El tercer día en el espectacular valle del Baztán decidimos emplearlo en visitar a primera hora de la mañana el Parque Natural del Señorío de Beritz, donde paseamos con calma por los caminos que recorren el bosque. En este parque hay excursiones de 1 hora hasta recorridos de 6-7 horas, donde podrás encontrar bicicletas, caballos y caminantes en cualquier tramo. Ideal para desconectar y disfrutar de la naturaleza.
A media mañana nos dirigimos al Infernuko Erreko, una senda de 1 kilómetro que parte desde el restaurante Etxebertzeko Borda. Para llegar hasta aquí es inevitable coger carreteras con curvas y animales paseando en plena carretera, pero merece la pena. Aquí dejamos el coche, reservamos en el restaurante y comenzamos la senda que conduce por medio de un boscoso desfiladero hasta llegar a un pequeño molino donde molturaban antiguamente el maíz los vecinos de la zona. El camino es naturaleza pura, con subidas y bajas y zonas estrechas, y el sonido del agua te acompaña en todo momento. El molino es una caseta que cuelga encima del río y que se camufla entre los árboles. Un espectáculo. Volvemos y nos sentamos en el Etxebertzeko Borda, donde pedimos truchas aprovechando que el restaurante tiene una pequeña piscifactoría. También pedimos revuelto de hongos y de postre una cuajada y una tarta de queso. Nos sale a 50 euros la comida y a pesar de ser un poco subido de precio, merece la pena por el lugar en el que estamos, el paisaje que disfrutamos y el sabor de las truchas criadas allí. Al acabar aprovechamos para volver a realizar un tramo de la senda y meter los pies en el agua y descansar.
Volvemos al hotel a descansar y leer bajo los árboles, y una vez recargadas las pilas nos dirigimos a Amaiur/Maya, un pueblo cercano que recibe al visitante con un arco en la entrada. Paseamos por el pequeño pueblo que consta de una calle principal y pequeñas callecitas a los lados. Las fachadas de las casas son típicas de la zona y encontramos una fuente con vaso de hierro, lavapiés y toalla incluidos, y una gran figura de un clásico peregrino del camino de Santiago. También nos acercamos a la iglesia, un imponente edificio con dos torres a los lados y muy cerca vemos el molino del pueblo. Como ya se acerca la hora de la cena decidimos quedarnos en el molino y probar los famosos ‘talos’ hechos con harina del propio molino. Nos pedimos tres para probar; queso con txistorra, queso con bacon y queso con chocolate. Están deliciosos y se aprecia el sabor artesanal de la masa. El molino tiene unas pocas mesas para sentarse en el exterior y disfrutamos de una fresca noche a la luz de una luna llena. Una vez con el estómago lleno nos volvemos al hotel.
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