![]() ![]() Embarque Libre a Tailandia ✏️ Blogs de Tailandia
Diario de nuestro viaje a Tailandia en Julio de 2012Autor: Gatuka Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.6 (11 Votos) Índice del Diario: Embarque Libre a Tailandia
01: Introducción a nuestro viaje a Tailandia
02: Bangkok
03: Bangkok
04: Rio Kwai-Ayutthaya
05: Ayutthaya-Lopburi
06: Sukothai-Chiang Rai
07: Chiang Rai
08: Chiang Mai
09: Phuket
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Etapas 7 a 9, total 17
Nos levantamos a las 6.00, nos duchamos y bajamos a desayunar. A las 7.30 nos está esperando Somsak, igual de sonriente a pesar del catarrazo que tiene. Hoy nos toca ver las tribus de montaña. Al estar comunicadas por caminos de tierra, nuestro autobús no puede acceder, así que hacemos el trayecto en furgoneta.
Vamos al poblado Akha, formado por varias cabañas de paja y pistas de barro a modo de calzada, por donde circulan personas, gallinas, cerdos vietnamitas, perros y vehículos, todos a la vez. La tribu de los akha se caracteriza por la supremacía de la mujer. Esta es la única que trabaja, pero a su vez tiene el poder absoluto sobre los miembros de la familia. Los miembros de la pareja no viven juntos, tan sólo se juntan para tener relaciones una vez al mes, cuando hay luna llena. Tener relaciones sexuales dentro de la casa familiar está completamente prohibido. Los niños tampoco van al colegio, se quedan trabajando vendiendo pulseras a los turistas. De ahí nuestra determinación a no comprarles nada por insistentes que fueran. Los thais no ven con buenos ojos esta práctica en las tribus, Somsak aplaude nuestra elección de no comprar e insta a los niños a ir a la escuela. Nos muestran por dentro una casa típica Akha: dos habitaciones, una para el hombre (y sus hijos) y otras para las mujeres, pues en esta tribu se estila la poligamia. Cocina típica de una casa akha Después visitamos la tribu de los Yao, mucho más rica, lo que notamos rápidamente en sus infraestructuras. Entramos a ver una escuela y ahí si decidimos comprar una pulsera, pues las hacen los propios alumnos para conseguir fondos. Niños aprendiendo las tareas del campo en una escuela Yao De vuelta al autobús paramos para ver la típica estampa de los campesinos sembrando los arrozales. Nos montan en una barca a motor para recorrer el triángulo de oro. Cuando estamos en medio del Mekong empieza a salir humo del motor y la barca se para, lo que hace cundir un poco el pánico. Tras el caos consiguen arrancar de nuevo la barca y llegamos hasta Laos, donde nos llevan a un mercadillo a hacer compras. Tras mucho negociar compramos camisetas y bolsos mucho más baratos de lo que los hubiéramos conseguido en Tailandia. Después visitamos el museo del opio, prescindible pero interesante. De vuelta al hotel conseguimos que el autobús nos deje en la puerta del Wat Pa Yia (el monasterio del bosque de bambú), pues habíamos leído de él en la guía y teníamos curiosidad. Es un sitio muy tranquilo, sin turistas. Cuando llegamos los monjes están rezando, así que no podemos visitarlo por dentro hasta que terminen. Paseamos por los jardines con el sonido cantarín de los rezos de fondo. Nos sorprende la poca importancia que se concede a este templo, pues a nosotros nos parece el más bonito de todos los visitados hasta el momento. Al acabar de rezar, los monjes (la mayoría niños) pasean y nos mira entre risitas. Definitivamente no están muy acostumbrados a los turistas. Cuando consideramos que no podemos exprimir más la visita volvemos al hotel, nos damos un baño en la piscina y hacemos uso de la sauna y el jacuzzi que hay en el gimnasio del hotel. Tras darnos una agradecida ducha nos preparamos para salir a cenar con las parejas de la noche anterior. Tomamos el transfer gratuito del hotel y nos dirigimos al mismo puesto de ayer a cenar. La verdad es que nos había encantado. Paseamos por el mercado nocturno y hacemos unas compras hasta que nos sentimos cansados y volvemos al hotel, esta vez en taxi, no sin antes pasar por la aventura de rechazar a u taxista borracho que casi se cae del coche al abrir la puerta para ofrecernos sus servicios y un tuktukero muy extraño que llevaba a su madre y pretendía que nos montáramos con ella. Etapas 7 a 9, total 17
Es el último día de circuito y, por si todavía no habíamos aprendido nada de los thais y el budismo, aquí vendría una lección avanzada. La primera actividad del día consiste en hacer ofrendas a los monjes. Pues bien, nosotros pensamos que iríamos a algún monasterio a llevar las ofrendas, como quien lleva huevos a las clarisas. Cuál es nuestra sorpresa cuando el autobús para en medio de la calle y nos hacen bajar. A un lado de la carretera hay unos puestos en que se vende todo lo necesario para las ofrendas, que consisten en comida y una flor de loto.
Tan pronto cogemos lo que el guía nos ofrece, y en la misma carretera, aparece una hilera de monjes, todos ellos niños. Nos explican el protocolo a seguir: no tocarles ni darles nada a la mano, debemos meter todos los artículos uno a uno y en un orden concreto en el recipiente que los monjes traen a tal efecto. Tras el ritual nos hacen agacharnos en posición de rezo para darnos la bendición. Impresionante esta religión, en la que cualquier lugar es bueno para llevar a cabo rituales religiosos, resaltando el papel de la espiritualidad. Ponemos rumbo de vuelta al autobús, pues por fin vamos a ir al centro de entrenamiento de elefantes. Habíamos oído hablar mucho de estos centros y estábamos bastante a la expectativa de lo que nos íbamos a encontrar. La explotación turística no tiene límites y Tailandia está llena de centros de rehabilitación de elefantes que tratan de paliar el daño que la comercialización de madera de teca y los “circos” de elefantes han hecho. Al principio la visita parece interesante. Nos montan en un elefante y nos dan una vuelta por la montaña, observando la naturaleza en casi-estado puro. Al acabar, damos de comer a los elefantes, mientras tratamos de asegurarnos de que les dejan descansar. Nosotros pensamos que esto acabaría aquí, pero nos llevan a unas gradas donde nos muestran un espectáculo de elefantes pintando y jugando al fútbol. No nos gustó. No voy a entrar en consideraciones éticas ni morales. Simplemente no me produjo ningún tipo de interés ver a un animal desempeñando actividades propias de un ser humano. Al acabar, y para dejar buen sabor de boca, montamos en una balsa de bambú, descendiendo el río y contemplando el paisaje selvático a ambos lados. Los sonidos de pájaros, hojas al moverse, la corriente del río… y nada más, nos conducen a un estado de paz del que no saldríamos hasta llegar a tierra firme, donde un nuevo juego de contrastes del maravilloso país que es Tailandia, nos golpea de nuevo. Parte del grupo pide ir al Tiger Kingdom. Menos de la mitad estamos radicalmente en contra y tampoco el guía lo aprueba, pero si quiere recibir una buena evaluación de su trabajo, sabe que debe llevarnos. El Tiger Kingdom es un lugar en el que hay tigres encerrados en jaulas inmensas las que la gente puede acceder y sacarse fotos con los felinos, a los que despiertan expresamente para ello. Todo está permitido: abrirles la boca, sentarse o tumbarse encima… La organización del centro asegura que la inhibición del instinto del tigre se debe a que son animales nocturnos y que por el día, cuando se realizan las visitas, están dormidos, de ahí su estado de total pacifismo. Además, el hecho de que estén alimentados inhibe su conducta agresiva. Nada más llegar vemos a los tigres metidos en en las jaulas y las tropelías a las que son sometidos por parte de los visitantes. No nos gusta lo que vemos y decidimos sentarnos a esperar al resto del grupo, que tarda más de lo esperado y empezamos a sentir un hambre atroz. Cuando por fin conseguimos salir de allí para ir a comer nos vimos recompensados con una tortilla de patata, que el guía ha prometido que nos servirían en el restaurante al que íbamos. La verdad es que, no sabemos si es por el hambre que tenemos pero, a pesar de estar hecha con aceite de soja, está deliciosa. Después de esto visitamos una granja de orquídeas, donde sacamos montones de fotos a los coloridos ejemplares. Volvemos temprano a Chiang Mai, no sin antes hacernos una foto todo el grupo al completo a modo de despedida. Ya en Chiang Mai nos ofrecen llevarnos a un local de masajes, obviamente de unos amigos del guía, pero la verdad es que nos apetece muchísimo. A diferencia de la otra vez (que estábamos de una manera más privada, en nuestra propia habitación), nos ponen una ropa holgada para darnos el masaje. Salimos como nuevos y cogemos un tuk tuk para volver al hotel. Nos duchamos y nos preparamos para salir temprano, pues habíamos quedado con el resto del grupo para cenar todos juntos, a modo de despedida. Era la última noche en Chiang Mai y queríamos hacer un montón de compras, aunque estábamos francamente cansados. Nos reunimos con los demás y, para contentar a todos, vamos a un sitio en el que sirven hamburguesas y pizzas. Tras la cena nos despedimos por última vez de la gente que no estaba alojada en nuestro hotel y nosotros pusimos rumbo al mercado nocturno. Mientras los chicos van a comprar los relojes que habían dejado pendientes la noche anterior, nosotras nos perdemos entre los puestos de bolsos, vestidos… Cargados con nuestras bolsas y con el cansancio del día regresamos al hotel, donde ya nos despedimos definitivamente. Al día siguiente cada uno tomaríamos vuelos diferentes. A nosotros nos tocaba por fin descansar en la isla de Phuket. Nos vamos a la cama contentos por ver lo que nos espera al día siguiente, aunque apenados porque echaremos de menos las aventuras del circuito y a todos los componentes, con los que hemos formado una gran familia de viaje. Etapas 7 a 9, total 17
Nos habían dicho que alguien vendría a recogernos para llevarnos al aeropuerto. Como nuestro vuelo sale a mediodía hacemos las maletas tranquilamente y nos tomamos un copioso desayuno. Somsak viene a recogernos y con su habitual sonrisa nos lleva al aeropuerto, donde nos despedimos definitivamente de él.
Tras una larga espera porque el aeropuerto de Chiang Mai no tiene prácticamente nada para hacer, montamos en el avión. Nos sorprende el tamaño, pues es idéntico al que habíamos cogido en Barajas. Ya a bordo nos dan un tentempié que devoramos mientras nos maravillamos observando el color del océano y las islas desde lo alto. En el aeropuerto nos recoge nuestra guía de referencia para esos días en la isla: la señora Sopa. Nos montamos en una furgoneta junto con otras dos parejas, una de las cuales iba al mismo hotel que nosotros, el Radisson Blu Panwa Beach. Habíamos elegido esta playa porque al estar en época de monzones el resto de la isla estaba más expuesta a corrientes marinas que podían ser algo peligrosas. Esta zona, en cambio, estaba más resguardada. Sabíamos que a la tarde no podríamos disfrutar de la playa porque la marea se retiraba unos kilómetros, dejando solo arena, pero nos asegurábamos un buen baño por las mañanas. De camino hacia el hotel Sopa nos va ofreciendo diferentes excursiones y comentándonos que podemos hacer en cada una. Así, reservamos la excursión para Las islas Phi Phi dos días después, con la intención de poder hacer otro día la de la bahía de Phang Nga. Los desplazamientos en Phuket son lentos y dada la hora que es ya no podemos hacer nada más que deshacer las maletas y salir a cenar. De camino al hotel Llegados al hotel nos ofrecen un cocktail de bienvenida que no nos gusta en exceso. Hacemos el check in y corremos a ver la habitación. Al principio nos decepciona porque no era lo que nos habíamos imaginado, pero la terraza está fenomenal y no tardamos en cogerle cariño. Las vistas desde nuestra terraza Escudriñado todo y deshechas las maletas salimos de expedición por la zona. Enfrente del hotel hay un restaurante y un 7eleven. Más abajo, junto al aquarium, hay un paseo con muchos locales, hoteles, puestos y restaurantes, así que hay variedad. Cenamos en un restaurante que nos llama la atención, pero que luego nos decepciona y volvemos al hotel dando un paseo, asombrados por los tendidos eléctricos, que al golpearse los cables entre sí, sueltan chispas. Una vez en el hotel no tardamos en quedarnos dormidos. Por fin no tendríamos que poner el despertador al día siguiente. Etapas 7 a 9, total 17
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