EL LEÓN Y EL ÁGUILA
Hoy recargo de nuevo mi tarjeta de transportes, la andante. Esta tarjeta tiene un chip informático incorporado. El uso de esta tarjeta hace del metro de Oporto la primera infraestructura de transporte público del mundo en utilizar billetes de bajo coste sin contacto, puedes mantener la tarjeta en el bolso o la cartera teniendo únicamente que pasar por el escáner para validar el viaje. Seguramente hoy es el día que más rentabilidad le voy a sacar a esta tarjeta porque me voy a recorrer la ciudad, de oeste a este y de norte a sur. Mi primera parada es la estación de metro Casa da Música. Desde aquí recorro doscientos metros y me encuentro con la Rotonda de Boavista, el eje central de la avenida más larga de Oporto, la de Boavista, con seis kilómetros de largo.
En el centro de la rotonda, también llamada rotonda de Mouzinho de Alburquerque, hay un gran monumento rodeado de árboles y vegetación. El monumento conmemora a los héroes de la Guerra Peninsular, que unió a portugueses, españoles e ingleses contra el ejército de Napoleón a principios del siglo XIX.
Tiene un enorme pedestal de 45 metros de altura, en cuya cima se muestra a un gran león que representa la fuerza y poderío portugués, abatiendo y desgarrando a un águila, que representa al imperio napoleónico. En la base del pedestal se muestran escenas de la batalla y el desastre del puente de las barcas, cuando éste se hundió debido a la avalancha de personas que lo atravesaron cuando escapaban de las tropas francesas. Con un buen zoom de cámara se capta perfectamente la expresividad de estos míticos animales.
CASA DE LA MÚSICA
La Casa da Música es la gran sala de conciertos de Oporto. El nombre no hace honor a este moderno edificio. De casa no tiene nada, pero música la que quieras. Es enorme y de forma extraña. Lo encontrarás en una esquina de la rotonda. Se empezó a construir cuando la ciudad fue elegida como capital europea de la cultura en el 2001, pero se inauguró cuatro años más tarde, en el 2005. Lo diseñó Rem Koolhaas, un arquitecto holandés. Construirlo costó la friolera de cien millones de euros, así es, más de 16.000 millones de nuestras antiguas pesetas. Se inauguró con un concierto de Lou Reed y fue muy criticado por los habitantes de la ciudad por su extraña forma y el excesivo presupuesto que se empleó para su construcción.
Tengo que esperar un buen rato porque todavía no son las diez y está cerrado, aprovecho para hacer unas cuantas fotos. Con puntualidad inglesa el edificio abre sus enormes puertas. Me preguntan si quiero hacer una visita guiada pero lo visito a mi aire. La visita guiada creo recordar que cuesta dos o tres euros, si la haces por tu cuenta es gratis.
Una de las salas VIP del edificio
El edificio tiene dos enormes auditorios y un sinfín de salas de grabación y ensayo, en una de ellas se están dando unas clases de violín. Me pierdo entre sus enormes pasillos y recurro a lo fácil, bajar en ascensor hasta la planta donde está la salida. Me gusta mucho más el interior que el exterior del edificio... Al salir, me arrepiento de no haber hecho la visita guiada, que se le va a hacer, en otra ocasión será.
Unos detalles del interior
EL CEMENTERIO DE AGRAMONTE
Si estuviera en París seguro que visitaría el cementerio de Pere Lachaise, debe ser curioso estar delante de la tumba de Oscar Wilde o Jim Morrison, además, tengo entendido que es muy bonito..., pero estoy en Oporto, y en la oficina de turismo me recomiendan dos; el del Repouso y el de Agramonte. Elijo este último porque está cerca de mi ruta.
Durante siglos, los entierros en Portugal se solían hacer dentro de las iglesias. A mediados del XIX se comenzaron a construir los cementerios públicos y las enterramientos en las iglesias se prohiben a pesar de los recelos de la población. Actualmente, la ciudad de Oporto tiene dos grandes cementerios públicos, un puñado de cementerios parroquiales, y dos cementerios privados; uno de ellos es conocido como el de los británicos, que se construyó a finales del XVIII debido a la gran colonia inglesa que residía en la ciudad; antes de tener este cementerio, los portugueses enterraban a los ingleses en la orilla del río... El otro cementerio privado es el de las catacumbas, en la iglesia de San Francisco, del que te hablé en una etapa anterior.
El cementerio de Agramonte se construyó en 1855 como consecuencia de una gran epidemia de cólera. Al principio, se enterraban a los muertos en cualquier zona del cementerio, no seguían un orden establecido. Fue a partir de 1870 cuando comenzaron a organizar los enterramientos, creando pequeñas lápidas, paseos, y preciosos monumentos funerarios, convirtiéndose en uno de los favoritos de los portuenses junto con el cementerio de Prado do Repouso (Prado del Reposo), que en realidad, es el primer cementerio público de la ciudad.
La visita al cementerio se me hace agradable a pesar de estar rodeado de muertos, y es que como bien me decía mi queridísima abuela "A quien le hay que tener miedo es a los vivos, no a los muertos". Realmente hay tumbas y mausoleos preciosos en Agramonte, si tienes tiempo y te gusta romper la dinámica típica de un viaje, te lo recomiendo si es que visitas Oporto. Además, el cementerio está muy cerca de la casa da música, al lado de un pequeño complejo de altos y lujosos hoteles.
MUSEO SERRALVES
En la misma rotonda de boavista cojo un autobús para ir al Museo de Arte Contemporáneo, el Serralves. En poco más de cinco minutos ya estoy enfrente del museo más visitado de Portugal.
La entrada es gratuíta porque hoy es domingo. A destacar la amplitud de sus salas y la pulcritud del color blanco del edificio, que armoniza con un precioso parque, para mí, lo más interesante del museo. Debo ser muy cateto porque no capto la belleza de lo que allí hay expuesto, me parece una auténtica tomadura de pelo..., menos mal que la entrada me sale gratis, que si no...
Solo veo salas y más salas llenas de proyecciones, la mayor parte en blanco y negro. Otras salas más oscuras, muy oscuras..., otras más claras..., y con un único elemento en común, los proyectores y pantallas de televisión. Me paseo por todo el museo, pero todo eh, y siempre veo lo mismo mismo. Lo único que me gusta es una gran sala de proyección que hay justo enfrente de la entrada al museo, por su amplitud y por el pedazo de pantalla que tiene. También me gusta una exposición temporal de fotografía que hay en un ala del edificio.
Salgo muy decepcionado del museo y voy a dar un paseo por el parque, que tengo que reconocer que es muy bonito, igual que el edificio del museo. En resumen, me gusta el continente del museo, no el contenido, que me parece una ....., y me pregunto: ¿cómo puede ser este el museo más visitado de todo Portugal?..., que cateto soy.
LOS TAXIS DE PORTUGAL
Como en la zona del museo no hay metro y tampoco controlo la frecuencia de autobuses, voy a lo más fácil, me subo en un taxi para volver a la estación de metro. En el viaje, hablo con el taxista de lo típico; el tiempo que hace, del cambio climático, que ahora ya no hay veranos ni inviernos... Me atrevo a hacerle una pregunta que hace tiempo me ronda por la cabeza y que para mí, saber la respuesta es ya un asunto trascendental: ¿Por qué la mayoría de los taxis portugueses son de color negro y tienen el techo pintado de verde pistacho?. El taxista me responde que ya eran así cuando la dictadura de Salazar y que ahora, desde hace unos años, también se pintan de color beige claro..., pero no me aclara el porqué de esos colores. Por cierto, la carrera no me parece cara, solo me cobra cuatro euros y anduvimos un buen tramo.
Así es, hay dos tipos de taxis en portugal: los beiges, que es un color algo triste pero discreto; y los negro-pistacho, que me parecen terriblemente feos y horteras. Al final, sigo con mi pregunta transcendental sin resolver... ¿Sabes tú por qué los taxis portugueses son tan horteras?.
JARDINES DEL PALACIO DE CRISTAL
Cruzó toda la ciudad en metro hasta llegar a la última estación de la línea B, la roja. Me voy directamente a un centro comercial que hay al lado del estadio de fútbol, el Dolche Vita. Allí me tomo una sopa, que están riquísimas, un kebab, y de postre una macedonia de frutas, que está de rechupete. El Dolche es bonito, destaca su gran fuente central en forma de óvalo, le hago un par de fotos a la fuente pero un segurata me dice que está prohibido hacer fotos allí. Bueno, si no quiero hacer más fotos, ya tengo dos, jeje.
Enfrente está el estadio do dragao, donde juega el Oporto, es enorme. Vuelvo en metro hasta Trinidade, desde donde parten todas las líneas de metro. Desde allí tomo un autobús que me lleva al parque del Palacio de Cristal.
Este palacio es un edificio circular con una enorme cúpula de cristal que está situado dentro del parque y rodeado de jardines. En este palacio-pabellón se celebran conciertos y acontecimientos deportivos. Es, junto con el parque de la ciudad (cerca de Matosinhos), uno de los pulmones verdes de la ciudad. Tiene además de un lago, esculturas y unas vistas preciosas del río Duero y del puente de la Arrábida. Por sus senderos pasean pavos reales. Cerca del parque hay un museo romántico, al que no entré porque estaba cerrado, creo que por reformas.
SIN CARTERA Y YO CON ESTOS PELOS
Vuelvo a pie hasta el centro y subo de nuevo al metro para cruzar por última vez el puente Luis I. Al querer pagar un helado me doy cuenta de que no tengo la cartera. Busco y rebusco por todos los bolsillos, en la bolsa de la cámara... Me han robado o he perdido la cartera... Pregunto a un agente municipal de Vilanova de Gaia donde está la comisaria más próxima y me voy a poner una denuncia por si apareciera la dichosa cartera.
Nunca ví una comisaría tan destartalada como aquella. Eso sí, tengo que decir que el policía que levantó la denuncia fue muy amable. Pasado el disgusto hay que seguir con las vacaciones. Hoy no puedo cancelar las tarjetas porque es domingo. Para olvidarme de la cartera nos vamos en metro al centro comercial Norte Shopping, el más grande de la ciudad. Está abarrotado de gente, los portugueses tienen pasión por los centros comerciales... Cenamos en un brasileño, con el disgusto de la cartera, me paso cogiendo comida en el self service, me sale la cena para mí solo por 20 €, ains, por poco más me como una buena mariscada en Galicia.
Me despido de Oporto, una ciudad entrañable a la que siempre que puedo me hago una escapada. Mañana me voy para Braga, una ciudad de la que me esperaba más..., pero eso te lo cuento mañana. Aguriño Porto.
Como buen enamorado que soy de la ciudad de Oporto, no podía irme de la ciudad sin hacerle un modesto y pequeño video. Hay personas que detestan esta ciudad, a mi me enamoró...
La tarde moría después de un día abrasador.
Las calles de Oporto nos habían quemado y extenuado.
Nos habíamos asomado a los puentes de hierro que cruzan el Duero,
y desde allí envidiado al grupo de niños que, más abajo, se lanzaban al agua.
Habíamos paseado sus orillas, hermosas, tranquilas, y saboreado sus vinos verdes,
olorosos y reconfortantes. Gozado de las sombras de sus árboles
como de un frescor bendito e inesperado.
Agotado nuestras fuerzas en un intento de apoderarnos de una ciudad
que nos ofrecía sus encantos.
Y ahora estábamos allí, frente al océano, junto al río,
contemplando emocionados su abrazo.
El río llegaba, ancho, caudaloso, exhausto,
agotado por todas las bellezas que sus orillas habían bañado,
y se entregaba enamorado, lleno de amor y deseo en brazos del amado.
El mar salía a su encuentro, lo lamía y lo besaba.
Llegaba con su lengua blanca de olas a lo más hondo de su ser.
Y el río se dejaba, suspiraba,
con dulces lamentos que el océano ahogaba.
No pudimos resistir el encuentro y nos adentramos en el agua…
¿Recuerdas mi niña?…El placer de su frío, mientras el sol,
rojo, anaranjado, se ahogaba.
Fue como el participar del orgasmo que río y mar disfrutaban…
Puedo cerrar los ojos y volver a vivirlo todo:
la belleza sin igual del ocaso, el dolor lacerante, aunque placentero del agua,
la serenidad de la playa sólo rota por las barcas que pasan,
el escurrirse de la arena entre tus manos y las mías…
la nostalgía de saber que se acababa…
Las calles de Oporto nos habían quemado y extenuado.
Nos habíamos asomado a los puentes de hierro que cruzan el Duero,
y desde allí envidiado al grupo de niños que, más abajo, se lanzaban al agua.
Habíamos paseado sus orillas, hermosas, tranquilas, y saboreado sus vinos verdes,
olorosos y reconfortantes. Gozado de las sombras de sus árboles
como de un frescor bendito e inesperado.
Agotado nuestras fuerzas en un intento de apoderarnos de una ciudad
que nos ofrecía sus encantos.
Y ahora estábamos allí, frente al océano, junto al río,
contemplando emocionados su abrazo.
El río llegaba, ancho, caudaloso, exhausto,
agotado por todas las bellezas que sus orillas habían bañado,
y se entregaba enamorado, lleno de amor y deseo en brazos del amado.
El mar salía a su encuentro, lo lamía y lo besaba.
Llegaba con su lengua blanca de olas a lo más hondo de su ser.
Y el río se dejaba, suspiraba,
con dulces lamentos que el océano ahogaba.
No pudimos resistir el encuentro y nos adentramos en el agua…
¿Recuerdas mi niña?…El placer de su frío, mientras el sol,
rojo, anaranjado, se ahogaba.
Fue como el participar del orgasmo que río y mar disfrutaban…
Puedo cerrar los ojos y volver a vivirlo todo:
la belleza sin igual del ocaso, el dolor lacerante, aunque placentero del agua,
la serenidad de la playa sólo rota por las barcas que pasan,
el escurrirse de la arena entre tus manos y las mías…
la nostalgía de saber que se acababa…
”La cabeza perdida de Damasceno Monteiro”
Antonio Tabucchi
Antonio Tabucchi