Por los monasterios y bosques de BUTAN ✏️ Blogs de Bhutan9 días por este país tan escondido informativamente como geográficamente, que ha preservado intactas su naturaleza y su cultura.Autor: Meha Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (30 Votos) Índice del Diario: Por los monasterios y bosques de BUTAN
Total comentarios: 29 Visualizar todos los comentarios
Etapas 7 a 9, total 9
Las miles de curvas que teníamos por delante desde Bumthang hasta Phobjikha se iban sucediendo una a una entre bosques, valles y montañas……….. Claro que, no nos podemos quejar si nos acompañan estos paisajes.
Al menos nosotros disponíamos de un cómodo 4x4, no como otros turistas que viajaban en renqueantes minibuses o pequeños coches que a duras penas conseguían subir los prolongados puertos de montaña. Por las pequeñas aldeas que íbamos encontrando a nuestro paso caminaban los niños-monjes, vestidos con sus túnicas rojas, para instruirse en los monasterios. Una triste realidad, ya que muchos padres se ven forzados a convertir a sus niños en monjes, por falta de recursos para mantenerlos. Parece ser que en tiempos pasados cada familia tenía la obligación de ceder a uno de sus hijos a algún monasterio, y aunque ahora ya no existe esta imposición, a muchas familias humildes no les queda otro remedio. Casi el 10% de la población de Bután son monjes, que se dedican a rezar por el 90% restante. Fea se ponía la cosa cuando nos vimos atrapados en un accidente causado por un autobús que dejó bloqueada la carretera al quedarse sin frenos. Menos mal que no se fue hacia el precipicio. Los medios de rescate eran inexistentes y la circulación quedó cortada. Un camión tiraba del autobús con un cable para intentar moverlo y desbloquear la carretera, y como aquello no tenía trazas de resolverse de inmediato, no íbamos a desaprovechar la ocasión de recorrer aquellos parajes que desde el coche desfilaban demasiado rápido ante nuestros ojos. Para mí, fue una buena oportunidad de poder palpar la autenticidad de un Bután que normalmente sólo se observa desde la ventanilla de los vehículos. Caminando carretera abajo, sí que percibíamos más intensamente la belleza de aquellos lugares, devolviendo los saludos a niños y mayores que vivían en recónditos lugares, ¡qué paisajes! ¡qué bonito!. Sabíamos que las bolsas de plástico están prohibidas en el país por motivos ecológicos. Y, sin embargo, en los bordes de la carretera podíamos ver botellas de plástico y envoltorios plásticos tirados en el suelo. O sea, no usan bolsas de plástico pero importan infinidad de productos envasados en plásticos. Todavía se están acostumbrando a la modernidad. Hasta hace poco tiempo, todos sus residuos eran orgánicos, y todos iban al suelo……………los hábitos siguen siendo los mismos. Parece ser que el gobierno está empezando a organizar campañas de concienciación sobre comportamientos ambientales. Iba pensando yo en algunas curiosidades de Bután, como por ejemplo, que los mismos nombres se usan para hombres y para mujeres, cuando nos recogieron algunos kilómetros más abajo, una vez que lograron abrir el tráfico apartando el autobús a un lado de la carretera. Habían pasado casi 2 horas. Almuerzo en Trongsa, en el Yangkhil Resort, con unas vistas alucinantes. Trongsa es preciosa, y el cañón profundo que forma el río repleto de vegetación es impresionante. Nuestro destino sería Gangtey. La carretera descendía siguiendo el curso del río Mangdechhu, encajonado entre verticales laderas tapizadas de bosque salvaje. De momento estamos repitiendo el recorrido de 2 días antes en sentido contrario, y tocaba subir el puerto de montaña Pele La. Interminables horas de carretera, porque los trayectos en coche siempre duraban más horas que las previstas. Me daba mucha rabia ir viendo paisajes tan espectaculares desde el coche, sin tener tiempo para hacer ni una breve parada, y ni siquiera ser capaz de asimilarlos. Pasado el puerto de montaña, nos desviábamos hacia Phobjikha, por un camino repleto de rododendros. No faltaba mucho para poder apreciar las dimensiones del valle. Lo mejor del día venía a continuación: el Gangtey Nature Trail, que transcurre a casi 3000 m de altura por un imponente valle glaciar. Durante los casi 5 km de recorrido, el paisaje es espectacular, sobre el valle de Phobjikha teñido de color canela. Comenzábamos junto al monasterio de Gangtey, después de un té caliente. Un sendero entre prados nos llevaba entre granjas, cultivos y vacas. Por un pinar de altísimos pinos autóctonos nos sentíamos enanitos. Desde un mirador observábamos a las grullas cuellinegras, especie rarísima en peligro de extinción. Durante el verano, estas aves habitan en el Tibet, a 5000 m de altitud, y cada otoño migran a este valle para pasar el invierno en un clima más cálido, después de sobrevolar las altas cumbres del Himalaya. Tan escasa es esta especie de grullas que la población ha respetado su hábitat natural, dejado todo el valle libre para ellas. El pueblo no se ha construido sobre el valle, sino en torno a él. Las grullas no eran más que puntitos blancos en la grandeza del valle. Las teníamos que observar a lo lejos porque no está permitido acercarse para no molestarlas. Desde el momento en el que descendíamos al valle para recorrer su parte final, el sol se iba ocultando, y ya sólo la parte superior de las montañas quedaba iluminada por una luz muy dulce, que acentuaba todavía más las tonalidades anaranjadas que las hojas de los árboles habían adquirido. Por mucho que tirábamos del sol hacia arriba para que no se escondiese y nos dejase disfrutar algunos instantes más del lugar, no conseguimos el premio. Seguramente otros estaban empujando en sentido contrario desde el otro lado del mundo para empezar a recibir los primeros rayos del amanecer sobre el Aconcagua. En un pequeño monasterio, los jóvenes monjes montaban un partidillo de fútbol. Realmente este valle glaciar es una auténtica maravilla. Tras instalarnos en el alojamiento rural, y despedirnos de guía y conductor, aprovechábamos la media hora restante de penumbra para pasear por los alrededores entre modestas granjas. Hemos tenido un día duro de coche. Me matan estos trayectos tan largos, no los disfruto, demasiadas imágenes circulando en continuo. Prefiero explorar más a fondo cada lugar. Ella era una máquina sobre la bici, subiendo empinados puertos de montaña, él intentaba seguirla. Su guía no podía ser otro que el mejor ciclista de Bután. Alemana y venezolano residentes en Singapur, recorrían Bután a su manera. Nuestros dicharacheros compañeros de alojamiento estaban tan contentos de practicar español como nosotros por escuchar sus aventuras. De nuevo, los chiles con queso quedaban intactos. Nosotros nos dedicamos al pollo, al cerdo, fideos, arroz, patatas, verduras. También va a ser una noche dura. Nos han metido en una granja con baño compartido, cuya limpieza no es precisamente radiante. La ventana no cierra y el agua caliente escasea. La idea era compartir experiencias con los granjeros, conocer su forma de vida, pero no parecen tener demasiado interés en departir con extraños. Entre el peso de las mantas, la altitud y la sequedad del ambiente, me oprimía la respiración. Etapas 7 a 9, total 9
Resultaba fantasmagórico el amanecer sobre el valle de Phobjika. La noche había cubierto de blanco el valle, con una fina capa de hielo que comenzaba a evaporarse al calor de los primeros rayos de sol. Como el desayuno tardaba, nos lanzamos a descubrir el discurrir de las primeras horas del día en esta aldea del valle.
Los granjeros ya habían comenzado a faenar, atendían a su ganado o se ocupaban del campo. Los monjes acudían a que los convidasen a desayunar. Como rezan por todos, nadie les niega una invitación a su casa para comer, beber o tomar té. Los niños, aprovechando que era domingo y no tenían colegio, volvían de hacer algunos recados. Las vacas nunca faltaban, deambulando libres por las carreteras de tierra o pastando en los prados. Magnífico era el valle glaciar, y muy humildes las granjas a su alrededor. Un lugar precioso. Para quedarse más tiempo y recorrer más a fondo estos lugares. Si un escritor observase este lugar, podría relatar la sensibilidad que se percibe, podría describir el vuelo de las grullas de cuello negro y el sonido del silencioso fluir. Si un pintor colocase aquí su lienzo, podría plasmar la serenidad y armonía del entorno. Todavía no estaba servido el desayuno cuando regresamos a la granja-alojamiento, y eso que el sol ya empezaba a calentar. No eran nada simpáticos estos granjeros. Mucho más agradable resultaba charlar con el resto de huéspedes y sobre todo no apartar la vista de la eterna sonrisa del venezolano. Arroz con chiles para desayunar. Dicen que el chile activa el metabolismo. Nosotros optamos por sabores más ligeros. Nuestro destino final del día será Dochu La. Y hacia allá nos vamos. La pista de tierra por la que recorríamos longitudinalmente el valle de Phobjika nos dejaba unas imágenes tan bonitas que, de haberlo sabido, habría pedido que el coche nos recogiese en el otro extremo. Me habría encantado recorrerla a pie, sorbito a sorbito, en vez de tragarme todos aquellos baches. Y otra vez la tortura de horas y horas de carretera de curvas y agujeros, a menos de 30 Km/h. Subiendo montañas, bajando a los valles, bosques indómitos, torrenteras poderosas, monasterios perdidos, granjas colgadas de precipicios, terrazas de cultivos, gentes sentadas al borde de la carretera. Naturaleza inexplorada. Paisajes que son una pasada, pero que no es posible disfrutar cómo se merecen. Al pasar por Punakha nos volvía a encantar el color verdoso del río que serpenteaba por el valle, y la disposición de cultivos y aldeas trepando por las laderas. La carretera de ascenso hacia Dochu-La seguía en obras. Los bosques eran inacabables. Las apartadas granjas se salpicaban por la difícil geografía configurada por las montañas. Nunca faltaban monasterios budistas, innumerables en Bután, situados en los más retirados lugares, generalmente en lo alto de las colinas, buscando el retiro espiritual. Por fin llegamos a Dochula Pass, ¡Qué mareo! Tantas horas en coche, tantas imágenes, tantos lugares, y me vuelvo con la impresión de no haberlos palpado, ni escuchado. El tiempo perdido en comidas es excesivo. Por mucho que nosotros intentemos apurar, siempre hay que esperar a que termine el guía, y ese tiempo sería muy aprovechable haciendo alguna parada por el camino. Este tipo de viajes con todo programado no es lo mío. Si lo que yo necesito ahora es aire fresco! Y me da tanta rabia no haber podido parar, no haber podido disfrutar de lugares tan bonitos. Y cuando pienso en los 2 días que pasamos en Thimphu, ahora me parecen excesivos, en vez de haberlos podido aprovechar en otro sitio. La comida en la Tea House de Dochula es muy buena, y el local muy agradable, con sus enormes ventanales mirando al Himalaya. Aquí comenzamos el Lungchutse Hiking Trail, que partiendo de 3100 m, alcanza una cota máxima de 3569 m. El bosque inicial era precioso, los altísimos árboles forrados de musgo buscaban la luz. Los caducifolios ya habían perdido las hojas. Grandes rododendros y altísimos cipreses. Ningún turista. Incluso a 3300 m seguían creciendo helechos, musgos, prímulas color púrpura, y por supuesto, varias de las 48 especies de rododendros que habitan en Bután. A 3400 m de altitud, los rododendros exhibían sus troncos rosados, otros continuaban cubiertos de verdes musgos, creando un conjunto muy peculiar. El pulso se aceleraba al ascender a estas altitudes. El bosque verde y rosado. Una belleza. Así sí que me siento feliz. Silencio…………., no oíamos nada, casi no quedaban pajaritos en otoño, ya han emigrado a zonas más cálidas. Llegábamos al monasterio de Lungchutse tras hora y media larga de ascensión por su único camino de acceso. Su ubicación es imponente. En lo alto de una montaña, a 3560 m de altura, dirigiendo la mirada al Himalaya, a esas montañas que jamás han sido escaladas. Como el Gangkhar Puensum, que, con sus 7570 metros, presume de ser el lugar más alto del planeta que jamás ha sido alcanzado por humanos. Son lugares sagrados, en ellas habitan los espíritus y no se debe ir a molestarlos. La paz era absoluta. Era domingo, día que los monjes aprovechan para bajar a los pueblos en busca de provisiones. El monasterio estaba solitario. Sólo un par de monjes tomaban un baño en un apartado rincón, en una tina de agua caliente inmersa en la naturaleza. Llegué con ventaja y me maravillé del espectáculo en soledad. Instantes así son los que para mí concentran la magia de viajar. Gran lugar, que me ha hecho olvidar la paliza en coche. Divisábamos la cordillera del Himalaya a lo lejos, el valle de Punakha, Dochula, e incluso el valle de Thimphu. La luz estaba preciosa al atardecer, cuando descendíamos por el bosque, iluminando los musgos de los troncos e intensificando las tonalidades del follaje. Y una vez que abandonamos el bosque, desde el entorno más despejado de Dochu-La, el espectáculo de luces y sombras era absoluto Esa noche éramos los únicos clientes en el hotel de Dochula, el Dochula Resort. Una habitación estupenda, frente al Himalaya, a 3100 m de altitud. Para cenar, lo de siempre: pollo, verduras, arroz, patatas y sopa. Etapas 7 a 9, total 9
Nuestro hotel en el paso de montaña Dochu La, justo frente al Himalaya, nos debería regalar unas vistas impresionantes, pero.......... amanecía muy nublado, y sólo podíamos ver los valles y montañas cercanos, no las altas cumbres. Además, teníamos que salir temprano, porque a las 8 cortaban la carretera a Thimphu por las obras.
Algunos grupos de turistas madrugadores llegaban para desayunar en nuestro hotel y asomarse a la terraza. Pema aceleraba a tope para llegar a tiempo. Aquellas curvas ya no parecían tan pronunciadas después de lo visto en el centro del país. Con menos baches, y más ancha, cuando terminen de arreglarla ya no supondrá tanta tortura. De Thimphu a Paro nos parecía una autopista, tan amplia que cabía holgadamente un vehículo en cada sentido. El relieve menos abrupto permitía unas curvas más suaves. El valle era más ancho, la vegetación menos abundante, y los accesos a las laderas menos dramáticos, los cultivos crecían en soleadas terrazas. Tras el fin de semana se había reanudado la actividad escolar, y volvíamos a encontrarnos con muchos niños que caminaban por la carretera cargados con su mochilita, su bolsa de comida, y vestidos con sus elegantes trajes, para dirigirse a las escuelas. Al pasar por el aeropuerto de Paro, como estaba a punto de aterrizar un avión, habían cortado la carretera, desviándonos por una explanada irregular de tierra, donde cada coche, sin ningún orden, salvaba aquellas zanjas. Recorríamos el valle de Paro en paralelo al Paro River, como no, de un bonito color azulado. A nuestra derecha quedaba el Dzong de Paro. Ni siquiera en esta ancha y casi recta carretera dejaban de cruzarse las vacas. Los niños practicaban sus actuaciones para rendir homenaje al cuarto rey, que celebra mañana su 60 cumpleaños. Deslumbraba la blanca silueta del Jomolhari, de más de 7000 metros de altura. Tras otros 30 minutos en coche desde el pueblo, estábamos aparcando en el punto de comienzo del camino al monasterio del Nido del Tigre, el Taksang Lhakhang. Lucía el sol, ni una nube. Desde la explanada de inicio del sendero ya divisábamos la cantidad de monasterios colgados sobre las montañas. El comienzo era fácil, aunque en subida, a 2600 m de altura, entre pinares combinados con otras especies de vegetación. En pocos minutos llegábamos a un molino que, con agua del río, movía cilindros de oración. Una pequeña cascada refrescaba el ambiente. Ascendíamos y ganando altura. La vegetación se iba diversificando y el paisaje se iba abriendo. Esta es la visita más famosa en Bután, y se notaba en la afluencia de gente. Y mucha gente mayor, que iba sufriendo de lo lindo. Lo peor era el horrible olor de la mierda de caballo. Y es que ofrecen caballos para subir el primer tramo, y, claro, hay gente que los usa. Tras 40 minutos de subida, y a 2930 m de altura, una cafetería con extraordinarias vistas al monasterio colgado sobre el precipicio, nos servía como punto de descanso. Tea time. Aunque, en realidad, cansados no estábamos. El bosque se iba coloreando. Los rojos, naranjas, amarillos y verdes de las hojas competían en colorido con las banderas de plegarias. Numerosos monasterios o casas de meditación emergían en recónditos lugares. En otros 40 minutos llegábamos al siguiente view point. El monasterio estaba ya muy cerca y las vistas eran realmente impresionantes. Imponente ubicación, encajado en la roca sobre un precipicio que cae verticalmente 900 m sobre el valle. Estábamos a 3100 m. Por unas escaleras descendíamos hasta una altísima cascada, para volver a subir por escalones hasta los 3100 m del monasterio. Fantásticas vistas. Total, que en 2 horas habíamos llegado. No es el único monasterio en estas montañas. Las cumbres están repletas de ellos, y de centros de meditación, pero Taktsang es el más importante y venerado. Recorriendo las ornamentadas y coloridas dependencias, íbamos percibiendo cómo éste es el lugar en el que el solape de magia y religión alcanza su máxima expresión. La historia de la llegada de Guru Rinpoche desde el Tíbet montado sobre una tigresa voladora convirtió el lugar en sagrado. Guru Rinpoche introdujo el budismo en Bután en el siglo VIII, y en torno a la cueva en la que se dedicó a meditar durante más de 3 años fue construido el monasterio Taktsang. Pinturas sobre la roca viva, budas de ojos rasgados, dioses con rostros plácidos, o caras de monstruos de ojos muy abiertos y dientes amenazantes. El tigre tenía su propia cueva. Era la última vez que Sonam se colocaba el fular blanco en nuestra presencia. Se lo había puesto montones de veces, en cada visita a un monasterio o un dzong, es obligatorio para todos los butaneses. Tras reanudar la marcha y descender hasta la cafetería para comer, tal era la variopinta mezcolanza de razas que nos entreteníamos intentando adivinar la procedencia de cada uno: yo creo que estos son australianos, aquellos yanquis, esos otros tal vez vietnamitas o malayos. El descenso continuaba hasta el aparcamiento. Desde abajo podíamos distinguir la característica cara de león labrada en la roca. El Dzong de Paro está situado al lado del río, y rodeado de un bonito parque. Recorrer sus alrededores era una delicia al atardecer. Ya no nos apetecía entrar a visitar más monasterios. Preferíamos rehuir de plácidos budas y enfurruñados dioses y dedicarnos a rastrear el ambiente más terrenal, el discurrir de la vida a pie de calle. Con un paseo por Paro, prácticamente despedíamos nuestra estancia en Bután, sorteando vacas por la calle, que también pastaban en el parque infantil. En ningún otro lugar del país habíamos visto tanta gente vistiendo vaqueros o ropa occidental. Tiendas de todo tipo, arquitectura tradicional, andamios de bambú, perros callejeros, monjes budistas, chiles secándose en las ventanas, cilindros de oración, mercados de granjeros, templos, y muchos niños. Fachadas de estilo butanés, adornadas con ventanas de madera y dibujadas de flores, frutas, plantas, animales o penes. Indios trabajando en precarias condiciones, butaneses viviendo la vida tranquilamente. El valle, el río, los bosques, las montañas…..una buena síntesis de lo que nos hemos encontrado en Bután. Y por supuesto, nadie fumando en la calle. Fumar en público está prohibido en el país. Los perros de Paro se comportaban igual que los de Thimphu. Dormían durante el día. Al atardecer comenzaba su actividad, se despertaban, se juntaban y parecía que hablaban entre ellos, o más bien discutían, con sus ladridos a voces. Nuestra interpretación era que su comportamiento correspondía al estado natural de animales salvajes. En el mundo civilizado, los perros tienen dueño, y siguen los horarios de sus dueños, no sus horarios innatos. Los animales salvajes dormitan durante el día y se activan por la noche……..así actuaban estos perros. El Rema Resort de Paro era el hotel para nuestra última noche en el país. Estupendo lugar con vistas al valle de Paro. Nos vestimos de butaneses, y cenamos con Sonam y Pema para despedirnos. Noche de estrellas, en la que mi mente se mantenía tan despierta como ellas, montones de imágenes y de experiencias desfilando por mi cabeza. Madrugón para llegar al aeropuerto. Desayuno mientras adornaban el altar de homenaje al amado cuarto rey por su 60 cumpleaños. Ese delirio amoroso parece no habérselo ganado todavía el quinto rey. Apoteosis final volando cerca del Himalaya. No sé si el índice de la felicidad funciona, pero lo que puedo asegurar es que todos los butaneses que conocí están muy orgullosos de vivir en su país. Pero.......aún no nos vamos a casa. Continuamos viaje por Nepal: www.losviajeros.com/ ...hp?b=11291 Mi blog: masrutasymenosrutinas.com/butan/ Etapas 7 a 9, total 9
📊 Estadísticas de Diario ⭐ 5 (30 Votos)
Últimos comentarios al diario Por los monasterios y bosques de BUTAN
Total comentarios: 29 Visualizar todos los comentarios
CREAR COMENTARIO EN EL DIARIO
Diarios relacionados Viaje al país del dragón
Viaje de 16 días a los reinos de Sikkim y Bután. Itinerario de viaje por Bhutan.
⭐ Puntos 4.30 (10 Votos) 👁️ Visitas mes actual: 72
Galería de Fotos
|