Viaje de 20 días por Chile: San Pedro de Atacama, Isla de Pascua, Patagonia: Torres del Paine; Región de los Lagos: Puerto Varas, Lago LLanquihue, Navegación por el Lago de Todos los Santos, Parque Nacional Alerce Andino; Valparaíso y Santiago de Chile Autor:AlejandriaFecha creación:⭐ Puntos: 5 (24 Votos)
LAN y su personal no tienen unos criterios fijos en según qué temas. Nuestra tarjeta de embarque indicaba como hora de estar en el aeropuerto las 6:00, cuando el vuelo tiene su salida a las 9:00 h. Cuando compré el billete me indicaron que aunque Isla de Pascua es territorio chileno el vuelo es considerado como internacional y teníamos que estar tres horas antes. A algún personal de tierra que pregunté me indicaron lo mismo. Pues en este vuelo, una vez entregadas las maletas, otro empleado me dice que por supuesto Isla de Pascua es chilena y por tanto se considera como un vuelo doméstico. Lo cierto es que estuvimos esperando a que el avión saliera mucho rato pues al tener sacada ya la tarjeta de embarque solo hay que entregar la maleta en uno de los mostradores , preparado solo para ello, que no suelen tener cola.
El vuelo dura casi cinco horas. El aeropuerto Mataveri, lógicamente es pequeñito, si bien su pista de aterrizaje fue ampliada en 1985 por la NASA para posibles aterrizajes forzosos de sus transbordadores espaciales. Nos bajamos del avión por la escalera directamente a la pista de aterrizaje y andando a la pequeña terminal. Hay una gran cola para la compra de la entrada al Parque Nacional Rapa Nui. 30.000 pesos. Solo nos la pidieron en Orongo y Ranu Raraku, lugares en los que, además, solo puedes entrar una vez.
Todos los exteriores están adornados con esculturas representativas de la cultura Rapa Nui. Nos vienen a recoger del alojamiento. La chica de Mana Nui Inn nos espera con collares de flores de buganvilla. A nosotros y a un chico italiano. El aeropuerto está muy cercano a Hanga Roa, capital de la isla y única población. En el recorrido al hotel nos va explicando la situación de los sitios más recurrentes, el banco, la oficina de correos, la gasolinera, algún restaurante, la iglesia….
Este alojamiento, Mana Nui Inn, consta de dos edificios con habitaciones y baño y algunas cabañas con cocina. Aparte del edificio de recepción y desayunos hay una cocina (aneja a uno de los edificios de habitaciones) que pueden usar los huéspedes, también un frigorífico. Las habitaciones son amplias, con una pequeña terraza, pero yo las encuentro algo cutrecillas. El entorno, sin embargo, es muy bonito, con jardines y figuras pequeñas de moais. Su situación es cercana a la zona de Tahai, casi al lado del cementerio.
Sobre las dos de la tarde, hora local (dos horas menos que Chile, seis menos que España), nos ponemos en marcha, que hay mucho que ver y poco el tiempo que permanecemos en la isla. Hoy no alquilamos coche, vamos a ir andando hasta la aldea ceremonial de Orongo.
Las primeras fotos que hacemos en la isla, aparte de las del aeropuerto, son del cementerio, todo florido de amarillo. En el centro hay una gran cruz roja que esta tallado sobre un pukao (antiguo tocado).
Vamos atravesando la zona de Hanga Vare Vare pegada al mar. Aquí es dónde se celebra cada mes de febrero el festival Tapati Rapa Nui. Hay una piscina natural con palmeras que han sido plantadas a su alrededor. Y el área se encuentra decorada con diversas estatuas de piedra y tallados y algunas piezas modernas que derivan de algunos de los concursos del festival.
La idea original era ir andando por la costa, subir a Orongo y volver por el mismo camino. Pero como no sabemos el tiempo que nos llevará decidimos ahorrarnos un trecho desplazándonos en taxi y a la vuelta ir viéndolo todo conforme nos fuera dando tiempo. Por aquí no se ven taxis. Le preguntamos a una señora que, muy amablemente, llama rápidamente a una conocida suya que es taxista. En cinco minutos tenemos el taxi disponible. Preguntamos el precio. Nos dijo una cantidad alta que no recuerdo. Pero aquí agradecemos la información de la chica que nos ha recogido en el aeropuerto. El trayecto urbano del taxi cuesta 2.000 pesos, sea largo o corto. A dónde queremos ir se considera el fin de la zona urbana. Pregunta por radio y da su conformidad.
Queremos que nos lleve hasta dónde están las oficinas de Conaf, que es dónde comienza el sendero de subida al volcán Rano Kau. Pero a medio trayecto recuerdo que no llevamos las entradas del parque que hemos comprado en el aeropuerto. Vuelta al alojamiento y retorno a nuestro punto de destino. Al final el trayecto nos sale por 4.000 pesos. La taxista, muy parlanchina, nos fue dando información, alguna bastante valiosa, de los sitios por los que íbamos pasando.
Junto a la carretera hay un cartel que indica sendero Te Ara o Te Ao que tiene su inicio en los jardines botánicos de la Conaf. Este sendero sigue el mismo recorrido que hasta hace unos 150 años atrás se utilizaba para llegar hasta la aldea ceremonial de Orongo para la celebración del ritual del hombre pájaro o Tangata-Manu . Cada año, por el mes de julio, los grupos que iban a participar en el ritual del Tangata-Manu, se instalaban en una casa, hare vaka, situada cerca de Mataveri. Luego ascendían en procesión las laderas del volcán Ranu Kau hasta la aldea ceremonial de Orongo. Este recorrido era llamado Te Ara o Te Ao, “El Camino del Mando”.
El sendero transcurre en pendiente, hay que salvar 300 m. de desnivel, entre un bosquete de eucaliptos, por unos tres kilómetros. A estas horas hace calor y hay mucha humedad entre los árboles, así que la subida se hace un poquitín “sudorosa”. Volviendo la vista atrás se ven perspectivas de Hanga Roa y la costa.
La ascensión desemboca en un mirador. Es el mirador del cráter del volcán Rano Kau. Hace dos millones y medio de años, la erupción volcánica más espectacular de Rapa Nui dio origen a este rincón del sudoeste de la isla, cuyo cráter es un impresionante anfiteatro natural y una de las vista más majestuosas de toda la Isla de Pascua. Al frente se aprecia una parte “mordida” del cráter, llamada Kari Kari , es el único lado que vierte al mar y debido a la fuerte y prolongada erosión marina sobre los acantilados terminó por derribar esta parte del cráter. En este mismo mirador hay una roca vallada que contiene buenos ejemplos de petroglifos con dibujos de hombres pájaro.
La superficie del lago está cubierta de camalotales de totoras. En el interior del volcán hay condiciones microclimáticas (radiación, vientos, humedad, temperaturas..) muy favorables para el crecimiento de especies arbustivas.
Siguiendo a la derecha del mirador, bordeando el cráter, hay una senda que conduce a Orongo. En el centro de visitantes hay que presentar la entrada al Parque Nacional, la cual te sellan, y registrarse en el libro que tienen destinado para ello. En este centro hay varios paneles explicativos de todo lo concerniente a la aldea ceremonial. Porque Orongo es en realidad eso, una aldea ceremonial construida con motivo del culto del dios Make-Make y la competencia del tangata-manu. Su uso era estacional, se utilizaba solo unas cuantas semanas al año. Orongo es también el principal sitio de arte rupestre de Rapa Nui.
Al inicio del recorrido hay un mirador desde donde se aprecia los tres motus (islotes) que hay frente a la costa, son los más grandes que rodean la isla. El que tiene forma de monolito es Motu Kao Kao, el que le sigue, más pequeño, es Motu Iti y el más grande e importante, Motu Nui, islote grande. Aquí era donde anidaban y ponían sus huevos en primavera bandadas de gaviotines apizarrados.
Siguiendo el sendero delimitado comienzan las casas de la aldea. Las dos primeras están sin restaurar, el resto fueron restauradas en 1974. Aquí las casas no son como el resto de la isla. Los fuertes vientos que soplan por aquí, damos fe de ello, obligaron a construirlas con losas de basalto. Los techos con efecto voladizo, losas inclinadas progresivamente hacia adentro y una gran piedra central que sostiene todo el peso del techo. Casi todas miran hacia el islote Motu Nui, que es donde se desarrollaba la acción. Se usaban únicamente para dormir o protegerse de las inclemencias del tiempo. El resto de actividades cotidianas se desarrollaban al aire libre, en una especie de terrazas definidas por muros bajos de piedra. No se pude acceder a las casas, ni siquiera acercarse a ellas. Hay que verlas desde el espacio habilitado y limitado por cuerdas.
Una de estas casas, llamada Taura Renga, contenía en su interior la estatua conocida como Hoa Hakananai’a . Este moái de basalto es muy importante, no por su tamaño, solo tiene 2.5 m., sino por las figuras talladas de hombre pájaro y símbolos de fertilidad que adornan su espalda. Es la única escultura que refleja un sincretismo entre el periodo de los moáis y el periodo del hombre pájaro. Pero en 1868 una expedición inglesa se lo llevó. Actualmente se encuentra en el Museo Británico de Londres.
Esta foto la hice en 2011 en el Museo Británico.
La última casa se aposenta directamente sobre el acantilado pero su acceso se encuentra cerrado debido a la erosión en la base del acantilado y la inestabilidad de las rocas. Esta casa, llamada Mata Ngara’u, estaba ocupada, durante la competencia, por sacerdotes que oficiaban las ceremonias y ejercían de árbitros. Es también el sitio de petroglifos más importante de la isla. En cada una de las rocas que hay frente a la construcción hay numerosas representaciones de hombres pájaro, komari (símbolos de la fertilidad femenina) e imágenes del dios Make Make. Se han llegado a contar más de 1700. En la lejanía no es mucho lo que se puede ver.
Esta última casa y las piedras con petroglifos hay que verlos desde uno de los puntos, a mi entender, más majestuosos del recorrido. Un nuevo mirador en el borde del cráter del Rano Kau, con la visión de todo el cráter, del mar, de los islotes, de la mordida Kari Kari. Tiene hasta bancos para sentarse y contemplar con calma todo lo que alcanza la vista. Antes del viaje había imaginado varias veces este instante. Y aquí estaba. Así que pensé que era un momento estupendo para comerme el bocadillo, con estas perspectivas de seguro que me sabría a gloria, independientemente de la gente que iba y venía.
En la ladera del cráter, por la parte cercana al primer mirador, se distingue una pequeña senda, muy pendiente, que baja hasta el borde del agua. Solo se puede recorrer con permiso y en compañía de un guía. Mientras permanecemos aquí me puedo imaginar el recorrido que seguían los competidores. Bajaban por el interior del cráter hasta llegar a Kari Kari, descendían por el acantilado hasta el mar y nadaban los 2 km hasta Motu Nui.
Regresamos andando por el mismo camino que hemos subido. Cuando dejamos atrás los jardines de la Conaf, circulamos por el borde de la carretera un trecho corto porque enseguida nos desviamos para acceder a la cueva Ana Kai Tangata. Algunos la llaman también “cueva de los caníbales”. “Ana” significa cueva, “Tangata” significa hombre y “Kai” en el lenguaje Rapa Nui moderno significa comer. Pero en el lenguaje antiguo este término, Kai, significaba reunir, juntar. Se piensa que esta cueva era el lugar donde se reunían los competidores que nadaban hasta Motu Nui e incluso que era el lugar dónde se recibía al competidor que había logrado coger el primer huevo del Manutara, gaviotín apizarrado.
A la cueva se baja por unos escalones y en su interior hay varias pinturas rupestres pigmentadas en colores rojo y blanco. Las figuras representan aves marinas como el gaviotín apizarrado. Yo no las veo muy claramente.
La cueva en realidad es un túnel de lava formado hace muchísimos años, al igual que otras cuevas que se pueden apreciar en la cercanía y a las que no se puede acceder. El borde de la costa por encima de estas cuevas es un lugar privilegiado, ideal para contemplar el mar, el fuerte vaivén de las olas rompiendo contra estos acantilados y escarpados riscos negros de lava, entrando en algunas de estas cuevas e intentándolo en otras. Hay algunas mujeres nativas pescando desde lo alto de las rocas, de manera artesanal, a la antigua usanza, sin caña.
Al lado del inicio de los escalones que bajan a la cueva, sigue un camino estrecho que parece que va bordeando la costa por encima de algunos acantilados. Comenzamos a seguirlo. Finalmente nos condujo hasta muy cerca del pueblo. Esta ruta por encima de la costa es muy atractiva. Es una gozada caminar con el viento que juega con tu pelo, contemplando el azul magnífico del mar moteado de manchas blancas de la espuma que forman las olas. Está nublado pero la temperatura es agradable.
Cuando el camino, al finalizar la costa, parece que se adentra por entre algunas edificaciones, bajamos hasta la bahía Hanga Piko y el muelle del mismo nombre. Es lo más parecido a un puerto que tiene la isla, si bien, dada su baja profundidad, aquí solo llegan pequeñas embarcaciones de poco calado. Los cargueros y cruceros se quedan en alta mar y el traslado se hace en barcas. Por encima del puerto se encuentra el Ahu Riata, que fue restaurado en 1998.
Siguiendo la calle que va bordeando el mar van apareciendo otros moais menos conocidos pero que no dejan de ser llamativos, sobre todo si son de los primeros que ves. Si este paseo se hace al final de la estancia en la isla posiblemente ni se les haga caso alguno. Tal es el caso de Ahu Mata Ote Vaikava. También del Ahu Tautira, conocido con un nombre largo, Ahu Kopeka Tae Ati, situado en la playa de Pea. Ya aparecía descrito en el diario del capitán James Cook en 1774. Después de varias vicisitudes a lo largo de los años, como el ser utilizado como horno, con perforación en el estómago para ello, por un capitán de una flota alemana en la primera guerra mundial, de utilizar las piedras del ahu para el muelle de la caleta …, fue restaurado en 1980 evitando su total destrucción.
La playa de Pea es pequeñita y se suele utilizar para hacer surf. Al lado la Caleta Hanga Roa O Tai que también se utiliza para el desembarque de los buques y es dónde se encuentran las tiendas de buceo.
Desde aquí subimos para la calle principal. Aunque es domingo el supermercado Akivi se encuentra abierto (recomendado por Yolanda, la taxista), pero no tiene mucha mercancía en su interior. Al principio creí que por ser domingo y última hora se le habrían acabado las existencias, pero al día siguiente pude comprobar que poco más tenía. Localizamos casi al lado una panadería para el día siguiente, también recomendación de Yolanda. Dice que sus empanadas no tienen nada que envidiar a las de la Tía Berta y que abre más temprano. El sitio para comprar agua más barato es la farmacia, pero solo botellas pequeñas.
Regresamos al hotel después de toda la tarde caminando, más de 15 km. entre la ida y la vuelta.
La chica del hotel había recomendado para comer El Chez Ramón, en la calle Te Pito Ote Henua, con menús de 5000 y 7000 pesos. Pero estos menús son para el mediodía, por la noche no hay menús. Al principio nos pareció bastante desangelado y no muy limpio, con un número de platos muy limitado. Pero cuando probamos su lomo a lo pobre, mi marido, y yo un guiso de pescado, cambiamos de opinión. Los platos no eran baratos pero el guiso, al menos, estaba riquísimo.
A medio cenar comienza a llover fuerte. En un intervalo de la lluvia conseguimos llegar al hotel, algo embarrados. Luego estuvo lloviendo toda la noche. Ya estaba anunciado por la gran cantidad de nubes que por la tarde comenzaron a cubrir el cielo. El atardecer de Tahai tendría que ser para otro día.
Por la mañana el día sigue muy nublado, las previsiones son de lluvia, pero afortunadamente a lo largo del día la situación va cambiando.
En el hotel nos habían ofrecido el alquiler del coche. Un Daihatsu Terior al precio de 50.000 pesos por día. Pero nosotros lo teníamos reservado con anterioridad a través del portal Rapa Nui, el mismo modelo, pero al precio de 35.000 pesos. Tenían que venir al hotel a entregárnoslo a las 9 de la mañana. Eran las 9:30 y allí no había aparecido nadie. La dueña del hotel nos hizo el favor de llamar al teléfono que teníamos de contacto, no sin recriminarnos el no haberlo contratado con ellos, y consiguió, tras varias intentonas, dar con ellos. A las 10:00 ya teníamos nuestro coche en la puerta del hotel. El modelo era casi nuevo, solo 179 km., de haberlo usado en una sola ocasión recorriendo la isla. En Isla de Pascua no hay seguros a contratar, todos los coches circulan sin ningún tipo de seguro.
Así que con nuestro pequeño y flamante Terior negro nos ponemos rápidamente en marcha, no sin antes pasar por la panadería para comprar pan y empanadas.
Recorrimos hasta el final la calle principal, Atamu Tekena y nos desviamos a la izquierda en Hotu Matua. Al Poco la carretera se bifurca. La que sigue recto va hasta la playa de Anakema por el centro de la isla y la que gira a la derecha sigue toda la costa sur y también llega a Anakema.
Por la carretera de la costa y a unos 10 km. de Hanga Roa nos detenemos en la zona de Vaihu, llamado también Ahu Hanga Te’e, por la atractiva bahía pesquera del mismo nombre. Esta plataforma tenía 8 moáis con su tocado rojo. Los moáis ahora están derribados boca abajo y los tocados, al ser cilíndricos, rodaron algo más lejos, habiendo incluso dos más allá de la bahía. Delante de la plataforma hay un círculo grande y redondo que lleva el nombre de Paina por la ceremonia que solía desarrollarse en su interior. Cuando un hijo quería homenajear a sus progenitores, construía una figura humana con palos de madera y tela de corteza y la ponía en este círculo, delante de la plataforma de la familia. Con la figura dentro del círculo se procedía a narrar las hazañas del homenajeado y había un banquete.
Nos encontramos con el primer caso de una triste realidad. Todos los moáis fueron derribados por la acción del hombre. Los que hoy se pueden ver en pie es porque han sido restauradas sus plataformas y erigidos encima de ellas, también por la acción del hombre. Aunque estos puntos sean lugares menos fotogénicos o atractivos, son importantes para comprender la turbulenta historia de la isla. Y es impactante ver estas estructuras que alguna vez fueron sólidas y fuertes, es un estado tan lamentable. Así es como se encontraron la isla los primeros exploradores europeos.
Quiero hacer referencia a la espectacularidad de la costa en la Isla de Pascua. De seguro que me repetiré un montón de veces. Es espectacular ver como las olas rompen con toda su fuerza contra la roca volcánica. Y este color azul…. tan maravilloso.
Nuestro siguiente punto de parada es similar al anterior. Ahu Akahanga. Es una plataforma sin restaurar con restos arqueológicos, que se distinguen claramente, de casas-bote (hare paenga) y hornos. También este lugar es objeto de una leyenda oral por la cual se cree que es la tumba del primer rey, Hotu Matua’a.
La plataforma principal de Akahanga alguna vez sostuvo 12 moais y posteriormente se fue ensanchando, por lo que los moais de la derecha son más grandes y más nuevos que los primeros cinco de la izquierda. Los moais eran derribados hacia adelante, para que el rostro y sobre todo, los ojos, no se viera y no emanara su mana. Pero en esta plataforma tuvo que darse algún efecto dominó, en el que todos los moais más grandes de la derecha cayeron de espaldas. En la parte de la plataforma que da al mar hay un moai caído, no muy grande, con la cabeza en dirección al mar. Este tamaño y su forma tosca, indican que es una escultura de época muy temprana. Esta posición en la que se encuentra hace suponer, además, que alguna expedición quiso embarcarlo y, por suerte, no lo consiguió. Sin pasar del círculo de piedras que lo delimita se puede rodear para observarlo.
Muy cerca se encuentra otra plataforma no restaurada, Ura Uranga Te Mahina, de cuatro moais boca abajo, muy similar a la que acabamos de ver.
Y ahora nos encaminamos a la visita más importante de todas, la del volcán Rano Raraku y su cantera de moais.
Rano Raraku fue el centro del arte megalítico Rapa Nui, dónde se esculpió la mayor parte de los moai. Desde este lugar los moai fueron transportados hacia distintos destinos de la isla. Rano Raraku proveyó la materia prima, sirvió de taller y como centro de distribución de los moai. Las laderas de Rano Raraku, salpicadas de 397 estatuas de variados tamaños, en diferentes posiciones y distintos estilos, forman un cuadro imborrable que atrapa la atención e imaginación de todo aquel que lo visita. Pero Rano Raraku es más que un gigantesco taller megalítico, también representa el máximo desarrollo de la cultura antigua, a la vez que refleja el escabroso declive que la desvirtuó.
Se nota que es un sitio importante. Las infraestructuras antes de entrar son más completas que en cualquier otro lugar similar en la isla, varias casetas, zona de pic-nic, tienda de recuerdos, baños (previo pago de 500 pesos). En la entrada hay una garita con un guardaparque al que hay que enseñar la entrada, la cual sellan para que no puedas entrar otra vez, así como registrarse en un libro, al igual que en Orongo. El guardaparque no era muy simpático y quería librarse pronto de la mucha gente que entraba, y se le pasó indicarnos que nos inscribiéramos en el libro.
Una vez andados como unos cincuenta metros el sendero se bifurca. El de la izquierda, en subida, va al cráter y el de la derecha se dirige a la cantera. Todos los visitantes se encaminan hacia la cantera. Nosotros optamos por ir primero a ver el cráter porque no se veía a nadie subir y para dar algo de tiempo para que el flujo de gente disminuyera en el otro sentido.
Este cráter también tiene un lago en su interior, pero es más pequeño y con aguas menos profundas. El azul de estas aguas es más luminoso, resaltado por el verde de los juncos de totora. Junto al mirador hay varios ejemplares de ceibo con sus características flores rojas. Bajamos hasta el borde del lago y subimos la pendiente del cráter hasta dónde unas vallas de madera te impiden el paso al resto del cráter. En la lejanía, se pueden ver muchos moais semienterrados en las paredes del cráter. Hasta aquí llegó la fiebre por esculpir moai. Y eso que su traslado era más difícil que desde la cantera tradicional. Tenían que bajarlos hasta la orilla del lago y luego remontarlos y bajarlos por el mismo sendero por el que hemos subido.
El lugar está solitario. Se percibe una gran tranquilidad y sosiego. Disfrutamos un buen rato de todo el entorno hasta que apareció un grupo numeroso con su guía. Y yo que pensé que hasta aquí no llegaban los grupos........ Una vez rota la magia, retornamos para visitar la cantera.
Ya desde la carretera y al acercarnos a la entrada se podía distinguir el verde de la ladera del volcán con las figuras semienterradas. Ahora vamos a comenzar a verlas de cerca. Cientos de esculturas con distintos grados de enterramiento, diferentes tamaños, en diversas fases de acabado. Precisamente por estar semienterrados es que se han conservado en buen estado. La parte enterrada conserva mejor los rasgos y detalles esculpidos, así como el color amarillento de la toba, roca de la cantera de carácter blando y fácil de esculpir, frente al grisáceo de las cabezas expuestas a las inclemencias del tiempo.
Al poco de comenzar el sendero y después de algunos buenos ejemplos de cabezas sobresaliendo en la hierba y otras figuras de moai con la cabeza y medio torso sin enterrar nos fijamos en dos figuras, relativamente cerca, de lo que parecen ser esculturas de gran tamaño y que tienen en la espalda una numeración (296 y 295). Mirándolos de espaldas, el de la derecha, tiene mejores condiciones de acabado, la espalda lisa, las orejas bien definidas, mejor ángulo del cuello. De lo que se deduce que estaba finalizado, frente al de la izquierda que tiene la espalda rugosa y varios detalles incompletos. Precisamente este moai más incompleto es el que utilizó Thor Heyerdahl para excavar a su alrededor y demostrar que todas estas cabezas son en realidad moais completos, así como la proporción media de 1/3, es decir, la cabeza representa un tercio del tamaño total de la estatua.
Enseguida, a la izquierda, aparecen dos moais más conocidos porque aparecen en muchas portadas de libros y en postales. El de la izquierda con sólo la cabeza asomando, toda recta, y el de la derecha con algo del torso asomando y el cuello torcido, a este último lo llaman Hinariru. Ambos en estado final de acabado y con buen tallado en las fosas nasales y línea de la boca.
Subimos por el camino de la izquierda que asciende por unos escalones hasta la parte superior de la cantera dónde se encuentra, sin terminar, el moai más grande que se haya hecho en la isla. Alcanza los 21 metros de largo, con una cabeza de 7 metros y se le calcula un peso de 200 toneladas. El tamaño de esta escultura demuestra la obsesión de los Rapa Nui por levantar moais cada vez más y más grandes, lo que a la larga terminó por agotar sus recursos degenerando en una grave crisis social.
Un poco más adelante se ven dos estatuas acostadas, una junto a la otra, en pleno proceso de labrado. La de delante está muy avanzada, casi lista para retirarla de la roca. La de atrás en un proceso más inconcluso. En ésta de atrás, que se encuentra dentro de una cavidad de la roca, se puede apreciar su color amarillento al no sufrir demasiado las inclemencias del tiempo. Las estatuas se tallaban boca arriba para poder hacer los detalles de la cara, torso y brazos en el mismo lugar. Una vez finalizada esta fase, la escultura se desprendía poco a poco, a golpe de cincel, de la roca madre y era bajada por unas rampas de tierra hasta unas fosas dónde caían de pie, para finalizar el proceso de pulido y tallado de la espalda. La estatua ya estaba lista para su traslado a través de unos de los “caminos del moai” hasta su destino. Si te fijas bien se pueden ver otras dos estatuas, a izquierda y derecha, que habían comenzado a tallar.
Al final del sendero hay como un fantástico mirador de la vista panorámica de la costa, la península de Poike y del Ahu Tongariki, que después visitaríamos.
El camino sigue, ya en bajada, hasta una estatua inusual. El moai Tukuturi, (moai arrodillado). Este moai es muy distinto de cualquier otro que haya en la isla, es mucho más pequeño, tiene las piernas perfectamente definidas, está de rodillas y con las manos descansando sobre ellas. Sus rasgos faciales son redondeados, mucho más humanos si se comparan con la tradicional forma cuadrada de las cabezas de los otros moais. Fue desenterrado por Thor Heyerdahl en 1955. Hay diversas teorías sobre su forma, su situación……..
De regreso y en línea con los moais acostados, pero más abajo, hay otro grupo de dos moais con torso bastante fuera de tierra. En la panza del primero, el que está más derecho, hay grabada la figura de un barco, con sus tres mástiles y velas cuadradas. Un navío europeo que causaría honda impresión en los nativos, otros seres humanos, con otras ropas y otro lenguaje. Alguien quiso grabar este hecho en la panza de un moai abandonado.
En la mitad de la ladera hay otro interesante moai, algo más adelante de la vertical con el moai de 21 metros. Lo normal era abandonar a los moais que se rompían, se consideraba que, al caerse y romperse, el moai perdía su mana. Pues este moai parece que se partió cuando lo estaban bajando a la fosa, y alguien después esculpió un moai entero dónde antes estaba la cabeza. Resultó un moai pequeño sobre los hombros de otro moai.
Recorriendo los distintos senderos que van dando vueltas alrededor de estas figuras ancladas en el tiempo, subiendo, bajando, se van viendo muchas de ellas. Otras son inaccesibles porque no tienen senderos que las rodeen y hay que verlas en la distancia. Pero los senderos que hay son más que suficientes para hacerte una buena composición y comprensión del lugar, empaparte de historia, asombrarte de un arte no visto con anterioridad, maravillarte de la capacidad humana para crear figuras imponentes de una simple roca, con pocos medios, y comprobar los resultados de una ambición desmedida.
Nos sentamos en las mesas de madera de la zona de pic-nic a comernos nuestro bocadillo y la empanada que no nos gustó demasiado. Nosotros no somos de empanadas. Coincidimos con gente que ya vamos reconociendo, del avión, de encontrarlos en los distintos puntos de visita…. La Isla de Pascua es pequeña.
Volviendo a la carretera de la costa enseguida nos topamos con otro de los puntos importantes de visita de la isla. El Ahu Tongariki, la plataforma más grande de Isla de Pascua con 15 moais restaurados. El enclave es espectacular, no solo por la grandeza del ahu y las figuras colosales de los 15 moais, sino por el entorno en el que se encuentra: de espaldas a una pequeña bahía de aguas azules debajo de la península de Poike.
Nada más entrar se observa a la izquierda la figura de un moai solitario. Le llaman el “moai viajero” porque en 1982 viajó hasta Japón para su exhibición en una feria industrial. También es uno de los dos moais que utilizó Thor Heyerdhal para poner a prueba sus teorías sobre el transporte de los moais.
Caminando hacia la plataforma nos encontramos con siete tocados alineados, que no se pudieron colocar encima de la cabeza de los moais por su estado de deterioro. También hay fragmentos de moais que aparecieron enterrados en los escombros del ahu.
El Ahu Tongariki mide 220 metros. Las figuras que estaban sobre él fueron derribadas en el S. XVII durante las luchas entre tribus, al igual que en todas las plataformas de la isla, pero además sufrieron el ataque de olas monumentales ocasionadas por el tsunami que acompañó el gran terremoto de 1960. Algunos de sus moais fueron a parar al muro de piedra que bordea la carretera quedando bastante dañados. La restauración de Tongariki tuvo un presupuesto altísimo que fue sufragado por el gobierno japonés y una constructora privada, también japonesa.
En la gran explanada delante de la plataforma hay otro moai, boca arriba, con la cabeza rota y separada del cuerpo, que pareciera que se habría olvidado restaurarlo y ponerlo sobre el ahu. Pero resulta que no tiene talladas las cuencas de los ojos, por lo que nunca estuvo de pie sobre la plataforma. Hasta que no se ponía un moai en pie sobre su plataforma no se le tallaban las cuencas de los ojos. Tallar las cuencas de un moai era abrirle los ojos y traer su mana y su espíritu a la vida. Se piensa que se rompió en su traslado desde la cantera y fue abandonado por esta explanada.
La carretera sigue su trayecto sin entrar en la península de Poike. Es el extremo este de la isla y corresponde al volcán Poike, el más antiguo de la isla. Si se quiere acceder a esta zona tiene que ser andando. Para su recorrido se necesitan unas 5 horas. Una buena opción para los que permanecen en la isla más tiempo.
Nos paramos para entrar en Papa Vaka, situado a la izquierda, en esta dirección. Aquí no hay plataformas ceremoniales ni moais. Lo que hay son muchos muros de piedra que contienen petroglifos diferentes. Hay senderos para recorrerlo y paneles explicativos de los petroglifos. Lo que ocurre es que estos paneles, por el efecto del sol y de las inclemencias del tiempo, se han borrado, y no se puede leer nada. El sitio parece que no es muy visitado porque algún tramo de los senderos está cubierto de hierba y por el poco cuidado de estos paneles. Además los petroglifos no se distinguen muy bien, parece ser que hay que visitarlos con buenas condiciones de luminosidad, al atardecer o amanecer, y no en plena tarde. No obstante alcanzamos a distinguir unos cuantos y, sobre todo, el petroglifo de una canoa, el más grande de la isla, que da nombre a este recinto. Vaka significa, en Rapa Nui, canoa. Papa significa sendero.
Muy cerca nos encontramos con Te Pito Kura. Nada más entrar se ve una plataforma intacta, no muy grande, con un moai en la posición que quedó cuando lo derribaron, siendo uno de los últimos en ser derribados. Este gigante es el moai más grande que se haya transportado desde Rano Raraku y se haya erigido sobre una plataforma. Mide 10 m. y se cree que pesa 80 toneladas. El tocado, tirado en el suelo cerca de la cabeza, mide casi 2 metros y es también de los más voluminosos tallados y llevados desde la cantera de Puna Pau. Al moai se le conoce con el nombre de Paro. Según la tradición una viuda lo encargó en memoria de su difunto esposo.
Bajando en dirección hacia el mar, se encuentra una gran roca con forma redondeada y completamente pulida, rodeada por un muro de piedra y por otras cuatro piedras redondas más pequeñas que la gente utiliza como asientos. Cuenta la leyenda que el primer rey de la isla, Hotu Matua’a, la trajo consigo desde su isla de la Polinesia y que por eso es portadora de mana, el poder espiritual conferido a los dioses. Pero la piedra es del mismo material que otras de la isla y al ser su origen volcánico es rica en hierro, haciendo que se caliente más que las demás.
Te Pito Kura significa “ombligo de luz” y hay quienes relacionan el nombre del lugar con las cualidades especiales de la roca y con uno de los nombres con los que se conoce a la Isla de Pascua, Te Pito Henua u “ombligo del mundo”.
Desde que hemos pasado el cabo de Poike, estamos bordeando la bahía La Perouse. En el extremo opuesto a Poike, de esta bahía, se encuentra la playa de Ohave.
Desde la carretera se ve un pequeño aparcamiento y una entrada entre un muro de piedra con un cartel que advierte del peligro por desprendimiento de rocas. Mi marido se lo cree y dice que no sigue avanzando. Sigo por un sendero que sube por una colina, a la izquierda, luego baja hasta unas rocas y hay que volver a subir otro grupo de rocas gruesas, aquí ya sin sendero y agarrándote a las piedras.
Aparece una playa pequeña, preciosa, casi salvaje, con arenas de color rosado rodeada de altos acantilados de piedra rojiza. Al fondo de la playa, un pequeño cabo de roca volcánica se adentra en el mar, en su punta tiene una ventana natural producto de la erosión de las olas sobre la roca. Por esta misma elevación, se ve el trazo de un pequeño sendero ascendente que me gustaría investigar, al menos subir hasta su borde superior y comprobar las vistas, me las imagino majestuosas, de toda la bahía y de la misma playa vista desde arriba. Pero no es cuestión de impacientar al rezagado, así que decido volver. Realmente hay muchas rocas caídas desde el acantilado, hay marejadas constantes, por lo que existe riesgo cierto de derrumbamiento.
Volviendo, voy deleitándome con las vistas de la bahía y de la península de Poike al fondo. Las aguas que llegan hasta las rocas muestran una gran variedad de colorido, desde el blanco hasta el azul profundo, pasando por las tonalidades intermedias.
Como a un kilómetro por esta carretera aparecen las palmeras de la playa de Anakena.
Es la principal playa de la Isla de Pascua, ideal para bañarse y tomar el sol. Sus arenas son blandas, de origen coralino, de color blanquecino. Cuenta con algunas estructuras para los visitantes, buena zona de aparcamientos, casetas que venden comida, refrescos, recuerdos, baños (de pago), kioscos de madera que sirven bebidas, bancos de madera para pic-nic. Todo ello, dentro y alrededor de un bosquete de palmeras cocoteras que fueron importadas desde Taití en 1960. Tengo la sensación de que he llegado a la Polinesia. Como nunca he estado en la Polinesia, esta me parece perfecta.
No hay demasiada gente a estas horas de la tarde. Algunos pocos bañándose. Meto los pies en el agua pero me parece muy fría. Nos sentamos un rato a la sombra contemplando el vaivén de las olas. Mi marido se baña y yo me dedico a explorar los alrededores. Al lado derecho de la playa hay un bosquecillo de ceibos que proporcionan mucha sombra. Hasta aquí han llegado dos coches por un camino de tierra que, me imagino, tiene su inicio enfrente de dónde se cruzan la carretera de la costa y la que transita por mitad de la isla. Levantamos campamento y nos dirigimos hacia las plataformas.
Pero este lugar, además de su idílica playa, es importante también por otras razones. Según cuenta la tradición oral, aquí desembarcó la primera expedición compuesta de dos canoas cargadas de animales y plantas y tripuladas por un grupo de polinesios al mando del rey Hotu Matua’a. Este rey estableció aquí su residencia y entorno a la playa floreció un importante enclave que se convirtió en uno de los centros políticos y culturales de la antigua sociedad isleña. Se han encontrado restos de muros de piedra y casas canoa. Y, por supuesto, tiene su correspondiente centro ceremonial.
Aunque dicen que hay tres plataformas originales, yo solo distingo dos. El Ahu Nau Nau se yergue majestuoso sobre la arena blanquecina una vez recuperada su antigua gloria en 1978, cuando fue restaurado. Cuenta con siete moais, dos incompletos, cuatro de los cuales conservan sus pukaos. Cuando estas estatuas fueron derribadas, poco a poco fueron cubriéndose de arena, lo que ha permitido que se encuentren en mejor estado que las del resto de la isla. Tienen un grado más perfecto de detalles conservados, tallado de los ojos, nariz, labios, orejas, manos, grabados detallados en la espalda.
En un costado aparecen restos de moais y tocados que no pudieron ser restaurados, restos de la tercera plataforma que sigue sepultada por la arena y una cabeza de moai que no tiene las cuencas de los ojos talladas, por lo que nunca estuvo encima de plataforma alguna.
A la derecha y algo más elevada hay otra plataforma con una sola estatua. Es Ahu Ature Huki, el moai que tiene encima, con peor aspecto que los anteriores, fue el primero que se volvió a poner en pie en la isla.
Nos tomamos un jugo de frutas en uno de los kioscos debajo de las palmeras. El más caro y el menos bueno de todo nuestro viaje. Pero estábamos en el mejor “marco” para ello.
Regresamos a Hanga Roa por la carretera que cruza toda la isla. Paisaje diverso, bosques de eucaliptos, granjas y superficies cultivadas, praderas, caballos a su libre albedrío. Esta es una circunstancia muy normal por toda la isla, caballos sueltos pastando a sus anchas, incluso en medio de la carretera.
Después de la ducha y un ratito de descanso nos vamos hacia el sector de Tahai para ver el atardecer ya que el sol se oculta detrás de la plataforma que allí hay. Tiene todos los ingredientes para que sea una puesta de sol espectacular. Tan solo unas nubes en el horizonte que darían mayor contraste tamizando la luz del sol. Y así comenzó, pero en los últimos minutos, cuando el sol bajaba hasta la línea del horizonte, las nubes se bajaron también hasta esta línea tapando los últimos rayos solares e impidiendo que se viera esta luminosidad que se da instantes después de que el sol haya desaparecido bajo el horizonte. Aún así, hubo momentos muy bonitos. En la hondonada cubierta de verde que hay delante de las plataformas se concentró mucha gente.
Repetimos cena en Chez Ramón pues nos dijo la noche anterior que nos tendría un pescado frito preparado para nosotros. Pero el término frito difiere bastante del que nosotros conocemos. No obstante, el pescado estaba riquísimo y nada barato, a los precios normales de otros sitios, pero asequibles dentro del nivel de precios de Isla de Pascua,
Nos levantamos muy temprano para ir a ver el amanecer en Tongariki. Albergamos dudas respecto a la previsión del tiempo, pero teníamos que aprovechar los días pues nuestra estancia en la isla era muy corta. Para esta excursión nos acompaña el chico italiano que llegó a la isla cuando nosotros y que se hospeda en este mismo hotel. Viaja solo, hace algunas excursiones contratadas porque no le interesa alquilar un coche para él solo. Como permanece más días en la isla piensa alquilar en días posteriores una bicicleta. Le ofrecimos que se viniera con nosotros porque no es cuestión de ir a Tongariki en bicicleta y de noche.
Porque el trayecto hasta Tongariki transcurre en la noche. Con mucho cuidado de los caballos sueltos que se cruzan en la carretera. Nos lo han advertido en varias ocasiones.
A las 6:30 ya estamos en la explanada delante de este grandioso ahu. La salida del sol está prevista para las 7:20. Así que tenemos tiempo de sobra para no perdernos detalle de todas las tonalidades de luz conforme la aurora se va extendiendo. La gente va llegando y cuando ya comenzamos a vernos las caras, estamos un gran número de personas congregadas allí, todos queriendo ser espectadores del milagro diario de la salida del sol, pero en esta ocasión va a ser especial porque lo veremos en un lugar único e inolvidable. En esta época del año el sol sale en la Isla de Pascua detrás de las estatuas del Ahu Tongariki.
El sol comienza a elevarse desde la línea del horizonte, a su hora prevista, perfilando su esfera dorada en el espacio que queda entre dos figuras, para luego proyectar sus rayos sobre todo el conjunto. Verdaderamente son momentos mágicos, de esos que se te quedan para siempre en el recuerdo.
La luminosidad es preciosa. En nuestra visita del día anterior el cielo estaba algo nuboso y el sol no brillaba.
Aprovechamos y dimos un rodeo por toda la plataforma, por la parte de atrás de las estatuas, junto al mar.
Enseguida unas nubes intentaron cubrir el ascenso del sol, consiguiéndolo parcialmente, algunos rayos escapaban de esta prisión creando una estampa preciosa.
Volvimos tranquilamente hasta el hotel, empapándonos de estos paisajes bañados por la luz mañanera. El litoral marítimo que tan entusiasmada me tiene, las verdes praderas con suaves colinas de vez en cuando, que no son otra cosa sino conos volcánicos.
Llegamos al hotel con tiempo suficiente para nuestro desayuno a las 8:30. Y volvimos a ponernos en marcha, no sin antes comprar el pan en la misma panadería y pasar por la oficina que tiene LAN en la misma calle principal, para hacer el check -in on line de nuestro vuelo del día siguiente. También nos pasamos por la oficina de correos, en la calle Te Pito Ote Henua, para que nos sellaran el pasaporte. Es una tontería, pero como nos pilla de paso, tampoco vamos a demorarnos demasiado. Por ello suelen cobrar 500 pesos, pero a nosotros no nos cobraron nada. No sé si es que ya no lo cobran o que les caímos en gracia.
Seguimos recto por la carretera del interior de la isla y que finaliza en la playa de Anakena, tomando una desviación a la izquierda al poco de iniciar su trayecto. Esta nueva carretera va atravesando paisajes más verdes que la de la costa, así como varias granjas y cultivos. Nos llama la atención una colina con tres cruces blancas en su cima. Es el maunga Tangaroa. La instalación de estas cruces no es muy antigua, 1990, conmemoran la llegada a la isla de la expedición española y su intento por evangelizar a los isleños.
Nuestra primera parada es la cantera de los tocados, pukaos, Puna Pau. Pequeño cráter volcánico de roca blanda con alto contenido de hierro, lo que la hace relativamente fácil de tallar y le da ese color rojo característico. La cantera comenzó a usarse a partir del S.XV pues anteriormente a los moais no se les ponía tocado, fue una moda posterior. Estos tocados no son sombreros, sino que representan el peinado de la época, como un rodete de cabello largo enroscado sobre la cabeza.
No es tan visitado como la otra cantera de Rano Raraku, de hecho estamos solos. En el aparcamiento hay unos bancos de madera debajo de una plantación de ceibos.
Conforme subimos a la cima vamos viendo estos cilindros enormes abandonados entre la hierba. Aquí, al igual que en Rano Raraku, hay muestras de que los trabajos se interrumpieron de forma repentina. Estos cilindros corresponden a los últimos pukaos, destinados a los postreros moais de Rano Raraku que medían más de 10 metros, pueden pesar hasta 12 toneladas. Algunos tocados están completos, pero les falta el rodete de encima del cilindro. Y es que tanto este remate como la ranura para instalarlo encima de la cabeza del moai, se tallaba en el destino.
En la cima se pueden ver unas vistas esplendorosas de todo el entorno, de Hanga Roa, de la costa oeste. También se ve el pequeño cráter de Puna Pau, que es dónde realmente se tallaban los tocados. Una vez tallados estos tocados, se desprendían de la roca madre y en la base del cráter terminaban de pulirlos. Luego tenían que subirlo hasta el borde izquierdo del cráter y lo hacían rodar cuesta abajo, hasta los bajos de la colina en dónde esperaban para su traslado.
Este lugar tiene su particular encanto, pero, a mi entender, le falta la magia que desprende Rano Raraku.
La carretera continúa, tramos con asfalto, hasta Ahu Akivi.
Es la única plataforma ceremonial de tierra adentro, el resto están todas en la costa. Bueno la excepción también la comparte el moai solitario Huri A Urenga que luego visitaremos. Sus siete moais representan a los primeros exploradores polinesios que llegaron a la isla, en avanzadilla, enviados por el rey Hotu Matua’a, según cuenta la leyenda oral. Pero este grupo pertenece a un período escultórico bastante tardío, sobre 1440, hecho cierto que no sostiene la leyenda. Tienen la particularidad de que están mirando hacia el mar y no como el resto de plataformas cuyos moais miran hacia el interior de la isla, de espaldas al mar.
Lo fascinante de Ahu Akivi es que se encuentra alineado con los puntos por donde sale el sol en los equinoccios de primavera y otoño, cuando el día y la noche en el Ecuador duran lo mismo, el 20 de marzo y el 22 de septiembre.
Aparte de estos datos, la plataforma y sus moais no destacan por su espectacularidad. No son muy altos, 4 m. y se encuentran restaurados desde 1960, fue la primera excavación y restauración total de una plataforma realizada en la isla. Pese a no ser espectacular, los siete moais alineados y el conjunto desprenden cierto magnetismo.
Aquí finaliza la carretera. Nosotros queríamos ir hasta Te Peu para, desde allí, ir andando a ver algunas cuevas.
En el hotel, la chica que nos recogió en el aeropuerto, nos había dicho insistentemente, hasta ponerse pesada, que este camino estaba imposible de transitar debido a las lluvias pasadas. En la oficina de información turística Sernartur, también nos habían dicho más o menos lo mismo.
Estábamos mirando por dónde seguiría el camino de tierra y pareceríamos dudosos porque una pareja joven, con un coche similar al nuestro, nos indica que ellos van para las cuevas y que los sigamos. Así que nos pusimos en marcha precedidos por estos paladines espontáneos.
El camino de tierra, ciertamente, no está en óptimas condiciones para circular por él, pero despacio y esquivando algunos socavones, se puede transitar sin excesivos problemas.
Llegamos a Te Peu pero no nos detuvimos aquí. Seguimos un poco más por el camino que va a Hanga Roa por la costa oeste. No circularíamos ni 500 metros cuando aquello comenzó a ponerse bastante feo. Los socavones producidos por las lluvias son algunos de gran envergadura, aparecen grandes peñascos en mitad del camino, así como alguna que otra pendiente que no tendría mayor importancia en una carretera normal pero que aquí cobran cierta relevancia dificultando la circulación. Aparcamos el coche en la parte alta de una de estas pendientes y decidimos que nos vamos a explorar las cuevas caminando. Nuestros paladines nos ofrecen ir en el coche de ellos, pero rehusamos porque no es lo mismo el peso de dos personas que de cuatro, conduciendo en estas condiciones y porque realmente nos apetece ir andando, hace un día precioso.
No recuerdo cuanto tiempo estuvimos caminando hasta la primera cueva, quizá 20 minutos. Un paseo muy agradable.
El lugar de las cuevas no es que esté bien señalado, hay que ir algo pendiente. Un letrero pequeño y deslucido indicaba Ana Te Pora. Ayuda bastante el hecho de que los lugares a visitar en la Isla de Pascua tienen un muro de piedra y una abertura a modo de puerta.
Pasando por este hueco y en dirección al mar se distingue una grieta entre las rocas, nos imaginamos que es la cueva pero aquí no hay indicación alguna. Entramos por esta estrecha entrada y ante nosotros se abre una caverna relativamente grande, con poca luz, y en el centro una gran losa de piedra. Por lo visto era utilizada como cama y representa todo un lujo para las costumbres de los isleños primitivos. Desde esta sala central salen ramificaciones, pero se ven totalmente a oscuras y no creemos que ofrezcan nada interesante. Así que enseguida nos salimos. En este entorno lo que realmente se disfruta es la contemplación de la hermosa costa y sus acantilados.
Continuamos andando por este camino que comunica Hanga Roa con Te Peu. En total son 8 kilómetros de agradable caminata. Nos encontramos un grupo de cinco personas en la anterior cueva que estaban haciendo esta ruta y que luego tenían que volver a Hanga Roa por el mismo camino. Una buena forma de visitar estas cuevas, disfrutando de la caminata y del entorno.
La distancia hasta Ana Kakenga puede ser de otros 15 minutos caminando. Esta cueva es más interesante de visitar que la anterior y está peor señalizada. La entrada a la cueva se reduce a un agujero entre las piedras en el que te tienes que descolgar e ir bajando, agachado, unos pocos escalones muy estrechos. Es necesario echar mano a una linterna o un frontal porque está todo bastante oscuro y continuar por un túnel estrecho unos cuantos metros hasta que la caverna se agranda y se puede andar de pie. Por aquí ya va entrando más claridad proveniente de las dos ventanas. Precisamente por esto se le conoce también como “La cueva de las dos ventanas”.
Al igual que casi todas las otras cuevas, es un tubo formado por lava que al ir enfriándose formó una costra dura que hoy constituye las paredes y el techo. En esta cueva la lava fluyó hacia el mar saliendo por dos bocas que son las ventanas.
Hay que asomarse a estas ventanas, sobre todo a la de la derecha. Estos agujeros en lo alto del acantilado, sin ninguna protección, con el mar golpeando abajo, con la vista preciosa del islote Motu Tautara rodeado de azules aguas y aguantando la embestida de las olas. La experiencia es de vértigo y muy gratificante.
Cuando llegamos a esta zona no había nadie, solamente un señor maduro merodeando por allí. Yo creo que estaba a la espera de que llegara alguien. Nosotros nos dirigimos primero hacia el litoral del mar, que recorrimos un buen trecho, contemplando el islote Motu Tautara y el propio acantilado dónde van a dar las “dos ventanas”. A la vuelta nos estaba esperando y se dirigió a mí para decirme que no hablaba español, que había alquilado un coche porque tenía un pie mal y no podía andar y que no sabía que era aquello. Con mi pobre inglés medio nos entendimos y lo adoptamos por el tiempo de visita a la cueva. En su cara se podía comprobar la sorpresa de lo que estaba viendo. No llevaba linterna y con las nuestras nos apañamos bien. No cesaba de decir ¡gracias!, que era la única palabra en español que conocía.
Allí se quedó con su pequeño automóvil y se las tuvo que arreglar bien en el camino porque luego lo vimos a lo lejos en la playa de Anakena.
Y hago mención al camino porque nosotros vimos tramos bastante difíciles de transitar y nos alegramos un montón de haber ido andando. Fuimos testigos de las peripecias de un coche cuyos ocupantes se habían bajado todos y el pobre conductor estaba luchando en cómo bajar una pendiente repleta de rocas grandes. Yo pensé que acabaría volcando. Debieron de tener un final feliz porque a nuestra vuelta ya no estaban allí. Creo que es una temeridad el conducir por este camino, máxime con el coche alquilado y sin seguro. Si no se quiere ir andando organizan excursiones para ver estas cuevas, en coche, propiedad de la agencia que los realiza.
De regreso ya si nos detuvimos en Ahu Te Peu. Es un lugar aislado al que, aparentemente, no llega mucha gente. Nosotros lo recorrimos totalmente solos. Se trata de una plataforma sin restaurar con numerosos vestigios arqueológicos. En nuestro recorrido fuimos encontrando manavais, círculos de piedra en cuyo interior se cultivaba, restos de casas-bote de forma ovalada o hare paengas, una de ellas de las más grandes que se han descubierto, se piensa que era una hare nui, es decir una “casa grande” donde se celebraban reuniones y encuentros.
El lugar se encuentra como haciendo equilibrio sobre los acantilados costeros, el paisaje es agreste y sobrecogedor. Por los alrededores no hay indicio alguno de vida humana.
El sendero que sale a la derecha, además de para explorar esta plataforma, es el inicio de la caminata más larga hacia el norte, 15 kilómetros hasta la playa de Anakena.
También nos volvimos a parar en el Ahu Akivi. No había absolutamente nadie y tenía una luz distinta por el cambio de posición del sol.
Principalmente nos detuvimos porque teníamos planeado subir al volcán Terevaka. A unos pocos metros de la plataforma hay dos caminos. En uno hay un cartel que indica Tours a Terevaka que no hay que seguir porque llega al lugar dónde organizan cabalgatas por la zona. Justo el de al lado es el camino que conduce a esta cima que es la de máxima altitud de la isla, 507 m. Es una caminata de unas 4 horas.
Eran ya las 13:00 horas. El viento había comenzado a soplar y recordando la experiencia en Ranu Kao, (el viento sopla cinco veces más fuerte que en Hanga Roa), nos dio pereza iniciar la subida. Teníamos que haberla comenzado más temprano, cuando llegamos la primera vez a Ahu Akivi. Aunque la razón principal de que finalmente no subiéramos estaba flotando en nuestro subconsciente. Y es que queríamos repetir la visita a Rano Raraku.
Desandamos esta carretera y por la que va en medio de la isla, llegamos nuevamente al norte. Nos acercamos hasta la playa de Ohave. Mi marido realmente no quería ir allí, todavía se acordaba que había peligro de desprendimiento de rocas. Medio lo pude convencer insistiendo en que era un lugar único para comernos el bocadillo. Ni sé como lo convencí.
Finalmente nos tomamos el bocadillo encima de un promontorio con hierba frente al mar, antes de iniciar el sendero de acceso a la playa. Un rato estupendo contemplando estas aguas transparentes con todas las tonalidades de azul completado con el blanco al romper las olas en las protuberancias rocosas. Como hacía más viento, el oleaje en su chocar con las rocas producía elevaciones de espuma y gotas de distintas formas y altura. Con el viento no notábamos que el sol nos estaba arreando de lo lindo. Por ello decidimos marcharnos, para no terminar como salmonetes.
Lo pude convencer de llegar hasta la playa y explorar el pequeño sendero que había visto el día anterior. Las arenas de esta playa son deliciosas. Había solamente una pareja tomando su almuerzo, con copa de vino incluida, en plan romántico. Son los que nos dijeron que aquel sendero llevaba hasta la playa de Anakena. Debido a que la marejada había aumentado, las olas llegaban más adentro de la playa. Habían cubierto todas las rocas que había que atravesar para llegar al camino. Ya para bajar a la playa tuvimos que esperar a un retroceso de las olas para poder entrar en la arena sin mojarnos. Así que media vuelta, el senderito se queda sin explorar.
Para hacer algo de tiempo nos trasladamos a la playa de Anakena. Mientras mi marido se echa una siestecilla ligera a la sombra de las palmeras me dedico a contemplar nuevamente los moais del Ahu Nau Nau. Me detengo más en observar los detalles con que están hechos los rasgos de estos moais.
Ciertamente el sitio de ubicación de esta plataforma hace que ella sea espectacular. O,.... ¿es la playa la que puede presumir de espectacularidad por tener estos moais en sus arenas?
En el día de ayer, mientras nos comíamos el bocadillo en las mesas de madera a la entrada de Rano Raraku, pude observar que el guardaparques ya no estaba a esas horas en su taquilla. A partir de las 2 de la tarde no suelen llegar grupos a visitar la cantera. Decidimos aventurarnos. Llevaba un pequeño discurso preparado de lo más emotivo, además del argumento de que no nos habían registrado en el libro el día anterior. No hizo falta. En la entrada no había absolutamente nadie, así que enfilamos el sendero directamente.
La luminosidad de hoy es mucho mejor, pero, sobre todo, es la soledad. Solamente dos personas a lo lejos, en lo alto de la ladera. Recorremos nuevamente el camino indicado, tranquilamente, fijándonos en más detalles. Pese a nuestra visita anterior, el emplazamiento sigue sobrecogiéndonos, este aire de lugar fantasma, con la impresión de que en un momento dado los escultores dejaron caer sus herramientas para no volver jamás.
El que más o el que menos, pero yo creo que casi todos, en algún momento hemos pensado en la Isla de Pascua, como un sitio muy lejano, misterioso, enigmático. Y ahora estamos aquí. Los misterios no se han desvelado, pero el sueño se ha cumplido y somos más conocedores de esta cultura.
Por cambiar de carretera, volvemos a Hanga Roa por la carretera de la costa. Es la tercera vez que la transitamos, porque la cuarta no cuenta ya que era noche profunda. Volvemos despacio, empapándonos por última vez de este paisaje tan especial. Apreciamos nuevamente la belleza del conjunto de Ahu Tongariki, el litoral marítimo, los pastizales plagados de rocas volcánicas y de manadas de caballos sueltos, también de vacas, las pequeñas colinas o maungas.
En cuanto nos incorporamos a la carretera dónde se unifican la costera y la que va a Anakena, vamos pendientes para desviarnos a ver el moai solitario del Ahu Huri A Urenga. Casi que nos lo pasamos. No está señalizado y la indicación que llevaba anotada de un letrero que indica Hanga Roa 3, no me sirvió de mucho. A la vuelta pude comprobar que el letrero estaba tirado en el suelo. La desviación es a la derecha, en el sentido que vamos conduciendo, y como a medio kilómetro de la intersección de las dos carreteras.
Es una plataforma de las llamadas de tierra adentro. Estas plataformas se implantaron en zonas agrícolas y algunos moais tenían otro fin distinto de representar a los antepasados. De este tipo, restauradas solo están el Ahu Akivi y esta.
Este moai fue restaurado en 1976. Presenta la particularidad de que tiene dos pares de manos. La plataforma dónde se asienta era un observatorio solar y el moai que tiene encima mira en dirección a dónde sale el sol en el solsticio de invierno, el 21 de junio. La plataforma se alza sobre una pequeña elevación del terreno, mostrando su moai, altivo y orgulloso, pese a que tiene algún deterioro.
Antes de Hanga Roa, por la desviación que hay al final de la pista de aterrizaje del aeropuerto y rodeando unos depósitos de gasolina, llegamos a Vinapu.
Es un centro ceremonial sin restaurar, es el mejor ejemplo de tallado en piedra de todas las plataformas de la isla. Aunque consta de tres plataformas solamente dos son visibles, el Ahu Tahira a la izquierda y el Ahu Vinapu a la derecha.
El Ahu Tahira, o Vinapu I, tiene seis moais boca abajo con tres de sus tocados extendidos por allí. Lo que destaca de este ahu es su muro posterior, con grandes bloques de piedra perfectamente encajados. Por ello muchos científicos han afirmado la similitud de esta técnica constructiva con la construcción incaica. Pero posteriormente fueron refutadas estas teorías ya que las construcciones incaicas eran grandes bloques de piedra maciza, podían tener hasta 100 toneladas y las piedras de estos ahus no superan el metro de ancho y 6 toneladas de peso, funcionan como fachada, el interior de las plataformas está formado de escorias, piedras irregulares y escombros.
Según la tradición oral el moai de 21 metros que hay en la cantera de Rano Raraku estaba destinado a esta plataforma. Hubiera sido todo un espectáculo.
El Ahu Vinapu, o Vinapu II, se encuentra más deteriorado, es más antiguo, y su tabique posterior tiene menor relevancia. Aquí también hay moais derribados y algún que otro pukao alrededor. En su parte delantera hay una columna de piedra roja. Cuando la desenterraron comprobaron que era un moai de escoria roja, la misma piedra que utilizaban para esculpir los tocados. Se piensa que era una figura femenina porque tiene manos y brazos delgados, pechos pequeños y un ombligo pronunciado. Con anterioridad tenía dos cabezas dispuestas en Y, por lo que se ha pensado que fuera una columna funeraria, encima de la cual se apoyaría uno de los extremos de las literas dónde se disecaban los cuerpos de los difuntos.
Los muros de ambas plataformas están orientados astronómicamente. Los moais, cuando estaban de pie, miraban hacia el punto en el que nace el sol en el solsticio de invierno, 21 de junio, al igual que el moai de cuatro brazos.
Cuando nosotros llegamos a Vinapu serían como las 6 de la tarde. Estaba solitario, lucía espléndido con el sol brillando encima de las plataformas. No había ninguna persona, pero el Vinapu II tenía a toda una familia merodeando a su alrededor entre la alta hierba, una perdiz con todos sus polluelos a los que asustamos y los cuales salieron a todo correr castañeteando estridentemente.
A Hanga Roa entramos por la zona de la costa, que habíamos visitado a pie el día de llegada, calle Policarpo Toro, La Caleta.
Nos fuimos a visitar la iglesia, llamada de la Santa Cruz. Y comprobamos que es cierta la mezcolanza de símbolos católicos y Rapa Nui. En la misma fachada hay motivos católicos e inscripciones en Rongo Rongo, (lengua nativa de la Isla de Pascua). En el interior varias figuras talladas en madera con diseños autóctonos, incluyendo hombres pájaro. Dicen que la misa dominical es digna de presenciarla. Nosotros llegamos el domingo pero en hora posterior a su celebración y para el domingo próximo ya no estaremos aquí.
Enfrente de la iglesia, haciendo esquina, hay una pizzería que se llama así, La Esquina, que había estado buscando porque suele tener buenos precios. Y efectivamente pudimos comprobarlo luego más tarde cuando fuimos a cenar, unas pizzas sabrosas y de precio asequible.
Después de tomarnos la pizza nos acercamos nuevamente a Tahai para intentar de nuevo contemplar un atardecer completo. Tampoco fue posible, cuando el sol intentaba llegar a la línea del horizonte unas estúpidas nubes se colocaron delante de él.
Había sido un día muy largo. A las 10 estábamos ya en la cama.
Gracias a ti pilarg por tus comentarios. Me es muy dificil contestar a tu pregunta. Los dos paises me han encantado y en ambos te encuentras paisajes similares y a la vez, distintos. Quizá la balanza se incline algo por Argentina, pero.... a Torres del Paine hay que ir. Así que empiezas por uno de ellos, según encuentres los vuelos a mejor precio y al año siguiente haces el otro pais.
Muchísimas gracias por compartir tan espectacular diario de viaje. Me has inspirado mucho a la hora de diseñar el que tengo previsto para el mes de diciembre.
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Fecha: Mie Ene 15, 2025 04:58 pm
Título: Re: Chile
Hola, pues justo en la página anterior yo pongo lo que considero que se necesita mínimo en cada sitio.
Te recomiendo que te leas también los diarios y los últimos mensajes de los diferentes hilos del foro de Chile, ya que los compañeros han dejado buenos datos, y actuales.
Con eso ya puedes armar el recorrido mínimo y luego ir ampliando en función de lo que te llame la atención. También te puedes plantear meter Uyuni en el recorrido.
Con respecto a la seguridad, pues yo hace mucho que dejé Chile, pero recientemente le pregunté a una amiga que sigue viviendo allí y me dijo que si... Leer más ...
Estuve hace muchisimos años, y entonces no habia problema de inseguridad.
En mi opinion, Santiago, la ciudad en 1 día suficiente. Para ir a Valparaiso y Viña del Mar, pues excursión organizada. ( yo fui con familia que teniaos allí )
Atacama, estuvimos 3 días, y todo lo hicimos con excursiones oragnizadas desde allí, incluyendo el Tatio.
Isla de Pascua, no se como estaran los vuelos ahora, si hay frecuencias diarias o no. En mi epoca, no se volaba mas que 2 o 3 veces a la semana. Lo que te condicionaba mucho la estancia. Se que después del covid, estaban algo parecido, ahora... Leer más ...
Podés hacer mucho en Chile y porque no combinar con Argentina. Por ejemplo podés hacerte Punta Arenas, Puerto Natales y Torres del Paine, luego cruzar a Argentina y hacer El Calafate y El Chaltén.
Más al Norte podés combinar la zona de Chiloé con Bariloche, Villa La Angostura y San Martín de los Andes.
Luego del extremo norte de Chile tenés San Pedro de Atacama que está interesante ya que hay varias excursiones para hacer como ser Valle de la Luna, la Laguna Céjar y el plato fuerte los Geíseres del Tatío, luego tenés para recorrer en poco tiempo hacia la costa pero viajando más de medio... Leer más ...
¡Hola a todos! 🌟
Después de leer tantos comentarios e itinerarios, solo puedo decir que Chile sigue siendo un país impresionante y lleno de contrastes. Es cierto que la seguridad puede ser un tema a considerar, como en cualquier destino, pero planificando bien y siguiendo las recomendaciones locales, se puede disfrutar muchísimo.
Sobre los itinerarios, creo que 25 días son ideales para abarcar lo más destacado sin ir corriendo. Mi consejo sería enfocarse en lo que más les atraiga: si son amantes de la naturaleza, la combinación de Atacama, Isla de Pascua y la Patagonia... Leer más ...
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