DECADENCIA EN EL BOLHAO
Mi primer mañana en Oporto. Me levanto temprano y bajo a desayunar mis deliciosas tostadas con café . Recargo la [url=http://i277.photobucket.com/albums/kk56/francarro/OPORTO/PortoHeritage007cconmarco.gif?]Andante[/url] y subo al metro para llegar a la estación Trinidade en menos de diez minutos; me encanta el metro de Oporto. Debe haber alguna exposición de arte contemporáneo porque en esta estación me encuentro con unos prismáticos enormes.
Entre calles llenas de andamios y con algún edificio semidestruído me dirijo al Mercado do Bolhao. Es el principal mercado de la ciudad, enclavado en un enorme y bonito edificio, aunque muy deteriorado. Tiene un aire decadente, se cae a trozos y los excrementos de palomas abundan por doquier en los pasamos de sus escaleras.
La gente busca el pescado más fresco o el pan recién hecho y las vendedoras de fruta atraen a los clientes con frases melódicas. Me llama la atención el puesto de una señora mayor en el que entre sus patatas y verduras hay una fotografía enmarcada de la misma señora sentada entre sus productos; una imagen muy tierna. Flores, hortalizas, pescado fresco y otros muchos productos se exhiben en sus puestos.
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El ayuntamiento de la ciudad, ante el estado deplorable en el que se encuentra este interesante edificio, quiere reformarlo para hacer un centro comercial; pero los tripeiros, que es como se conocen a los habitantes de Oporto en el resto del país portugués, no quieren que se haga aquí otro centro comercial. Esperemos que la cordura gobierne y lo rehabiliten para que siga siendo el precioso mercado de flores y frutas frescas que siempre fue.
ALMINHAS Y UNA PRECIOSA PEROLA
Entre tanta comida fresca, al final compré unas mandarinas riquísimas para ir picando el resto del día. Al salir del Bolhao veo a una señora rezando ante una alminha en una de las puertas de entrada al mercado.
Una alminha es un pequeño altar religioso donde la gente se para un momento a rezar o a dejar pequeñas velas encendidas y flores frescas en memoria de sus difuntos. Este tipo de santuarios religiosos los encontrarás frecuentemente y en los lugares más insospechados de Portugal; en cruces de caminos, en la cuneta de carreteras nacionales, incrustadas en los muros de una casa...
Justo enfrente de la entrada principal del mercado llama mucho la atención una fachada, la perola do Bolhao. Es una tienda de ultramarinos situada en Rúa Formosa 279, tiene una preciosa y colorida fachada modernista del año 1917, en su interior se venden productos tradicionales de Portugal. Su fachada de color amarillo chillón se fue decolorando con el paso del tiempo.
ALMA DE AZULEJO
Continuamos caminando por el animado barrio del Bolhao hasta llegar a la Capela das Almas, situada en Rúa de Santa Catarina. Esta capilla llama la atención por su exterior; está totalmente decorada con miles de azulejos que narran pasajes de la vida de San Francisco de Asís y Santa Catarina, que son los santos que se adoran en el interior. La capilla fue construída a principios del siglo XVIII y los azulejos del exterior datan del año 1929. El interior también está decorada con azulejo. Cuando entramos estaban celebrando una misa. Al principio creí que había que pagar porque en la entrada había un señor con una tarjeta de identificación colgada en su camisa; si te lo encuentras no hagas caso y entra, que es gratis. Algunos detalles del azulejo que viste la estructura de la capilla.
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Uno de los puntos fuertes de la arquitectura portuguesa se caracteriza por los azulejos, la cerámica pulida. La mayor parte de ellos se hicieron en el siglo XVIII y los colores más predominantes son el blanco y el azul. Se utilizan para decorar suelos, paredes, techos, fuentes, palacios, casas, capillas, iglesias, restaurantes, estaciones de metro..., excepto en baños y cocinas, que es donde estamos acostumbrados a verlos, te los puedes encontrar en los lugares más insospechados. A pesar del origen árabe del azulejo, Portugal es toda una potencia azulejística y es considerado, como la pintura o la escultura, todo un arte en el país luso. Parte de culpa la tiene Sevilla, de cuyos azulejos se enamoró un Rey portugués que comenzó a fabricarlos en su país.
SANTA CATARINA
La Rúa de Santa Catarina es la calle comercial por excelencia. Está repleta de edificios modernistas y eclécticos, y siempre hay un bullir de gente. Es peatonal y muy larga, pero que muy larga. Aún me acuerdo hace unos años, cuando estuve un par de días en Oporto reservé un hotel en esta calle, vi en el mapa que quedaba cerca del centro, ains, que equivocado estaba..., el número del hotelito era el mil quinientos y pico, menuda caminata me pegué con la maleta a cuestas desde aliados hasta el hotel. Casi al final de la esta calle, en el número 112, tienes el conocidísimo Café Majestic.
Un detalle del art decó en Santa Catarina
EL CAFÉ ELITISTA
El Majestic, fue inaugurado en 1921 con otro nombre (Élite), es de los cafés más antiguos y el primero que permitió el acceso a las mujeres de la ciudad. Antaño, muy frecuentado por escritores, gobernantes y aristócratas, se dice que la autora de Harry Potter - J. K. Rowling -, cuando vivió durante tres años en Oporto mientras impartía clases de inglés en una academia y nadie la conocía, era una asidua cliente de este local, en cuyas mesas escribió algunos de los primeros capítulos de la saga del pequeño aprendiz de mago que la han hecho tan famosa y multimillonaria.
Es un café precioso que conserva todo su mobiliario original, su fachada adornada con un par de angelotes es divina, nunca mejor dicho. Entramos para beber algo y nos sentamos en la única mesa que había libre - siempre está lleno de gente. Pero nuestro gozo en un pozo, la mesa solo estaba disponible si querías comer. He estado unas cuantas veces en Oporto y de momento no he sido capaz de tomarme un café en este local, bien porque estaba lleno de gente, porque estaba cerrado o en este caso, porque me senté en la mesa equivocada.
CROMOS EN BATALHA
Antes de llegar a la Praza da Batalha giramos a la izquierda para ver por fuera el art decó del Coliseo de Oporto, uno de los referentes históricos en cuanto a espectáculos de la ciudad y que sufrió un grave incendio en el 1996, poco después de celebrarse un desfile de moda donde participaron Claudia Schiffer y Valeria Mazza. Anduvimos escasos metros para entrar en la Praza da Batalha, de forma totalmente irregular, le debe su nombre a la batalla que hubo en el siglo X entre los porteños y los sarracenos de Almanzor. Es una de las plazas míticas de Oporto, donde se concentraban los grandes cines y teatros de la época.
En un alto de la plaza está la Iglesia de Santo Ildefonso, en la que entramos. Tiene, como no, la fachada recubierta con azulejo. Al salir de la iglesia me encontré con un señor bastante mayor, que sentado en las escaleras de la iglesia, vendía cromos de fútbol. Cualquier rincón inesperado de esta ciudad te deja una estampa inaudita y algo surrealista.
Destaca también en esta plaza el edificio del antiguo cine Aguia D´ouro, inaugurado en 1839 como teatro, pasó a funcionar como cine en el 1908, siendo una de las mejores salas en su tiempo de todo el norte del país. En 1989, debido a la poca afluencia de público fue cerrado y abandonado hasta el día de hoy, mostrando un aspecto tétrico y ruinoso como muchos otros edificios del centro histórico.
Al sur de la plaza puedes ver el bonito edificio de las antiguas oficinas de Correos y Telégrafos, y el Teatro Nacional Sao Joao; inaugurado en 1798 y frecuentado por la burguesía, también sufrió un grave incendio en 1908 que lo destruyó por completo. El edificio actual se terminó en el 1918 y es la reconstrucción del que se quemó. Justo enfrente de este teatro hay otro antiguo cine reconvertido en sala de conciertos y espectáculos, el Batalha, que abrió sus puertas en el 1947 y que junto con el Coliseo, uno de los emblemáticos edificios art decó de la ciudad. Y como no, también este cine sufrió otro incendio que destruyó parte de su interior.
Unas fotos de la iglesia de Santo Ildefonso que preside la plaza de Batalha
Como ya es hora de comer y tenemos mucha hambre, nos metemos en una calle aledaña a la plaza y entramos en el primer bar que encontramos. Pedimos churrasco y polvo grelhado (pulpo a la brasa). El churrasco no está muy bueno pero el pulpo está de vicio, riquísimo. Con la panza llena y después de un café muy bueno volvemos sobre nuestros pasos a la plaza da Batalha para coger mi primer tranvía (eléctrico en portugués). Los tranvías están pintados con colores discretos, beige y marrón, colores tristes y apagados; el "city tour" es blanco y amarillo, algo más alegre. Desde hace unos años se fueron recuperando algunas líneas que hacía años que se habían suprimido, ahora mismo en Oporto circulan 3 líneas de tranvía; la 1, la 18 y la 22. Pongo un plano del recorrido que hace cada una de ellas y una foto del turístico en la Plaza de Batalha. Por cierto, el primer tranvía que empezó a funcionar en la península ibérica fue en esta ciudad, Oporto.
El T, el tranvía turístico de la ciudad
CON GUÍA IMPROVISADO
El nuestro es el 22, que nos lleva después de atravesar aliados hasta la parada do Carmo, justo enfrente del Piolho – donde comimos ayer. Allí mismo esperamos sentados al tranvía 18 - el tranvía pasa cada treinta minutos - y nos vamos hasta Miragaia, donde está el Museo do Carro Eléctrico.
Durante el trayecto del 18 se nos acopla un portugués de unos cincuenta años que nos va explicando los sitios por donde pasamos durante todo el trayecto; “esas son as carmelitas”, “a direita esta a facultade de medicina”, “ahí de frente o hospital “…, menudo coñazo de señor; pienso que lo hizo con la mejor intención porque cuando bajamos delante del Museo del Tranvía no nos pidió nada de dinero pero nos costó trabajo separarnos de él. He aquí algunas fotos y detalles del tranvía en el que viajamos. Si te fijas en la fotografía del asiento, se lee perfectamente el nombre de una ciudad norteamericana. Le pregunto al conductor sobre este tema y me comenta que muchos de los tranvías, entre ellos este, fueron importados de esta ciudad; Philadelphia.
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MUSEO DEL TRANVÍA
La entrada al Museo do Carro Eléctrico nos cuesta 3´50 €, muy caro para lo que vimos, aunque con el ticket de entrada te regalan viajes ilimitados en autobús o tranvía durante cuatro horas desde que sacas el ticket. Pues bien, este museo ocupa una antigua central termo-eléctrica y también es la central donde se reparan todos los tranvías de la ciudad. A mano derecha del museo es donde están los talleres de reparación.
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Al salir del museo nos colamos en los talleres, pero nos pillan con las manos en la masa y un segurata nos hace señales para decirnos que el museo está al otro lado, lástima, porque había visto al fondo un tranvía de color rojo y rosa que era precioso pero que no pude ver bien. De los dos tranvías que ves en estas fotos, el negro de la izquierda es especial, lo utilizaban para reparar las líneas que estaban dañadas. El otro tranvía negro que ves arriba y a la derecha se usaba para transportar carbón.
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Dentro del museo hay una colección de 18 tranvías y una pequeña exposición de uniformes originales de los conductores que los conducían. También hay muchas fotografías de la mayor parte de conductores de tranvía que trabajaron en la compañía de transportes de la ciudad. Uno de los tranvías que más me gustó fue el 353, el que llaman popularmente “pipí”, no por ser el más bonito, si no porque su frontal me recuerda a las furgonetas antiguas de Volkswagen, las míticas de los hippies. Merece la pena una visita a este museo, aunque yo me esperaba más. Y aquí tienes una foto de los talleres donde nos echaron fuera. Y repito, la entrada me parece cara.
Enfrente del museo, en la orilla del río, hay un pequeño helipuerto desde donde salen los helicópteros que hacen rutas turísticas de la ciudad. Más a la derecha hay unas buenas vistas del Puente da Arrábida, que en el año en el que se construyó (1963) tenía el arco de hormigón armado más grande del mundo.
GAMBERRO EN EL TRANVÍA
Para volver al centro de Porto tenemos dos opciones, el autobús Nº 500 o el tranvía 1. Bueno, ahora ya solo tenemos una, acaba de pasar el autobús 500… Cansados de esperar por fin vemos llegar a lo lejos el tranvía. Pasamos la andante por el lector, que ya que la pagamos hay que amortizarla, y nos vamos hacia el centro de la ciudad con el ruído típico del tranvía y un chico colgado en un lateral. Esta vez el tranvía tiene los asientos de mimbre plastificado, muy incómodos, prefiero los del primer tranvía que cogimos, que eran acolchados y mullidos. El chico sigue colgado en la parte trasera del tranvía y de repente, le suelta un ostión en la cabeza a una chica que paseaba tranquilamente por la acera; menudo capullo de chico, además de carota nos salió agresivo, pero en el tranvía todo el mundo sigue a su bola y aquí no pasa nada.
ATRAPADOS EN UN ASCENSOR
Bajamos en la parada que hay enfrente del edificio de la Alfándega. Este edificio fue la antigua aduana de la ciudad, en la que se almacenaban, entraban y salían las mercancías que circulaban por el río, entre ellas los vinos de Oporto. Ahora es el Museo de Transportes y Comunicaciones en el que hay una interesante exposición de coches antiguos. Como a mí me encantan los coches, y los antiguos más, allá vamos. La entrada nos cuesta 3 €.
El edificio es muy grande y solo estamos nosotros. La exposición de coches está en la segunda planta y como me duele un pié decidimos tomar un pedazo de ascensor inmenso, que más tarde supimos que solo se utiliza para subir los coches de la exposición. Como no hay ninguna señal que prohibe su uso abrimos la puerta, deslizamos la pesada rejilla y entramos. Volvemos a deslizar la rejilla después de cerrar el pedazo de puerta y pulsamos el botón para subir. Hasta aquí todo normal, el ascensor sube la primera planta, después la segunda..., pero una vez arriba la puerta no abre porque cerrada con candado. Pulsamos el botón de bajada, el ascensor no se mueve y el museo es un desierto, no se escucha a nadie. Volvemos a pulsar el botón repetidas veces pero el maldito ascensor sigue sin moverse. No vemos botones de alarma, los que hay en todos los ascensores normales, y el botón de bajada sigue sin funcionar. Ya no sé a que botones darle, no queda uno por pulsar. Ains, que estamos atrapados, y el edificio es tan grande... además no hay ni dios…
Comienza la claustrofobia y los sudores, miramos para las cuatro paredes, para el techo, para el suelo…, pero no hay más botones para pulsar…, ains, que nos quedamos aquí encerrados y nadie se va a enterar, verás. Seguimos sin escuchar un alma y el puñetero ascensor no baja, ni tampoco sube porque no hay más plantas para subir. Arráncalo por dios, arráncalo…, ains, que no se mueve el condenado. Volvemos a deslizar la pesada rejilla para intentar abrir la puerta de nuevo, pero es imposible porque el candado más que un candado parece la cadena de un barco. Intentamos relajarnos, respiro hondo y cierro de nuevo la rejilla con mucho cuidado y hasta el tope. De nuevo pulso el botón…, el ascensor comienza a moverse y baja lentamente. ¡Aleluya!, estamos salvados... Abrimos la pesada rejilla de hierro y empujamos la puerta con todas nuestras fuerzas... Por fin libres, contentos, pero todavía con el susto en el cuerpo. He aquí al fondo el ascensor del terror, mejor dicho, el montacargas diabólico.
COCHES DE ÉPOCA EN ALFÁNDEGA
Subimos las escaleras hacia la primera planta, seguimos sin ver a nadie, sin escuchar nada..., subimos hacia la segunda planta y por fin vemos a un señor, si, un señor y con bigote, ¡el bigote persiste en Portugal!, viva el bigote portugués, deberían declararlo monumento nacional. A nuestra izquierda vemos un coche de fórmula 1 que condujo Michael Schumacher cuando comenzaba en esto de las carreras. Un poco más adelante y a mano izquierda por fin encontramos la exposición de coches antiguos que queremos ver.
Muerto de aburrimiento, el señor y su bigote se prestan a guiarnos la visita sin nosotros decirle nada, y realmente valieron mucho la pena sus explicaciones. Vemos el primer coche que hubo en Portugal y cuyos faros son velas de aceite..., y hacemos un viaje en el tiempo de la automoción admirando auténticas joyas . También vemos uno de los coches que utilizaba Hitler y su séquito, así como el modelo de Rolls & Royce que usa la reina de Inglaterra en actos oficiales, el mismo que utilizó para su boda nuestro príncipe Felipe. El señor del bigote, muy amable, nos comenta que todos los coches son de propiedad privada y son prestados al museo para ser expuestos. También nos dice que no se pueden hacer fotos, pero me camuflo entre los expositores cual ladrón de imágenes, para sacar un par de fotos…, no lo puedo evitar, mi debilidad son los coches antigüos.
Un coche fabricado en Oporto
Y un coche fabricado para Hitler
Le damos las gracias al señor, por sus explicaciones y por preservar uno de los iconos de identidad de los portugueses, el bigote. Nos vamos a la planta baja y salimos al exterior por una gran puerta trasera que está abierta y hacemos algunas fotos al lado del río. Entramos de nuevo y volvemos a subir por otras escaleras que conducen a la otra exposición que hay en este museo; la de los archivos y objetos de la antigua aduana, pero antes, tenemos que cruzar unos largos y anchos pasillos en los que tampoco hay gente. Entramos en un gran salón lleno de estanterías con libros en donde conocemos a una chica encantadora que nos explica la historia del edificio. Damos un paseo rápido a la sala de exposiciones en la que vemos arcones, fotografías, mapas antiguos... Me llama la atención unas lámparas de diseño que contrastan con el clasicismo del edificio. Le pregunto a la chica: ¿lámparas del Ikea no? –Nao, nao., son lámparas diseñadas por Álvaro Siza. Ah, pues yo juraría que como esas las he visto yo en el Ikea.
Seguimos hablando con la chica sobre viajes, nos dice que le encanta España, sobretodo Barcelona. Cuando nos despedimos, nos recomienda un local que hay en la Ribeira, muy cerca del puente Luiz I, se llama Meu mercedes e maior que o teu. Es un local de copas poco conocido por los turistas con música alternativa y buen ambiente. No llegamos a ir porque soy más animal diurno que nocturno, y más cuando estoy de viaje. Desde aquí quiero dar las gracias a este encanto de chica por su amena conversación y sabios consejos que nos sirvieron de mucho en nuestra estancia en la ciudad. Obrigadiño María.
PASEO NOCTURNO POR LA RIBEIRA
Cuando salimos del museo ya es de noche y tenemos que seguir a pie hasta el centro porque el último tranvía pasó a las siete de la tarde. El puñetero pie me sigue doliendo. De todas maneras el paseo no se hace largo. Entramos en el casco antiguo por el muro dos Bacalhoeiros y saco una fotos nocturna del puente Luis I.
Me acerco al restaurante Mal cocinhado para cenar y escuchar fado, nos lo habían recomendado, pero está cerrado. Seguimos paseando por la Ribeira observando sus terrazas llenas de gente y vida, con el imponente puente metálico de fondo. Esta zona de la ciudad es preciosa y una de las principales señas de indentidad de la ciudad. A la derecha, al otro lado del rio, Vilanova de Gaia, con sus bodegas de letreros iluminados…
Caminamos hasta el puente y allí subimos en el Funicular dos Guindais, que te lleva en algo menos de tres minutos a la parte alta de la ciudad, concretamente al barrio de Batalha. El funicular original fue construído en 1891 y se cerró dos años más tarde debido a un grave accidente. Fue remodelado y modernizado, abriendo de nuevo en febrero del 2004. Originalmente solo se utilizaba para subir mercancías, sobretodo vino, pero en la actualidad es un medio de transporte más. El funicular recorre una distancia de 281 metros y salva la cuesta llamada dos guindais, que tiene un desnivel de algo más de 60 metros. Es gestionado por la empresa del metro de la ciudad y es uno de los funiculares del mundo que salva una de las pendientes más pronunciadas.
Para subir usamos de nuevo la tarjeta andante. A medida que te elevas tienes unas vistas impresionantes del puente Luis I y parte de Vilanova de Gaia. Es toda una experiencia viajar en él, por las excelentes vistas y por el inmenso desnivel que salva. Una vez arriba, después de atravesar un túnel en su recorrido final, puedes ir por las escaleras o utilizar un ascensor para subir a la calle. Continuamos cuesta abajo hasta la estación de metro Sao Bento para cruzar en metro por el tablero superior del puente Luis I. Las vistas desde la parte superior del puente también son espectaculares, tenemos la ciudad iluminada a nuestros pies. Nos bajamos en la primera parada que hay después de pasar el puente y vamos andando a un mirador para sacar unas fotos de la ciudad y el puente iluminados. Otro lugar mágico de la ciudad, sobretodo si vas de noche.
De nuevo cogemos el metro y paramos en Aliados para cenar otra vez en nuestro particular Mc Donald´s, hoy ya procuré ir antes al baño, no quiero volver a cruzarme con el payaso diabólico. Y de ahí ya nos vamos al hotel a dormir. Mi pie ya no resiste más, mañana será otro día...