21 de agosto
Bienvenidos al “Viejo Dominio”, como es conocido este estado, el 10º en los USA (por orden de aceptación e inclusión). Vamos avanzando kilómetros (bueno, millas), entre plantaciones de tabaco y demás hasta llegar al pueblo de Luray, donde dormiremos un par de noches. Ciudad situada muy cerca de una de las entradas del parque nacional de Shenandoah y famosa por sus cuevas, a las que nos dirigimos antes de ir al motel, a ver si tenemos tiempo de visitarlas hoy. Parece que estamos de suerte, pues son poco más de las 18 y el último tour es a las 19, así que visita rápida al baño, y compramos las entradas (81$ los 3) para el tour guiado por estas cuevas, descubiertas en 1878. El recorrido en el interior es de unos 2,5 kilómetros y se tarda más o menos una hora. La temperatura en el interior de la cueva se mantiene siempre entre 10 y 15ºC, y el desnivel total del recorrido es de unos 80 metros. Hay diferentes salas, e incluso un “Pozo de los deseos”, lleno de monedas.
Con la entrada a las cuevas, se obtiene acceso también a una especie de museo/colección de automóviles antiguos. Como lo tenemos gratis, entramos a acabar de pasar el rato. Ahora sí, nos vamos a registrar al motel, situado en las afueras, de camino al parque y a dejar los trastos, para ir a cenar a cualquier sitio. De camino al pueblo, pasamos por unas naves industriales llenas de camiones con los logos de 2 marcas bastante famosas de vaqueros (no son Levi’s).
El lugar elegido es Uncle Buck’s. Bueno, elegido sería incorrecto: el único abierto. Comida normalilla pero bien de precio, y más si tenemos en cuenta que no nos quisieron cobrar el postre. 20$ por los 3!! Después de cenar, como el pueblo está totalmente desierto, volvemos al motel a dormir. Mañana nos espera Shenandoah.
Days Inn Shenandoah Motel: 131€ por dos noches, con desayuno (Booking)
300 Kms recorridos.
22 de agosto
Ya es nuestro séptimo día de viaje, una semana que ha pasado volando entre las dos grandes ciudades y la visita a la Pennsylvania rural. Hoy empieza la parte más “salvaje” de nuestra ruta, puesto que vamos a enlazar un par de parques nacionales, tramos del Appalachian Trail, la carretera escénica más visitada de USA…
Pero vamos por partes, como Jack el Destripador. Un desayuno de lo más mediocre nos espera en el comedor del Days Inn, cadena de moteles de lo más barato que hemos visto en USA, casi tan cutres como los Motel 6, pero aceptables para lo que queremos nosotros.
Ya desayunados, montamos en el coche y nos dirigimos a la entrada oeste del Parque Nacional de Shenandoah, en Thornton Gap (www.nps.gov/shen/index.htm). En la caseta de rangers de la entrada, nada de cola, esto empieza bien. Pagamos los 25$ de la entrada que nos permite pasar durante 7 días. No nos salía a cuenta comprar el pase de los parques nacionales ni de segunda mano, pues sólo vamos a entrar en este (que sea de pago).
Con la entrada, el mapa y las ganas, decidimos empezar por ir hacia el norte, hasta la entrada principal en Front Royal. Esta decisión se debe a que mañana tenemos que ir rumbo sur, una vez dejemos el parque, así no tenemos que ir y volver constantemente por los mismos sitios. Nada más perder de vista en el retrovisor la garita de entrada, Ester me dice que pare, que ha visto un oso. Efectivamente, no llevamos ni un minuto en el parque, con apenas 100 metros recorridos, y ya vemos nuestro primer oso negro, deambulando en solitario a pocos metros de la carretera. Por desgracia, se mueve en dirección opuesta a la que seguimos nosotros, así que en pocos minutos lo hemos perdido de vista. Buen comienzo, no?
El parque de Shenandoah es largo pero bastante estrecho. De hecho, la carretera que lo atraviesa de norte a sur, llamada Skyline Drive, tiene pocas intersecciones o desvíos. Discurre por la cima de la cordillera, con muchos miradores. En las zonas más anchas, se encuentran estaciones de rangers, visitor center…Y en algunas de ellas, se pueden hacer caminatas de menor o mayor duración y dificultad. Sinceramente, no es un parque que se caracterice mucho por sus trails. Eso sí, las vistas de los valles a ambos lados de la cordillera, y la exuberancia de la vegetación son brutales.
A pocos kilómetros de nuestro primer oso, nos detenemos en la estación de Elkwallow, situada aproximadamente en la milla 24 (empezando desde la entrada norte) de Skyline Drive. En varias páginas con información de este parque (y de la Blue Ridge Highway), se indican los puntos de interés (caminatas, cascadas, gasolineras, restaurantes…) mediante el marcador de millas correspondiente (normalmente contando de norte a sur). En Elkwallow aprovechamos para echar un vistazo a la tienda e ir al servicio. Compramos unas aguas y unas chocolatinas por si necesitamos víveres en caso de poder hacer alguna excursión (pues Ester está hecha un cromo, con un gripazo imponente). Al poco rato de reanudar la marcha, tenemos que parar otra vez: otro oso!! Y como antes, lo tenemos unos minutos para nosotros solos, ya que al aparcar en el arcén, inevitablemente, los coches que siguen (aunque no son muchos), se van parando para preguntar: “What is it?” (Qué pasa?). Evidentemente, la mayoría, al contestarles que hay un oso aquí al lado, se detienen de cualquier manera y se forma un pequeño lío en la carretera, con coches mal aparcados por todos lados y gente paseando por el asfalto, cámara en mano. Suerte que la conducción en general en USA es muy responsable y educada, y dentro de los parques nacionales, la gente ya está concienciada de reducir más la velocidad e ir con mucho cuidado con estas situaciones.
Bueno, en apenas hora y poco en Shenandoah, dos osos. Eso significa un total de dos osos más que el año pasado en 4 días y pico en Yellowstone…
Nuestra siguiente parada es en el Visitor Center de Dickey Ridge, a apenas 5 kilómetros de la entrada de Front Royal. Allí nos informamos de las excursiones más populares y asequibles, incluidas unas que queríamos hacer, pues forman parte del Appalachian Trail. Ester aprovecha para escuchar a una ranger que está dando una conferencia en el patio sobre los osos negros: qué comen, sus costumbres, cómo actuar si te encuentras con uno, a reconocer sus huellas, sus heces…
Con Ester bien informada, seguimos hasta Front Royal para ir a comer, pero en vez de sentarnos en algún local de cadenas, nos compramos unos bocatas y bebida en un Subway por 24$ (cuántas veces nos saca de apuros…) e iremos a hacer un picnic en alguna de las zonas habilitadas para ello en el parque. Empezamos a conducir hacia el sur por la Skyline Drive, parando de vez en cuando para respirar un poco de aire fresco y disfrutar de las vistas en los distintos miradores. Cuando el hambre aprieta, buscamos una zona de picnic para ir a comer. La primera que encontramos se llama Pinnacles, en la milla 36. Numerosos letreros avisan de la presencia de osos, y los rastros se dejan ver, pues hay un manzano con muchas manzanas mordisqueadas alrededor, uno de los platos favoritos de los osos negros. Comemos más o menos tranquilamente (está lleno de moscas), y mientras Ester y Ada echan unas partidas de cartas, yo me tumbo un rato dentro del coche a echar una cabezadita. Esto sí que es vida…
Al cabo de un rato, reanudamos la marcha más al sur, más o menos hasta la mitad del parque. En la milla 52, está la zona de aparcamiento de Dark Hollow Falls, y Ester se ve con fuerzas para intentar la caminata de apenas una milla y media ida y vuelta, por el mismo camino, todo el rato con desnivel (asequible totalmente).
El descenso es más o menos fácil, pero como no nos hemos puesto el calzado de montaña, vamos todos con chancletas y es más peligroso, puesto que el camino está un poco embarrado y lleno de raíces y rocas. Las cascadas no son nada del otro mundo, pero disfrutamos de un rato al borde del agua, remojándonos los pies y recuperando fuerzas para la subida, que será durilla, en especial para Ester, con el gripazo que lleva.
Sobrevivimos los 3 a la subida, y decidimos que ya está bien por hoy, nos conviene un poco de descanso, así que tras echar un ojo al Visitor Center de Big Meadows, a pocos metros de donde hemos hecho la excursión, volvemos al motel, al que llegamos a media tarde, con tiempo para que Ester se eche un rato y Ada y un servidor se peguen un chapuzón en la piscina del motel. Cuando empieza a oscurecer, nos vestimos y volvemos a Luray a cenar, esta vez un poco más temprano, para poder escoger local. El elegido es Gennaro’s, un italiano con terraza, en la que nos tomamos unos platazos de pasta y algo de ensalada por 40$. El pueblo está apenas a 5 minutos del motel, y una vez pagada la cuenta, volvemos para mirar un rato la tele y preparar la jornada de mañana.
206 Kms recorridos.
23 de agosto
El día de hoy empieza con otro desayuno del mismo tipo (la variedad no es una prioridad en estas cadenas). Cargamos las maletas en el coche y nos dirigimos al pueblo de Luray para hacer unas compras antes de emprender el recorrido por el parque. Nos metemos en un Shopper’s Value (versión pequeña y cutre de Walmart) para comprar el almuerzo y algo de champú y suavizante, pagando en total unos 30$.
Después de la compra, nos dirigimos, como ayer, a la entrada de Thornton Gap, pero esta vez tomamos dirección sur por la Skyland Drive. Nos detenemos en la zona de Skyland a echar un vistazo y, como soy muy fan de comprar camisetas, cae una del parque (21$). Esta zona ya la pasamos ayer, y no nos entretenemos mucho más por el camino hasta llegar a la zona de Big Meadows (donde ayer dimos la vuelta). Allí se encuentran varios senderos que recorrer, y el que tenemos como objetivo es el que lleva a Lewis Falls. Parte del sendero pertenece al Appalachian Trail, por lo que cumpliremos parte del propósito del viaje. El inicio del sendero se encuentra en la zona del “Amfiteatro”, situado al fondo del camping, con zona de picnic, por la que se ven ciervos pastando tranquilamente, seguramente a causa de que no hay casi gente en el parque.
Empezamos la caminata por la parte del sendero que no pertenece al Appalachian, pues el circuito es circular, y solamente el tramo del regreso se encuentra en el AT. Al poco rato, pasamos a escasos metros de un grupo de ciervos que comen sin importarles nuestra presencia. El sendero es bastante monótono y fácil en la mayor parte del recorrido, siempre en el camino entre enormes árboles y una vegetación que aún conserva todo su verdor a pesar de lo avanzado del verano. Hasta que llegamos al mirador de las cascadas, no hemos coincidido con nadie en todo el camino. En el mirador, una familia descansando y comiendo chocolatinas se despide de nosotros cuando llegamos. Por suerte, debo decir, pues el espacio disponible en el mirador no es muy grande. Pocos minutos después de nosotros, llega otra pareja, con la que compartimos el mirador un ratito. Las vistas de las cascadas no son muy buenas ni las cascadas en sí son espectaculares, pero el paseo está muy bien. Emprendemos el regreso sobre nuestros pasos durante unos cientos de metros hasta llegar a la bifurcación que nos permite recorrer el camino de vuelta sobre el AT. A punto de llegar al punto de partida, nos encontramos con un grupo de jóvenes de Costa Rica que se disponen a hacer la misma excursión y entablamos una breve conversación. Nos informan que alguien ha visto osos por la zona y hay que ir con cuidado. A buenas horas… Les deseamos buen viaje y seguimos hasta el coche para coger las provisiones y disponernos a comer en la zona de picnic que hay junto al aparcamiento. Amenaza lluvia, pero al final el tiempo nos respeta y nos deja acabar con la ensalada de patata que hemos comprado esta mañana.
Siguiendo aún más al sur, mientras admiramos tanto los paisajes como la vegetación, llegamos a la zona de Loft Mountain, en la que nos detenemos en el camping para comprar unos capuccinos y algún souvenir. Con ánimos renovados, nuestra siguiente parada es en la zona de Blackrock, en la que haremos una nueva caminata, incluida también en el AT. Según el plano que se encuentra en el aparcamiento de la milla 85, podemos enlazar el trail de Blackrock Summit con el de Blackrock Spur, así que nos lanzamos a ello. Una vez más envueltos en la densa vegetación, empezamos a caminar por el sendero que sube ligeramente. A medio camino, nos encontramos con una pareja mirando atentamente a un lado del camino, prácticamente junto a sus pies. Nos dicen que vayamos con cuidado, puesto que lo que observan es una serpiente de cascabel, descansando plácidamente entre las hojas húmedas. Está claro que hay que ir con mucho cuidado, una mordedura podría ser fatal. Al cabo de poco rato, llegamos a la cima y nos encontramos rodeados de piedras por todos lados, formando la ladera de la colina.
El camino pasa por donde se ha podido despejar un poco del deslizamiento de piedras. A raíz del encuentro con la serpiente de cascabel, no queremos arriesgarnos a subir por las piedras hasta arriba del todo, y cuando tenemos suficiente de admirar el paisaje, seguimos el camino, enlazando con el otro trail comentado. A medio descenso, una señal indicadora en mal estado nos hace coger el camino equivocado, a pesar que Ester decía que no era el correcto. Por fortuna, al final hemos dado media vuelta tras unos pocos centenares de metros. En la señal se enlazaba con otro trail, llamado Trayfoot Mountain Trail, y las indicaciones eran un poco confusas.
Llegamos sin más problemas al aparcamiento, donde nos maravillamos de lo confiada que es la gente aquí: en el coche aparcado junto al nuestro, los ocupantes han dejado sobre el capó y el techo toallas y zapatos a secar, mientras ellos se han ido de excursión.
Reponemos fuerzas antes de seguir más al sur. Estamos ya a pocas millas de la salida sur de Shenandoah, y nuestro periplo por este parque nacional acaba con el contador de osos encallado en los 3 que vimos ayer.
Nada más abandonar Shenandoah, la carretera desemboca en una bifurcación en la que podemos escoger en seguir al sur por autopista o por la Blue Ridge Parkway, la carretera escénica más visitada de USA. Obviamente, seguimos por ella. Kilómetros y más kilómetros de vegetación a ambos lados, casi impenetrable, y lo mejor de todo: ni un solo coche en ninguno de los sentidos durante mucho rato.
De vez en cuando vemos señales de los desvíos que nos permitirían dejar esta maravillosa carretera, que parece nueva, y regresar a la autopista. Como vamos muy bien de tiempo, seguimos por ella hasta el desvío de Roanoke, nuestra destinación final de hoy. Llegamos al pueblo anocheciendo y antes de ir al motel, nos metemos a cenar en El Rodeo Plantation, un mexicano en el que cenamos por 40$ y charlamos un rato con los camareros, todos ellos de habla hispana, aunque sorprendentemente, ninguno de México. Nos confirman lo que ya veníamos intuyendo: no hay mucho turismo europeo por aquí.
Nuestro hotel se encuentra apenas a unos cientos de metros del restaurante, así que no tenemos que dar mucho rodeo para llegar a él a descansar de otra jornada larga.
Days Inn Roanoke I-81 Airport: 60€, con desayuno (Booking)
313 Kms recorridos.
24 de agosto
Hoy nos espera una nueva jornada de bastantes kilómetros y cambio de estado: nos vamos a Carolina del Norte!
Desayunamos en el motel, básicamente lo mismo de siempre y salimos para, en primer lugar, llenar el depósito de gasolina (28$). Acto seguido, nos detenemos en un CVS a intentar conseguir un medicamento para una amiga que sólo se comercializa en USA. Fracasamos en el intento, pero salimos con una bolsa de caramelos para la tos (que aún nos acompaña), y las indicaciones de la dependienta para dirigirnos a la entrada más cercana al Blue Ridge Parkway. Ya en la Parkway, la tónica es la misma de ayer: muchos árboles y pocos coches. Vamos siguiéndola hacia el sur (tiene unos 750 kms), y nos detenemos en una de las atracciones más famosas de la zona, Mabry Mill, un molino muy bien conservado, en los alrededores del que se ha montado una especie de museo al aire libre de cómo era la vida en los Apalaches en tiempos pasados. Aquí sí que hay visitantes, con autobuses y todo. En primer lugar, como no, vamos a visitar los servicios y la tienda de recuerdos. De allí, nos disponemos a hacer el pequeño recorrido a pie que discurre por la zona del molino, en la que se encuentran, desperdigadas, herramientas antiguas, una cabaña, carretas…La estrella, sin duda, es el molino, cuya rueda movida por agua se encuentra en funcionamiento. Toda la zona está perfectamente conservada, con un césped impecable y con varios rangers haciendo tareas de mantenimiento y reparación de las construcciones y pasarelas.
Esta visita es sin duda, una buena excusa para salir a estirar las piernas y poder intuir brevemente como era la vida antes de la presencia de la electricidad y otras comodidades sin las que actualmente no podríamos reconocer nuestra vida cotidiana.
En la tienda de recuerdos hemos visto que hay un pequeño restaurante, y probamos suerte a ver si hay mesa, pues con tanta gente puede ser complicado. Nos dan una mesa junto a la ventana por la que vemos fluir el riachuelo, y comemos el menú y un helado de postre por 35$. Damos por finalizada esta visita y nos volvemos al coche para seguir un poco más, pero como nos está entrando un poco de sueño, paramos en Round Meadow Overlook Trail, para dar un corto paseo junto al río a ver si nos despejamos. Para acabar de despejarnos, nos paramos a comprar un café justo antes de cruzar la frontera con Carolina del Norte, por donde seguiremos hasta nuestro destino de hoy: Boone.