DÍA 3
La siguiente parada es en Carrapateira, dejando la costa sur y empezando la costa oeste, denominada como sudoeste Alentejano y costa Vicentina. Este minipueblo casi no aparece en los mapas. En un principio habíamos pensado reservar hotel en Burgau, pasados 13 kms de Lagos. El hotel en cuestión se llama Casa Grande y nos resultó muy curioso, algo realmente singular. Nos ofertaron una habitación por 40 euros la noche, pero al final nos decidimos por alquilar la casa de Carmela en Carrapateira.
Supimos de ella porque mi hermana nos dijo que una amiga de una amiga tenía una casa en Portugal para alquilarla. Cuando nos dijo el nombre y lo buscamos en Googlemaps decidimos que estaba en nuestra ruta, así que, gracias a la casa de Carmela conocimos una costa de la que no teníamos ni idea.
Para llegar hay que ir dirección oeste hasta Vila do Bispo y allí seguir hacia el norte. Esta carretera es muy bonita, estrecha, entre pinos. Por poco pasamos Carrapateira de pequeño que es. Yo lo denomino agro-surfero, por el contraste entre los vecinos del pueblo, mas de campo que de mar, y los grupos de surferos en las terrazas. Tiene dos calles empinadas y las casas son blancas. Lo remata una sencilla iglesia también muy blanca, desde cuya explanada se divisa una amplia playa.
La mayoría de las casas están en alquiler para “guiris” como nosotros. Por la tarde salimos de exploración. Cerca del pueblo hay dos playas, una a la izquierda y otra a la derecha. Tomamos la carretera de la derecha y al poco ya nos fuimos encontrando playas, acantilados, paisajes salvajes. La carretera está jalonada de miradores y recorre el borde de la costa. Íbamos parando en cada mirador y todas las vistas eran espectaculares. También hay varios chiringuitos orientados al atardecer, ideales para comer, tomar cervezas por las tardes, cenar...y bien de precio. Las playas son Bordeira y playa do Amado.
DÍA 4
Al día siguiente planeamos ir a la zona del cabo San Vicente. En todos lados dicen que el atardecer visto desde el cabo es espectacular, que la gente aplaude cuando se oculta el sol, pero lo cierto es que vamos huyendo de esas aglomeraciones de gente y preferimos ir al amanecer para disfrutar de la inmensidad del paisaje con más tranquilidad. Cuando llegamos estaban empezando a montar muchos tenderetes, en un enorme llano que también es aparcamiento, lo que nos da una idea del montón de personas que acuden allí cada día. La verdad es que impresiona ver la altura de los acantilados. Al borde de uno de ellos hay una placa en homenaje a un chico que cayó y murió.
Lo que nos recuerda que hay que ir con cierta precaución, porque te puedes acercar a los bordes tanto como quieras, no hay nada que lo impida. El cabo es como una gran plataforma llana cuyos bordes rectos y abruptos acaban en un mar rocoso. Cuando nos marchamos, por la recta carretera que lleva al cabo no paran de desfilar más y más coches. También hay un carril bici junto a la carretera y unos cuantos cicloturistas.
Después vamos a ver las playas de esta zona. Los letreros nos las van indicando. Primero nos paramos en Beliche. Es muy bonita y está protegida por altos acantilados. Luego está la playa do Tonel, que también está muy bien, aunque me gustó mas Beliche. Luego, en Sagres está la de Mareta, es más larga y está protegida del viento, pero no impresiona tanto.
También queríamos dar un paseo por Sagres y comprar algunas cosas, pero Sagres no tiene un centro donde encontrar tiendas o cafeterías. Lo mas relevante es un antiguo fuerte sobre el acantilado al que también llaman la Fortaleza o el Castillo. En su patio interior tiene una enorme rosa de los vientos, pero nosotros no llegamos a entrar.
El resto de Sagres es una sucesión de carreteras con algunas casas dispersas, un supermercado perdido para guiris, super caro. Después del sablazo, seguimos un poco más en dirección a unas playas que veíamos a lo lejos. Los letreros indicaban playa Martinhal. Atravesamos unas urbanizaciones de chalets y allí estaba la playa, de fina arena, amplia despejada. Justo allí había unas edificaciones muy bonitas y modernas con aspecto de hotel, de las más bonitas que he visto por la costa. Luego lo busqué por internet y es Martinhal Beach Resort & Hotel, todo un lujo con unos precios que no están mal, aunque no son para nuestro bolsillo.
Como no hemos encontrando farmacia, nos vamos dirección Vila do Bispo, y resulta que allí hay de todo, farmacias, bares, tiendas, un Lidl, y más playas, Murraçao, Praia da Barriga, Cardoama, Castelejo y Punta Ruiva.
Tomamos la carretera pero se bifurca y no sabíamos por cual ir, así que tomamos el camino de en medio, que iba hacia un mirador. Desde allí se ven inmensas playas a ambos lados, abajo, muy abajo, la gente se ve diminuta. Se ve el Atlántico en todo su esplendor.
Por el camino de vuelta vemos un desvío a Castelejo. Es una carretera muy estrecha que baja y baja. Al fin llegamos a la playa, es estupenda, pero ya estamos cansados y hace mucho calor. Vamos de vuelta a la casita. Estupendo almuerzo casero y siesta de lujo. Después bajamos a recorrer la playa do Amado. Está preciosa al atardecer, de postal. Se ven algunos surfistas disfrutando de las olas y alguna gente paseando por la fina arena. Hay un chiringuito arriba que se va llenado de gente. Ya anochece y mi resfriado me pide recogimiento.
Al día siguiente tenemos que dejar la casa, pero como no tenemos hora de salida, decidimos dejar todo preparado para salir después de comer. Amanece lloviendo. Como la playa de Bordeira está muy cerca y es muy grande, nos vamos a explorarla con chubasquero y paraguas.
La bordea un arroyo que se adentra hacia en interior, y en el que se ve gran variedad de aves. Una larguísima pasarela de madera facilita el recorrido si no quieres ir por la arena. Una vez que llegas a la orilla puedes caminar todos los kilómetros que quieras porque se pierde la vista de lo larga que es. Recorrimos la orilla y a cada paso había formaciones rocosas de las mas variadas formas, colores y texturas, para hacer fotos sin parar.
En el agua algunos surfistas. Ya al mediodía nos vamos a comer y nos preparamos para nuestro próximo destino, unos 80 kms al norte.
La siguiente parada es en Carrapateira, dejando la costa sur y empezando la costa oeste, denominada como sudoeste Alentejano y costa Vicentina. Este minipueblo casi no aparece en los mapas. En un principio habíamos pensado reservar hotel en Burgau, pasados 13 kms de Lagos. El hotel en cuestión se llama Casa Grande y nos resultó muy curioso, algo realmente singular. Nos ofertaron una habitación por 40 euros la noche, pero al final nos decidimos por alquilar la casa de Carmela en Carrapateira.
Supimos de ella porque mi hermana nos dijo que una amiga de una amiga tenía una casa en Portugal para alquilarla. Cuando nos dijo el nombre y lo buscamos en Googlemaps decidimos que estaba en nuestra ruta, así que, gracias a la casa de Carmela conocimos una costa de la que no teníamos ni idea.
Para llegar hay que ir dirección oeste hasta Vila do Bispo y allí seguir hacia el norte. Esta carretera es muy bonita, estrecha, entre pinos. Por poco pasamos Carrapateira de pequeño que es. Yo lo denomino agro-surfero, por el contraste entre los vecinos del pueblo, mas de campo que de mar, y los grupos de surferos en las terrazas. Tiene dos calles empinadas y las casas son blancas. Lo remata una sencilla iglesia también muy blanca, desde cuya explanada se divisa una amplia playa.
La mayoría de las casas están en alquiler para “guiris” como nosotros. Por la tarde salimos de exploración. Cerca del pueblo hay dos playas, una a la izquierda y otra a la derecha. Tomamos la carretera de la derecha y al poco ya nos fuimos encontrando playas, acantilados, paisajes salvajes. La carretera está jalonada de miradores y recorre el borde de la costa. Íbamos parando en cada mirador y todas las vistas eran espectaculares. También hay varios chiringuitos orientados al atardecer, ideales para comer, tomar cervezas por las tardes, cenar...y bien de precio. Las playas son Bordeira y playa do Amado.
DÍA 4
Al día siguiente planeamos ir a la zona del cabo San Vicente. En todos lados dicen que el atardecer visto desde el cabo es espectacular, que la gente aplaude cuando se oculta el sol, pero lo cierto es que vamos huyendo de esas aglomeraciones de gente y preferimos ir al amanecer para disfrutar de la inmensidad del paisaje con más tranquilidad. Cuando llegamos estaban empezando a montar muchos tenderetes, en un enorme llano que también es aparcamiento, lo que nos da una idea del montón de personas que acuden allí cada día. La verdad es que impresiona ver la altura de los acantilados. Al borde de uno de ellos hay una placa en homenaje a un chico que cayó y murió.
Lo que nos recuerda que hay que ir con cierta precaución, porque te puedes acercar a los bordes tanto como quieras, no hay nada que lo impida. El cabo es como una gran plataforma llana cuyos bordes rectos y abruptos acaban en un mar rocoso. Cuando nos marchamos, por la recta carretera que lleva al cabo no paran de desfilar más y más coches. También hay un carril bici junto a la carretera y unos cuantos cicloturistas.
Después vamos a ver las playas de esta zona. Los letreros nos las van indicando. Primero nos paramos en Beliche. Es muy bonita y está protegida por altos acantilados. Luego está la playa do Tonel, que también está muy bien, aunque me gustó mas Beliche. Luego, en Sagres está la de Mareta, es más larga y está protegida del viento, pero no impresiona tanto.
También queríamos dar un paseo por Sagres y comprar algunas cosas, pero Sagres no tiene un centro donde encontrar tiendas o cafeterías. Lo mas relevante es un antiguo fuerte sobre el acantilado al que también llaman la Fortaleza o el Castillo. En su patio interior tiene una enorme rosa de los vientos, pero nosotros no llegamos a entrar.
El resto de Sagres es una sucesión de carreteras con algunas casas dispersas, un supermercado perdido para guiris, super caro. Después del sablazo, seguimos un poco más en dirección a unas playas que veíamos a lo lejos. Los letreros indicaban playa Martinhal. Atravesamos unas urbanizaciones de chalets y allí estaba la playa, de fina arena, amplia despejada. Justo allí había unas edificaciones muy bonitas y modernas con aspecto de hotel, de las más bonitas que he visto por la costa. Luego lo busqué por internet y es Martinhal Beach Resort & Hotel, todo un lujo con unos precios que no están mal, aunque no son para nuestro bolsillo.
Como no hemos encontrando farmacia, nos vamos dirección Vila do Bispo, y resulta que allí hay de todo, farmacias, bares, tiendas, un Lidl, y más playas, Murraçao, Praia da Barriga, Cardoama, Castelejo y Punta Ruiva.
Tomamos la carretera pero se bifurca y no sabíamos por cual ir, así que tomamos el camino de en medio, que iba hacia un mirador. Desde allí se ven inmensas playas a ambos lados, abajo, muy abajo, la gente se ve diminuta. Se ve el Atlántico en todo su esplendor.
Por el camino de vuelta vemos un desvío a Castelejo. Es una carretera muy estrecha que baja y baja. Al fin llegamos a la playa, es estupenda, pero ya estamos cansados y hace mucho calor. Vamos de vuelta a la casita. Estupendo almuerzo casero y siesta de lujo. Después bajamos a recorrer la playa do Amado. Está preciosa al atardecer, de postal. Se ven algunos surfistas disfrutando de las olas y alguna gente paseando por la fina arena. Hay un chiringuito arriba que se va llenado de gente. Ya anochece y mi resfriado me pide recogimiento.
Al día siguiente tenemos que dejar la casa, pero como no tenemos hora de salida, decidimos dejar todo preparado para salir después de comer. Amanece lloviendo. Como la playa de Bordeira está muy cerca y es muy grande, nos vamos a explorarla con chubasquero y paraguas.
La bordea un arroyo que se adentra hacia en interior, y en el que se ve gran variedad de aves. Una larguísima pasarela de madera facilita el recorrido si no quieres ir por la arena. Una vez que llegas a la orilla puedes caminar todos los kilómetros que quieras porque se pierde la vista de lo larga que es. Recorrimos la orilla y a cada paso había formaciones rocosas de las mas variadas formas, colores y texturas, para hacer fotos sin parar.
En el agua algunos surfistas. Ya al mediodía nos vamos a comer y nos preparamos para nuestro próximo destino, unos 80 kms al norte.