Bilbao ✏️ Blogs de España

No sé qué tiene el norte de España que desde siempre me ha atraido tanto. Será su clima tan diferente, su verde, esa magia que adquieren las playas rodeadas de montañas..esperaba con muchas ganas este viaje, ya que la única vez que había estado en Bilbao fue trabajando y no pude disfrutar casi nada de ella.

Mientras ultimaba los preparativo, durante el fin de semana, surge una importante novedad para el viaje. Se unían dos personas a mí, Chamarro (Chu de aquí en adelante) y Chiti. Bueno, realmente Chu se unió, se desunió, y finalmente se volvió a unir..lo que muestra de nuevo el porqué de mi decisión de comenzar a planear mis viajes en solitario.

Día 1: Viaje, Bilbao, Portugalte, Getxo y Plentzia

Comenzamos el viaje muy pronto. A las 6:15 de la mañana salía el autobús de la estación de Zaragoza. En principio ibamos a ir hasta allí en autobús desde Utebo (que es el pueblo donde Chiti y yo vivimos), pero tras darnos cuenta de que llegaríamos con el tiempo muy justo, optamos por ir en coche hasta allí. Menuda lluvia nos estaba cayendo. 3 meses sin llover en Zaragoza y precisaente entonces estuvo tres días sin parar. Nos tocó esperar a Chu, ya que él vive en Zaragoza y pensaba venir utilizando el servicio de bicis públicas de la ciudad. Lo que no sabía era que comenzaba a las 6, por lo que tuvo que venir andando desde su casa, llegando a la estación a las 6:10.. ¡empezamos bien el viaje! Una vez en el autobús, no tardamos mucho en caer dormidos, hasta que.. ¡pi! ¡pi! ¡pi! ¿Qué es eso? ¿Porqué para el autobús en mitad del arcén de la autopista? Apenas llevabamos una hora de viaje según el reloj cuando ocurre ésto. El conductor abre todas las puertas. Va de aquí para allá mirando no sabemos muy bien el qué. Sale fuera, sigue mirando, vuelve a entrar, se sienta, apaga y enciende el autobús.. ¡pi! ¡pi! ¡pi! y así durante unos interminables 15 minutos en los cuales el cierzo se colaba por las puertas haciendo que aquello pareciera el Polo Norte. Finalmente, aun con el pitido, el conductor decidió proseguir el viaje. Mágicamente, a los pocos kilómetros se detuvo. Todos contentos y dormidos de nuevo.

Bilbao. Nos despertamos una vez habíamos entrado en la ciudad, y para nuestra desgracia vimos que aquí el tiempo estaba igual de mal o peor que en Zaragoza. No nos importaba demasiado, pues habíamos sido previsores y llevábamos chubasquero y botas. La única pega era el fastidio de ir todo el día mojándonos. Nos dejaron en la estación Termibus. De allí seguimos los carteles hasta llegar al metro, donde comenzamos a buscar algún billete de 10 ó 20 viajes para que nos saliera más rentable. Preguntamos en la ventanilla, y nos dicen que lo mejor es que nos saquemos un billete/tarjeta llamado CrediTrans, que puede ser de 5, 10 o 15 euros. La podíamos usar los 3, las tarifas son mas baratas y sirve para todos los transportes de Bilbao (Autobús, metro, tranvía y funicular).El metro de Bilbao es largo, ya que llega hasta localidades como Plentzia, que está a mas de 30 kilómetros del centro, aunque muy simple, pues está compuesto por sólo dos líneas que terminan uniéndose. La estación de autobuses está situada en la parada San Mames. Nuestro hostal estaba en la siguiente parada, Deusto, por lo que sólo tardamos dos minutos en llegar.

Nos hospedamos en el hostal Akelarre. Seguimos las indicaciones de su pagina web y pronto llegamos a la puerta. Había desde habitaciones de 12 personas hasta de 2. Optamos por una de 8, la cual estaba vacía y nos salía por 18,5 euros la noche por persona con desayuno incluido. Tuvimos la suerte de que las dos noches estuvimos solos en la habitación. El hostal estaba limpio, contaba con Internet, Wifi y con un salón con televisión. El único pero que le encontré fue que sólo contaba con un báter.

Había desayuno hasta las 11, así que como eran poco más de las 10 y media la chica de la recepción nos invitó a que tomáramos algo. Mientras reponíamos fuerzas, empezamos a decidir nuestra ruta a seguir. Nada más salir del hostal atravesamos el puente Euskalduna, desde el cual vemos por primera vez el río Nervión y la primera curiosidad de Bilbao, el tigre de Deusto.

El tigre fue esculpido en 1943 y mide 9 metros de largo. Fue encargado por el propietario del edificio, fabricante de correas de transmisión marca el Tigre, cuya sede era este edificio. La imagen elegida fué ésta para asegurar que sus correas eran potentes y resistentes. Hay quien sostiene que el dueño tuvo algún encontronazo con la burguesía local y se vengó coronando su fábrica con una fiera que ruge día y noche mirando hacia Indautxu. Al cruzar el puente está el Euskalduna, que es el palacio de congresos. Desde aquí seguimos caminando por el parque que hay frente al edificio y continuamos recorriendo calles hasta llegar al museo Guggenheim.

El Guggenheim es un museo de arte contemporáneo, diseñado por el arquitecto canadiense Frank O. Gehry. Su construcción fue llevada a cabo entre el año 1992 y 1997.

El museo afirma no contener una sola superficie plana en toda su estructura. Parte del edificio es cruzado por un puente elevado y el exterior está recubierto por placas de titanio y por una piedra caliza que fue muy difícil de encontrar (al final se logró encontrar en Andalucía) igual a la que se utilizó para construir la Universidad de Deusto.

El edificio visto desde el río aparenta tener la forma de un barco rindiendo homenaje a la ciudad portuaria en la que se inscribe. Sus paneles brillantes se asemejan a las escamas de un pez recordándonos las influencias de formas orgánicas presentes en muchos de los trabajos de Gehry. Visto desde arriba, sin embargo, el edificio posee la forma de una flor.

No tenía previsto entrar al museo, ya que las exposiciones que albergaba no me llamaban la atención, y aunque Chu pretendía hacerlo, finalmente desistimos de la idea y proseguimos con nuestra ruta.

Nos desvíamos del río, callejeando un poco por la ciudad, hasta llegar a la estación de ferrocarril. Teníamos pensado visitar el casco viejo, pero decidimos dejarlo para la noche y así probar esos deliciosos pintxos tan famosos por aquí y aprovechar para cenar por los bares, así que seguimos caminando hasta la calle Autonomía, y de ahí rumbo a la catedral del fútbol, San Mames. Tras dar una vuelta por los alrededores del estadio, el cual me pareció mas bien feo, todo hay que decirlo, volvimos al hostal para reponer fuerzas con los bocadillos que traíamos de Zaragoza. Por el camino vimos el monumento al Sagrado Corazón, una estatua situada a 50 metros del suelo. Aprovechamos y a mitad de camino compramos unos refrescos y unas patatas para acompañar.

Tras terminar de comer y reponer fuerzas, pusimos rumbo a Portugalete. Tras salir de la estación de metro, nos dirigimos hacia la parte baja del municipio para visitar el famoso Puente Colgante. Su construcción se inició en 1890 y se inaguró en 1893. Por ello, es el puente-transbordador más antiguo del mundo. Además fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2006.

A mitad de camino nos encontramos con una iglesia en la que hay una especie de mirador en la parte de detrás, y desde donde hay unas muy buenas vistas del puente y el río. Seguimos bajando hasta que llegamos a él. El puente estaba en obras y temíamos que no nos dejaran subir a la parte de arriba. Tras hablar con los encargados, nos dijeron que si que era posible subir, pero que allá arriba hacía un día de perros y que no había nada para resguardarse. Pero para algo somos de Zaragoza, compramos los tickets por 5 euros cada uno y nos fuimos al ascensor. Al salir, nos esperaba una plataforma de 160 metros de largo y a 50 metros de altura. A pesar del mal tiempo, las vistas eran espectaculares. Hay dos placas en las que te explican qué es cada municipio o montaña que se pueden ver. Nosotros no llegamos a ver las montañas por las nubes, pero aún así quedamos satisfechos. Al final del puente pudimos ver la garita del antiguo trabajador, donde han colocado un maniquí simulando ser él. Como curiosidad, en la página web del puente es posible ver y girar una webcam situada en lo alto de éste. Una vez volvimos a tierra, cruzamos al otro lado del río utilizando el transbordador del puente. Aquí hay que esperar un poco porque van coches y personas continuamente, y mientras suben y bajan tardan unos 10 minutos por trayecto. Una vez allí, buscamos la estacion de metro más cercana, pues nuestro siguiente destino era Plentzia.

No sé si fue porque ya llevabamos todo el día mojándonos, por el cansancio, o simplemente porque era así, pero el pueblo no nos gustó demasiado. Lo recorrimos prácticamente entero, y aunque tenía su encanto con su puerto y alguna calle interesante, nos fuimos pronto de allí.

Nos encontrábamos en la última parada del metro, y nuestro siguiente destino era el Casco Viejo, situado casi en la otra punta. Tardamos unos 45 minutos en llegar, lo que agradecimos bastante para secarnos un poco y descansar los pies.

Salimos a la Plaza Unamuno, y como teníamos algo de hambre ya, fuimos directos a la Plaza Nueva. Es una plaza muy interesante. Es una plaza “interior”. Vamos, que está rodeada de edificios por los cuatro costados. Bajo los edificios hay porches, que dan la vuelta completa a la plaza, y están llenos de comercios y bares. Tras dar una vuelta completa, decidimos entrar al bar que más nos gustó y probar unos pintxos realmente sabrosos. Allí hablamos con un camarero para ver si hay posibilidad de ver el partido de fútbol del Madrid contra el Lyon, y nos dijo que en el casco, en pocos bares sería posible, ya que sólo montan las pantallas para ver al Bilbao. Así que marchamos a la zona de San Mamés usando el tranvía, y allí cenamos tranquilamente en un bar mientras, sin sonido, vemos el partido con unas cervezas. Tras ello, el hostal nos espera. El día ha sido largo y necesitamos descansar para mañana. Esperamos que mejore un poco el tiempo.

Día 2: Bilbao

Sonó el despertador. Corrimos las cortinas esperanzados, esperando un rayo de sol matutino. Agua. El tiempo volvía a ser el mismo que el día anterior. Mucha lluvia. Y tras mirar en internet, confirmamos que iba a seguir igual todo el día. De nuevo nos tocó armarnos con el chubasquero y las botas.

Cogimos fuerzas desayunando, y pronto pusimos rumbo a nuestro primer destino del día, el Arenal. Éste recibe su nombre porque antiguamente era donde el río depositaba la arena. Ahora es un bonito y amplio lugar con anchos paseos. Aprovechamos a ir caminando para terminar de ver el moderno paseo construido paralelo al río, y que va desde el palacio de congresos hasta el Arenal. Hay multitud de edificios y construcciones en torno a él muy interesantes de ver, como son el puente de Deusto y la universidad del mismo barrio, la torre Iberdrola, el museo Guggenheim por la parte trasera y el puente que hay junto a él, el puente Zubizuri, el ayuntamiento y el arenal en sí.

Tras ésto, decidimos probar suerte en el monte Artxanda. Nos lo habían recomendado por las magnificas vistas de la ciudad desde allí, aunque no estabamos muy convencidos de que pudieramos ver algo con las nubes que teníamos encima..Llegamos a la plaza por donde se entra al funicular y fuimos para adentro. Tras pagar en taquilla el viaje (se puede hacer con la tarjeta CrediTrans), sacamos nuestra vena mas “guiri” y disfrutamos como niños haciendo de la inclinación de las vías, del túnel por que van, y del propio funicular. ¡Es lo que tiene que nunca hubieramos visto uno antes!

Arranca y nos ponemos en las ventanillas, mirando la altura que va cogiendo el trayecto. De repente..¡sorpresa! Hay unos 20 metros de bifurcación de las vías, y justo en ese momento pasa otro funicular junto a nosotros. Está todo perfectamente calculado, pero no deja de ser sorprenderte. Vamos que esto pierde fuerza..Subimos realmente alto. Nada más llegar a la estación de la parte alta, vemos una pista de patinaje (Vaya ganas de subir hasta aquí a patinar tambien..), y comprobamos como nuestros temores eran ciertos, había muchas nubes y no podíamos ver gran cosa de la ciudad. Y encima allí arriba la lluvia era permanente, ¡acabamos calados! Tras dar un par de vueltas por una especie de mirador y recorrer un poco el monte, decidimos que lo mejor será volver a bajar, ya que no se podía estar allá arriba con ese tiempo. Una pena la verdad.

Una vez abajo, buscamos un sitio para comer. Dando vueltas buscando algún sitio, nos cruzamos con unas chicas que están literalmente forrando un coche con cinta de obra. Qerría ver la cara del dueño cuando vaya a cogerlo jeje. Seguimos andando y acabamos en la calle Ledesma. Es una paralela a López de Haro, y está llena de restaurantes, bares y kebabs. Escogemos un buffet llamado Fres Co. Es barato y aceptable.

Necesitamos hacer la digestión, asi que ponemos rumbo a la Plaza Unamuno del Casco. Nuestro siguiente objetivo es la basílica de Begoña. Y tan solo nos separan de ella unos míseros 213 escalones de nada. Comenzamos a subir. Esto no termina nunca. Vemos el bar de Aragón a mitad de camino. Vaya sitio también para poner un bar. Un poco más adelante está la entrada del cementerio de Mallona. Es lo único que queda de él, ya que todos fueron desmantelados cuando se construyó el de Deusto. Ya vemos el fin. ¡Y llegamos! ¿Pero que es eso? Justo al lado del final de las escaleras hay un ascensor que baja hasta la parada de metro de la plaza donde comienzan las escaleras. ¡Agggg! De todas formas había que subirlas, aunque sólo fuera una vez. Seguimos caminando hasta llegar a la basílica..¡cerrada! Hoy no es nuestro día..

Volvemos para atrás y ya que estamos aquí arriba damos una vuelta por el parque Etxebarria. Otro lugar al que volver cuando haga sol..Vemos un puente que llega hasta una especie de pirulí, y vamos a ver que es. Cuando entramos en el edificio, parece que estemos en la Rusia soviética. Un pasillo lleno de ventanas, con aspecto viejo, pintadas, baldosas amarillo pocho..y dos puertas. Nos asomamos y para nuestra sorpresa ¡había 2 ascensores en cada una! (Había un cartel en el pasillo que vimos más tarde) No inspiraban mucha confianza la verdad. Llamamos por probar si funcionaban y suena un timbre. Tras medio minuto llega el ascensor, se abre la puerta, y sale un hombre diciéndonos que si queremos usarlo tenemos que pagarle. Imaginad nuestra cara..Nos vamos de allí con la sensación de volver de nuevo al mundo real, y ahora sí, cogemos el ascensor para volver abajo. Salimos de él y..no puede ser..para salir a la plaza, tienes que pasar las barreras del metro, ¡lo que cuenta como un viaje! Definitivamente hoy no es nuestro día. Decidimos volver a las escaleras y bajarlas, usar 3 billetes de metro por no hacer un poco de ejercicio no nos compensa.

Unas calles mas allá, llegamos a la catedral de Santiago. Es la iglesia más antigua de Bilbao, y originalmente fue construida como iglesia parroquial (S. XIV). Esta si que está abierta, así que aprovechamos para verla. Es una visita interesante, aunque pronto nos marchamos de ahí.

Continuamos hasta el edificio de la Bolsa, con el objetivo de buscar una baldosa diferente..¡La encontramos! Es otro dato curioso mas que nada, es el único punto del Casco desde donde se puede ver la basílica de Begoña. Seguimos paseando por el Casco Viejo, realmente es un sitio muy agradable y podrías estar horas caminando viéndolo todo, hasta que llegamos a una calle llena de bares, de momento cerrados, pero que abrían por la noche. Caemos en que es jueves, y los universitarios suelen salir. Estamos cansados y la verdad que nos apetece salir un rato por la noche, así que decidimos regresar al hostal a descansar y cenar tranquilamente, para luego volver aquí.

Una vez cenados y dispuestos a ver la fiesta bilbaina, preguntamos primero a la recepcionista del hostal para que nos aconseje un poco. Nos dice que la calle que vimos esta tarde es por donde se suele salir, y también nos señala un par de zonas más. Chiti decide quedarse durmiendo porque está cansada. Chu y yo vamos de nuevo al Casco y empezamos a ver bastante gente joven. Llegamos a la zona de bares, y entramos en uno en el que hay bastante ambiente y buena música. Además nos venden catxis (litros) a 2,5 euros, que más podemos pedir. Menudo estomago llevaremos mañana pensábamos.. No está nada mal la fiesta, pero una vez nos cierran el bar sobre las 2 de la mañana, decidimos volver a descansar, que nuestras piernas no están para más. De camino un hombre nos empezó a contar su historia. Que había perdido la cartera decía. Pero que nos fueramos con él de fiesta que nos invitaba a las discotecas. Se metió en un taxi, y tras mucho insistir en que fueramos con él, decidimos marcharnos y dejarlo allí. Media hora después, ¡a la cama!

Día 3: Bilbao y vuelta a casa

Para nuestra sorpresa nos levantamos muy bien. La bebida de ayer no era tan mala como pensábamos. Mejor para todos. ¡Qué solazo hace hoy! No falla, Murphy y sus leyes siempre están ahí. Por suerte antes de irnos tenemos bastante tiempo para poder hacer cosas, así que rumbo al funicular de nuevo, ¡queremos disfrutar de esas vistas!

Esta vez no nos entra la vena guiri otra vez, aunque estamos contentos por ver de nuevo el sol. Cuando llegamos arriba, parecía otro paisaje. Las vistas realmente espectaculares. Hay una gran tranquilidad allá arriba. Y también bancos y mesas donde comer. Si hubieramos tenido unos bocadillos haría sido perfecto. De todas formas, optamos por quedarnos allá arriba toda la mañana. Mientras estabamos sentados descubrimos un hospital abandonado. Y eso no podía quedar así sin más, asi que vamos a buscar algún sitio para entrar. Según vamos rodeándolo, vemos que han vallado las puertas de acceso. Pero no nos rendimos y bajamos por un camino en el monte. Aquí empezamos a acercarnos al recinto de nuevo. Siguiendo un rato por aquí, desviándonos por algún que otro nuevo camino, llegamos a un lugar por donde podemos entrar. Sillas de ruedas, camas, un quirófano, una sala de espera, bombonas de oxígeno..¡hay de todo! Aquí dentro podría grabarse una película de miedo sin duda alguna. Encontramos restos de cazuelas y sartenes, alguien había estado viviendo aquí ya. Intentamos entrar al otro edificio del hospital pero no encontramos la puerta, y como va siendo hora de comer, volvemos al lugar por donde entramos y regresamos a la estación del funicular. Cuando bajamos volvemos a encontrarnos a mas gente con la cinta de obra envolviendo otro coche, y un árbol, un banco, … Nos acercamos y resulta que era publicidad para forum internacional de creatividad y emprendedores.

Acabamos volviendo a la calle Ledesma a comer, y nos quedamos sorprendidos al ver la cantidad de gente que hay tomando cañas y comiendo pintxos. Bilbao es una ciudad en la que la gente sale muchísimo a la calle. La mayoría acababan de salir de trabajar y estaban tomando algo antes de comer. Fue sorprendente, no había visto nada igual en ninguna otra ciudad. Al terminar de comer nos vamos a comprar unos regalos típicos de la tierra, y directos a la estación, que al final perdemos el bus.. Aprovechamos nuestros últimos viajes de la CrediTrans, y nos despedimos de la ciudad.

Nos quedan 4 horas por delante para llegar a casa, pero me siento feliz, ya que he podido disfrutar de una ciudad a la que tenía muchas ganas, y aunque el tiempo no haya acompañado los dos primeros días, he disfrutado mucho conociéndola.

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