Hoy, viernes 6 de diciembre de 2013 tras levantar la persiana de la habitación vemos que el día está despejado.
Desayunamos en el hotel por comodidad. Los adultos pagan 5£ y los niños gratis, por lo que preferimos hacerlo en el hotel.
Tras el desayuno nos dirigimos hacia nuestro primer objetivo: el castillo de Edinburgo.
La colina sobre la que se asienta se llama Castle Rock, no cuesta mucho subir a pie, son unos 20 minutos desde el centro de la ciudad y la estación de trenes.
Los adultos pagamos 13.33 £ y un niño 8 £. El otro como tiene menos de cinco años pasa gratis. También decidimos coger para nosotros dos las audioguías: 2.92 £. En total nos sale la entrada por 48.60 £.
Son las 9.40 de la mañana. No hay casi nadie, por lo que no perdemos casi nada de tiempo en la taquilla. Hace sol, pero mucho frío.
Desde 1563 hasta 1722, se estima que en el lugar que hoy ocupa la explanda del Castillo se quemó a más de 200 personas por brujería.
Entrada al castillo. Una de las supersticiones más famosas advierte a los estudiantes de la ciudad de que, si cruzan las puertas del Castillo antes de graduarse, tendrán mala suerte en los exámenes.
Detalle de uno de los dos soldados de piedra que custodian la entrada.
[size=18]El castillo fue erigido sobre el corazón basáltico de un volcán extinto. Es un conjunto de edificios de los siglos XII al XX y que reflejan el distinto uso que se le ha dado como fortaleza, palacio real, cuartel y prisión.
A medida que vamos avanzando las vistas que se tienen de la ciudad son impresionantes.
En primer término apreciamos Princes Street. Si os fijais, sólo se construyeron edificios en la cara norte de la Avenida.
A medida que vamos subiendo, vamos entrando en las diferentes edificaciones que hay dentro del recinto. Destaca la capilla de Santa Margarita. Dicen que la zona más antigua de la fortaleza, y posiblemente de la ciudad.
Interior de la capilla, usada aún hoy para bodas y bautizos de militares.
Al fondo apreciamos Calton Hill.
Bandera a media asta por la muerte de Nelson Mandela en Los Honores de Escocia, donde se encuentran las joyas de la Corona escocesa y los objetos del tesoro real escocés.
Entrada al Memorial Escocés donde se honra a los escoceses caidos en las diferentes guerras.
Fue usada como prisión y en esta foto se aprecia como los prisioneros dormían en hamacas.
Se estaba acercando peligrosamente la hora del mediodía y los niños empezaban a mostrar síntomas de cansancio, por lo que decidimos salir del castillo y mientras paseamos, buscamos un sitio para comer.
¿Merece la pena visitar el Castillo? Si dispones de un par de horas: disfrutarás paseando entre los diferentes edificios y exposiciones. Las vistas desde sus muros, además son maravillosas. Por unas libras más, pilla la audioguía, así conocerás diferentes detalles e historias que ocurrieron dentro de sus muros.
Como salimos antes de la una, nos perdimos el disparo del One o’clock Gun, un cañón emplazado en el Castillo que se dispara todos los días del año, excepto los domingos, el día de Navidad y Viernes Santo, a la una en punto.
Su origen data de 1852, cuando en Calton Hill se instaló una bola del tiempo que caía a diario a la 13:00 para que, al verla desde las aguas del fiordo de Forth, los marineros ajustaran los cronómetros. Sin embargo, en Edimburgo es muy típica la niebla procedente del mar (haar), que impide la visibilidad muchos días. Así que, en 1861, para acompañar la señal visual de Calton Hill, comenzó a dispararse el One o’clock gun desde el castillo.
Nos dirigimos en línea recta tras dejar la explanada del castillo a nuestras espaldas, por la Royal Mile. Es mediodía, pero hace un frío que corta. Oímos el sonido de una gaita, para música de fondo de una tienda, pero no, es un gaitero escocés tocando en la calle.
Decidimos no recorrer hoy toda la Royal Mile, sino que tomamos por North Bridge, que acaba desembocando en Princes Street de nuevo. Mientras bajábamos calle abajo, vimos algunos de los famosos Close de Edinburgo. Los Close son los típicos callejones que pueden encontrarse en todas las ciudades, pero los de Edinburgo tenían la característica de que todos sus nombres iban asociados con profesiones. La explicación tampoco es muy difícil, pues era habitual, antiguamente, que todos los trabajadores de un gremio vivieran en la misma zona, por lo que los Close eran la entrada a sus viviendas.
Desgraciadamente son la mayoría de ellos de propiedad privada, por lo que apenas se puede echar un vistazo desde fuera. Los que no lo son, si se pueden visitar y las vistas sobre la ciudad son también muy bonitas, pero nosotros al ir con una silla de niño, tuvimos que dejarlo para mejor ocasión, pues las escaleras eran bastante empinadas.
Desde aquí se puede tener una visión espectacular de la zona baja de la ciudad con sus tejados negros.
Los adultos hubiéramos seguido caminando un poco, pero el niño mayor daba muestras de amotinarse, por lo que decidimos meternos a comer en un restaurante chino, el Saigon Saigon que está en el 14 South de St. Andrew Street. Por 22 £ comimos muy bien. Es la primera vez en mi vida que como en un restaurante chino, donde hay chinos también comiendo. Yo lo recomendaría
Tras la comida decidimos pasar lo que queda de tarde recorriendo tranquilamente la Princes Street. Hay muchísima gente haciendo sus compras. Vemos que en los llamados Princes Street Gardens hay montado un mercado de Navidad. Entre unas cosas y otras tuvimos una bonita puesta de sol:
El mayor se quiso tomar un hot dog para merendar y los mayores aprovechamos para tomarnos unos vasos de Glühwein calentito, para sacarnos el frío que nos estaba entrando. Después nos subimos a la noria: 7£ por barba, pero con unas vistas nocturnas fantásticas desde allá arriba.
Y como no, también patinamos en la pista de hielo. Y ... no, me salvé de que quisiera montar en el carrusel, sólo se limitó a contemplarlo. La verdad es que lucía espectacular de noche:
El cansancio empieza a apoderarse de todos nosotros, por lo que decidimos cenar en un sitio cerca del hotel. Se llama Huxley y os recomiendo que lo visitéis si estáis por la zona. Se encuentra en el número 1 de Rutland Street, al final de la Princes Street.