A las 10 de la mañana poniamos en marcha nuestro sueño de los últimos meses felices por imaginarnos todo lo que nos espera por vivir.
Cerca de tres horas después realizariamos nuestra primera parada del viaje para visitar en Zaragoza, tierra de Vicky, la Basílica del Pilar. Zaragoza nos recibe con un calor extenuante y, como consecuencia, el paseo que realizamos hasta llegar a la Plaza del Pilar se nos hace eterno. Una vez llegados, previo paso por el rio Ebro justo detrás de la plaza, solo nos queda disfrutar de este maravilloso lugar.
La Catedral-Basílica de Nuestra Señora del Pilar es un importante templo barroco de España. Según la tradición, se trata del primer templo mariano de la Cristiandad, puesto que en él se conserva y venera el pilar —en realidad, una columna de jaspe— que, según la tradición, fue puesto por la Virgen María, quien, viviendo aún en Jerusalén, se habría aparecido en carne mortal al apóstol Santiago el día 2 de enero del año 40.
A partir de esta creencia, la tradición religiosa habla de la presencia de una capilla mandada construir por la Virgen para alojar la columna que dejó en testimonio de su venida, y que fue ejecutada por Santiago y los siete primeros convertidos de la ciudad del Ebro.
Poco después, una vez partidos hacía nuestro siguiente destino, en un area de descanso de la carretera nacional que une Zaragoza con Logroño paramos a degustar la maravillosa tortilla de patatas que había cocinado mi madre. Las horas pasaban y seguiamos devorando kilometros hasta llegar al siguiente objetivo del día: San Miguel de Pedroso, pueblo del abuelo de Vicky y donde su padre había pasado buena parte de su infancia. Nos llevamos una agradable sorpresa ( ninguno de los dos lo conociamos) y prometimos a los familiares allí presentes, que muy gustosos nos enseñaron el pueblecito, que volveriamos con mas tiempo para pasar alli unos días de relax total.
Ya se hacía tarde y aún nos quedaban un par de horas para llegar, a las nueve de la noche, a lo que iba a ser nuestro cuartel general los próximos cuatro días, la Posada La LLosa en Somo pero conforme nos ibamos acercando y en el verde paisaje se apreciaba la cercanía al destino, comenzabamos a ser conscientes de que nuestras vacaciones habían comenzado.