Pues sí: este día es un poquito más duro que los demás, porque ascendemos ya a considerable altitud... y eso, se nota. La etapa se divide en dos partes: una primera nos lleva hasta Naghtali; y después... bueno, eso lo cuento luego.
De Tatopani a Naghtali hay unas tres horas. Es importante levantarse bien temprano esta jornada, sobre todo si el viaje lo realizamos en abril / mayo: en esta época las mañanas suelen estar despejadas, pero a medida que avanza el día llegan las nubes y nos impiden disfrutar de la vista de las montañas. Como el día de hoy, si está despejado, puede ser sobrecogedor (en cuanto a los paisajes, digo)... pues eso, que hay que darse el madrugón. De todas formas, en estas latitudes lo normal es ponerse en pie a eso de las cinco o cinco y media de la mañana, hora a la que ya es perfectamente de día. Claro que a las diez o diez y media de la noche ya estás en el quinto sueño. Hay que adaptarse a las costumbres locales; a donde fueres, haz lo que vieres y tal.
Pues eso: a las cinco y cuarto, tras desayunar otro delicioso "roti" con café, ya estamos en marcha montaña arriba. De acuerdo con el mapa, la etapa debe ser bastante corta, porque Tatopani y Naghtali aparecen bastante cerquita... ¡juas! Ya he dicho que en Nepal las distancias son relativas. Advierto de que el camino se hace bastante arduo, porque ascendemos continuamente a lo largo de tres horas de continua subida. Eso sí: el camino es directamente espectacular, ya que se interna en una tupida foresta ya desde el principio. Comienzan pronto a aparecer los primeros árboles de rododendros silvestres, cuajados de flores, que nos acompañarán durante toda la jornada. Su belleza, con las montañas de fondo, es directamente indescriptible.
La senda, como digo, asciende continuamente, y atraviesa varios caseríos que son, en realidad, pedanías de Chilime, aunque tienen otros nombres (la más importante - por usar un adjetivo claramente hiperbólico- es Brimdang, que incluye un precioso monasterio budista y un mirador panorámico desde el que se contemplan las cumbres de los Ganesh Himal, ya en la frontera con el Tibet). Es fácil observar a familias de monos de cara blanca (enormes, por cierto), que cruzan el techo arbolado de rama en rama, o descansan en las copas oteando el horizonte. El camino es sencillamente impresionante, ninguna foto le hace justicia: altos árboles forrados de musgo; recoletas veredas tapizadas de hojas caídas; densas frondas floridas... Yo me crucé con varios porteadores, y tuve la suerte de asistir a una ceremonia religiosa en el monasterio de Brimdang. También debo decir que hay algunos "hostels" (ejem, ejem) a lo largo del camino. No me he alojado en ellos, así que no puedo dar detalles de cómo son. Rústicos sí me parecieron... pero también encantadores, la verdad.
Finalmente, tras tres horas de andar lento, pero seguro... ¡llegamos a Naghtali! Lo confieso: el espectáculo que, al alcanzar la cumbre, se desplegó ante mis ojos, hizo que se me saltaran las lágrimas. Una verde alfombra, salpicada de lirios salvajes, me servía de plataforma para contemplar, en el horizonte, las imponentes; ciclópeas; colosales cadenas montañosas del Himalaya. Podría dedicar mil adjetivos a ese momento... pero os invito a vivirlo vosotros mismos: a experimentar la extraña sensación de enormidad y vacío que, si tienes un mínimo de sensibilidad, te deja el estómago metido en un puño. Nunca olvidaré aquella primera impresión, la luz tan nítida, el blanco refulgente de la nieve en los picos... Mucha tela para tan poco cuerpo...
En Naghtali hay un par de hostels muy encantadores, con su madera pintada de blanco y sus pequeñas habitaciones rudimentariamente amuebladas. tengo que subrayar - esto es importante - que aquí no hay agua corriente. Las posibilidades de aseo se reducen... prácticamente a cero, pero bueno, eso, en un lugar como éste, es secundario.
Dejamos la mochila en nuestra habitación (4 euros, dos personas) y seguimos nuestra caminata, porque la etapa aún nos reserva una segunda parte, si cabe aún más espectacular. Coged fuerzas, porque aún no hemos alcanzado la altitud máxima del treking... pero estamos a punto de hacerlo.
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[align=justify]Siguiendo a nuestro diligente guía caminaremos aún una hora y media más, siempre ascendiendo, y siempre a lo largo de un camino absolutamente espectacular: aquí el bosque de rododendros se hace exhuberante, y luego abre paso a paisajes más austeros, más limpios y típicos de la alta montaña. No, no se me ha olvidado el trabajito que me costó recorrer este sendero, porque no soy precisamente un atleta y entre la altitud (cada vez mayor) y la continua pendiente, pues tenía que pararme de cuando en cuando para recobrar el aliento. Eso sí: sólo los paisajes que contemplé a lo largo del camino merecen todas las fatigas del mundo.
[align=justify]Siguiendo a nuestro diligente guía caminaremos aún una hora y media más, siempre ascendiendo, y siempre a lo largo de un camino absolutamente espectacular: aquí el bosque de rododendros se hace exhuberante, y luego abre paso a paisajes más austeros, más limpios y típicos de la alta montaña. No, no se me ha olvidado el trabajito que me costó recorrer este sendero, porque no soy precisamente un atleta y entre la altitud (cada vez mayor) y la continua pendiente, pues tenía que pararme de cuando en cuando para recobrar el aliento. Eso sí: sólo los paisajes que contemplé a lo largo del camino merecen todas las fatigas del mundo.
Y ya, cuando llegas a Taruche, que está a casi 4.000 metros de altura, y aparece ante ti semejante espectáculo de la naturaleza... Bueno... Aquí la cámara se me rebeló y no tengo ni una foto de ese lugar. Quizá sea cosa de la providencia; a lo mejor se trata de un sitio cuya contemplación se reserva a los que han recorrido ese camino por su propio pie. Tendréis que ir hasta allí para disfrutarlo.
La vuelta a Naghtali se hace por el mismo camino, que cuesta abajo resulta (lógicamente) más llevadero. Llegamos al hostel a la hora del almuerzo (que previamente habíamos encargado). Aquí los precios son un poquito más elevados (por el tema de la altitud y la falta de infraestructuras, ya lo comenté más arriba), pero dentro de lo baratérrimo, claro. El hostel lo regenta una señora encantadora (que no habla nada de inglés, por supuesto); y con ella están sus dos hijos pequeños.
Tras la inexcusable siesta; y en vista de que mi guía y yo éramos los únicos huéspedes del hostal, cené con la familia en la cocina, junto al hogar, y así conseguí protegerme del frío que cae por la noche en esas altitudes. También me tomé un par de vasos de "local wine" (un licor sorprendentemente parecido al saque, que los Tamang toman caliente y resulta de verdad muy reparador). Hubo incluso una tormenta de granizo, pero luego la noche se despejó y pude contemplar los picos nevados a la luz de la ensoñadora luna nepalesa. A ver quién supera eso...