India y Nepal on a Shoestring ✏️ Blogs de Sub Continente Indio

Llegar al aeropuerto de Delhi es aterrizar en otra época. El aeropuerto cuanta con las mismas instalaciones que tenía Barajas en los años 60. El control de pasaportes, ya olvidado en Europa, me hace sentir como si llegara a un país aún cerrado en sí mismo. Nada más lejos de la realidad.
Al salir del aeropuerto, cientos de personas estaban alli esperando, no sé muy bien qué o a quién, pero el auténtico golpe de gracia fue salir al tráfico de las calles. Nunca antes había comprendido el significado de caos hasta que vi la circulación de la India.

Una vez en el hotel, intento dormir sin poder dejar de pensar en qué me espera al día siguiente.

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Hoy comienzo el tour que me llevará a descubrir la India por primera vez. Con el coche indio de los años 50 y nuestro estupendo conductor mis compañeras de viaje y yo visitamos la ciudad de Delhi. Old Delhi y New Delhi son dos ciudades totalmente opuestas bajo un mismo nombre. La parte antigua, esconde en sus abarrotadas calles monumentos tan bellos como la Mezquita de Jama Masid, el Fuerte Rojo y la tumba de un maharajá. Pero más impactante es observar la calle y la gente. Todos los indios hacen su vida en la calle, hay mercados de libros, puestos de comida, peluquerías, rickshaws...la mitad de la actividad económica de la ciudad transcurre en las aceras.
El contraste llega cuando un va hacia New Delhi, con sus grandes y desiertas avenidas, los edificios gubernamentales recién renovados, India Gate y el templo del Loto, magnífica muestra de la arquitectura India moderna.
Al dejar Delhi a media tarde, no puedo evitar tener una sensación de que es una ciudad que aún está en construcción.

La carretera en India es uno de las atracciones más emocionantes del país. La adrenalina sube y baja en mis venas en cada adelantamiento de camión y la visión de que vamos a estamparnos contra ese autobús que se equivocó de carril aún me persigue cuando duermo. Como dice nuestro conductor Laxmi, para conducir en India se necesitan 'un buen claxon, buenos frenos y buena suerte'.

Tras cinco horas de carretera, por fin llegamos a Jaipur, después de una pequeña parada para admirar el fuerte de Amber al atardecer.

Aún nos faltaba atravesar las calles de Jaipur para llegar al hotel, toda un reto no matar ninguno de los cerdos, burros, perros, vacas, gallinas y demás fauna que encontramos en los suburbios. Al llegar a nuestro encantador hotel (Jaipur Inn) el amable dueño nos invita a visitar a sus amigos, una amigable familia india donde nos sirven el té y donde tenemos también la gran oportunidad de charlar con interesantes personas que nos cuentan como India evoluciona y progresa a pesar de que nos pueda parecer lo contrario cuando vemos la pobreza que nos rodea.

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Nuestro guía nos espera al amanecer para llevarnos al fuerte de Amber y a descubrir la ciudad de Jaipur. Subimos al fuerte en elefante, que aunque turistada, es un trayecto muy muy divertido. Una vez en el fuerte, el guía comienza su historia y nos envuelve en ella a la vez que recorremos el lugar que una vez albergó un sólo maharajá con sus 12 esposas y 300 concubinas.
El guía nos transmite la belleza de la ciudad a traves de sus impresionantes ojos negros. El palacio real y el observatorio astronómico son algunos de los monumentos que se pueden visitar en la capital del Rajastán.

Tandoori chicken para comer y de vuelta a la carretera en dirección de Agra. Camellos, vacas, coches, tuk-tuks, bicicletas, motos con cuatro pasajeros (sin casco) y camiones. Muchos camiones. La carretera es el caos total. A los lados de la carretera se ve la India pasar. Pequeñas tiendas que se siguen unas a otras, con productos a veces identificables, la gente pasa el día en la calle, los hombre vendiendo en sus puestos ambulantes, las mujeres sacando agua de la fuente, los niños corriendo de un lado a otro. No puedo evitar tener la impresión de estar en la Europa del siglo XVII excepto por los saris y los turbantes.

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