Y vamos a por el tercer día!
Cuando miro hacia atrás este días es uno de los mejores que pasamos en Albí y alrededores. Para empezar no madrugamos que para eso estábamos en vacaciones y la máxima para nosotros es la calma y el disfrute.
Salimos del hotel sobre las 10h y sobre las 10.45 llegamos a Cordes Sur Ciel. Al entrar en el pueblo nos dimos cuenta que para aparcar había que pagar y como nuestro plan inicial incluía la máxima del ahorro dimos marcha atrás y aparcamos en un parking que vimos unos metros antes de la entrada al pueblo. Por 3€ se puede dejar el coche todo el día. La única pega era todo subida hasta llegar a la entrada, pero no más de 15 mn que tampoco es para tanto. Nada más llegar nos encontramos con una pequeá plaza atestada de vida, sobretodo de turistas que como veía siendo la tónica era local. Decidimos ir a la oficina de turismo pero era pequeña y estaba atestada. Así que salimos y en la misma plazita cuyo nombre es de "place de la bouteillère" nos sentamos en la terrazita más grande a tomar un café. Disfrutamos del ambiente una media hora y nos percatamos de que un trenecito recogía gente cada media hora aproximadamente y volvía al origen. Viendo la inclinación de las callejuelas que llevaban a la parte más antigua del pueblo decidimos cogerlo y dicho y hecho en 20 mn estábamos arriba. El trayecto por persona eran 2,5€ y más barato para los niños si bien no recuerdo la cifra exacta. El trenecito te deja en una de las últimas puertas. Ahí empezamos a callejear y a admirar las casitas, todas preciosas, y en los cuales muchos artistas y artesanos habían instalado sus talleres y comercios. Un deleite de paseo que duró hasta volver de nuevo a la plaza bajando de nuevo por una de calle distinta de la que habíamos subido. Comimos sandwishes que habíamos comprado previamente sentados en un banco y nos fuimos de nuevo a buscar el coche. Fuimos en busca de pueblecitos similares pero ni sombra de la belleza de la que habíamos sido testigos en Cordes Sur Ciel, que como Albí fue uno de los refugios de los Cátaros en los tiempos de máxima efervescencia. Así pues os recomiendo su visita, no os arrepentireis.