Iniciación gambiana ✏️ Blogs de Gambia

Gambia ha supuesto una oportunidad interesante y barata para hacer una inmersión en el África subsahariana, en el África negra. El vuelo directo desde Barcelona a Banjul, la capital gambiana, permite hacer el desplazamiento en apenas cinco horas. El país merece la pena relativamente, partiendo siempre de la base de que es más pequeño que la Comunidad Valenciana y de que en sus parques naturales hay poco más que monos. No es Kenia ni Tanzania.
Nosotros fuimos en pleno mes de agosto, mala época porque nos encontramos en plena temporada de lluvias, con abundancia de mosquitos , tormentas nocturnas y carreteras inundadas. La sesión perfecta es nuestro invierno porque apenas llueve en Gambia y mantiene unas temperaturas de entre 25 y 30 grados.
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Primer día
El primer día paseamos por la playa de Kotú hacia el restaurante Sailor (famoso por sus bocadillos de marisco). Comprobamos la espectacular subida y bajada de la marea que hace que la orilla del mar se aleje o se acerque más de 30 metros respecto a los hoteles, instalados la mayoría en primera línea de costa.

Taxistas y guías espontáneos nos agobiaban con enorme tesón desde que salimos del hotel Sunset Beach, un apartahotel aseado en el que nos alojamos alejado unos tres kilómetros de Senegambia, la zona más turística. Compramos una botella de agua en una gasolinera cercana por 20 dalasis, alrededor de medio euro (las gasolineras son los sitios más baratos que encontramos para aprovisionarnos de un líquido necesario en un país con elevada humedad).
El segundo día nos acercamos al mercado de Serekunda, la segunda ciudad más importante de Gambia tras la capital Banjul. El citado mercado, que destaca por el colorido de las ropas de sus vendedores y de los productos que ofrecen, estaba totalmente embarrado, pero eso no era obstáculo para que se hallara totalmente abarrotado. Observamos elaboraciones curiosas como jabón en polvo vendido en bolsas de plástico o triángulos de migas de pan.
Desde allí nos trasladamos a otro mercado, el de Brikana. Este último es única y exclusivamente de artesanía, con puestos perfectamente organizados y donde por entre 50 y 100 dalasi (38 dalasi equivalían a un euro cuando fuimos buscando un buen cambio) puedes comprar una figurita digna.
Nos trasladamos también ese mismo día al Lamin Loach, un restaurante entre manglares agradable para pasar un rato y que se ha convertido en un lugar de referencia para turistas. Eso sí, la comida la tomamos en un restaurante en la arena de Sanyang beach, donde por 500 dalasi (unos 12 euros) podíamos disfrutar de medio kilo de langosta. Recomendable el lugar por el ambiente de pescadores que allí se respira y por sus zumos de naranja ácida (ni de lejos se acerca a la valenciana pero puede pasar) y pomelo.

Tanji
Acabamos el recorrido en la playa de Tanji, el mejor tramo costero para contemplar el desembarco de pescadores al atardecer con sus barcos atiborrados de frutos del mar. Allí mismo los ahúman, los secan o los salan. Vale la pena pasarse cualquier tarde a partir de las cinco por este tramo de playa por los olores y la organizada cadena de trabajo. Los niños te agobian para que les compres balones de fútbol pero nos aconsejaron que no lo hicieran porque, según nos insistieron, luego los revenden. En lugar de eso resultan más útiles lápices o bolígrafos.
Toda esta excursión la hicimos con un guía local llamado Joaquín que habla perfectamente en castellano y con quien contactamos por medio de Luis, el español propietario de la taberna de El Nota y presidente de la ONG ´Nuestro futuro es Gambia´, que agradece cualquier material escolar que le puedas llevar. Fuimos en un todoterreno un total de cuatro españoles y nos cobró 20 dólares a cada uno.
Por cierto, una llamada local (para hacerte con un buen guía te puede tocar hacer alguna llamada) cuesta unos 25 dalasis cinco minutos. Otro consejo, junto al hotel Sunset Beach, en la playa de Kotú, hay dos casas de cambio donde puedes sacar rentabilidad de los euros que lleves y un mercado semi oculto.
Al día siguiente volvimos a contratar con Joaquín. Nos cobró los mismos 20 euros por un recorrido que negociamos al principio. El dinero se lo reparten entre él y el gigantón del chófer al que llamaba El Gitano.
Primero fuimos a Bakau a contemplar la laguna de cocodrilos. En ella se bañan, bastante hacinados, unos cien ejemplares. Los cuidadores resultan muy amables y te acaban pidiendo dinero teóricamente para comprar pescado para los cocodrilos (sí, están bastante domesticados y les puedes acariciar todo lo que quieras). Te dicen que cada cocodrilo come un kilo de pescado diario. Luego firmas en una libreta como donante. En el mismo lugar puedes contemplar un museo con máscaras y explicaciones sobre la circuncisión que practican a los niños en el hueco del tronco de un árbol elefante.

Cocodrilos de Bakau
Desde Bakau continuamos hacia el sur por la carretera de la costa (la que se halla en mejor estado del país) hasta llegar a Gunjur. Desde la salida de la carretera hasta la playa sólo puede transitarse en 4x4 por los inmensos socavones de la pista. Acabas en un pueblecito de pescadores como Tanji pero en miniatura. Tiene el encanto de que carece de masificaciones y de no encontrarte con un solo turista. No te agobian autóctonos, que se ciñen a su labor pesquera.
Luego nos vamos a comer a la playa de Kartung, al Boboi Lodge. Se trata de un encantador hotal adaptado a su entorno por un europeo casado con una gambiana. Tiene habitaciones sobre pilares (como si estuvieran colgadas de un árbol) y en casas de adobe redondeadas con baño y sin baño. En este lugar comes el pescado del día y dispones de tu playa particular. Un espacio modesto con mucha personalidad e ideal para aislarse y relajarse. Está apartado de todo. Nada masificado.

Frontera sur con Senegal
Desde allí seguimos hasta la misma frontera sur con Senegal (Gambia está atrapado dentro de Senegal y todas sus lindes chocan con este país), hasta el río fronterizo con la región de Casamance, que atraviesan continuamente cayucos con senegaleses que se internan en Gambia para comprar a precios más baratos. La orilla fluvial, como otros muchos lugares costeros de la nación más diminuta de África, está repleta de cáscaras de ostras y de berberechos.
Damos marcha atrás y nos paramos en el pequeño mercado del también reducido poblado de Kartung. Allí nos encontramos con un ambiente muy relajado de mujeres y niños, muy alejado del turismo. Al regreso hacia Kotú pasamos por numerosos puestos de fruta de carretera.
Una advertencia: cuidado con las fotos a los autóctonos. No les gusta que les hagas cuando trabajan (pescan o venden en los puestos) y te pueden caer auténticas riñas por ello, y eso que en general son muy amables.

Época de lluvias
El cuarto día nos llueve sin parar y con fuerza hasta las tres de la tarde. Hablamos con una chica que por 400 dalasi está durante cuatro horas haciendo tirabuzones en la cabeza a mi mujer.
Cuando amaina nos vamos paseando hacia Senegambia. Puedes realizar todo el recorrido por la carretera principal o por un tramo situado junto al Palm hotel. Llegamos a las seis, hora de cierre del Barijo Natural Park, donde se puede contemplar diversos tipos de monos. Volvemos en un autobús colectivo que cuesta cinco dalasis por persona. Antes, en Senegambia nos hemos tomado una coca-cola y una cerveza en el clásico restaurante Ali Babá, donde cada consumición cuesta entre 25 y 30 dalasis.
Al quinto día de nuestra semana de estancia pactamos precio con un taxista para que nos lleve a Banjul, la capital, por 275 dalasi. Los taxistas siempre te llevan a los sitios, esperan hasta que acabes y te traen de vuelta.

Hospital Reina Victoria y posible guía
La capital es una ciudad polvorienta y saturada de tráfico. Visitamos el principal hospital del país, el Reina Victoria. Nos enseñan los pabellones de los diferentes enfermos (quemados, maternidad,…) y al final nos piden un donativo. Luego damos una vuelta por las callejuelas del Albert Market y por el campo de críquet que sirve de estadio multiusos para acontecimientos políticos y desfiles militares.
A continuación nos acercamos al puerto a ver la salida de los ferris que atraviesan el río Gambia. Le damos 200 dalasi a Osman, el guía que nos ha acompañado hoy por voluntad propia. Él insiste en que no quiere hacer negocio con nosotros y no nos pide nada. Realmente es de los pocos que trabaja de este modo. Los demás te agobian y te piden dinero desde el principio. Con Ousman quedamos contentos. Por si alguien le interesa contactar con él su email es ousman.manjang@yahoo.com y su móvil 002207019683.
El sexto día vamos paseando desde la playa de nuestro hotel hasta Senegambia. Tardamos unos tres cuartos de hora. Por el camino se nos acercan entre seis y siete gambianos (cada uno por su cuenta) para vendernos sus productos. Son pesados pero no impertinentes, como puede ocurrir en otras naciones. Aceptan con deportividad que rechaces su oferta.

Binjilo Park
Entramos en Binjilo Park (30 dalasi el tíquet). Te ofrecen guía y vale la pena porque si no te pierdes más de la mitad de los avistamientos de monos y de pájaros. Luego le das una propina. El recorrido abarca unos cuatro kilómetros y tardas alrededor de hora y media en completarlo. Ves monos rojos y blancos, aves y una especie de lagartos gigantes que recuerdan cocodrilos en miniatura.
Volvemos por la playa y tenemos que comprar una botella pequeña de agua por 25 dalasi por el calor que hace. Antes, el guía de Binjilo se ha ofrecido a realizar la misma labor en Abaku, el parque nacional más grande de esta zona de Gambia. Nos han dicho que mejor acudir por la mañana antes de que haga mucho calor porque así puede contemplarse más aves y monos. Nos pide 1.500 dalasis de salida con guía incluido. Le ofrecemos 500. Al final quedamos en que nosotros ya negociaremos con algún taxista de los de la puerta del hotel y él nos dice que le demos lo que queramos al final de la visita.

Tensión del taxista
Por la tarde nos desplazamos a Serekunda. Cogemos un taxi amarillo en la carretera y por el camino nos cruzamos con algún pesado que nos pide dinero ya en plan amenazante. El taxista nos cobra 50 dalasi por ir a Serekunda pero en seguida nos empieza a decir que el mercado a esas horas ya está cerrado y que mejor ir a Banjul (más alejado y, por tanto, más caro). Nos comienza a hablar de los peligros que nos acechan en el mercado de cómo él ha evitado algún atraco a turistas.
Al final, por su insistencia, pactamos 150 dalasis ida y vuelta y nos acompaña por el mercado. En seguida se nos pega otro pesado que hace de guía por el mercado. Nos comenta cuatro obviedades y nos pide dinero insistiéndonos en que ha realizado un trabajo. Como nos inspira algo más de confianza le damos 50 dalasis (poco más de un euro). El mercado está repleto de callejuelas estrechas, con mucho agobio de vendedores que te ofrecen cualquiera de sus productos.
Retornamos con nuestro taxista al hotel. Le pagamos los 150 dalasis pactado y nos responde que es injusto porque al guía espontáneo le dimos 50. Le replicamos que con él acordamos 150. Entramos en el hotel y nos persigue gritando, tanto que uno de recepción tiene que echarlo.

Hienas del parque
El último día nos espera el guía de Binjilo a las 8,30 en la recepción del hotel para ir a Abaku Park. Salimos y no está ninguno de los conductores o cicerones habituales. Acude uno con el que hablamos el primer día del tema de Abaku y le digo que sólo queremos conductor. Él pide 700 dalasis por ejercer de chófer y guía. Se enfada y nos remite al organizador de los taxis. Éste, a su vez, nos remite al precio que marca un cartel de 600 dalasis (15 euros) por dos horas para ir a Abaku. Negociamos y al final lo dejamos en 450. Lo más destacado del parque son las hienas y el hospital de animales.
Concluye nuestro viaje con un regusto dulce por la experiencia vivida pero a sabiendas de que África aporta mucha más. Ha sido sólo una iniciación.

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