En 2.023 teníamos pensado realizar un viaje a
Nueva Zelanda, que incluiría una escapada a la
Polinesia y vuelta a
España.
Después decidimos hacer el viaje siempre avanzando siempre hacia el Este y, buscando las mejores combinaciones, finalmente el itinerario tuvo las siguientes etapas:
Tailandia,
Australia,
Nueva Zelanda,
Polinesia Francesa y
Estados Unidos, siendo las principales estancias las dos de la idea originaria (Nueva Zelanda y Polinesia) y, en el resto, paradas más cortas.
El viaje fue de algo más de cinco semanas y lo hicimos en los meses de enero y febrero, para coger la mejor época del año para visitar la
Isla Sur de Nueva Zelanda, donde teníamos pensado hacer mucho senderismo. Con esto, teníamos la época seca en
Tailandia, verano en
Australia y
Nueva Zelanda, en la
Polinesia siempre es verano y en
Estados Unidos el crudo invierno. Así que en nuestro equipaje teníamos que llevar todo tipo de ropa y abrigos gruesos para lo que nos esperaba en la última etapa.
En total, hicimos unos 43.000 kilómetros en avión, unos 6.000 kilómetros por carretera y unas pocas de decenas más en caminatas.
Nuestro plan para los seis días asignados a Tailandia era no alejarnos demasiado de
Bangkok. Descartamos
Phuket por no tener que coger vuelos, porque ya habíamos estado en
Penang y
Langkawi en
Malasia y porque en este viaje ya íbamos a tener mucha playa en la
Polinesia.
Contratamos tres excursiones:
- una de dos días al
Parque Nacional Kaeng Krachan, donde abundan las aves, insectos raros y tiene la mayor población de leopardos y elefantes salvajes de
Tailandia.
- una de un día al
río Kwai y el
Parque Nacional Erawan con sus siete cascadas
- y una excursión cultural al
Parque Arqueológico de Ayutthaya
A
Bangkok llegamos mediante una conexión en
Kuwait y directamente nos recogieron en el aeropuerto para trasladarnos al
Parque Nacional Kaeng Krachan, el más grande del país, situado al Suroeste, cerca de la frontera con
Birmania.
Teníamos unas tres horas de viaje que hicimos con un conductor que no hablaba inglés, así que la mayor parte del camino fuimos en silencio. Llegamos ya anocheciendo con el tiempo de cenar y quedamos citados a la siguiente mañana para iniciar el tour.
A la mañana siguiente, pasó nuestro guía a recogernos en un 4x4 para empezar una visita guiada de dos días duración.
El
Parque Kaeng Krachan se encuentra en una zona muy montañosa cubierta de bosque lluvioso muy denso, de tal manera que tiene pocos carriles circulables y cuenta con algunos senderos bien señalizados por donde hacer caminatas, siempre muy cerca del camino principal.
Salvo la parte alta, no es un parque de grandes vistas y espacios abiertos. Es un parque para observación de pequeñas especies y primates.
Antes de comenzar las caminatas, el guía nos proporcionó unos protectores impermeables para sanguijuelas y garrapatas (cuando llegamos a
Melbourne, en la siguiente etapa del viaje, pudimos comprobar que también habríamos necesitado llevar un protector para los párpados).
En el parque hay una población de elefantes que es difícil de ver por las zonas bajas y, según nos explicó nuestro guía, hay más de 400 especies de aves, algunas endémicas, que atrae ornitólogos de todo el mundo. Pudimos ver varios grupos muy numerosos con grandes objetivos en sus cámaras, completamente entusiasmados con lo que veían.
Nuestro material (cámaras y prismáticos) era bastante más modesto y de eso bromeamos con el guía. Ayudados de sus indicaciones y de su catalejo pudimos ir fotografiando algunas de estas aves. También utilizaba audios de sonidos de pájaros para atraerlos y poderlos ver más de cerca
En el Parque, pasado el amanecer, hacía mucho calor y con las mangas largas, pantalones largos y los protectores impermeables, se sudaba de lo lindo. El guía continuamente nos avisaba de que bebiéramos para no deshidratarnos.
Lo mejor era que las caminatas iban siempre por senderos muy estrechos con una vegetación muy frondosa, lo cual garantizaba la sombra, que era muy de agradecer.
En el
Kaeng Krachan también son muy abundantes los primates. Pudimos fotografiar y grabar videos de dos especies del sureste asiático: el
Langur de anteojos y el
Gibón.
Antes de iniciar el tour, el guía nos preguntó sobre qué esperábamos ver en el parque. Le dijimos que habíamos leído que ver los elefantes salvajes era muy difícil (esto no nos importaba demasiado porque los habíamos visto en
Sri Lanka), que, con suerte, esperábamos ver algún leopardo y que sí esperábamos ver algunos de los grandes insectos que también existen en
Malasia y que allí habíamos visto muchos años antes en un magnífico parque en
Kuala Lumpur.
Tengo que decir y agradecer que tanto el guía como el conductor se desvivieron por poder satisfacernos, pero la naturaleza es como es y muchas veces te tienes que conformar con poca recompensa para el esfuerzo realizado.
A la hora de comer, fuimos al restaurante de la entrada del parque, donde pude ver en la pared una foto de un leopardo y una pantera juntos. La chica que nos servía me señaló a nuestro guía y éste me dijo que la foto la había tomado él hacía un par de semanas en una de las charcas que sirven de abrevadero para la fauna mayor y en las que, continuamente, estábamos parando nosotros a la espera de ver algún animal bebiendo. El guía me pasó esta foto por WhatsApp y la tengo puesta en la entrada de mi blog donde hablo de este viaje.
La caminata más exigente que hicimos fue una subida a una colina, en parte sin árboles que nos protegieran del sol, para ver una pequeña cueva kárstica que tenía algunas estalactitas y estalagmitas y las paredes teñidas por óxidos de hierro y manganeso.
Al empezar a caer la tarde, hicimos una larga caminata en la que el guía se fue deteniendo en los troncos de árboles y grandes hojas de plantas donde se camuflan los insectos gigantes, sin tener suerte alguna.
Ya empezando a anochecer, cuando habíamos empezado el retorno hacia el hotel e íbamos por el tramo de carretera asfaltada que conduce a la entrada del parque, al salir de una curva tuvimos un encuentro fugaz con un leopardo que estaba terminando de cruzar la carretera. Medio adormecidos y con las cámaras y teléfonos guardados sólo tuvimos el tiempo de verlo cuando se paró un instante al margen de la carretera para perderse después entre la vegetación. El guía me pasó al día siguiente el video que grabó la GoPro que siempre lleva en el frontal del coche. La imagen es muy borrosa y quien la vea tiene que hacer un ejercicio de fe para decir que eso es un leopardo. También está puesta en mi blog. En cualquier caso, en vivo lo vimos aceptablemente bien porque estaba muy cerca.
Con esto terminamos la primera jornada, esperanzados de que la segunda deparara mejor suerte
El segundo día lo empezamos muy temprano, ya que es a primera hora cuando hay más posibilidad de ver fauna, especialmente los elefantes. Pudimos ver los destrozos que provocan en la vegetación y sus excrementos muy recientes pero ni rastro de ellos.
Recorrimos también todos los abrevaderos a lo largo de la carretera en que ya estuvimos el día anterior y vimos un ciervo y la cabeza de un monitor nadando en una poza. Poca cosa.
Atravesamos todo el parque y llegamos a un camping que se encuentra en su interior, muy concurrido y al que, de vez en cuando, llegan los elefantes y les dan unos buenos sustos a los campistas. Hay vigilantes nocturnos encargados de alertar de su llegada
A partir de aquí, nos dirigimos, en una interminable ascensión por una carretera en muy mal estado, a la parte alta del parque, para ver las vistas desde el
Mirador Panoen Thung.
Todas las mañanas se forma un mar de nubes en los valles que quedan por debajo de él, que atrae a numerosos turistas para hacerse la foto en el mirador preparado al efecto.
Después de pasar un rato por los alrededores y hacer una caminata viendo el bosque primario, donde había helechos arborescentes de gran tamaño, comenzamos el descenso de una manera más relajada. Pudimos ver algunas aves exóticas más, como la llamativa
Hada Asiática Azul.
Reintegrados a la parte baja del parque, hicimos algún que otro sendero que nos quedó del día anterior. Volvimos a ver bastantes primates, entre ellos una madre de
Gibón con su cría a la que pudimos hacer un buen video y fotografiarla ayudándonos del catalejo del guía.
Uno de los lugares más curiosos del parque es una especie de mariposario natural que hay en un vado de un riachuelo. Es tal la cantidad de mariposas que se concentra aquí, que hay una señal de tráfico para advertirlo.
En la primera etapa de este diario hay una fotografía a la que llamo "Mariposas" que está tomada en este sitio.
A petición nuestra, empleamos el resto del tiempo recorriendo de nuevo los senderos y las pozas para ver si podíamos ver otro leopardo, que suelen frecuentarlas en busca de presas, pero no hubo suerte.
También terminamos nuestra estancia sin poder ver ni uno sólo de los grandes insectos que suponíamos que nos encontraríamos en las múltiples caminatas que realizamos. Esto si nos dejó bastante desilusionados, porque un leopardo si habíamos podido ver, aunque no todo lo bien que nos hubiera gustado y había leído que aquí eran tan abundantes como en
Borneo.
A falta de tales insectos, pongo la fotografía de una de las raras especies vegetales que vimos. Se trata de la
Sapria poilainei, planta que vive a expensas de las raíces de otros árboles.
Al atardecer, nos despedimos de nuestro guía y del conductor, agradeciendo el buen trabajo que habían realizado y, en un transfer con conductor que sólo hablaba tailandés, tomamos el camino de vuelta a
Bangkok, que ya iba a ser base para el resto de nuestras salidas.