Mi primer destino fue
Moscú. La ciudad me sorprendió gratamente. El principal problema, o aliciente quizá, es el idioma. Nadie habla inglés. He descubierto que el lenguaje de los signos es universal.
Esta semana describieron en un documental a los rusos como gente fria y de gesto enfadado, pero en mi caso no puedo decir eso. Si bien es cierto que hubo quien respondía a ese estereotipo, por lo general me crucé con rusos muy hospitalarios
Ya allí, y después de ir al kremlin y las visitas obligadas, pensé en mi próximo destino. Dudé en qué ciudades hacer parada.
Al final opté por parar, sin hacer noche, en
Kazan, y ya dormir en
Ekaterimburg e
Irkustk.. Los trayectos los compré en Moscú. Intenté hacerlo desde España, pero la página estaba en ruso y tampoco sabía exactamente el recorrido, asi que decidí que todo sería sobre la marcha. Para comprarlos me fui con un papel escrito con el trayecto, el horario y la clase que quería. La diferencia de precios está en el número de camas por compartimento, de 2, 4 o un vagón abierto.
Mi primera experiencia en el tren fue, no sé si decir, desalentadora. Mi idea del transiberiano era una idea romántica, un viaje de ensueño, pero el tren era más bien incómodo.
El transiberiano, como tal, no existe. Son trenes que cruzan Rusia de un lado a otro y hacen la ruta Moscu-Vladivostok, existiendo dos variantes que terminan en China. Yo opté por el transmongoliano, que atraviesa Mongolia hasta terminar en Pekin.
El tiempo parece pararse en el interior de ese tren y transcurre de otra manera. En uno de los recorridos estuve tres días y no se me hizo nada pesado. Solo en las últimas horas me impaciente. Es curiosa la percepción del tiempo y la impaciencia cuando sabes que estas aproximándote al destino.
Escribí, hable (o por lo menos lo intenté) con la gente que me acompañaba y que iba cambiando a lo largo del trayecto y, sobre todo, observé el paisaje. Allí era ya otoño. Los árboles me acompañaron todo el camino. Sus hojas eran de un intenso amarillo y rojizo. Las facciones de la gente y el paisaje iban cambiando según avanzábamos. Y siempre me acompañaba una infusión, que yo misma me preparaba en el samovar del propio tren.
Kazan, Ekaterimburg y la última parada de Rusia fue Irkustk y el lago Baikal, la isla Olkhom.
El vuelo a Moscú fue con Brussels Airlines, con escala en Bruselas.
Cuando llegué a Bruselas cogí el tren express hasta Paveletskaya metro. Antés cambie algo de dinero, pero el cambio en el aeropuerto siempre es peor. Es preferible en bancos o incluso en algunas tiendas. Lo hice por si lo necesitaba para el tren, luego para el metro,.....Aunque no era necesario, el billete de tren se compraba por máquinas que admitían tarjeta.
El metro está todo en cirílico, nada en inglés, con lo cual no me resultaba muy facil seguir, especialmente porque no llevaba ninguna guía en mi afán de que todo sea una aventura, pero es cierto que preguntando se llega a Roma, aunque sea a base de signos, onomatopeyas. Sí, todo muy divertido.
Y así llegué a un hostel que tenía pensado y que, afortunadamente tenía sitio para mi primera noche en mi primera ciudad rusa.
Al día siguiente fui caminando por la calle Petrovka hacia el Kremlin. Hacía frio y llovía, era la típica imagen que imaginas para Rusia. Pasaba del buen tiempo de Madrid a la fria Rusia. Y me apetecía algo calentito. Así, y con mis signos, probé comida típica rusa de comida rápida, pero que estaba muy rica. El restaurante se llamaba My.My. Era un bufé y lo único que la carta sólo estaba en ruso, pero señalando fui probando los calentitos caldos rusos. Que ricos. Especialmente el típico Borsch.
Tras pasear por la ciudad fui a la calle Arbat, donde hay muchas tiendas de souvenirs y así acabó el día.
Ya a la mañana siguiente fui a Kitai Gorod y anduve por la calle Maroseyka. Fue agradable y de ahí a una de las estaciones de tren para comprar los billetes de mi trayecto ferroviario. Llevaba escrito todo lo que quería en un papelito en ruso. Lo único que hice fue darselo a la chica de la ventanilla. Inglés, nada de nada. Tuve que esperar bastante, pero, por fin, lo conseguí. Tenía mis billetes.
Hice un intento de visitar el mercadillo del parque Izmailovo. Y digo intento porqué fue desolador. Me encontré casi todos los puestos cerrados.
Por la tarde visité la catedral de San Basilio. Parecía un cuento de hadas, qué bonita, con esos colores tan vivos. Era un sueño.
Otro paseo y acabe, de nuevo, en Arbat.
Y ya mi último dia en Moscú. Tenía que visitar el kremlin. La plaza con las catedrales es realmente preciosa. Ultimos paseos y últimas compras antes de mi primer viaje en el transiberiano, que era por la tarde-noche. Por fin en este día comienza la aventura propiamente dicha del motivo del viaje, el transiberiano