Una vez terminado el maravilloso desayuno que nos tenía preparado Patricia, tomamos rumbo a la Abadía cisterciense de Fontfroide. Se encuentra a 14 km al sudoeste de Narbona, fundada como benedictina en el siglo XI (1093) por el vizconde de Narbona y acontecida cisterciense el año 1145.
Después de diferentes y variados avatares en su historia, finalmente, a partir del 1908 fue comprada por Gustave y Madeleine Fayet quienes se encargaron de su restauración. La entrada son 12 euros, con auto-guía incluida, en todos los idiomas, una moderna y cómoda manera de conocer una abadía sin perder detalle. Se nota la inversión económica en todo el entorno; por la limpieza, el cuidado y el buen gusto en cada detalle y en todas las estancias. No tengo más que alabanzas para este lugar. Recomendable 100%.
Salimos de la abadía hacia Narbona, con destino al Halle o mercado modernista, donde se mezclan los puestos del mercado tradicional con otros pequeños bares o locales de tapas. Nos sorprendió un puesto en el mercado que estaba lleno de gente, una pequeña barra y platos de comida con carne suculenta: “Chez Bebele”. Se trata de un conocido puesto donde el gerente es un exjugador de rugbi que, con megáfono en mano, “canta” los pedidos a los puestos vecinos, estos le tiran los paquetes de carne por el aire y él los recoge como si de una pelota se tratara. Todo un show que resulta muy entretenido. La materia prima excelente, la abundancia del plato, la atención amable en todo momento y una organización sorprendente en este negocio familiar, no os defraudará.
Con el estómago lleno, nos dispusimos a conocer el centro de Narbona.
La ciudad Histórico-Artística de Narbonne, capital de la Galia Narbonesa, residencia de los reyes visigóticos y ciudad archiepiscopal, con sus más de 2500 años de antigüedad, alberga un rico patrimonio. En pleno centro histórico, hay dos edificios, declarados Monumento Histórico, de obligada visita: la catedral de San Justo y San Pastor y el palacio de los Arzobispos. Desde el Halle, cruzamos el canal por uno de sus puentes y rápidamente nos encontramos en la plaza del ayuntamiento. Lo primero que me llamó la atención fue un trozo de la calzada romana de la antigua Vía Domitia, primera calzada de la Galia y no pude contener las ganas de bajar a pisar esas grandes piedras que soportan tanta historia.
Muy cerca, la catedral de Narbona, catedral de los Santos Justo y Pastor es parada obligada en la ciudad. Es de estilo gótico y muy diferente a las catedrales cátaras de la región. Esta diferente manera en la construcción era la forma que tenía el arzobispo de demostrar su vínculo hacia el Reino de Francia, en contra de los cátaros. Junto a la catedral, está la otra joya de la ciudad: el conjunto del antiguo palacio arzobispal de Narbona. Paseamos por la ciudad, vimos algunas tiendas y dando por concluida la visita turística, nos marchamos a nuestra casita, donde nos esperaba un relajante baño en la piscina.
Era nuestra última noche en Carcassonne y queríamos cenar en algún sitio de la ciudad, pero no encontramos el lugar adecuado, de manera que repetimos en L´Escargot.
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