TAFRAOUTE. EL MARRUECOS PERDIDO ✏️ Ruta-Marruecos

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TAFRAOUTE

Interesante zona del sur, bastante aislada de las rutas principales y a la que se accede por buena carretera atravesando áreas semidesérticas de montaña con paisajes bastante solitarios y atractivos que acogen pequeños núcleos de población.
Las siguientes fotos muestran panorámicas del recorrido entre Agadir y Tafraout, trayecto de unos 145 km a los que conviene dedicar media jornada, unas 4 horas, contando con numerosas paradas breves para hacer fotos y visitar quizás Inezgane, pequeño recinto amurallado en estratégica y fotogénica situación.


Inezgane

La carretera está en perfectas condiciones, en diferentes momentos con el trazado de curvas propio de las rutas de montaña, pero con el firme en buen estado, poquísimo tráfico -sobre todo autocaravanas de franceses- y una atmósfera cargada de tranquilidad, soledad, relajación y aislamiento que transmiten una muy interesante paz de espíritu y comunicación con el más elevado y etéreo mundo sobrenatural. Aquí, Santa Teresa se encontraría con su mundo místico.


Tafraoute se encuentra en un valle un tanto remoto, rodeado de montañas rojizas y en el que encontramos varios pueblos de atractiva arquitectura popular en un entorno paisajístico muy interesante. Da la sensación de hallarse en un enclave diferente a todo lo que le rodea, lo que lo convierte en un lugar especial y sugerente.


Valle de Ameln


El principal núcleo urbano es Tafraoute, pero no tiene ningún encanto, son más auténticos y tradicionales los pequeños pueblos del valle de Ameln, establecidos en la base de las montañas rojas, como el de Oumesnat. Es una zona magnífica para realizar rutas de senderismo, evidentemente fuera de los meses de calor sofocante, que por aquí serán entre junio y septiembre.


Oumesnat, valle de Ameln

Aunque uno no sea senderista, aconsejo un breve un paseo por los alrededores de Tafraoute, junto al minúsculo núcleo de Tazzeka, quizás recuerda por su silencio, soledad, aislamiento, intenso contacto con la naturaleza y por sus formaciones rocosas a la increíble Capadocia, salvando las distancias, que son bastantes.


Oumesnat

Hay suficiente oferta de alojamiento, sobre todo en Tafraoute. Una buena opción es el hotel des Amendiers, con una razonable relación calidad-precio. Habitaciones amplias con baño, ya con unos años encima, pero todavía aceptables.


Si viene uno a Tafraoute, es imprescindible acercarse a los oasis que hay un poco más al sur, en Afella-Ighir, a unos 20 km. Se sale de Tafraoute pasando por la sorprendente formación rocosa conocida como el “sombrero de Napoleón”, se va poco a poco subiendo un puerto de montaña (puede tener nieve en invierno; este año, en febrero, nada de nada) en un atractivo paisaje desértico y al bajar, la propia carretera entra en el estrecho cañón de Aït Mansour. Sorprendente, el desierto de montaña recién atravesado se convierte rápidamente en un vergel de palmeras encajonado entre altas paredes de roca granítica con pequeños núcleos de población.



Si el valle de Ameln nos parece un lugar remoto, este oasis es como el fin del mundo. La propia carretera es al principio el centro del oasis, lo atraviesa en sus primeros kilómetros, para luego desviarse por un lado, pudiendo contemplarlo en todo su esplendor. El oasis, con miles de palmeras, se abre cada vez más, haciéndose más amplio y aparecen pueblos de mayor tamaño y homogénea arquitectura popular en barro y madera, de abigarrado entramado y encaramados en sorprendentes emplazamientos sobre el oasis y a los pies de las montañas. Y armoniosamente integrados en el paisaje. Maravilloso. Tras unos pocos km, se llega al fin del oasis en Souq El Had d´Afella Irhir, polvoriento pueblo en el que termina la ruta. Hasta aquí la carretera está asfaltada y sin problema alguno. Desde Tafraoute son 30 km. En coche convencional no es posible continuar hacia el norte y hacer un circuito. Haría falta un todoterreno, ya que es un camino en mal estado.


A los amantes de la aventura y de los pueblos más primitivos recomiendo encarecidamente explorar el núcleo de Agrd-Imlaln, pegado a la carretera. Fue toda una experiencia, porque el trazado es laberíntico (varias veces tuve que volver atrás por no encontrar salida), está semiabandonado, no se ve a nadie y se pasa por “calles” que son auténticos túneles de techos bajos, algunos con giros y tan largos que impiden entre la luz, con lo que hay que avanzar completamente a oscuras. Absolutamente increíble la vida en un pueblo como este, es como volver 2.000 años atrás. Quise salir por la parte baja y no conseguí llegar a ella, tuve que regresar sobre mis propios pasos volviendo a cruzar aquellos siniestros túneles.


TAROUDANNT: la estúpidamente denominada “pequeña Marrakech” solo se parece a ésta en el magnífico recinto amurallado que rodea toda la ciudad. Por lo demás, la comparación es ridícula, porque Taroudannt es infinitamente más pobre en atractivos turísticos. Salvo la muralla, ninguna otra cosa llama la atención. La medina carece de interés y los zocos como este abundan en Marruecos. Ni un solo monumento digno de señalar. El palacio del gobernador es un hotel, el Palais Salam, en el que vale la pena alojarse como un sultán, ya que por el mismo precio de una habitación normal, es posible disponer de una suite fantástica con salón, comedor, dos baños…
De todas formas, Taroudannt es una ciudad agradable para pasear y, si queda de paso, se merece una visita breve.