Llegó el día de la primera excursión, muy pronto, a las 5 y media de la mañana, nos esperaba ya Gustavo junto a otros aventureros de diferentes hoteles. Nos llevaron hasta un mini aeropuerto donde habían varias avionetas, después de repartirnos entre varias avionetas, despegamos dirección a la provincia de Samaná. Sobrevolamos todo Punta Cana, dejando atrás nuestro Resort, es increible lo verde que es todo. Aterrizamos en un par de horas, parecía que había caido una buena tromba de agua, pero gracias a Dios, el tiempo nos respetó.
Pasamos en minibús por varios pueblecitos muy muy pobres, y nos llevó hasta la bahía de Las Galeras, desde la cual nos llevaron en lancha rápida hasta una hermosa playa llamada Playa Rincón. Escondida de turistas, y en la cual estábamos prácticamente solos.
Allí por 5 dolares, te cogían de las palmeras un coco, lo habrían y lo mezclaban con leche de coco y ron, y lo mismo hacían con las piñas, creo que no he probada nada más bueno en mi vida.
La siguiente parada de la excursión fue La playita, donde nos dejaron este banquete.
Para concluir la excursión, nos llevaron hasta un pequeño establo, en el cual nos dieron a cada uno un caballo y nos metieron por el medio de la selva en dirección a la cascada del salto del limón. Una maravilla natural.
Llegamos al hotel medio muertos, pero aún quedaba la cena en el restaurante francés, para mi el mejor de los que probé, el pato estaba delicioso. Después de cenar, la cama nos llamaba a gritos.