ALESUND - CARRETERA TROLL - FIORDO GEIRANGER. ✏️ Travel Journeys of Norway

Nos levantamos muy temprano, como de costumbre. Estaba nublado y hacía un poco de fresco, pero con un chubasquero bastaba. Después de desayunar muy bien en el hotel, fuimos a conocer la ciudad, que se recorre en poco tiempo. La historia de Alesund está marcada por un fuego devastador que destruyó toda su zona centro en 1904. Inmediatamente, se produjo una respuesta internacional que ayudó a su reconstrucción en estilo Art Nouveau.

Las casas son bonitas y el reflejo sobre las aguas le da mucho encanto, al igual que los intensos colores de las flores que se ven por todas partes. Me llamó la atención el gusto que tienen en este país por las flores y lo cuidados que están los jardines, tanto públicos como privados, incluso los maceteros que ponen en la puerta de las casas o en los balcones son espectaculares por la acertada mezcla de flores y colores y contribuyen a realzar aún más el entorno.

Salimos de Alesund en dirección a Andalsnes. Además del trayecto por carretera, tuvimos que coger un ferry para cruzar el fiordo de Romsdals. Las nubes empezaron a apartarse y con la llegada del sol subió la temperatura y el recorrido se convirtió en un auténtico placer, tanto en el barco como en el autobús. Enseguida empezamos a divisar innumerables cascadas acariciando las laderas verdes de las montañas y altos picos grises coronados de nieve arañando un cielo muy azul.

Por fin llegamos a un lugar que esperábamos con impaciencia: la ruta de los Troll, el famoso Trollstigen, una carretera de montaña con un desnivel del 9 por 100, que se retuerce de modo imposible sobre sí misma, en la cual, se dice, moran estos personajes de leyendas nórdicas. La señal es inconfundible:

Según nos acercábamos, veíamos más cerca la maravillosa cascada Stigfossen, precipitándose desde la montaña a la que teníamos que subir por el Trollstigen. En este valle convergen las paredes verticales del Romsdalshorm y los escarpados picos de Trolltindane. Realmente increíble, no se puede describir con palabras, tres veces tuvo que parar el autobús junto a la carretera para dejarnos hacer fotos; como ya he dicho, la guía se portó fenomenal y abusamos un poquito de ella.

Si circular por esta carretera ya tiene su miga, hacerlo en autocar es el colmo. Me puse del lado del precipicio y en algunos bucles realmente no ves el fondo y se te ponen los pelos de punta. Coincidieron dos autobuses y uno tuvo que retroceder, menudo vértigo. No digo que haya sido la carretera más“emocionante” por la que he pasado, porque no es verdad, pero el paisaje es tan salvaje y bello que convierte esta experiencia en algo único.

Trollstigen:

Tuvimos tiempo de sobra para pasear por los alrededores y comer, cada cual donde y como quiso. Nosotros escogimos el restaurante porque necesitábamos tomar algo caliente, pedimos un guiso de bacalao y tarta. Fue bastante caro y las raciones eran pequeñas, pero estaba bueno y al menos, al ser buffet, sabíamos lo que pedíamos y el precio que íbamos a pagar. Continuamos hacia el sur por paisajes de tonos verdes indescriptibles, con altos picos salpicados de plateadas cascadas hasta llegar a Linge, donde otro ferry nos llevó en un corto trayecto hasta Eidsdal.

Desde allí nos dirigimos hacia la llamada Ruta Dorada o carretera de las Águilas, que va desde Eidsdal hasta el Geiragerfjord, ofreciendo unas vistas impresionantes de este maravilloso fiordo.

Antes de ir a Geiranger para tomar el barco que hace el crucero por el fiordo, subimos un mirador desde el que se obtienen unas vistas aún más grandiosas del fiordo. Lástima que un par de enormes cruceros zarparan en ese instante, llenando de humo el panorama: ¡viva la ecología! Estuvimos un buen rato, esperando que se disipara, pero las altas paredes verticales retenían el humo para nuestro enfado. En fin, es una vista peculiar, jaja. Menos mal que, incluso así, el paisaje es soberbio. Se te queda la mirada enganchada al horizonte y no ves el momento de marcharte de allí.

El Geiranger, de 16 Km. de longitud, es uno de los fiordos más conocidos de Noruega y, quizás, el más fotografiado. Ya en el barco, saliendo del puerto:

Enseguida aparece la cascada de las Siete Hermanas. Durante el verano, suele ocurrir que algunas de las hermanas se vayan de vacaciones; nosotros tuvimos suerte y sólo faltaba una. Lo malo es que el sol pegaba de plano en su dirección y el reflejo no permitía hacer bien las fotos.

Este fiordo es estrecho, con altos picos que lo rodean, lo cual le hace realmente bonito. Sin embargo, a mi casi me gustaron más las perspectivas a vista de pájaro que las del propio crucero. Aún vimos otra espectacular cascada llegando Hellesylt, el puerto de destino:

Después un rato de carretera, llegamos hasta el lugar donde nos alojaríamos dos noches. Era un pueblo pequeño, muy bonito, como todos en Noruega, pero no consigo recordar su nombre, lo siento. Apenas eran unas cuantas casitas y un par de pequeños hoteles muy apañados. Allí por lo menos teníamos la cena incluida, lo cual supone un verdadero ahorro. Era un menú servido en mesa, no gran cosa, pero cuando hay hambre la sopa y el salmón siempre están buenos. No había mucho que hacer allí salvo pasear y contemplar un, eso sí, bucólico panorama. De todas formas, da igual. Es tiempo de irse a la cama. Ha sido un día intenso y precioso. Además, hace un tiempo estupendo. ¿Qué más podemos pedir? Sólo una cosa: que mañana siga brillando el sol.