Por la 95 (costa este) de USA: de Miami a Nueva York ✏️ Blogs de USA

Este viaje comienza en Fort Lauderdale (Florida) y concluye en Nueva York. Recorremos la costa este de Estados Unidos siempre pegados al litoral, y habitualmente transitando por la carretera interestatal 95. El trayecto lo iniciamos el 28 de julio volando con Air France y lo concluimos el 17 de agosto. Atravesamos gran parte o totalmente los estados de Florida, Georgia, Carolina del Sur, Carolina del Norte y Virginia. Nos desplazamos en coche hasta Washington, desde donde tomamos un tren hasta Nueva York.

Florida
Aterrizamos en el aeropuerto de Fort Lauderdale, una ciudad ubicada a unos 40 minutos de Miami y rodeada de tranquilas urbanizaciones pobladas por norteamericanos jubilados. Allí, en concreto y por motivos circunstanciales, nos alojamos en un municipio denominado Plantation, en casa de una amiga.

Durante los días que permanecemos con ella visitamos lugares como la Vieja Havana. Vale la pena aprovechar las visitas guiadas gratuitas que organizan, el último viernes de cada mes, con salida a las siete de la tarde desde la torre del teatro. Son en inglés a pesar de que la zona está copada por cubanos. Esa misma jornada preparan bailes, actuaciones y concursos en diferentes lugares.
También entramos en la casa-museo Vizcaya, una gran mansión construida por James Deerling a principios del siglo XX. .La entrada cuesta unos 12 dólares (el cambio está, durante nuestro viaje, a unos 0,70 euros el dólar), es decir, a unos ocho euros y medio largos. Se puede comer en una hilera cercana con varios restaurantes cubanos por 15 dólares por personas, hacia cayo Vizcaya. Resulta curioso recorrer el lujo de Coral Gables y sus casas de ricos. También el abarrotado paseo de Miami Beach.

Por supuesto, aprovechamos la ocasión para desplazarnos a los cayos. Existe una carretera de un único carril atestada de tráfico. Vale la pena tomárselo con calma. Desde Miami tardas perfectamente casi dos horas solo en ir a Anne´s Beach, una de las playas más concurridas. Llegar a Islamorada (con modestos pero bucólicos restaurantes) supone hora y media. Cayo Largo, al inicio de la carretera de los cayos, está a apenas una hora.
Como nuestro objetivo consiste en viajar hacia el norte nos hacemos con un coche. El alquiler resulta más barato en el aeropuerto. Vale la pena tramitarlo por internet con recogida en el aeropuerto. El seguro lo subcontrata la compañía a otra empresa aunque luego, cuando vas a recoger el coche, te ofrecen también uno suyo. No lo aceptéis porque el primero te llega a cubrir gastos de hasta 25.000 dólares en reparación. Con seguro inclusive salimos a unos 30 euros diarios y conseguimos un Ford Fussion, con enorme maletero. Lo recogemos un martes por la mañana y hemos de devolverlo el siguiente martes en el aeropuerto de Washington a la misma hora. Si lo entregamos antes nos cobran 15 dólares de más por día de antelación.

La gasolina sale más o menos a un dólar el litro. Varía según el estado. En Carolina del Sur encontramos la más barata, con 3,39 dólares el galón. Te marcan los precios por galones, que equivalen a unos cuatro litros. En la conducción hemos de tener en cuenta las tormentas tropicales que cada día caen en los estados de la costa este entre las tres y las cinco de la tarde.
La gente adelanta por cualquier carril. No respetan demasiado que a la derecha sea el de vehículos lentos. Puedes saltarte hasta cinco kilómetros el máximo permitido. Va en millas (1,6 Km). En general, la conducción resulta muy tranquila. En las grandes ciudades la carretera se convierte en una circunvalación de cinco carriles por sentido. En el resto se queda entre tres y dos. Encontramos autovía hasta para unir pequeños pueblecillos. Y sin excesivo tránsito.

Nuestra primera escala es St. Augustine, primer asentamiento en Estados Unidos, a cinco horas de Miami y al norte de Florida. Allí religiosos y soldados españoles fundaron una misión en 1537 y un fuerte que atrae bastante turismo de interior. La entrada al fuerte de San Marcos, el más antiguo del país, cuesta. 10 dólares, con intervención de actores incluida en el precio. El aparcamiento cercano vale 1,5 dólares la hora. Este lugar nos permite recordar la pujanza de España y que los españoles, aunque luego siempre se habla en este país del poblamiento inglés, fueron los primeros en llegar también a lo que ahora es Estados Unidos.

Georgia

Desde San Agustín nos desplazamos a Savannah, en Georgia. Cada 5 millas por la 95 hay un área de servicio con McDonalds, KFC, Burger, Subway… La guía que llevamos de Lonely Planet nos defrauda, un viaje mal. Por ejemplo, indica mal los horarios de la biblioteca y la oficina de turismo diciendo que cierran a las nueve de la noche cuando esto no ocurre casi con nada en USA. Además, te habla de locales que ya no existen. Savannah tiene el puerto, con las antiguas fábricas algodoneras, lleno de tiendas y sitios para comer. Muy turístico y concurrido por ciudadanos de otros estados, no por extranjeros. A las diez de la noche puedes comer más o menos sin problemas. Su paseo marítimo constituye la atracción más destacada.
Las reservas de hoteles, durante el viaje, las hacemos con un día de antelación a la llegada. Llevamos nuestro ordenador portátil y recurrimos a la web priceline.com, todo un descubrimiento porque tú dices el precio que estás dispuesto a pagar, la categoría de hotel y el barrio en el que quieres alojarte, y te informa de quién te puede ofrecer una habitación por ese dinero. Reservando con poca antelación consigues buenas gangas.

Carolina del Sur

Desde Savannah nos desplazamos a Charleston, ya en Carolina del Sur. Paramos en Beaufort, un bello pueblo junto al mar con museo de la guerra civil y casas de coloniales. Comemos mirando al mar lo que llaman un po-boy, una especie de bocadillo. Vale la pena comer pescado o marisco en estos pueblos de la costa. El local se llama Palm y nos lo recomienda la responsable del museo.

Ya en Charleston nos alojamos en un hotel de paso, La Quinta, algo alejado del centro pero con las instalaciones necesarias. Tiene un autobús para ir a la ciudad aunque caro y con pocas paradas. Cenamos en el célebre Hyman´s que ocupa cuatro edificios contiguos y en él trabajan 180 personas. Haces cola de media hora perfectamente organizada y muy rápida. Todo delicioso, en especial sus típicas croquetas dulces. Comes en abundancia y muy buen pescado por apenas diez euros por persona. Compramos el típico vaso con tapa y pajita de recuerdo.
Muy recomendable pasear por alrededor del antiguo mercado, hoy lleno de puestos de recuerdos, para transitar por la puerta de todo tipo de restaurantes y heladerías con música en directo. Buen ambiente nocturno.
Un hecho que nos llama la atención consiste en que casi todos los hoteles cuentan, en diferentes pisos, con máquinas surtidoras de cubitos de hielo, muy útiles para verterlos en el vaso de refresco y mantenerlo frío en el tórrido verano que sufrimos (siempre por encima de 30 grados y con una humedad por encima del 90 por ciento).

Descubrimos el té dulce helado de McDonald´s, a 1,09 dólares por un vaso de dos tercios de litro. Lo puedes rellenar todas las veces que quieras, por lo que siempre salimos cargados con nuestro vaso. Muchas comidas, no solo allí si no en la mayoría de restaurantes, las acompañas con té o limonada helada. Te reponen el vaso todas las veces que quieras.
Muy interesante recorrer Charleston por la zona más cercana al puerto, repleta de casas señoriales de la época de esplendor de la ciudad, la primera mitad del siglo XIX, antes de la guerra de Secesión, ya que los estados que recorremos enarbolaron la causa secesionista o sudista. Volvemos a comer a Hyman´s, todo un modelo de negocio. Esta vez nos regalan una bola de helado caseros y nos dan sendos vasos de té frío para llevar. Reparten sus típicas croquetas dulces en la calle. En la cena del díaanterior nos dieron un descuento de 5 dólares para comprar una gorra o una camiseta. Genial el jabón de los baños con el que te frotas con las manos secas y luego ya te echas agua y se te queda como un aceitoso relajante.

Carolina del Norte

Pasamos a Carolina del Norte y visitamos Wilmington con recorrido en barquito (10 euros) y en trolley, que es gratuito. Sufrimos, al igual que el resto del país incluso en sus principales ciudades, la dificultad para cambiar euros por dólares. En prácticamente ningún banco de los que preguntamos contemplan esa posibilidad. En los que lo hacen tan solo te cambian si eres cliente. Y en las escasísimas casas de cambio te cobran comisión de seis dólares y te dan un cambio en el que pierdes 20 centavos por dólar respecto al cambio conseguido en España. Por tanto, mejor llevarte los dólares y acostumbrarte a pagar con la visa. Normalmente ni te piden identificación ni has de marcar código secreto en las compras.
Cenamos en el pueblo pesquero de Southport. Antes visitamos una plantación de ex esclavos Hamton, que es gratuita y la gestionan los rangers. Está atestada de mosquitos. Los rangers incluso te ofrecen insecticida. Tiene paseos forestales incluidos. Vale la pena cenar en los barecillos de pescado junto al puerto de Southport. Dormimos, por muy buen precio, en el hotel Wingate.
De Southport vamos a Roanoke Rapids, casi en el límite de Carolina del Norte con Virginia y recuperando la carretera interestatal 95 que habíamos dejado para mantenernos ceñidos a la costa. Paramos en Wilson y Rocky Mountain, dos pueblos sin encanto alguno basados en el modelo de aquí, con una especie de polígono repleto de restaurantes y todo tipo de cadenas con varios supermercados que sirve de entrada al casco urbano. En el resto del pueblo apenas hay bares. Sí que abundan las iglesias de diferentes congregaciones como principales monumentos.

Al final comemos en un Dinner, una cadena con diseño de los años 60, llena de imágenes de Marylin yElvis, con todo los asientos en rojo. Vamos, típicos de películas. Dormimos en Roaroke Rapids, en un flojo Bed and Breakfast llamado Twin Magnolias. No lo recomendamos por la incomodidad de la habitación. En general, y por lo que hemos investigado, los B&B son caros y escasos. Nos toca ir a cenar en Roanoke a un McDonalds (los frecuentamos, eso sí, por el té helado del que ya he hablado) porque era la única opción en el pueblo. Eso o un Burguer King.

Virginia

Antes de llegar a Washington paramos en Jamestown. Por diez dólares por persona un ranger nos paseó por lo que queda y por la recreación del primer asentamiento británico en USA. Empezó en 1607. De ahí nace la historia de Pocahontas y de John Smith. Está a poco más de dos horas de Washington.
Washington nos encanta. Nos sorprende la cantidad de corredores por el Mall, entre la estatua de Lincoln y el Capitolio y hacia los jardines de Arlington cementery. Se trata de una ciudad ideal para corredores y ciclistas por el ambiente deportivo.
El edificio del FBI no se puede visitar y el de la Casa Blanca tampoco salvo que se solicite con bastante antelación o se vaya de parte de algún congresista. Pero sí el Capitolio. Todo muy organizado, con visitas gratis y guiadas de 45 minutos con sesión introductoria de vídeo. Recorres tres salas: la de las estatuas de presidentes, la que fue inicial del congreso y una destinada a tumbas.

También recomendable atravesar de camino el cercano jardín de las esculturas. Los miércoles instalan un mercadillo de productos de granja por las mañanas junto al Capitolio. Ideal para comer ensaladas y sopas. También se puede optar por un perrito caliente en alguna de las múltiples furgonetas que los venden en el Mall (entre dos y cuatro dólares depende de los condimentos).
Otra sugerencia consiste en el museo American-Indio, muy cerca del Capitolio. Habla de las costumbres y la forma de vida de las tribus indias con un respetuoso punto de vista y a modo de homenaje de todo lo que han aportado al país. Recorre la lucha por sus derechos y también la historia de algunas tribus, como los apaches y los cherokes.
Cogemos el autobús circular amarillo que, por un dólar, nos lleva a Georgetown. Atraviesa el centro de la ciudad y tiene múltiples paradas. Visitamos la histórica universidad con edificios que recuerdan a Oxford o Cambridge. La ciudad de Washington da para varios días de visitarla sin parar. Simplemente con los edificios de museos temáticos que conforman el Smithsonian –todos gratuitos para visitar- ya disfrutas y te cunde mucho.

Nueva York

Nos vamos en un tren rápido a Nueva York. Nos cuesta 75 dólares por persona y tarda tres horas y media. La estación de Washington tiene una especie de sótano lleno de restaurantes de comida rápida con mesas en medio. Nos deja el tren en la estación de Pensilvania, en Nueva York. Es mucho más bonita la central, que vale la pena visitar, y en particular su mercado de productos frescos.
Larga cola para coger taxi. Es tan difícil, como hemos podido observar en varias ocasiones, como se aprecia en las películas. Luego vamos en ferri a New Jersey. El taxi cuesta nueve dólares hasta el puerto y el ferri otros tantos hasta Horboke, donde nos alojamos en casa de una amiga.

De esta ciudad hablaré poco porque muchos viajeros la conocen de sobra y con seis días de estancia me considero cualificado únicamente para aportar una serie de opiniones y recomendaciones concretas.
Visitamos plazas que nos llaman la atención, como la que existe detrás de la librería principal de Nueva York que está llena de gente tumbada en el césped, o la de Washington, con mucho ambiente de músicos espontáneos. También el mercado de los sábados de venta de frutas y verduras y de muchos puestos de cocina en la calle en Unión Square. Little Italy se centra en una calle hiper turística repleta de restaurantes. Comemos en un chino que recomienda Lonely Planet guía que, por primera vez en este viaje, nos aporta una recomendación vigente y correcta.

Vale la pena, por las vistas, rodear la zona cero por los edificios de oficinas de World Trade Center. El billete de metro nos cuesta 1,75 dólares de media. Los fines de semana cambian algunos trayectos. Hay que ir con cuidado con eso. También disfrutamos con la visita a la catedral de San Patricio.
Desde la biblioteca principal, cerrada ese día por ser domingo, allí nos dirigimos hacia Central Park en un día muy lluvioso. Las tiendas están a tope. Comemos en un Friday. Bastante caro (50 dólares más la propina) para lo que nos dan y se nota que el servicio y la atención de los camareros empeora bastante en la capital. Por cierto, la propina oscila entre el 15 y el 20 por ciento de la cuenta y se añade al pago con la visa. En los pueblos, desde luego, los camareros se la trabajan mucho más que en Nueva York o Washington.

Vamos hacia el Metropolitan Museum paseando por un inundado Central Park. En el Metropolitan hay una cola enorme. Hasta la tienda se encuentra atestada. Apenas quedan dos horas para que cierren (sobre las 17,30) y cuesta 25 dólares la entrada, por lo que lo dejamos para otro día. Desde allí vamos a una recomendación de Lonely Planet, un local llamado Lexington Candy Shop, en la calle Lexington con la 83, para probar el Egg Cream (soda, un poco de leche y polvos de chocolate, banana o dos otros sabores. Es como leche aguada algo picante) y un bagels (una especie de bollo relleno de queso). El lugar es bastante rancio, quiere mantener su esencia del pasado pero en lo que se ha convertido es en un sitio caro, con camareros estirados y con un trato y una calidad que dejan bastante que desear. Viven de decir que por ahí pasan famosillos. El diminuto cuarto de baño está oculto detrás de una especie de cuartos de basuras que hay que atravesar.

Volvemos hacia la calle 57 y cogemos el autobús gratuito que nos lleva al ferry y que se puede coger a lo largo de esa calle y de la séptima. No hace paradas, hay que engancharlo sobre la marcha. Desde allí volvemos en el rápido barco (10 minutos y ocho dólares) que atraviesa el Hudson y nos devuelve a New Jersey.
Tratamos de comprar los clásicos vaqueros Levi´s. No vale la pena, por el coste, en la mayoría de sitios. Los encontramos a buen precio (35-45 dólares de media) en una cadena con varias tiendas en Manhattan que se llama OMG. Las tasas dependen de cada estado y los productos te cuestan menos en New Jersey que en New York.
Por cierto, un placer comer en el parque Bryan, repleto de sillas para uso comunal, detrás de la biblioteca, y aprovechar las visitas guiadas, a las dos, por la citada biblioteca. Nosotros pudimos visitar la exposición del centenario con visita guiada a las 12,30 y a las 14,30. Subimos a una terraza en el piso 20 del 226 de la quinta avenida en la que hay mucho ambiente y desde donde se divisan desde más alto los rascacielos. Es una especie de pub terraza abierto todo el año. En invierno ponen calefacciones y dan abrigos a la gente. El centro comercial Century 21, por Wall street, es de los sitios más baratos pero está atestado de gente, sobre todo turistas compradores.

He intentado aportar los datos más prácticos posibles. En todo caso, si alguien necesita alguna referencia que le transmitir, que contacte conmigo por medio de losviajeros.com. También, para ampliar, podéis ver mi blog: hecgon.blogspot.com/ , con varias entradas dedicadas a aspectos muy concretos de este viaje.

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