Antes de abandonar el precioso pueblo de San Luis Obispo nos acercamos al centro, a disfrutar de su antigua Misión española, menos espectacular que la de Santa Bárbara pero igual de bella. Durante la jornada de ayer ya comprobamos que el tiempo es muy variable en esta zona de California: suele amanecer nublado y con mucha neblina pero a lo largo de la mañana el cielo se va despejando y aparece el sol.
San Luis Obispo de Tolosa es una Misión española fundada en 1772 por el Padre Junípero Serra. La iglesia es inusual en su diseño, ya que su combinación de campanario y atrio no se encuentra en ninguna otra de las misiones de California. La nave principal es corta y estrecha, algo común, pero en San Luis Obispo hay una nave secundaria de casi el mismo tamaño situada a la derecha del altar, haciendo de esta la única en forma de "L". En la actualidad es una parroquia de la Diócesis de Monterey.
Estamos en Big Sur, una porción de la costa californiana conocida por sus agrestes paisajes y escarpados acantilados. El primer pueblo del día es Morro Bay, llamado así por un enorme peñasco que hay en la costa. La verdad es que me recordó en cierto modo a la localidad alicantina de Calpe.
Conforme seguimos avanzando por la California Highway 1, los tonos ocre de los prados se ven potenciados por la bruma baja que envuelve las montañas.
De camino a Cambria, una ardilla cruza como una exhalación la carretera y con un volantazo conseguimos sobrepasarla sin darle, pero no sabemos si el coche que venía detrás habrá tenido los mismos reflejos. Os puedo asegurar que la ardilla vio la luz al final del túnel porque el neumático le peinó el flequillo. El pueblo es un lugar precioso, con casas inmensas –como no– de diversos colores escalonadas sobre la colina. A pesar de estar muy cerca de la costa parece un pueblo de montaña.
Paramos en la playa de Moonstone Beach, un lugar donde se respira tranquilidad. Al igual que ayer, la bruma está baja a estas horas de la mañana y hace bastante frío. Casualmente vemos otra ardilla que se esconde en un hueco, nos acercamos y la tía sale, nos enseña los dientes y emite un ruido súper gracioso. El caso es que minutos más tarde descubrimos que la playa está plagada de ardillas que salen hasta de debajo de las piedras, pasean a sus anchas por una pasarela de madera sobre la arena e, incluso, llegan a acercarse a las personas. Ver para creer, las primeras ardillas playeras que conozco...
Nuestra siguiente parada es cerca de San Simeón, en otra playa que invita a la relajación con el ruido de las olas de fondo, cometas volando en un cielo ya más despejado, pájaros sobrevolando la zona, más ardillas y… de repente, una cola gigante sobresale del mar, más bien dos. Son una parejita de elefantes marinos. Más adelante, paramos en un punto de observación de estos animales, que emiten unos sonidos muy fuertes y echan un pestazo que tira para atrás. No obstante, merece la pena aguantar unos minutos la respiración para contemplar como juguetean entre sí.
La costa está plagada de acantilados que esconden pequeñas calas...
Como veis las paradas se suceden una tras otra, esta parte de la carretera del Pacífico es la más espectacular con diferencia. Durante unas 60 millas discurre por acantilados junto al océano, así que las vistas son increíbles. Es inevitable parar el coche una y otra vez para contemplar como los surfistas surcan las olas mientras esquivan enormes rocas, ver un riachuelo que desemboca en una playa recóndita o como el chulo de turno del descapotable se peina los cuatro pelos en guerrilla que le quedan. Tanto es así, que tardamos unas 8 horas en recorrer 200 kilómetros de costa. También es cierto que hay bastante tráfico. Nos llaman especialmente la atención unas algas que hay en la arena que parecen brotes de soja gigantes, ¡aquí siempre todo a lo grande!
El surfista y la gaviota
El recorrido no tiene desperdicio...
Pasamos cerca de un prado en cuesta donde un grupo de vacas pasta alegremente a escasos metros del mar. A la altura del pueblo de Lucía nos encontramos una zona de obras, están construyendo un túnel de estos con ventanas hacia el mar. También pasamos por el famoso puente de arcos Bixby, increíble.
En un principio habíamos pensado entrar a Carmel, la ciudad en la que vive Clint Eastwood y de la que fue alcalde, pero son las cinco de la tarde, no hemos comido, y estamos cansados… por lo que optamos por buscar motel en Monterey, cenar y descansar.
Así lo hacemos. Caminando por el paseo marítimo en busca de un lugar para hacer nuestro almuerzo-cena encontramos un japonés. A los dos nos apetece muchísimo; ya estamos cansados de hamburguesas, sándwiches, perritos calientes… ¡y además nos encanta el sushi! El lugar es muy acogedor y con unas magníficas vistas al puerto deportivo. Aunque nos invitan a sentarnos fuera, preferimos quedarnos dentro porque hace bastante frío. El caso es que cuando pedimos hay una pequeña confusión y nos ponen un plato de más, y ya habíamos pedido bastante porque estábamos pasados de hambre. Pero bueno, como lo hemos pillado con ganas damos cuenta de todo. Si os gusta la comida japonesa os recomiendo este restaurante, el sushi es excelente y el precio nada mal para todo lo que nos pusieron, unos 70 euros los dos. Está en el puerto deportivo de Monterey, en una especie de torre circular acristalada, y se llama Sapporo. Os dejamos un testimonio de lo que nos metimos entre pecho y espalda (sin los aperitivos, que no llegaron a la foto)
Cargamento de sushi listo para degustar
De camino al coche nos quedamos helados. En pocos días hemos pasado del calor del desierto al frío del Pacífico. Veremos mañana en San Francisco…
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