Despegamos del aeropuerto de Barcelona y en 2 horas y media llegamos a Viena. Al aterrizar y debido a la pandemia por el COVID19, nos hicieron pasar por el control sanitario donde tuvimos que presentar el certificado europeo de vacunación o el certificado negativo de COVID19 (PCR o test de antígenos). Este era una condición indispensable puesto que no se podía entrar al país sin una de estos dos documentos, además cada vez que te hospedabas en un hotel/camping o entrabas en un restaurante te lo pedían. En el caso de la vacunación no había ningún problema pero en caso de no tener la pauta completa de vacunación, cada 48 horas era necesario hacerse un test de antígenos (totalmente gratuito) en los puntos destinados a este cometido.
Una vez pasado el control de seguridad salimos del aeropuerto y fuimos en busca del tren para llegar hasta el centro de Viena. En el lado derecho de la rampa que baja a la estación de tren y al final de la misma se pueden encontrar barias maquinas expendedoras de billetes, así que compramos un par de billetes y nos dirigimos al andén correspondiente. El transporte público de Viena es uno de los más eficientes que he utilizado, todos los trenes, metros y autobuses llegan y salen a la hora exacta (mucho tiene que aprender la Renfe española de ellos jajaja). Este billete de tren tiene una validez de 24 horas y solo puede utilizarse para desplazarse por la red de trenes austriaca. Para poder utilizar el metro y tranvía hay que sacar el billete específico en la estación de metro.
Tras unos cuantos transbordos en metro llegamos a nuestro hotel Arthotel ANA Boutique Six I Wien, en el centro de Viena. Nuestra experiencia no fue muy buena con ellos, llegamos y el aire acondicionado no funcionaba (la habitación parecía un horno). Lo pusimos en conocimiento de la recepción y nos dieron largas durante dos días (nos hospedábamos allí para 3 noches), el segundo día tras ver que no lo iban a solucionar les exigimos un cambio de habitación, tuvimos que hacer de nuevo las maletas para cambiarnos a otra planta solo para la única noche que nos quedaba allí. Por todas las molestias y a causa de nuestras constantes quejas nos recompensaron con una devolución de un porcentaje de lo que costó nuestra reserva. Desde luego no lo recomendaría pero tal vez simplemente tuvimos mala suerte.
Retomando nuestro primer día, llegamos al hotel sobre las 14:30h y buscamos un sitio cerca del hotel para comer. Revisando lugares cercanos y reseñas en google maps nos decidimos por un tailandés
Thai Isaan Kitchen y la verdad que comimos fenomenal. Tienes carta y menú de lunes a viernes hasta las 15:00/15:30h del medio día, por 8.50€ te incluye primer plato y segundo (agua gratis). Comimos una ensalada y un plato de pollo con verduras al curry con arroz. Después de comer, volvimos al hotel a darnos una ducha y a planear que podíamos visitar para aprovechar la tarde. Nos decidimos por ir al Palacio de Schönbrunn puesto que es un precioso palacio que se encuentra un poco alejado del centro de Viena y que no venia de paso para visitar ninguna de los lugares que queríamos ver durante nuestra estancia allí.
El
Palacio de Schönbrunn es probablemente uno de los palacios más famosos de Austria. Está rodeado de unos enormes jardines y un amplio bosque, todo ello cuidadosamente conservado. Es uno de los palacios considerados como patrimonio de la humanidad por la UNESCO.
Este palacio era la residencia de verano de los Habsburgo. Originalmente era un pabellón de caza conocido como Latterburg que fue comprado en 1559 por el emperador Maximiliano II que posteriormente Fernando III lo convirtió en palacio. En 1683 fue destruido por los turcos y diez años más tarde se empezó la reconstrucción pero debido a la complejidad del proyecto este no fue terminado hasta 1737. Se le llamaba el "Versalles de los Habsburgo" debido a su lujosa construcción.
Se puede visitar el palacio por dentro con previa compra de la entrada, en este caso cuando nosotros llegamos ya estaba cerrado así que decidimos visitar cada rincón de sus preciosos Jardines. Llegamos allí en metro y entramos por su majestuosa entrada flanqueada por dos obeliscos al final de la cual hay una verja forjada de hierro de estilo rococó que da acceso al patio de entrada cerrado por dos pequeños edificios del s. XVIII y con dos grandes fuentes en el centro.
Se accede al interior del palacio por dos majestuosas escaleras que te sitúan en la entrada misma de este gran palacio. Tanto por el lateral izquierdo del palacio como por el derecho se tiene acceso a los jardines imperiales. Fue inevitable no quedarnos maravillados por la cantidad de hectáreas de césped, flores y arboles que nos estaban rodeando. Al fondo de los jardines se podía divisar una gran colina y bajo esta una la fuente de Neptuno (Neptunbrunnen). Sobre dicha colina se encuentra la Gloriette un portico neocláisco desde cuya terraza (que actualmente hay una cafetería) se puede disfrutar de unas bella vistas de los jardines y la parte trasera del palacio. Además en los jardines de este palacio se encuentra el Irrgarten, un laberinto de 1.175m2 que os hará pasar un divertido momento hasta encontrar su salida. Para aquellos que viajen con niños, en estos mismos jardines se encuentra el Tiergarten, un zoológico que se encarga de preservar especies en peligro de extinción.
Pasamos la tarde paseando por los jardines de este majestuoso palacio hasta que empezó a anochecer. En ese momento nos dirigimos a cenar al
restaurante Sokace , a unos minutos del palacio.
La cena estuvo deliciosa, este es un restaurante grill con especialidades checas. El precio estubo bien para la cantidad de comida y la calidad de ella. Una vez terminamos de caminando por las calles de Viena hasta llegar a nuestro hotel.