Llegué a Tokio después de recorrer el interior de Japón. Que la primera impresión sea llegar a la estación de Shibuya y salir ante el famoso cruce a última hora de la tarde fue todo un puntazo, como el de la bandera de Japón.
Todas las referencias previas al viaje se hacen realidad. Restaurantes, gente, luces, caos ... resulta emocionante verse en medio de toda esa vorágine, experimentando en la realidad todo aquello imaginado.
Sin embargo, Tokio es bastante más que los clichés urbanos y su vista requiere de algunos días. En mi caso fueron dos y este tiempo sería el mínimo del que partir. Los templos, parques y jardines no mejoran en belleza y singularidad a los ya visitados, por lo que si el itinerario elegido finaliza aquí, yo me centraría en las singularidades de la capital como el Mercado de pescado de Tsukiji, ver algún espectáculo de teatro tradicional en el Kabuki-za (el mismo día del espectáculo ponen a la venta tickets a precios reducidos unas horas antes del inicio), lugares de ocio y las singularidades de los barrios como Arakawa, Shibuya o Shinjuku
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