Nuestro vuelo no salía hasta las 8 de la tarde, con lo cual teníamos todo el día por delante. Pronosticaban lluvia y decidimos recorrer en coche la parte oeste de la isla. Al igual que el día anterior, tomamos la VE4 que va de Ribeira Brava a São Vicente, pero esta vez fuimos por los túneles en lugar de subir al Alto da Encumeada. Nada más tomar la carretera de la costa hacia el oeste nos encontramos un impresionante salto de agua. Así, sin más, sin señalizar y sin sitio donde parar a verlo. Nosotros paramos en un restaurante cercano y nos acercamos como pudimos, acabando un poco mojados. Era impresionante ver como toda esa agua salía de la pared de roca.
Esta carretera tiene muchos túneles, ya que la carretera antigua, la que va por el acantilado, está cerrada por peligro de desprendimientos. Pero entre túnel y túnel hay desvíos a los miradores principales. El más “importante” es uno que hay antes de llegar a Seixal, para ver un salto de agua conocido como “el velo de la novia”. Tiene la particularidad de que sale de la pared y cae directamente al mar. Es una vista muy bonita, no solo por la cascada, sino también por los acantilados. Y eso que esas horas ya estaba lloviendo y no había una vista despejada del paisaje.
En el mismo mirador vimos una serie de saltos de agua cayendo de la pared, conté al menos 5, lo que te da una idea de la cantidad de agua que hay en el norte de la isla.
Seguimos adelante, y de repente vimos otros dos saltos de agua, de estos sin señalizar. Paramos el coche en el acceso cerrado de la carretera antigua y caminamos un poco hasta donde estaban las cascadas. Cuando se podía circular por aquí tenía que ser impresionante encontrarte con estos saltos de agua a un metro escaso del coche.
Paramos en Porto Moniz, para dar una vuelta por el pueblo y ver las piscinas. Toda la zona cercana a las piscinas es zona azul, menos el puerto, donde dejamos el coche. Solo había que subir una cuesta, pero total, una más en Madeira no nos iba a asustar! Las piscinas están muy bien, e incluso había gente bañándose, a pesar de la lluvia y el viento. Dimos una vuelta por el paseo marítimo, viendo como venían las enormes olas y chocaban contra los agujeros en las rocas.
Seguimos la carretera hacia el sur, con la idea de recorrer todo el oeste de la isla. Pero el caso es que a partir de aquí la carretera no merece mucho la pena, en comparación con los maravillosos paisajes que encontramos en otras carreteras de Madeira. La vegetación no es bonita, y apenas hay vistas sobre el mar.
Paramos en Achada do Mar, donde hay un mirador y un teleférico, hasta el que se llega bajando una empinada carretera. Pero por causa del mal tiempo el teleférico estaba cerrado, y las vistas eran escasas.
La siguiente parada fue en Ponta de Pargo, el extremo más occidental de la isla, donde hay un faro y un mirador. Tampoco se veía mucho, pero al menos el mal tiempo nos recompensó con un impresionante doble arcoíris sobre el mar. Lástima que con la lluvia y el viento no pudimos disfrutarlo mucho ni hacerle buenas fotos.
Comimos unos bocadillos en el restaurante que hay junto el faro, nada recomendable, la verdad. Pero era tarde y no sabíamos si después íbamos a encontrar sitios para comer. Después atravesamos el pueblo y vimos otros sitios, probablemente mejores.
Desde allí ya buscamos la vía rápida y según nos acercamos al sur el tiempo fue mejorando. Paramos en Ribeira Brava, donde lucía un sol espectacular. Los contrastes climatológicos son bastante acusados en diferentes zonas de la isla. Aparcamos en el paseo marítimo en zona azul (75 céntimos/hora) y fuimos a visitar la iglesia, pequeña ero muy bonita. Después nos sentamos a tomar un café con dulces, muy buenos y baratos. De Ribeira Brava me llamó la atención que había bastante gente local, y no solo turistas, como habíamos visto en otros pueblos de Madeira.
Dimos un paseo junto al mar, y con el calor que hacía daban ganas de bañarse, pero ya no podía ser. Mira que nos habíamos llevado bañadores y toallas, pero no encontramos la ocasión de utilizarlos.
Desde allí nos fuimos al aeropuerto, previo paso por una gasolinera para dejar el depósito medio lleno, tal y como lo recogimos.
Y con esto acababa nuestra semana en Madeira, una isla maravillosa que hemos disfrutado mucho. ¡Hasta el próximo viaje!