Gambia, no problem! ✏️ Blogs de GambiaGambia fue un descubrimiento, uno de esos viajes en los que una se embarca porque hay una oferta tentadora en la agencia, y que acaban arañándole el alma. A pesar de que hace años que es destino de sol y playa para suecos e ingleses, en mi opinión deben abstenerse los que busquen un República Dominicana africano, porque no cuenta ni de lejos con las infraestructuras turísticas del Caribe y, a menos que te empeñes en cerrarlos, te hace abrir los ojos a una realidad bien distinta a la del primer mundo (y a veces incómoda).Autor: Angelamoreno Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.7 (33 Votos) Índice del Diario: Gambia, no problem!
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Gambia es uno de los países más pequeños de África, una pequeña mordida en Senegal en torno al río Gambia cuyo único valor en la “conquista” de este continente fue el estratégico. A pesar de los años de colonialismo y de las pésimas condiciones en las que vive la población, en él conviven pacíficamente las diversas etnias (Mandinga, Wolof, Fula, Jolas, Serahuli, Serere, Aku, Manjago, Balanta... ).
Es precisamente la tolerancia y el respeto una de las cosas que más nos impactó de los sonrientes gambianos. En este diminuto territorio conviven perfectamente diversas corrientes del cristianismo, el Islam y el animismo. El 95% de la población es musulmana, la mayoría restante sigue los dictados de diversas religiones tradicionales y sólo una minoría es cristiana. Sin embargo, lo más llamativo es la permisividad con la adoptan de las otras religiones aquello que les interesa. Así, puedes encontrarte, por ejemplo, a cristianos que practican la poligamia. Nos habían dicho que es necesario manifestar el máximo respeto por las costumbres y tradiciones del país, ya que Gambia es un país con una población mayoritariamente musulmana y con una sociedad conservadora. De hecho, la legislación gambiana es particularmente severa respecto a los delitos que atentan contra la persona y el pudor, y las relaciones entre personas del mismo sexo son ilegales y susceptibles de condena de 1 a 5 años de cárcel. Aunque las mujeres en Gambia van tapadas de pies a cabeza, y es una sociedad incongruentemente machista, no hubo ningún problema con el top-less, ya que asumen perfectamente las diferencias culturales. Aterrizamos en Banjul casi por la noche. La llegada al aeropuerto nos sirvió de aperitivo para lo que nos íbamos a encontrar el resto del viaje: estábamos en el tercer mundo, y aquel aeródromo era poco más que una casa grande con un montón de policía. De hecho, en la propia pista de aterrizaje (por llamar de alguna manera a aquel espacio en el que el avión tomó tierra) había unos gambianos sentados en una mesa bajo una sombrilla de bar, bebiendo alegremente una cerveza. Alucinante. Nos alojábamos en el Senegambia Beach un hotel que, aunque no dispone de algunas de las comodidades a las que estamos acostumbrados en Europa, tiene unos jardines espectaculares (con un área reservada a la observación de aves) y da directamente a la playa. Está en la única calle “comercial” de todo el país, Senegambia, en la que se encuentra la mayoría de restaurantes, negocios y discotecas de Gambia. *** Imagen borrada de Tinypic *** *** Imagen borrada de Tinypic *** Tras acomodarnos, y aunque ya era de noche, decidimos salir a para dar una vuelta en una primera toma de contacto… pero al sacar un pie del hotel empezaron a acercársenos un montón de chicos que nos preguntaban de dónde éramos y, al enterarse que éramos españolas nos decían: “¿mañana, mañana?” No debimos de andar ni 50 metros y ya teníamos alrededor unos 20 tipos, así que, sin comprender qué era todo aquello, decidimos volver al hotel y esperar a que fuese de día para aventurarnos con alguna excursión más provechosa. Ahí aún no sabíamos que los gambianos son gente amistosa, que no son peligrosos en absoluto pero que llegan a resultar un poco pesados si no sabes frenarlos a tiempo, sobre todo, si, como en nuestro caso, es un grupo de chicas. Lo que tampoco sabíamos en ese momento es que en Gambia prolifera la prostitución masculina de una manera escandalosa (posteriormente nuestro guía Lamin nos explicó que por 6.000 € anuales, aproximadamente, podías mantener a un gambiano a cuerpo de Rey… de ahí el interés de los muchachos por convertirse en nuestros “novios”, sin importarles que ya tuviésemos pareja en España o, incluso, que estuviésemos casadas). Etapas 1 a 3, total 7
Comenzamos nuestra Gambian Experience acudiendo a la típica reunión de la mayorista (Club de Vacaciones, en este caso) en la que te dan un par de consejos y te explican los tours turísticos que ofrecen. Como aún teníamos nuestro tonto susto del día anterior en el cuerpo, decidimos ir con ellos a la isla de Jufureh y Sant James, la excursión que llaman “Raíces” por la novela que hizo famoso a Kunta Kinte.
Cambiamos nuestros euros por dalasis en la oficina de cambio que estaba al principio de la calle (unos 200 € que nos llegaron sin problemas para los 7 días) y conseguimos nuestro primer taxista para ir a Banjul. En este curioso país puedes intentar moverte con tanca-tanca. Son furgonetas locales que realizan trayectos difíciles de conocer de antemano y que recogen y descargan a viajeros en cualquier punto de la carretera, pero no es recomendable sin alguien local, porque pueden hacerte dar más vueltas que un molino. Los taxis amarillos son los que utilizan ellos. Tienen precios muy baratos, pero también es posible que te suban a alguien en medio del trayecto, que se queden sin gasolina y te dejen tirado a medio camino… Los taxis verdes son los turísticos. Son vehículos gubernamentales que ofrecen mayor seguridad, pero cuyo precio también se debe negociar antes de salir. En Gambia hay que regatear todo. Lamin Robin nos trasladó hasta Banjul, la capital. La única carretera asfaltada del país nos llevó hasta esta curiosa población en la que puedes encontrar hasta ovejas por el medio de la calle. Nada de grandes edificios, ni zonas urbanizadas, ni ningún tipo de servicio… sólo algunas casas aquí y allá y gente, mucha gente vendiendo artesanía. Regateamos nuestras primeras pulseras, telas, cuencos… y alucinamos. Alucinamos con el talante de aquellas personas, la alegría de la gente… y las condiciones en las que viven. Gambia no produce casi nada (sólo pescado ahumado y salado y cacahuetes). Tampoco energía suficiente para autoconsumo, por lo que los cortes de luz son la norma (los hoteles tienen generadores propios y, además, se priorizan los intereses turísticos). El sistema de estos cortes es, cuando menos, pintoresco: unas horas tiene electricidad un lado de la calle, y las siguientes la otra. Esta “organización” es para que no se descongelen del todo los productos (¡mi madre!), así que, como los gambianos son unos locos del fútbol (que entienden la geografía en función de los equipos), se organizan para ver los partidos en un lado u otro en función de los horarios de los cortes de luz. *** Imagen borrada de Tinypic *** *** Imagen borrada de Tinypic *** *** Imagen borrada de Tinypic *** Tiene dos estaciones bien diferenciadas, la estación seca, (entre 21 y 27ºC y una humedad entre 30 y 60%) de noviembre a mayo, durante la que sopla un viento seco proveniente del Sáhara, que proporciona al país un invierno suave y soleado, convirtiéndolo en la mejor época para el turismo. Otra de las cosas que nos llamó la atención es la venta de los medicamentos en el mercado, con los blisters de las medicinas a plena luz del sol. Nada de farmacias, ni de recetas, ni de prescripciones médicas… si uno tiene una infección se compra “un antibiótico” (una pastilla, se entiende) en cualquier puesto callejero. También hay puestos de venta de agua… en bolsas. El agua embotellada es muy cara para ellos, y los envases inasequibles (tristemente, una de las cosas que más valoran es que les regales una botella de agua cuando ya te la has bebido)… así que llenan bolsas de plástico de agua, las anudan, y beben agujereando un poco una esquinita. En Gambia, por norma, los hombres no suelen trabajar. Son las mujeres las que se ocupan del trabajo y de la casa, y es por ello que el actual gobierno ha priorizado la escolarización de las niñas sobre la de los niños, pues son ellas las que mantienen a la familia. Una de las cosas que más nos sorprendió es que los pocos hombres que trabajan se dedican a labores que aquí consideramos femeninas, por ejemplo, coser a máquina. Pudimos verlos también en los puestos del mercado, con unas Singer antiquísimas que funcionaban con pedal (la electricidad, de nuevo). Robin nos llevó después a Tanghi. Mujereres y niños acuden a la playa para ayudar a los pescadores a llevar las capturas hasta la orilla. Mientras esperan a que desembarquen, cantan y bailan sobre la arena, se hacen trenzas las unas a las otras, cuidan de los pequeños… Por descargar un cubo les entregan dos o tres peces que en muchos casos constituirá la única proteína que ingerirá la familia. *** Imagen borrada de Tinypic *** *** Imagen borrada de Tinypic *** *** Imagen borrada de Tinypic *** *** Imagen borrada de Tinypic *** Gambia vende pescado a otros países de África. Muy cerquita de la playa puede verse la precaria “industria” de salazón y ahumado de los peces. *** Imagen borrada de Tinypic *** *** Imagen borrada de Tinypic *** Etapas 1 a 3, total 7
Aunque ninguna éramos partidarias de las excursiones organizadas, no nos arrepentimos para nada de haber hecho ésta. Primero porque el viaje a Jufureh nos encantó, y después porque conocimos a nuestros guías Omar y Lamin.
Nos recogieron en el hotel y nos llevaron en barco hasta Albreda. Durante la travesía, nuestro acento gallego llamó la atención de Omar, que había estado viviendo muchos años en Vigo y echaba de menos nuestra tierra. Tanto Lamin como Omar emigraron a España (Lamin trabajaba como actor en Barcelona, y nos enseñó fotos de aquella época), pero ambos tuvieron que volverse para cuidar a sus madres como indican sus tradiciones. Omar añoraba el frío, las lentejas, el “tintorro” y, en fin, la vida que había llevado en las Rías Baixas. Nos pidió que le cantásemos “Anduriña” y, aunque al principio nos dio un poco de vergüenza, todo el barco se sorprendió canturreando la canción de Juan Pardo que tan buenos recuerdos le traía a nuestro entrañable guía. *** Imagen borrada de Tinypic *** Al llegar a Albreda Lamin nos pidió que no entregásemos el material escolar que llevábamos a los niños, y mucho menos los caramelos. En Gambia no se usan los cepillos de dientes, para mantener la dentadura limpia mascan continuamente un trozo de una raíz determinada. El problema es que ese remedio tradicional no puede con el azúcar, y los caramelos que los turistas llevan a los niños les provocan graves problemas de caries que, a veces, derivan en graves infecciones porque, obviamente, no visitan al dentista. El material escolar y las medicinas también deben de entregarse a una escuela o alguna institución u ONG que las administre, de lo contrario, seguramente acabarán en el mercado negro. Al llegar a Juffureh se le hace una visita de cortesía a la alcaldesa (primera y hasta ahora única mujer que ocupa este cargo en Gambia). *** Imagen borrada de Tinypic *** Después nos llevaron a la casa de unas descendientes (sabe Dios en qué grado) de Kunta Kinte y vimos el museo de la esclavitud. *** Imagen borrada de Tinypic *** Lo impactante de aquello no es el propio museo (un pequeño edificio en el que se guardan algunas cadenas e instrumentos de tortura con los que los colonizadores sometieron a los gambianos), sino el poste de la libertad y lo que eso significó. Al parecer, los primeros europeos que desembarcaron en Gambia lo hicieron pensando encontrarse con grandes riquezas. Al descubrir la pobreza del territorio, para no volver con las manos vacías y justificar el coste de la expedición, decidieron comprar mano de obra. Los propios jefes de los poblados vendieron a algunos hombres a cambio de unas conchas que para ellos tenía un valor sagrado (y que se pueden ver actualmente en algunos colgantes muy populares entre ciertas tribus urbanas). Pronto los colonizadores se dieron cuenta de que no era necesario pagar por aquella mercancía humana, y decidieron capturar a los gambianos para llevarlos a América a trabajar en las grandes plantaciones. Para evitar los amotinamientos, antes de someterlos a la terrible travesía los encerraban en la isla de Sant James (que después visitamos y que se divisa desde Jufureh) para debilitarlos. Hombres y mujeres eran encerrados por separado, sin apenas comida, en un habitáculo diminuto en el que no había espacio para tumbarse. Muchos murieron de inanición, otros por las enfermedades provocadas por la insalubre situación… los que sobrevivían se metían en la bodega del barco que los llevaría como esclavos a América. *** Imagen borrada de Tinypic *** Cuando la esclavitud se abolió quedaban prisioneros en Sant James. Para ahorrarse un viaje en barco prometieron la libertad a aquellos que consiguieran alcanzar la isla de Jufureh a nado y tocar el que hoy llaman el poste de la libertad (aunque del original sólo queda un tocón). Muy pocos lo lograron, debido a su mal estado físico y a que (aún a día de hoy) son muchos los gambianos que no saben nadar a pesar de vivir en contacto permanente con el Atlántico y el río. *** Imagen borrada de Tinypic *** *** Imagen borrada de Tinypic *** *** Imagen borrada de Tinypic *** Etapas 1 a 3, total 7
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