Nos despertamos prontito y desayunamos en una panadería – pastelería que había justo enfrente del hotel, cruzando la carretera, por cierto, ni un semáforo ni paso de cebra ni nada hasta bastante más adelante, o sea que había que cruzar un poco a lo loco pues era una vía bastante transitada.
La panadería esa está genial, tienen muchísima variedad de desayunos, bollos, panes, y también cosas saladas. Está como en una antigua gasolinera, por la forma que tiene, Boulangerie L’Ancestrale.
Y nos dirigimos lo primero hacia la Cité. Entramos de nuevo por la Puerta de Narbona:
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Subimos por la calle principal ya sí viendo tiendas de souvenir y cositas abiertas y fuimos directos al Castillo de los Condes. La entrada al castillo son 9€ la normal, 7€ la reducida y puedes recorrer las murallas de la ciudad y entrar dentro de algunos espacios del castillo. Con la entrada puedes entrar varias veces en el mismo día.
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Nosotros entramos, vimos las estancias interiores y recorrimos las murallas hacia un lado. Las vistas desde las murallas son preciosas.
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Salimos por un extremo que daba a la Basílica Saint Nazaire y al Teatro, así que ya aprovechamos a entrar a la catedral. Desgraciadamente estaba en obras así que no pudimos ver las preciosas vidrieras de las que habla todo el mundo
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Después de esto estuvimos callejeando un poquito:
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Entrando en tiendecitas de souvenir, en otras de cosillas artesanas y acabamos picando en entrar en una de pastas, donde acabamos comprando mil pastas y es que todas tenían una pintaza… para morirse.
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Seguimos callejeando un poco y decidimos ir a comer, tenía anotado comer en un restaurante que ahora mismo no recuerdo el nombre, pero justo esos días estaba cerrado por vacaciones. Así que nos pusimos a echar un ojo a los diferentes restaurantes que había por allí y acabamos sentándonos en el Restaurante Le Grands Puits.
Había algo de cola así que tardamos un poco en sentarnos. David pidió el típico Cassoulet y yo me pedí una pasta con salmón. El Casoulet solo probé las alubias, puesto que carne no como y la verdad que me pareció bastante soso. Mi pasta, en cambio, estaba riquísima.
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Salimos y volvimos hacia el castillo condal a hacer la otra parte de murallas que nos faltaba. Hay gente que sabe que sus casas se ven desde las murallas y decoran sus patios de forma muy bonita.
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Este lado de las murallas es más corto y no se ve tanto como desde el otro, el otro lado es muchísimo más bonito.
Acabada de ver la Cité nos fuimos a la ciudad nueva donde se ubican todas las zonas de navidad. Cruzamos por el famoso puente de piedra con las bonitas vistas de la Cité
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A la que cruzábamos vimos algo raro nadando en el agua y bajamos corriendo a ver qué era y nos encontramos con estos graciosos bichillos a los que estuvimos un buen rato echando fotos y cachines de pan
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Y después nos encaminamos hacia la Plaza del General Degaulle que es donde montan el pequeño parque de atracciones:
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La verdad que está todo hecho para niños, no hay nada para que disfrutemos los adultos. La noria lo único, dijimos de subir pero al final no lo hicimos, cosa de la que me arrepiento bastante porque las vistas tienen que ser espectaculares.
De ahí pusimos rumbo de nuevo a la Plaza Carnot para ver el mercadillo navideño abierto. Mercadillo que me esperaba tipo artesano, como los de centro Europa y con cositas preciosas y donde pensaba comprar mis regalos de navidad. Y menudo chascazo… son cuatro puestos y de artesano y bonito no tiene nada de nada. Un puesto era incluso de imprimir en tazas, camisetas y demás fotografías.
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Este era el puesto más interesante casi que vimos... jaja
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Vamos, un mercadillo cualquiera. Vimos la pista de patinaje un rato, nos tomamos otro vinito caliente. Y volvimos hacia la plaza Degaulle a ver iluminadas las cosillas.
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Aún era pronto, no teníamos ya más nada que hacer por allí, ya lo habíamos visto todo y no había nada de entretenimiento por navidad para adultos en el que pasar el rato. Buscamos algún súper para comprar algo de cena y volvimos a dar una vueltilla por la ciudad nueva.
Y al hotel bastante pronto.
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