Tras un desayuno aceptable en el hostal de Inverness, nos disponemos a recorrer la ciudad. Habíamos sopesado la posibilidad de volver al Lago Ness por una zona menos turística, pero el tiempo no acompañaba y pensamos que Inverness tendría también algo interesante que ofrecer. Así fue. La capital de las Highlands es una pequeña ciudad de menos de 100.000 de habitantes que se puede recorrer en unas cuantas horas.
Remontando el río por la orilla del castillo encontramos a las afueras de Inverness un grupo de pequeñas islas entreveradas en el río y que cuentan con una amplia variedad de árboles. Se trata de las islas de Ness, un paseo popular para los habitantes de la ciudad y en donde incluso hay gente que se dedica a la pesca. Tras un grato paseo por este lugar, cruzamos a la ribera opuesta y ponemos rumbo de nuevo hacia el centro de la ciudad. De vuelta nos encontramos con la catedral de St. Andrews, una hermosa catedral anglicana de estilo neogótico a la que se puede acceder gratuitamente y la cual es el mayor templo de Inverness.
Ha llegado la hora de comer y para ello paramos en un restaurante italiano con vistas al castillo, en donde tuvimos la ocasión de degustar unas ricas sardinas. Terminamos nuestra visita a la ciudad cruzando de nuevo el río y paseando junto a las iglesias que se levantan cerca de la orilla. Pero la mejor visita de Inverness quedó reservada para el final: Leakey’s, una grandiosa librería de segunda mano instalada en el interior de una antigua iglesia y en donde se pueden encontrar todo tipo de libros y mapas, incluso de Paustovsky, un autor imposible de hallar en todas las librerías en las que estuve previamente.
A las 16.00 sale nuestro tren para Edimburgo, el cual nos llevará en unas cuatro horas de vuelta a la capital de Escocia. El trayecto es más agradable que con el autobús y el paisaje, el mismo que a la ida; aunque el tren va efectuando paradas en pintorescas estaciones como Aviemore. Atravesamos el puente que cruza el Firth of Forth y, una vez en Edimburgo, nos bajamos en Haymarket, al oeste de la ciudad. De ahí nos dirigimos a la residencia de estudiantes Arran, algo más diáfana que el primer alojamiento en el que pernoctamos en Edimburgo, pero con un colchón insufrible. No es recomendable pasar allí más de dos noches a menos que alguien quiera acabar su viaje por Escocia con problemas de espalda.