Llegamos al aeropuerto de BRINDISI (PAPOLA) sobre las 13h. Recogemos el coche en BUDGET (7 días por 200€) como suele ser habitual nos ofrecen los seguros adicionales para reducir franquicia y en esta ocasión y dada la recomendación de mi pareja (que es del país y me cuenta barbaridades sobre la conducción en esta zona) decidimos aceptar una de las opciones. Precio final: 300€. Al menos nos dan un coche de categoría superior y Diesel
Ese día nuestro destino final era ALBEROBELLO. Para ello salimos dirección OSTUNI (30 minutos). Un pueblecito precioso en lo alto de una colina, cuya imagen evoca los pueblos blancos de Andalucía. Calles estrechas, adoquinadas, las casas blancas, con macetas por doquier, una bonita iglesia que estaba cerrada y no pudimos visitar y un lindo mirador desde el que se admiran los alrededores con el mar Adriático al fondo.
Antes de llegar a Alberobello hacemos otra parada, esta vez en CISTERNINO (25 minutos). Pueblecito más pequeño que Ostuni y por lo visto menos conocido a nivel turístico ya que apenas se ven las típicas tiendas de souvenirs que abundan en el primero. En la terraza del BAR FOD tomamos un estupendo SCIACCHERATO por el “módico” precio de 6€, con lo que se nos cae el mito de que Puglia es muuuuy barata
eso si, estaba buenísimo.
Finalmente, 25 minutos más y llegamos a ALBEROBELLO. El hotel SILVA (68€ alojamiento+desayuno) se encuentra a unos 5 minutos a pie del Trullo Sovrano y la iglesia que delimita el casco histórico del pueblo. Ubicación perfecta y más teniendo en cuenta que ese día había una fiesta de la cerveza en la plaza mayor. Hotel muy correcto y recomendable. Antes de que caiga la noche vamos a conocer los famosos TRULLI, que están por todos lados, pero en especial en dos “barrios” ambos muy céntricos, a los dos lados del Largo Martellota. A nosotros nos encantaron estas originales construcciones redondas, habitualmente de una planta, con tejados cónicos. Muchos de ellos se pueden visitar gratuitamente ya que se han reconvertido en tiendas de souvenirs o restaurantes. Otros muchos son particulares donde se sigue habitando e incluso se puede pernoctar en ellos (eso sí, las estancias suelen ser bastante pequeñas) Nos habían recomendado el restaurante IL GUERCIO DI PUGLIA, que tiene un jardín muy apetecible para cenar en verano pero había una lista de espera muy larga y decidimos cenar en otro.
Al día siguiente, tras un desayuno estupendo en el hotel volvimos al centro de los Trulli para poder admirarlos a plena luz del día y no salimos decepcionados! En la parte alta de la zona más turística de los Trulli (Rioni Monte) se encuentra la iglesia de San Antonio de Padua, una maravillosa construcción trullo en perfecta sintonía con el resto del barrio de los Trulli.
Siguiente parada,
El trayecto entre Alberobello y Monópoli (30 minutos) discurre por una carretera escénica por la que vale la pena no pisar demasiado el pedal y disfrutar de los campos de olivos y de las edificaciones de Trulli que se encuentran por allí.
El casco antiguo de Monópoli lo vemos únicamente desde el coche ya que por limitaciones de tiempo nos era imposible detenernos como nos hubiera gustado. Esta fue la espinita que se me quedó clavada en este viaje ya que me pareció una localidad pesquera con muchísimo encanto, pero confío en que haya otra ocasión para poder visitarla como se merece.
Desde Monópoli nos dirigimos al norte hasta alcanzar POLIGNANO AL MARE (15 minutos). Como el calor empieza a apretar fuerte damos un paseo vigoroso por el centro histórico. Tomamos la brisa en un par de miradores desde los que se admira la estructura de la localidad, la cual está anclada sobre unos acantilados. Al igual que Monópoli y Alberobello la mayoría de estas calles son peatonales y están salpicadas de tiendecitas de souvenirs y restaurantes decorados con mucho encanto.
De Polignano salimos hacia Lecce (1h15min) Al llegar allí nos damos cuenta de que el negocio de los Gorrillas no es exclusivo de España y que también allí tienen su cuota. Aparte de pagar la zona azul nos invitan a darles la voluntad. Nos parece menos arriesgado hacerlo que volver más tarde y encontrarnos una sorpresita en el coche, así que lo tomamos como otro “seguro adicional” y vamos tranquilos a derretirnos al centro de Lecce, donde pasan ya de los 38 grados. Lo primero que nos llama la atención es el Anfiteatro Romano. De allí continuando por la via Vittorio Emanuele II nos detenemos en la Piazza del Duomo, momento que aprovecharnos para refugiarnos en la catedral y descansar un poco del agobiante calor que hace fuera.
Tras otro paseo por las calles del centro y tras comer algo ligero en la terraza de un bar (a partir de las 15h es muy complicado comer en un restaurante) proseguimos con la visita hasta la Basílica del Rosario y media vuelta. A pesar de que es un sacrilegio, paramos a tomar un Milkshake en el McDonalds que hay en la plaza del Anfiteatro y es que hace tal calor que es imposible caminar más de 10 minutos sin hacer una parada para repostar algo fresco.
Cuando regresamos al parking no hay rastro de los Gorrillas y nuestro coche está intacto, así que aliviados, salimos hacia la que será nuestra base de exploración del Salento durante los próximos 6 días, en la población de Matino.
Matino es probablemente el pueblo con menos alma en el que estuvimos en este viaje; buscábamos una base desde la que poder visitar Puglia sin tener que hacer demasiados kilómetros al día. Tuvimos la suerte de encontrar un apartamento encantador, nuevo, limpio, amplio y que cumpliera con los siguientes criterios: wifi, parking, aire acondicionado y terraza (vale, el parking estaba en la calle pero cada casa tenía una plaza reservada así que nos valia) Fue un acierto al 100%. (para compensar lo insípido de la población)
www.airbnb.es/rooms/6396937
Con ganas de conocer las playas de Puglia nos dirigimos a la zona más cercana a Matino, BAIA VERDE, al sur de la encantadora GALLIPOLI. Hay una sucesión de playas más o menos largas. Las más cercanas a Gallípoli están mucho más urbanizadas. Una sucesión de tumbonas y sombrillas (de pago) hace prácticamente imposible colocar las toallas en la arena. A medida que uno se va alejando hay menos urbanización e incluso se encuentran pequeñas calas “libre s” al estilo de las que se encuentran en España, donde cada uno se coloca donde quiere y/o puede. En julio hasta estas playas estaban abarrotadas. Baia Verde es muy popular entre la gente joven (hay varios Beach Clubs) y familias. El parking es de pago en las playas más cercanas a Gallípoli pero se pueden encontrar pequeños recovecos donde hacerse un hueco.
Después de dar varias vueltas nosotros encontramos una calita con encanto y poca gente. El color del agua es precioso, muy similar a Formentera o algunas calas de Ibiza. Eso sí, las playas que no son de pago están bastante descuidadas y sucias, algo que no me gustó nada de esta zona de Italia.
Comimos tarde ya en Gallípoli. El centro histórico es precioso. Tiene una playa en el mismo pueblo que no está mal. Visita totalmente recomendable.