Hoy madrugamos. El partido era a las 12h. Teníamos prácticamente media mañana libre así que hicimos caso a los dueños del hotel y nos levantamos temprano para hacer un tramo de una ruta preciosa cercana, que casualmente coincide con el camino de Santiago. La ruta es la de la piedra y del agua. Se lleva como una dos o tres horas hacerla completa pero como no nos daría tiempo, nos aconsejaron hacer un tramo de 5 kms.
Así que nos levantamos y nos fuimos con el coche hasta el Monasterio de Armenteira, donde empieza la ruta. Antes de iniciarla, pasamos al monasterio y lo vimos muy rápidamente.
Y bueno, empezamos la ruta, preciosa, por un caminito estrecho que se va adentrando en un bosque de colores verde vivo y trascurre junto al río todo el tiempo. Nos cruzamos con gente andando, corriendo y hasta en bici, pero nada masificado ni mucho menos. También hay una "aldea lábrega" muy curiosa de ver durante el recorrido. Calculamos el itinerario y cuando nos faltaban unos diez minutos para acabar el tramo de los 5 kms. llamamos a los dueños del hotel que vinieron a recogernos en su coche y nos llevaron hasta el monasterio a recoger el nuestro y volver así al hotel a desayunar. En definitiva, una ruta preciosa, fácil de hacer e indispensable si estás por la zona y te apetece hacer algo de ejercicio en plena naturaleza.
Cuando llegamos al hotel nos habían preparado un desayuno digno de reyes. Una mesa rectangular con vajillas antiguas, cubiertos dorados, y salvamanteles y posavasos muy coquetos. Las copas eran de vidrio talladas al igual que la jarra con zumo de naranja natural que presidía la mesa. Además teníamos yogures, bandejas con mermeladas, mantequillas, nutella, botecitos de miel, aceite y tostadas. En una bandeja había kiwis y cerezas y en otra croissants gigantes recién hechos por ellos que estaban deliciosos. El café nos los hicieron al momento cada uno el que quiso y también estaban muy ricos.
En fin, un desayuno con el que empezamos el día de manera espectacular.
Tras darnos una ducha y con mucha pena, partimos de este maravilloso alojamiento rumbo a Marcón, donde hoy se jugaba el partido. Milagrosamente y en el último minuto marcamos el gol que nos dió el pase a semifinales, lo que significaba que nuestra escapada se iba a alargar al menos dos días más.
Con la euforia por tal hazaña todos los padres decidimos darnos un homenaje gastronómico para celebrarlo y uno de ellos propuso ir hasta A Guarda a un restaurante que conocía donde se comía marisco y todos estuvimos de acuerdo. Nos quedaba a una hora de camino y mientras íbamos hacia allí decidimos buscar alojamiento allí mismo y quedarnos a pasar la tarde turisteando. Por internet encontramos un Monasterio/hotel que nos gustó y llamamos para reservar. Por suerte había habitaciones así que, ya teníamos el tercer alojamiento de nuestro viaje, esta vez en A Guarda. Se llamaba HOTEL CONVENTO DE SAN BENITO.
El restaurante en cuestión no era gran cosa. Estaba en una callejuela por el centro y eso sí, estaba petadísimo de gente super arreglada. Tuvimos que esperar a que nos prepararan mesa, éramos 16!!!. CASA OLGA se llamaba. Y sí, allí estaba Doña Olga, con sus 89 años y en zapatillas de deporte, paseándose entre las mesas, saludando a todo el mundo. Era todo un espectáculo. Allí cantamos, comimos, brindamos y montamos una fiesta de no te menees. Comer, comimos bastante bien. Todo en bandejas al centro para compartir. Nos sacaron percebes, camarones, algún plato de pescado y mucha langosta. Todo ello regado por un fresquito vino blanco de Doña Olga y terminado con unas fuentes de postres dulces. A los chupitos invitó la casa. A esas alturas ya estábamos sólo nosotros y una pareja, ella murciana y él extremeño que no dudaron en unirse a nuestra fiesta. Igual de abultada que la fiesta fue la cuenta. Un sablazo en toda regla, pero bueno, a ser sinceros, comimos bastante así que... comimos bien y pagamos muy bien.
Recomendado?.... pues creo que no es sitio para todo el mundo, no por el precio del menú sino por la personalidad de Doña Olga a la que a algunas personas puede que no les guste, pues sus ideas políticas las expresa de manera muy exagerada y si no vas en el plan festivo como íbamos nosotros o compartes sus ideales, puede que no te haga ni puñetera gracia. Así que, antes de recomendarlo, avisaría de lo que te vas a encontrar.
Volver?... pues si estoy cerca igual sí, no sé. Comimos muy bien pero hacerme una hora de viaje para ir a comer allí... creo que buscaría otras opciones.
Al terminar de comer todos los padres se fueron de regreso a Pontevedra. Nosotros nos quedamos pues íbamos a dormir allí. Era domingo del Corpus y las calles estaban pintadas y adornadas con flores para la procesión de los niños que han tomado la comunión este año. De repente nos encontramos en una plaza presidida por un monasterio que resultó ser nuestro alojamiento, así que fuimos al coche a por las maletas y fuimos a hacer el chek in. Nos instalaron en dos habitaciones fabulosas. La nuestra tenía un balcón que daba a la plaza. La de nuestros amigos era algo más grande, esquinera, con dos ventanales, y baño con duñcha y bañera de hidromasaje. La decoración de ambas era antigua, con muebles de época. Lámparas de araña, paredes de piedra, camas grandes con cabeceros metálicos y sillones como tronos de reyes. Parecía un castillo medieval pero bien mantenido. Los pasillos tenían arcos, y antorchas. Había un museo, y un salón para el esparcimiento muy típico con sofás y sillones antiguos. Las puertas de las habitaciones eran un capítulo aparte. El sistema de picaporte no tenía nada que envidiar a las más modernas puertas de seguridad. Nos costó unos minutos abrirlas. Aquí nada de tarjetas. Llaveros grandes y pesados a la antigua usanza.
En la entrada había dos tornos donde antiguamente dejaban a los niños abandonados para que las monjas los cuidaran. Por supuesto había un claustro interior muy bonito.
La verdad es que el sitio era una divinidad. Y el precio al ser temporada baja bastante asequible.
La procesión pasó justo por delante y nos asomamos al balcón como Antonio Banderas o la Jurado hacían en sus semanas santas en Andalucía. Había muchísima gente y al terminar la procesión decidimos continuar con el turisteo. Pensamos subir al Monte Santa Tecla y ver los Castros pero de camino al coche se nos cruzó un local cerca de la playa con unas vistas preciosas al puerto pesquero y decidimos tomarnos unos gintonics en la terraza, y un zumo de piña el que conducía jejeje.
Ya hidratados tiramos para el monte. Vimos los castros celtas desde arriba, donde soplaba un viento brutal. Aunque hacía bastante fresco mereció muchísimo la pena porque las vistas eran espectaculares. Sacamos unas panorámicas de la desembocadura del río Miño de infarto. Allá abajo se divisaban unas playas muy lindas, y Portugal enfrente. Quisimos cruzar en el ferry pero no llegamos a tiempo así que nos tuvimos que conformar con las fotos e imaginar lo a gusto que se estaría en esas playas en agosto.
Cuando bajamos ya era muy tarde, otra vez las horas de luz nos habían engañado y aparcamos el coche en el puerto y buscamos rápidamente un bar para cenar. No teníamos mucha hambre después del homenaje en Doña Olga así que buscamos algo en plan ligero. No nos complicamos mucho, y entramos al primer bar que había en el puerto. Tenía sitio en la terraza con lona pero teníamos frío y entramos dentro. Era el típico bar, con fotos antiguas en las paredes y con todas las mesas llenas, la mayoría gente del pueblo. Pedimos varios platos para compartir y enseguida a dormir. Estábamos reventados. Menos mal que el monasterio/hotel estaba allí mismo.
Esa noche dormí del tirón. Sin duda la cama más cómoda de todos los alojamientos donde nos quedamos. Recomendado 100%.