*** Imagen borrada de Tinypic ***
Empezamos el día temprano, más temprano aún si consideramos que no habíamos cambiado los relojes (en Portugal es una hora menos), con lo cual después del preceptivo saludo al perro Pirata, a la gallina de cuello desplumado y a los caballos, fuimos tranquilamente hasta Sintra y llegamos tan pronto que pudimos aparcar en la misma puerta de la Quinta da Regaleira. Para que os hagáis una idea con el polémico tema del aparcamiento en Sintra, llegamos sobre las nueve (hora local) y no tuvimos ningún problema, aunque sí es verdad que a las diez apenas había sitio.
Desde luego merece la pena madrugar, nos permitimos darnos un paseo en solitario rodeando la Quinta, por callejones de altas tapias que guardan jardines de hermosos palacetes entrevistos entre rejas y a través de mil detalles: unas hermosas lámparas orientales colgadas de los árboles de un jardín, un balcón en el que parecían asomarse las esculturas clásicas de la fachada, el olor a vegetación y humedad, el frescor, el silencio entre sonidos que venían de más lejos. Rodeando la enorme Quinta, llegamos hasta el Palacio de Seteais (convertido en hotel de lujo) más por los recuerdos que nos traían que por el lugar en sí, aunque su “Puerta al Cielo” bien podría ser una metáfora de lo que es Sintra..
Desde luego merece la pena madrugar, nos permitimos darnos un paseo en solitario rodeando la Quinta, por callejones de altas tapias que guardan jardines de hermosos palacetes entrevistos entre rejas y a través de mil detalles: unas hermosas lámparas orientales colgadas de los árboles de un jardín, un balcón en el que parecían asomarse las esculturas clásicas de la fachada, el olor a vegetación y humedad, el frescor, el silencio entre sonidos que venían de más lejos. Rodeando la enorme Quinta, llegamos hasta el Palacio de Seteais (convertido en hotel de lujo) más por los recuerdos que nos traían que por el lugar en sí, aunque su “Puerta al Cielo” bien podría ser una metáfora de lo que es Sintra..
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Fue un acierto escoger esta quinta en primer lugar, con los niños descansados y dispuestos a todo porque hay mucho que recorrer. A ver, os paso primero la información práctica: la quinta abre todos los días en horario de 10:00 a 20:00 durante el verano (cierre de taquillas a las 19:00), y organizan visitas guiadas a determinadas horas. La entrada cuesta 6 €, con ella dan un mapa estupendo con todo el recorrido muy bien señalado lo que facilita mucho la visita y la comprensión de lo que se ve. Tienen también audioguías que supongo que deben ser muy interesantes porque esta quinta tiene mucho transfondo, pero con los niños no nos pareció la mejor opción y no la cogimos.
La Quinta, tal como la conocemos hoy, fue diseñada por un escenógrafo de ópera, con eso os lo digo todo, y es obra de las ensoñaciones esotéricas de un rico indiano culto y místico, entre el siglo XIX y el XX. Todo el recorrido es una completa referencia a la religión, la mitología y el viaje desde mundo de las sombras (representado por largos recorridos en paralelo bajo túneles subterráneos) hacia la luz, a través de los preciosos pozos. Es tan fantástico que os paso el enlace del blog con el que terminé de decidirme a visitarla: skyzosenlared.blogspot.com/ ...vodka.html, lo cuenta tan bien que hay que leerlo..
La Quinta, tal como la conocemos hoy, fue diseñada por un escenógrafo de ópera, con eso os lo digo todo, y es obra de las ensoñaciones esotéricas de un rico indiano culto y místico, entre el siglo XIX y el XX. Todo el recorrido es una completa referencia a la religión, la mitología y el viaje desde mundo de las sombras (representado por largos recorridos en paralelo bajo túneles subterráneos) hacia la luz, a través de los preciosos pozos. Es tan fantástico que os paso el enlace del blog con el que terminé de decidirme a visitarla: skyzosenlared.blogspot.com/ ...vodka.html, lo cuenta tan bien que hay que leerlo..
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¿Cómo digieren los niños tanto misticismo? de maravilla. Para empezar, el plano que dan marca el mejor camino siguiendo el alfabeto: A B C… así que les hacía una ilusión tremenda encontrar las letras en el suelo e ir siguiendo el mapa. Todo está lleno de pequeñas esculturas de caracoles, tortugas… sobre las que llamar su atención, y los recorridos por los túneles subterráneos (NO OLVIDÉIS LLEVAR UNA LINTERNA, realmente no se ve nada) son divertidísimos para ellos, continuamente hay torreones salpicados a los que subir por pequeñas escaleras en plan princesa prisionera y el pozo iniciático con su larga escalera de caracol. Hay un pequeño lago con toda una superficie verde que se pasaba por un caminito de piedras que les gustó mucho (¡mami mira un suelo verde! ¡plaf!) ...
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El interior del palacio es una especie de centro de interpretación del lugar, aunque aún conservan pinturas, relieves… que hacen pensar en lo que fue.
La quinta tiene, en uno de los laterales del jardín, un bar con terraza, es caro y no ofrecen nada especial, pero para tomar un café haciendo un descansito del paseo, está genial.
Salimos a la hora de comer y ya se notaba el ambiente abarrotado de gente desde la misma puerta de la mística quinta.
Fuimos bordeando el río, con unas vistas preciosas de toda la ciudad de Sintra, con sus casas de colores, el Palacio Nacional, con sus inconfundibles chimeneas, y una colección de escultura al aire libre (que se mantendrá hasta principios del verano) bastante interesante. .
La quinta tiene, en uno de los laterales del jardín, un bar con terraza, es caro y no ofrecen nada especial, pero para tomar un café haciendo un descansito del paseo, está genial.
Salimos a la hora de comer y ya se notaba el ambiente abarrotado de gente desde la misma puerta de la mística quinta.
Fuimos bordeando el río, con unas vistas preciosas de toda la ciudad de Sintra, con sus casas de colores, el Palacio Nacional, con sus inconfundibles chimeneas, y una colección de escultura al aire libre (que se mantendrá hasta principios del verano) bastante interesante. .
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Dimos un paseo por la parte más céntrica. No se cabía. Se veían restaurantes con un aire algo más exclusivo un poco alejados del centro, y luego montones de bares con menús a buenos precios, pero lleníííísimos, con las mesas pegadas unas con otras, que agobio. Con niños impensable. Pero, para los que seáis amantes de los pic-nic como nosotros, encontramos en ese camino que bordeaba el río un lugar genial. El Paseo de los Castaños. Cruzando la carretera, se ve un sombreado lugar con mesas habilitadas para la comida, servicios, y un pequeño bar donde pedir la bebida, estupendo. Fue una comida de lo más agradable. La gente que estaba allí era toda portuguesa (preferían el pic-nic a los bares abarrotados, buena señal esa ¿no?) e iba preparadísimas, con manteles, neveras… Es fácil de encontrar, entre el Ayuntamiento y el Parque da Libertade. Realmente un descanso.
Seguimos andando un rato más porque por aquella parte tienes unas fotos de la ciudad de postal, y entramos un rato en el Parque da Libertade, que coge toda una colina para que los niños jugaran entre enormes figuras de papel maché de animales de una exposición para niños que había allí. Proseguimos luego con idea de entrar en el Museo del Juguete, pero lo encontramos cerrado por ser día festivo (cierra lunes y festivo), nos dio pena, pero de todos modos los niños se lo pasaron de lo lindo en un pequeño parque de columpios que hay al lado.
Volvimos al coche y salimos de Sintra en dirección al Palacio de Monserrate. Una paradita para la información práctica: abre todos los días de 9:30 a 19:00. Hay una fantástica entrada de los cuatro parques (Monserrate, Mouros, Pena y el Monasterio de los Capuchos) que, incluso aunque no se visiten las cuatro cosas trae cuenta adquirir, cuesta 16 € por adulto, se puede adquirir a la entrada de cualquiera de los cuatro parques sin problemas. Han unificado también los horarios de acceso a cada uno de estos cuatro sitios: de 9:30 a 20:00 en verano (cierre de taquillas a las 19:00). En la entrada de Monserrate hay un aparcamiento (llegamos sobre las cuatro y aparcamos sin problemas), con una zona de merenderos arriba, también muy sombreada.
En Monserrate también dan un mapa con recorrido y es conveniente seguirlo porque te va dejando ver cada zona en su justo momento. El parque es muy diferente al que habíamos visitado por la mañana. Resulta muy alegre, las camelias y otras flores ponen notas de color por todo el recorrido, las fuentes y cascadas canturrean, y, siguiendo el recorrido, se ve el palacio desde una perspectiva fantástica en lo alto de una enorme loma enteramente verde, salpicada de enormes árboles exóticos, la cuesta era tan empinada que si te tirabas hacia atrás caías sobre la hierba casi sin notarlo. El momento pasado allí, tendida al sol en la hierba, a mis espaldas un loco palacete arabesco como sólo puede haberlos en Sintra y enfrente millones de matices de verde de los distintos árboles. El único pero era el miedo a que uno de los niños se nos fuera rodando ladera abajo, aunque la verdad es que daban ganas de hacerlo..
Seguimos andando un rato más porque por aquella parte tienes unas fotos de la ciudad de postal, y entramos un rato en el Parque da Libertade, que coge toda una colina para que los niños jugaran entre enormes figuras de papel maché de animales de una exposición para niños que había allí. Proseguimos luego con idea de entrar en el Museo del Juguete, pero lo encontramos cerrado por ser día festivo (cierra lunes y festivo), nos dio pena, pero de todos modos los niños se lo pasaron de lo lindo en un pequeño parque de columpios que hay al lado.
Volvimos al coche y salimos de Sintra en dirección al Palacio de Monserrate. Una paradita para la información práctica: abre todos los días de 9:30 a 19:00. Hay una fantástica entrada de los cuatro parques (Monserrate, Mouros, Pena y el Monasterio de los Capuchos) que, incluso aunque no se visiten las cuatro cosas trae cuenta adquirir, cuesta 16 € por adulto, se puede adquirir a la entrada de cualquiera de los cuatro parques sin problemas. Han unificado también los horarios de acceso a cada uno de estos cuatro sitios: de 9:30 a 20:00 en verano (cierre de taquillas a las 19:00). En la entrada de Monserrate hay un aparcamiento (llegamos sobre las cuatro y aparcamos sin problemas), con una zona de merenderos arriba, también muy sombreada.
En Monserrate también dan un mapa con recorrido y es conveniente seguirlo porque te va dejando ver cada zona en su justo momento. El parque es muy diferente al que habíamos visitado por la mañana. Resulta muy alegre, las camelias y otras flores ponen notas de color por todo el recorrido, las fuentes y cascadas canturrean, y, siguiendo el recorrido, se ve el palacio desde una perspectiva fantástica en lo alto de una enorme loma enteramente verde, salpicada de enormes árboles exóticos, la cuesta era tan empinada que si te tirabas hacia atrás caías sobre la hierba casi sin notarlo. El momento pasado allí, tendida al sol en la hierba, a mis espaldas un loco palacete arabesco como sólo puede haberlos en Sintra y enfrente millones de matices de verde de los distintos árboles. El único pero era el miedo a que uno de los niños se nos fuera rodando ladera abajo, aunque la verdad es que daban ganas de hacerlo..
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El final del recorrido era el palacio, está aún a medio restaurar, pero han terminado ya varias salas y también merece la pena ver las que están en restauración. Es una maravilla, unos juegos de luces entre los paneles de yeso con motivos árabes… Mi hija, con su casi recién estrenada letra, dejó su firma en el libro de visitas, lo que la hizo sentirse enormemente importante..
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Se recorre pronto Monserrate, así que al salir aún nos quedaba tiempo para otra visita más: el Monasterio de los Capuchos. Es un sitio que suele recibir pocas visitas, y sin embargo, a nosotros es un lugar que nos gusta porque se muestra lo quel quizás fue el origen de Sintra. Quiero decir, Sintra parece a simple vista que toma su encanto de sus bosques exóticos creados artificialmente y sus excéntricos palacetes, pero no, en este monasterio, mucho más salvaje, más original, se palpa que en esta comarca hay algo que llena y tranquiliza al tiempo que es capaz de sumergirte en leyendas y misterios. Sin esa esencia del espíritu de Sintra, que aquí es algo casi sólido, no existiría nada más o, en el caso de que alguien se hubiera empeñado en que así fuera, tendría ese aire ridículo de las cosas fuera de su sitio. Así, si en la Quinta de la Regaleira el misterio fue buscado, aquí se ofrece de manera natural. Por ello, desde que se entra por la disimulada doble escalera, y se pasa, haciendo el recorrido por el monasterio, hasta la zona más alta, desde la que incluso se ve el mar, y se sienta uno en la antiguas piedras y respira, hay algo que pone paz dentro.
Todo el párrafo anterior vale para los adultos, para los niños fue la cosa más graciosa del mundo andar por dentro del monasterio, metiéndose en todas y cada una de las angostas celdas de los monjes y sentándose en los escuetos bancos del refectorio. Las piedras del promontorio donde se respira paz a ellos le sirvieron de rampa para tirar los coches… De cualquier modo, estoy segura de que algo les queda dentro ¿o no?
Regresamos por la carretera de Azenhas, somos conscientes de que dábamos rodeos considerables, pero nos gustaba pasar por allí. Además, ¡sorpresa! En un cruce de carreteras (bueno en realidad de calles, con sus rótulos y todo allí en mitad del campo) había un mercadillo de frutas, verduras… Compramos un pan con chorizo para caerse de espaldas y la fruta daba ganas de comprarlas todas, nos decidimos por una lechuga que evidentemente estaba recién cogida del huerto de al lado, dulce, tierna… paraos si véis un mercadillo así, merece la pena.
Todo el párrafo anterior vale para los adultos, para los niños fue la cosa más graciosa del mundo andar por dentro del monasterio, metiéndose en todas y cada una de las angostas celdas de los monjes y sentándose en los escuetos bancos del refectorio. Las piedras del promontorio donde se respira paz a ellos le sirvieron de rampa para tirar los coches… De cualquier modo, estoy segura de que algo les queda dentro ¿o no?
Regresamos por la carretera de Azenhas, somos conscientes de que dábamos rodeos considerables, pero nos gustaba pasar por allí. Además, ¡sorpresa! En un cruce de carreteras (bueno en realidad de calles, con sus rótulos y todo allí en mitad del campo) había un mercadillo de frutas, verduras… Compramos un pan con chorizo para caerse de espaldas y la fruta daba ganas de comprarlas todas, nos decidimos por una lechuga que evidentemente estaba recién cogida del huerto de al lado, dulce, tierna… paraos si véis un mercadillo así, merece la pena.