Este día teníamos planeado ver Lisboa a fondo, así que nos levantamos tempranito, y una vez desayunados nos metimos en la boca de metro de al lado del hotel y compramos dos tarjetas Siete Colinas (valida para todo el transporte público, incluido elevador de Santa Justa) y a ver la ciudad.
Lo primero que hicimos fue ir al Monasterio de los Jerónimos (recomendable comprar en la taquilla del Museo la entrada combinada Museo-Monasterio-Torre de Belem para evitar las colas), una vez que nos saltamos la cola por haber comprado el pase combinado estuvimos viendo el Monasterio, es IMPRESIONANTE, hay que decir que he visto muchos claustros, pero la verdad es que como este pocos, todo es grandioso en este espacio, y que decir de la Basílica, igualmente espectacular.
Claustro del Monasterio de los Jerónimos
Luego dimos una vuelta por dentro del Museo (aquí no nos paramos mucho que si no nos daba tiempo), fuimos al Monumento a los Descubridores (que está enfrente) y dando un paseíto a la Torre de Belem, donde nos volvimos a saltar la cola kilómetrica gracias al combinado.
La Torre es espectacular también, eso sí, no apta para ancianos ni niños con carrito. Hay que subir bastantes escaleras las cuales son muy estrechas (están reguladas con semáforo) y tienes que ir haciendo escalas porque no te da tiempo a subir de una vez. Una vez arriba, las vistas son muy bonitas y te haces una idea de como se controlaba la entrada a la ciudad, ya que domina toda la zona.
Una vez vista toda la zona, cogimos otra vez el tranvía y paramos en la Plaza del Comercio y nos dirijimos a la Oficina de Turismo, ya que mi mujer quería preguntar por algún sitio para cenar escuchando fados, nos atendieron estupendamente y nos indicaron un local que se llama "Luso", también nos indicaron donde almorzar evitando los sitios y calles donde "clavan" a los turistas. De todas formas, en líneas generales, Lisboa me pareció caro para comer.
En fin, que estuvimos almorzando a base de sardinas asadas e hígado a la portuguesa (exquísito) y nos dispusimos a seguir pateando Lisboa.
Subimos al Castillo de San Jorge en autobús, porque el tranvía iba lleno, lo que tiene el castillo son sobre todo las vistas, el castillo en sí está bien (es grande,bien conservado, tiene sus curiosidades..), pero lo mejor, las vistas.
Nos llevó una hora y media verlo (bajo un sol de justicia), así que cuando terminamos estabamos hechos polvo, nos bajamos dando un paseíto por sus calles empinadas y buscamos un sitio donde comprar bacalao, entramos en un supermercado en la Plaza Figueira, donde nos atendieron excepcionalmente bien (muchas gracias al muchacho de los vinos que nos estuvo guiando por el mercado y buscándonos las mejores cosas), compramos bacalao (doy fe que está buenísimo porque ya nos lo hemos comido), vino de oporto (muy bueno también, además nos dijo que se podía preparar como un gin-tonic, el porto-tonic, un gran descubrimiento)
Así, nos fuimos al hotel a darnos una duchita y bajamos otra vez para ver el espectáculo de fado, antes estuvimos dando una vuelta por el barrio alto, que por la noche está muy animado, hay locales de todo tipo, tapeo, comida, espectáculos...
Como he dicho antes fuimos a un local que se llama "Luso" donde estuvimos cenando (caldo verde, bacalao a la brasa y postre, todo ello regado de un buen vino) mientras escuchabamos fados, fueron cuatro cantantes los que estuvieron amenizando la velada (el que más nos sorprendió fue el dueño, que se arrancó al final y para nuestro gusto era el que mejor cantaba). El espectáculo + cena nos costó 30 euros por persona lo cual me pareció barato una vez visto todo el conjunto (sitio + espectáculo + cena)
De allí salimos a las 00:50, con lo cual tuvimos que correr mucho para coger el metro, ya que cerraban a la 01:00.
Y con esto terminamos este día.