Le había dado muchas vueltas al momento de acometer la marcha más complicada de las que pensábamos hacer en Madeira. Todas las opiniones coinciden en que la vereda del Pico Areeiro al Pico Ruivo es muy dura y deja las piernas molidas, por lo que se suele aconsejar dejarla para el último día. Sin embargo, esto puede salir mal porque se necesita una climatología medianamente potable tanto por la propia seguridad como por tener las mejores vistas posibles, sin que las nubes o la niebla chafen la jornada. No se puede pedir un día completamente despejado y, quizás, tampoco sea la mejor opción, pero sí al menos poder disfrutar un poco de los espectaculares paisajes. No quisimos arriesgarnos y decidimos probar ya, iríamos a ver el panorama y si no nos convencía, volveríamos a intentarlo en días posteriores.
Sabíamos la existencia de la llamada “carretera fantasma”, que no figura en ningún mapa pero que está abierta desde finales de 2012 y une Eira do Serrado con el Pico Areeiro, lo que permite combinar ambas visitas ahorrando bastantes kilómetros y tiempo. Pero primero fuimos al MIRADOR DEL PICO DOS BARCELOS, ya que coge de paso (zona de Santo Antonio, saliendo de Funchal), al tomar la carretera ER-107 hacia Curral das Freiras.
Este mirador proporciona unas vistas impresionantes de Funchal y sus alrededores, y las nubes bajas que cubrían algunos de los picos no hacían sino incrementar su atractivo.
Retomamos el camino y como nos había pasado anteriormente, al coronar los picos que rodean Funchal, las nubes se quedaron allí colgadas y el sol lucía espléndido. La carretera que sube a EIRA DO SERRADO es empinadísima, como casi todas en Madeira, pero regala unos paisajes realmente bonitos. En un punto, según subíamos a la derecha, vimos el cruce con la “carretera fantasma”, así que era cierto: ¡existe! Tomamos nota para no pasarla de largo al bajar, lo cual resulta sencillo porque enseguida se llega a un mirador a la izquierda con sitio para parar.
Desde allí, queda ya muy poco hasta el amplio aparcamiento de Eira do Serrado, con hotel, restaurante, cafetería, tienda… Había bastante gente. En un par de minutos se llega caminando a uno de los miradores más impresionantes de Madeira: en el fondo del abismo, centenares de metros por debajo de nuestros pies, en un valle cerrado por altísimos picos aparece CURRAL DAS FREIRAS, pequeño pueblo recóndito, fundado por monjas clarisas en 1526 para esconderse de los piratas que desembarcaban en las costas de Madeira. El panorama es indescriptible, con la pequeña población asentada en el fondo del cráter de un antiguo volcán, sobre todo teniendo en cuenta el día tan claro de que disfrutábamos.
No hay que perdérselo. Se puede bajar al pueblo por un túnel y una estrecha carretera, pero no lo hicimos porque no nos sobraba el tiempo; además, todos los comentarios coinciden en que lo realmente excepcional es la vista desde lo alto.
Tras deleitarnos un rato con semejante panorama, retrocedimos hasta la nueva carretera que va al Pico Areeiro. Mucha atención porque, como ya habían advertido varios foreros, tiene horario limitado, creo recordar que en verano de 09:00 a 19:00 horas.. La carreterita, naturalmente, tiene su miga y una pendiente muy, muy considerable, como no podía ser de otro modo; para compensar, apenas circula nadie por ella, creo que la gente no la conoce. Es una opción estupenda para hacer de una vez Eira do Serrado y el Pico Areeiro y, aunque están un tanto pelados, los paisajes son igualmente espléndidos.
Después de lo que dicen que son 16 Km. por esa carretera, llegamos al cruce con la ruta tradicional y de ahí al aparcamiento del Pico Areeiro hay apenas unos centenares de metros. El tiempo acompañaba: en algunas zonas había bolsas de nubes, pero en otras el sol lucía inmaculado. Decidimos hacer la caminata. Eran las 12:00, un poco tarde quizás para empezar, pero quedaban por delante muchas horas de luz, suficiente para completar la ruta sin problemas.
VEREDA PICO AREEIRO A PICO RUIVO.
Este recorrido transcurre entre los tres picos más altos de Madeira: Areeiro (1.818 m.), das Torres (1.851 m.) y Ruivo (1.862).
La distancia no parece excesiva (entre 12 y 15 Km ida y vuelta según el camino escogido), pero la duración que marca el cartel de la ruta me parece muy optimista (5 horas), quizás está referido a antes de hundirse el último túnel o si se hace por la ruta corta, no sé. Pienso que es mejor calcular de más que de menos en este recorrido, unas 7 horas como poco, teniendo en cuenta las paradas para hacer fotos, descansar y comer algo. Mejor tomárselo con calma para no agotarse
.Quien no quiera o no pueda darse esta paliza, tiene unas vistas impresionantes desde el mismo observatorio, y más aún si se decide a caminar un corto trecho por el sendero empedrado que va hasta el mirador del Pico Areeiro, si las nubes lo permiten. Al fin, veía en persona uno de los paisajes que más me habían seducido de aquel reportaje de Madeira con una diferencia: hacia la zona occidental las vistas eran nítidas, los colores brillantes espléndidos, mientras que la zona oriental estaba inundada de nubes, que se deshacían en las alturas como si fueran los vapores de un volcán. El contraste, realmente impresionante.
Empezamos a caminar con muchas ganas. Pronto aparecieron los temidos tramos de escaleras, principalmente de bajada y no pude por menos que pensar “madre mía, y todo esto hay que subirlo a la vuelta”; pero lo que te rodea es tan espectacular, incluidas las zonas con nubes y niebla, que no permites que nada te estropee el momento.
En una hora, más o menos, llegamos al Túnel del Pico del Gato, hay que llevar linterna para pasarlo. Poco después, nos encontramos con la bifurcación: a la izquierda, la ruta corta por túneles: 3,2 Km; a la derecha, la ruta larga y más dura, 3,8 Km, rodeando el Pico das Torres. Como queríamos ir por una y volver por otra, escogimos la ruta larga para ir, pensando que mejor dejar la corta para la vuelta cuando estaríamos más cansados ya que además tendríamos que subir todos los escalones que acabábamos de bajar. La zona occidental del pico das Torres estaba cubierta de nubes, pero no era una de esas nieblas espesas que no dejan ver nada, era como si caminásemos entre nebulosas, que aquí y allá permitían vislumbrar los perfiles de las montañas e, incluso, en ocasiones se podía ver el atisbo de la costa muy al fondo, con un reflejo de aguas turquesas y cielo azul. Y, por todas partes, las plantas y las flores, los insólitos colores de Madeira. Al principio, el camino fue más bien llano, poco a poco empezó a ascender entre vueltas y revueltas, colgado de la montaña, con grandes abismos, si bien no resulta peligroso porque está casi por completo asegurado con postes y cable de acero.
Se hizo larga la ascensión hasta cambiar de vertiente; empezamos a bajar y el sol apareció, iluminando de modo espectacular las montañas; y eso estaba bien y mal, bien por las vistas, mal porque el sol pegaba fuerte y se notaba más el calor.
La descripción del recorrido que llevábamos impresa decía que estábamos a punto de alcanzar al cruce con la ruta corta y que, entonces, deberíamos tomar el camino de la derecha para, tras cruzar un corto túnel, llegar a la subida que va el refugio del Pico Ruivo, desde donde afrontar la subida final. Nos quedamos desconcertados al ver que el camino de la derecha estaba cortado, al fondo veíamos el túnel pero estaba prohibido pasar. No había otra opción que cruzar un túnel a la izquierda que nos llevó a un sendero con tres direcciones, dos hacia el Pico Areeiro: la que habíamos traído y la ruta corta; y una hacia el Pico Ruivo, aparentemente la alternativa al túnel cerrado.
La verdad es que el inicio no podía ser más descorazonador, una bajada por un camino empinado en el que se advierte en varios idiomas que se debe tener precaución porque puede ser resbaladizo. No voy a describir el itinerario (800 metros) paso a paso porque prefiero no recordarlo; en mi opinión es, con mucho, lo peor de todo el trayecto, sobre todo a la ida: escalones escavados en la roca tan altos que apenas te llegan las piernas (las mías por lo menos), juegos de escaleras metálicas atornilladas a las rocas que acaban con las fuerzas de cualquiera y el sol poniendo la puntilla a unos 40 minutos agotadores. Eso sí, el paisaje para enmarcar… cuando quedaban ganas de contemplarlo.
Al fin, pasamos al otro lado y tras un corto descenso vimos la otra cara del túnel cortado; a causa de un desprendimiento, el camino ya casi no existe. Y la ruta alternativa endurece ciertamente el recorrido.
Empezamos a subir por una ladera con un paisaje sobrecogedor: caminábamos entre nubes sueltas, que se adherían a las siluetas fantasmagóricas de los esqueletos de los árboles calcinados en el incendio de 2010. Sin embargo, la luz del sol al filtrarse perfilaba a lo lejos la zona costera, al tiempo que la vegetación que cubre de verde la tierra y las flores de colores intensos ponían un insólito contrapunto al descarnado paisaje.
Llegamos al cruce con el sendero que viene de Axada do Teixeira, que es mucho más corto y asequible, pues se recorre en unas dos horas y media y lleva también a la cima del Pico Ruivo, con bonitos paisajes de la costa norte, coronados por la niebla.
En el refugio, descansamos un rato y tomamos un refresco. Al fin, emprendimos la subida definitiva, un camino corto pero muy pendiente, con escalones, que se hace duro después de lo que llevábamos ya encima.
Aquí queda ya el refugio muy por debajo de nuestros pies:
Casi corrimos porque las nubes parecían empeñadas en disputar una carrera con nosotros a ver quién llegaba antes a la cima. Sin embargo, nunca hay que desesperar, las nubes vienen y van, se ponen y se quitan, de modo que los paisajes se abren y se cierran ofreciendo versiones diferentes.
El pico Ruivo (1.861 metros) tiene como dos cimas unidas por unas escaleras; no había nadie arriba, comimos solos nuestros bocatas entre los dos hitos del punto geodésico. Al poco llegaron tres personas, luego, dos más. Se fueron enseguida. No volvimos a ver a nadie ya hasta las inmediaciones del aparcamiento del Pico Areeiro. En el camino de ida, había bastante gente; sin embargo, en el de regreso no nos cruzamos con nadie, estábamos cerrando ese día la vereda de los tres picos, lo que resultó una experiencia bastante especial.
Aquí tenemos, enmarcado por el túnel, la silueta del pico Ruivo:
La vuelta fue mucho más rápida que la ida, sobre todo hasta alcanzar la bifurcación. Lo peor era el sol que pegaba con fuerza, pero al ser bajada todo era más llevadero. En el cruce, tomamos el camino corto, con varios túneles. No hay comparación: apenas existe desnivel, aunque buscábamos con ansia alcanzar el cobijo de los túneles para protegernos del sol. Después de pasar el túnel del Gato empezó lo peor: la subida de los escalones que habíamos bajado al principio, son centenares, no sé cuántos. Se veía en la distancia la bola del observatorio, parecía cercana, pero no terminábamos de llegar nunca. Resultaba agotador, menos mal que el paisaje seguía siendo sorprendente, con las nubes jugando a nuestra izquierda, ofreciendo la excusa perfecta para parar a hacer fotos y, de paso, descansar.
A las ocho alcanzamos el aparcamiento (más de siete horas de marcha). Nuestro coche estaba completamente solo. Al bajar vimos la “carretera fantasma” ya cerrada. No nos importó, teníamos previsto volver a Funchal por la otra, para conocer ambas rutas. El descenso fue rápido. Aparcamos el coche junto al hotel y fuimos a cenar a uno de los restaurantes de la zona. Tomamos unas espetadas de vaca con toda su guarnición mientras veíamos a España perder su partido del Mundial de fútbol contra Chile. En fin, no todo podía ser perfecto aquel día.