos kilómetros cuadrados de selva, alrededor de 3.000 estructuras, incluyendo templos, palacios, altares, residencias, juegos de pelota, terrazas, calzadas y plazas, la mayoría conectadas por medio de acueductos y cisternas para retener agua. En las áreas ceremoniales principales se encuentran más de 200 monumentos, llamados estelas, las cuales se tallaron con imágenes y jeroglíficos que cuentan historias sobre los gobernantes de la época. Se pueden ver algunas estelas originales, magníficas, en el museo que hay a la entrada.

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Es el sitio arqueológico excavado más grande toda América. Se descubrió en 1848 y a lo largo de los años se han excavado muchos edificios, pero aún se pueden ver multitud de colinas pequeñas enterradas bajo la selva que sin duda esconden templos bajo su manto verde.


En Tikal hay muchos templos por visitar, (por eso es necesario el mapa) la mayoría siguen la misma estructura con su escalera frontal y su crestería, así como en la parte de abajo las estelas con sus altares correspondientes. Y algunos son simplemente espectaculares. En cada uno hay un panel explicativo y se puede subir a algunas de las pirámides, pudiendo desde arriba atisbar la plaza allá abajo o el inacabable manto verde de la jungla del Petén rodeando los templos.


Es habitual cruzarse con animales (zorros, monos, coatíes, chachalacas, insectos palo, oropéndolas...). Y en la Gran Plaza es el único sitio donde puede uno comprar bebida.

Nosotros dedicamos tres horas y media a recorrerlo, y a pesar de caminar bajo una exuberante arboleda se suda mucho pues el calor es fuerte.

Pero contemplar desde abajo el Templo V con sus 59 metros de altura (se supone que allí enterraron a un gobernante), o recorrer el Mundo Perdido con su observatorio astronómico, subirse a una de las pirámides gemelas del Grupo Q o entrar por el pasadizo del Palacio de las Acanaladuras, es fantástico.


Y la joya de la corona: la Gran Plaza, el corazón de Tikal. con los monumentales Templos I y II, construidos en el siglo VIII por un monarca (Ha Sawa Chaan K’awil) que quiso devolver a Tikal el esplendor de antaño.

Los Mayas de Tikal consideraron al Templo I o del Jaguar como el portal del Inframundo. En su interior se descubrió la tumba de Ha Sawa Chaan K’awil y mide 45 metros de altura. No se puede subir.


El que sí puede subirse por una escalera lateral es el Templo II o de las Máscaras (llamado así por las dos máscaras que flanquean su escalera principal). Desde sus 38 metros puede contemplarse toda la plaza, con el Templo I enfrente y la acrópolis a un lado. Una visión espléndida.


Poder tumbarse a la sombra en medio de la Gran Plaza bebiendo algo frío, contemplando estos majestuosos monumentos de hace 1.200 años, es algo sencillamente sensacional.


Y agotados y acalorados nos retiramos al hotel a comer y descansar. La tarde la dedicamos a ver los Grupos Q y F del Parque y para comprar algún imán en las tienditas que hay en la entrada, cercanas a una pequeña laguna donde se avisa de no acercarse por el peligro de cocodrilos.

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La mañana siguiente la dedicamos a visitar los dos pequeños Museos que hay en Tikal (entrada 15 Q por persona). El Museo de Cerámica que cuenta con una sala donde puedes ver cerámicas muy coloridas del tiempo maya, jade, grabados, la recreación de la tumba del Templo I... y sobre todo la magnífica Estela 31, que permite apreciar los relieves y dibujos mayas tallados en piedra.


El Museo Lítico cuenta con estelas, altares, un friso de madera y el busto del hombre sin cabeza, todo ello original. Si quieres hacer fotos debes darle una propina al guarda de la entrada.



A las 11 tomábamos el bus colectivo que nos llevaba a El Remate (60Q) y donde nos dejaba, 45 minutos después y casi sin sitio de tanto local que se subía y bajaba, en el pueblito.


Aprovechamos para hacer el recorrido del Biotopo Cerro Cahui (40Q por persona aunque no nos lo cobraron), una caminata selvática de 2-3 horas donde se puede llegar a unos miradores sobre la Laguna de Petén, y con cuidado pues ya nos advirtieron de no salirnos del camino por el peligro de las serpientes (ese mismo día habían visto una serpiente coral!).


Y después de comer pescado del lago, tocaba descansar con una cerveza Gallo frente al lago.

El Remate es un pueblo pequeño, con comercios a los lados de la carretera, un par de iglesias, un museo del jade (que en realidad es una tienda para vender caras piezas de ese material), tres agencias que venden los tours típicos de la zona (templos mayas de Nakum, Yax Ha, paseos a caballo...) y el hotel El Muelle, que está bastante bien. Tiene piscina, tienda y se puede comer con una bella estampa del lago de fondo.

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