Último día en Lagos ✏️ Travel Journeys of Portugal

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Hoy toca relatar el último día que pasé en Lagos. La verdad que se hizo corto y no pude disfrutar de todo con la tranquilidad que me hubiese gustado, pero bueno, así tengo motivos para volver!.

Este fue un día tranquilo. Pasamos gran parte en la playa de camilo, que reproduciendo las palabras del guía de la excursión por las grutas, es "La Praia mais bonita do mundo". La verdad es que es preciosa. Hay que bajar 200 escalones para llegar a ella pero son recompensados cuando llegas abajo.

Paseando puedes entrar en cuevas y acceder por huecos en las rocas a otras playitas más pequeñas, además de haber otras rocas en el mar que conforman un paisaje espectacular. Es recomendable llevarse unas escarpinas o similar, ya que hay rocas en algunas zonas, y merece la pena pasar sobre ellas para llegar a ciertos rincones. Llevábamos el equipo de snorkel, y a pesar de que el agua estaba muy fría, nos animamos a inspeccionar. La verdad que el fondo era espectacular, ya no por los tipos de peces, sino por la cantidad de ellos que había.
Se trata de una playa pequeñita y estábamos un poco apretados, no quedaba ni un centímetro libre de arena, pero a pesar de ello se respiraba un ambiente tranquilo, sin mucho alboroto.

Llevábamos comida del súper, y nos quedamos allí hasta la tarde. A la vuelta, tras la subida de los 200 escalones, decidimos tomarnos un respiro tomándonos un café en el chiringuito que hay arriba. De nuevo precios muy económicos.
Tras esto, nos dirigimos a Ponta da Piedade. La verdad que antes de ir al viaje, tenía cierto lío con el cabo de san vicente y Ponta da piedade, ya que pensaba que era el mismo lugar, pero no.

Ponta da piedade está en Lagos y son unos acantilados con unas escaleras que puedes bajar hasta el nivel del mar. El cabo de San Vicente está en Sagres, a unos 30 Km de Lagos, y es donde se ve la magnífica puesta de sol. Mi pregunta era.. por qué no se puede ver la puesta de sol desde Ponta da piedade?, pues lo entendí al llegar, ya que en este lugar el sol se pone justo por el lado opuesto al mar.

Dimos una vuelta por la zona, bajamos las escaleras y disfrutamos del paisaje, y tras esto pusimos rumbo al hotel. Descansamos un rato, nos dimos una ducha y nos fuimos al centro. Justo antes de pasar el arco hay un mini golf y nos apetecía probarlo.
Las instalaciones están muy bien cuidadas, es bastante grande (18 hoyos), y a pesar de que nunca había jugado, me gustó mucho, y oye, no se me daba mal!. Tenía una ranitas que cuando pasabas por delante soltaban un chorrito de agua, y era divertido esquivarlo mientras jugabas (o activar el sensor con el palo de golf cuando pasaba por delante mi chico, jiji).

Al terminar nos dirigimos al centro para cenar. Teníamos pensado hacerlo en un bar por el que habíamos pasado varias veces (Nah nah bar). Era un lugar al aire libre con muchas plantas alrededor y siempre que pasábamos desprendía muy buen olor a barbacoa. Además algo gracioso es que justo en la puerta hay una especie de peana, y siempre había un gato allí tumbado, no se movía de allí! jeje, los clientes entraban y salían y le hacían alguna que otra carantoña, y el súper agusto allí dejándose querer. El problema de este sitio es que la cocina cierra a las 10, algo extraño, y llegamos a las 10 menos algo y como había algunas mesas esperando, nos tuvimos que marchar.
Finalmente acabamos en una hamburguesería, no recuerdo el nombre pero estaba en la calle 25 de abril. Por 7 euros y poco te ponen una hamburguesa, sin pan, y con dos guarniciones. La hamburguesa era excelente, de buena calidad, bien elaborada, y las salsas riquísimas. Recomiendo la de salsa de queso.

Ese día estaba un poco tocada de la garganta, seguramente debido al fresquete del día anterior en el Cabo de San Vicente, así que cambiamos la copichuela por un té y un pastel de nata en la plaza Gil Eanes. El Pastel de nata es un hojaldre con la forma de un volavent relleno de algo si no igual, similar a lo que aquí llamamos crema (no es nata). No se si lo sirven así o es que estaba recién hecho, pero estaba calentito y delicioso. Es bastante típico allí. Recomiendo probarlo!

Camino al hotel, nos entretuvimos un rato con una artista callejera, disfrazada de verde y con hojas de planta por encima, de forma que al quedarse quieta parecía un seto. Se dedicaba a moverse cuando pasaban turistas despistados por la zona y darles un sobresalto. Era muy gracioso y todos acababan riéndose y dejándole alguna propina. Tanto que la chica tuvo que cambiarse de lugar, porque arremolinó a tanta gente alrededor, que era imposible pasar desapercibida.
Tras esto, nos despedimos de Lagos, ya que al día siguiente nos cambiábamos al hotel de Albufeira.

Nos vemos en la próxima etapa!

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