Canadá Atlántica: Terranova, Nueva Escocia, New Brunswick y Prince Edward Island ✏️ Blogs de Canada

El día de hoy era lo que nosotros consideramos “día en ruta”, sin planes específicos. Volvíamos a cambiar de casa y nuestro destino estaba en la costa oeste de Terranova, en el pueblo costero de Rocky Harbour, a unos 490 kms. de distancia.

A veces ocurre que algún imprevisto hace que cambies los planes y el mal tiempo suele ser uno de ellos. No nos había dado tiempo a llegar hasta el cabo Bonavista y lo teníamos anotado como uno de los sitios “imprescindibles” (para nosotros). Así que decidimos que madrugaríamos un poco más para ir hasta allí sabiendo de antemano que tendríamos que recorrer bastantes más kilómetros de los que teníamos previstos.

A las 6h30 estábamos levantados. Nos aseamos y recogimos todo el equipaje bastante rápido para desayunar y salir pitando. En las casas siempre nos ha preguntado que a qué hora queríamos desayunar. Normalmente siempre decimos que a las 8h, pero en esta ocasión preguntamos si podíamos desayunar un poco antes y no nos pusieron ninguna, así que a las 7h30 estábamos sentados a la mesa. !!qué espectáculo de desayuno!!. Tortitas, pavo, fruta variada, zumo y café. ¡¡Y música irlandesa!!!

Cuando apenas habíamos empezado a desayunar se unieron a nosotros otros huéspedes. Una pareja de señoras de mediana edad, a las que apenas entendíamos (apenas abrian la boca para hablar) y una pareja joven a los que habíamos visto la noche anterior cenando en el mismo sitio que nosotros. Todos canadienses. Como nuestra anfitriona Elsie propiciaba la conversación, pasamos un buen rato contando y oyendo historias…. tan agradable, que cuando nos dimos cuenta eran casi las 9h!! ¡¡teníamos que estar ya a medio camino de Bonavista!!. Bueno… daba igual. Estábamos encantados.

Como ya habíamos cargado todo en el coche antes de desayunar, sólo tuvimos que despedirnos y partir hacia nuestro destino. Teníamos una hora y media de viaje y nos “prometimos” NO parar hasta llegar. En la calle había 8°C y en el cielo, aunque había muchas nubes, también se podía ver algún que otro claro.

Cerca de las 10h30 llegamos al pueblo de Bonavista descubierto por el explorador italiano Giovanni Caboto en 1497. Pronto se convirtió en un enclave estratégico debido a su cercanía a los grandes bancos de pesca. Ingleses, franceses, portugueses y españoles (principalmente vascos) pescaron en esta zona, pero fueron los ingleses y franceses los que finalmente se quedaron como potencias dominantes.

El cielo se había cubierto completamente y aunque la temperatura se mantenía igual, debido al viento, la sensación era de hacer bastante más frío.

Según nos íbamos acercando a la costa, comprobamos que el mar estaba bastante bravo. Las olas rompían con fuerza contra las rocas y desde la distancia, el faro de Bonavista se veía muy chulo.

Cuando llegamos no había mucha movimiento de gente, así que aprovechamos para sacar fotos de los alrededores. La construcción era similar a la de Cape Spear, pero a primera vista parecía mucho más grande. Las grandes franjas rojas y blancas le daban un bonito contraste con el gris oscuro del cielo.

Enseguida fuimos al centro de información donde nos explicaron que el faro se podía visitar y que la entrada costaba $6 por persona (no vale la Discovery Pass). En el propio centro de información había una exposición (gratuita) que también visitamos.

La visita guiada fue para nosotros solos. El guía nos explicó, mientras nos enseñaba las diferentes estancias, que el primer farero fue irlandés y discípulo del farero escocés de Cape Spear. Y que el ingeniero que diseñó el mecanismo del faro fue el mismo que el que había diseñado el faro Bass Rock en Escocia. ¡¡Otro viejo conocido nuestro, jajajaja!!!

Como siempre que tenemos oportunidad de visitar un faro por dentro, lo que más nos gustó fue la sala de las lámparas. Aunque ya no estaban en funcionamiento, están en muy buen estado de conservación. Si con nuestra entrada contribuimos a la conservación de este trocito de historia, nos damos por satisfechos.

Otra vez se nos había echado el tiempo encima… ¡¡mal vamos!!!. Volvimos al coche y regresamos por la ruta 230 (la misma por la que vinimos) y en cuanto pudimos, paramos en una gasolinera para llenar el depósito. 52,72L x $1,11 = $58,62.

Ya sabíamos que andábamos un poco justitos de tiempo, pero no quisimos dejar de visitar, aunque fuera brevemente un par de pueblos que habíamos visto recomentadados en internet. El primero era Trinity East, en el que sólo paramos para fotografiar el faro desde un pequeño embarcadero.

Seguimos hasta Trinity (!!parece que no se complicaron mucho con el nombre!!). Este pequeño pueblo pintoresco junto al mar provoca opiniones encontradas. Unos dicen que es un pueblo precioso con sus casas de colores. Otros en cambio, dicen que es un pueblo artificial, un poco “extravagante” y que se nota que está hecho para el turismo. A nosotros la verdad es que nos gustó aunque no le pudimos dedicar mucho tiempo. Desde la carretera de bajada, la vista es “bucólica” como poco.

Sobre las 14h salimos (¡¡ya por fín!!) hacia Rocky Harbour. Tuvimos que volver hasta Port Blanfort para coger la Trans Canada Hwy 1. Como no teníamos mucha hambre, pero tampoco teníamos ganas de comer algo frío, preferimos ir haciendo kilómetros y parar cuando encontráramos algún bar en la carretera. Y así, como sí nada, nos dieron las cinco de la tarde.

Paramos en un A&W a la altura de Gander. Compramos unos bocatas de pollo, unos aros de cebolla, dos cocas zero y un par de pasteles de manzana, en total $21,60.

Poco a poco vamos raspando minutos a la hora prevista de llegada, así que, somos optimistas pensando que seríamos capaces de llegar a la hora que le habíamos dicho a la dueña de la casa donde íbamos a dormir. No sé si lo hemos comentado ya, pero cuando cambiamos de casa nos gusta avisar el día anterior (por correo electrónico) la hora aproximada de llegada. Los dueños de las casas nos lo agradecen a la llegada y sí aún así te retrasas algo más, suelen ser muy comprensivos y le quitan importancia.

La verdad es que el viaje se nos hace largo. Aunque hay tramos donde vemos tráfico de coches y camiones, en otros en cambio apenas nos cruzamos con nadie. Lo que si vimos fue varios carteles en la carretera donde nos avisaban de que respetáramos los limites de velocidad por nuestra seguridad y por la posibilidad de curzarnos con algún moose (ya sabéis que son basante grandes). ¡¡ Pero no vimos ni un solo ejemplar!!!!

Al llegar a Deer Lake dejamos la Trans Canada Hwy 1 y cogimos la 430 en dirección a Rocky Harbour. Aún quedaban 70 km así que aprovechamos una gasolinera que encontramos para volver a llenar el depósito 52,40L x $1,10 = $57,70, estirar un poco las piernas y comprar algo para cenar, hot chocolates con muffins. Por cierto, los hot chocolates hacen honor a su nombre y están condenadamente calientes. De hecho, no nos los pudimos tomar hasta casi llegar al B&B.

Vemos la señal de entrada en el Parque Nacional de Grose Morne que nos recuerda que ya estamos llegando a nuestro destino. Pasamos por las cabinas de control de entrada al parque sin parar ya que sólo lo controlan desde las 9h hasta las 17h (a nosotros nos daría igual porque teníamos la Discovery Pass).

Por fin llegamos al B&B a las 21h. Lo primero que hicimos fue disculparnos ante nuestra anfitriona por llegar tan tarde, aunque nos dijo que había leido nuestro mail así que nos esperaba tranquila. Entre que nos enseñó la habitación, nos instalamos y repasamos lo que íbamos a hacer el día siguiente, casi nos dio medianoche. ¡¡Agotados!!

*** final del día 8 ***

A pesar de habernos acostado tarde la noche anterior, nos levantamos prontito y poco más tarde de las 7h estábamos ya desayunando. Otro día nubladillo y con 9°C.

Nuestro idea para hoy es recorrer el Vinking trail en dirección norte hasta llegar a Port au Choix donde hay un farito que queremos ver. No podemos evitar ir haciendo pequeñas paradas por el camino para ir haciendo una foto aquí y allá.

El fiordo Western Brook Pound tiene 16 kms. de largo y es una de las atracciones del parque. Hay excursiones en barco y unos cuantos senderos para recorrer, pero nosotros no disponíamos de tiempo suficiente, así que nos conformamos con fotografiar el principio del fiordo desde el lago Rocky Pond.

Proseguimos nuestro camino hacia el norte atravesando pequeños pueblos como St. Pauls y Parson’s Pond.

Para las 11h conseguimos nuestro objetivo y llegamos a Port Au Choix. Sacamos alguna foto panorámica del lugar y tuvimos la impresión de que era algo más grande de los que hemos ido dejando atrás por el camino hasta llegar aquí. Nos dirigimos directamente hasta el centro de información y ¡¡suerte!! porque había un cartel en la entrada indicando que era el último día de la temporada.

Como parte de la red de Parques, la entrada costaba $3,90 y daba acceso a la exposición que hay en el interior del centro de información y también a la zona de senderismo, además del faro de Point Riche. Una gran parte de la exposición se dedica a mostrar cómo era la vida de los primeros habitantes de la zona (…y no nos referimos a los europeos, jejeje).

Otra zona de la exhibición se dedica a los balleneros vascos que, en el siglo XVI navegaban hasta las costas de Labrador en busca de grandes cetáceos. Pudimos ver réplicas de algunas de las puntas que utilizaban para matar a las ballenas. La persona que nos atendió se llevó una gran sorpresa cuando le dijimos que éramos del País Vasco y puso especial interés en explicarnos todo lo relativo a los primeros pescadores vascos. Sí algo nos quedó claro es que, igual no conocen nada más, pero saben bien de los vascos y su historia como navegantes y pescadores.

Tras dar por concluida la visita a la exposición, seguimos por la pista de tierra de 2 kms. que nos llevó hasta los pies del faro. Construido en 1892, a día de hoy todavía está operativo, aunque no se puede visitar . Pasamos un rato sacando fotos y sentándonos en las ya famosas sillas rojas para admirar el paisaje infinito que se abre hacia el mar en este lugar.

De regreso al pueblo, visitamos un monumento funerario en forma circular que nos habían señalado en el mapa. Según ponía en el cartel explicativo, hace 4000 años la península que ahora conocemos, era una isla y los habitantes eligieron este lugar sagrado para enterrar a sus muertos.

Como nos dieron las 13h30, pensamos que era buen momento para comer a una hora prudente. Dando una vuelta encontramos un sitio que tenía buena pinta y entramos. Para comer pedimos Fish & Chips. Con las bebidas y el postre, nos cobraron $47,71.

Antes de dejar Port Au Choix nos acercamos al puerto a sacar unas fotos a los barcos de pesca. Emprendiendo el camino de vuelta, nos topamos con una tienda-taller de un artista tallador de madera. Nos dejó perplejos y maravillados por el tipo de trabajo, originalidad y lo bonito que era todo en conjunto. Se nos salía un poco de presupuesto así que no nos planteamos realizar una compra. Y no había nada de dimensiones reducidas que pudiésemos costearnos y transportar en las maletas….. ¡¡qué pena!!.

Mientras volvíamos a Rocky Harbour hicimos otras dos paradas que teníamos anotadas en el mapa. La primera nos llevaba visitar Arches Provincial Park. Las mareas, el viento y otros agentes meteorológicos han esculpido de forma caprichosa esa roca ubicada junto al mar.

Hay una vista general es desde el aparcamiento, pero merece la pena bajar y entretenerse un buen rato sacando fotos. Sí no pones mucho cuidado o te emocionas, puede suceder que alguna ola termine mojándote los pies!!!!

A las 17h, siguiendo dirección sur por la ruta 430, paramos ya dentro del parque Grosmore para ver los restos del naufragio del S.S. Ethie. Se trata de un barco construido en Glasgow (Escocia) en 1900 y que se hundió frente a las costas de Bonne Bay el 11 de diciembre de 1919. Los restos están esparcidos por una cala de cantos pequeños por la que se puede andar sin mucha dificultad.

Para acabar bien el día, nos fuimos a disfrutar del atardecer al faro de Lobster Cove Head. Antes de convertirse en faro en 1898, Lobster Cove Head utilizaba las banderas como herramienta de comunicación con los barcos que navegaban cerca de la costa. Aunque la casa del farero está abierta al público, nosotros llegamos tarde y no la pudimos visitar :(. ¡¡No se puede llegar todo!!

Ya de vuelta en Rocky Harbour, entramos en una tienda de souvenirs para hacer unas comprillas y aprovechamos que tenía un mini-bar para cenar unos sandwiches calientes, $20 y así terminar en el B&B sin más preocupaciones que preparar todo para el día siguiente y descansar.

*** final del día 9 ***

Empezaba el que sería nuestro último día en Terranova y amaneció bastante despejado con 8°C de temperatura. Tras desayunar con algunos de los otros huéspedes, recogimos todo el equipaje y nos pusimos en ruta. Lo primero, llenar el depósito en una estación de servicio de Norris Point, 38,70L x $1,101 = $42,61. Como nos habían comentado que desde lo alto de una colina cercana a Norris Point había unas bonitas vistas de la bahía, nos acercamos a dar fe.

La siguiente parada la realizamos en Woody Point, donde teníamos apuntado que estaba el faro del mismo nombre. El faro original tenía una estructura cuadrada en la base y fue construido en 1919 en unas tierras compradas por George Parsons por $150. La luz provenía de una lámpara de gas de acetileno y parpadeaba 20 veces por minuto. Posteriormente fue reemplazado por una lámpara de queroseno que el farero tenía que encender manualmente cada noche. La construcción actual data de 1959 y sigue el estilo de otros mucho faros a lo largo de la costa.

Aprovechamos para hacer algunas compras en tiendas locales de artesanía. Anna encontró un “paraiso en la tierra” viendo lanas y artículos ya confeccionados a mano y no pudo resistir la tentación de “invertir” algo de dinero porque todo estaba, según ella, “a muy buen precio” y yo no le iba a llevar la contraria…. ¡¡jejeje!!

Como teníamos algo más de 300 kms. por delante hasta llegar a Port Aux Basques y todavía queríamos hacer alguna cosilla más antes de coger el ferry, decidimos que bajaríamos sin apenas hacer paradas hasta llegar a Cape Ray. Para no perder mucho tiempo, compramos unos sándwiches en una gasolinera y los dimos buena cuenta por el camino.

Hasta la década de 1870 no había faros en esta parte de la costa de Terranova. En 1870 la Privy Council de Canadá tomó la decisión de construir un faro para proteger la entrada al golfo de San Lorenzo por la ruta norte. El 13 de julio de 1871 el faro de Cape Ray se encendió por primera vez y su luz es visible a 70 millas de distancia. La estructura actual es del año 1959 y tiene una lámpara de 1000w. El faro fue totalmente automatizado en el año 1991.

Otra curiosidad de este enclave es que en 1856 quedó instalado el primer cable telegráfico submarino que unía la isla de Terranova con el continente.

Cuando estábamos a punto de marchar, el tiempo dio un cambio radical. De repente vimos como una niebla densa entraba rápidamente por el mar hacia tierra firme y sin apenas darnos cuenta, poco a poco dejamos de ver el faro que teníamos a un palmo. Cómo sólo nos quedaba una visita más antes de ir hacia la terminal del ferry, montamos raudos y veloces en el coche para dirigirnos a la ruta 470 dirección Rose Blanche y ver sí teníamos suerte y la bruma no se extendía por toda la costa y era algo local.

Los últimos kilómetros antes de llegar a Rose Blanche nos ofrecían unos paisajes increíbles, pero decidimos dejar las fotos para cuando volviéramos (¡¡craso error!!). Una vez en el pueblo sólo tuvimos que seguir las señales que indicaban cómo llegar hasta el faro. Desde el aparcamiento, junto al RoseSea B&B, salía un pequeño sendero que nos llevó hasta el edificio a pie del acantilado. El paseo apenas duró unos minutos y no entrañó dificultad alguna.

La niebla le volvía a dar al paisaje un ambiente de película de suspense, pero en este caso, nos hubiera gustado poder ver más . El faro de Rose Blanche fue construido en 1871 a partir de una cantera de granito cercana. Los ingenieros escoceses D&T Stevenson fueron los encargados del diseño de la maquinaria original. La luz actual tiene una lente Fresnel de 6ª generación siendo una de las pocas que quedan de este tipo. El faro fue restaurado totalmente en 1999 y redecorado con muebles y antigüedades del siglo XIX. Aunque se puede visitar por dentro, nosotros fuimos fuera de temporada (es lo que tiene no viajar en julio o agosto).

Un poco desilusionados por no haber podido ver el faro por dentro, pusimos rumbo a Port Aux Basques con la intención de parar en los sitios que os comentábamos habíamos visto al comienzo de la ruta. Pero había ido haciendo mucho más densa y ahora apenas veíamos algo a unos cuantos metros de distancia.

Así todo, no nos quisimos marchar sin sacar unas cuantas fotos. Las dos siguientes corresponden al puerto de Rose Blanche y a un barco pesquero varado en Money Island.

Ya en Port Aux Basques (puerto de los vascos), localizamos una gasolinera para repostar (57,70L x $1,11 = $64) y tras dar una vuelta por un pueblo fantasma envuelto por la niebla, cenamos en Greco Pizza. Una especie de paninis con aros de cebolla y fingers de queso. La verdad es que nos pusimos las botas por $48,82.

Para no daros mucho la chapa con temas históricos, os dejamos un enlace a un interesante artículo donde explican la historia de los balleneros vascos en Terranova.

Cuando dieron las 20h30 nos dirigimos hacia la terminal del ferry y tras pasar los controles de seguridad nos pusimos en la cola para embarcar. Pasados 45 minutos anunciaron por los altavoces que comenzaba el embarque. Nos esperaban 7h de viaje.

El ferry (MV Leif Ericson) era más pequeño y viejuno que el que nos había traído a Terranova. Sólo tenéis que ver los terminales que tenían a bordo para acceder a internet, estilo años 90 total!!!

A la hora prevista (15’ antes de medianoche) zarpamos y pusimos rumbo hacia North Sydney. Hasta aquí llegaba nuestra aventura por Terranova y teníamos una especie de sensación agridulce. Por un lado nos había gustado mucho todo lo que habíamos visto, pero por otro lado nos íbamos con la sensación de que no habíamos estado el tiempo suficiente para haber explorado un poco más y que nos quedaron muchas cosas por ver y hacer. ¡¡¡Pero siempre hay tiempo de volver!!!!

Localizada la sala para dormir, buscamos un sitio y nos pusimos lo más cómodos posible para pasar la noche sin mayor novedad. A pesar de que había carteles advirtiendo de que estaba prohibido echarse a dormir en el suelo, por motivos evidentemente de higiene, la gente hizo caso omiso.

*** final del día 10 ***

👉 Ver Etapa: Terranova - Newfoundland (II) ⏫ Volver arriba Compartir:

Con las primeras luces del amanecer, llegamos a la costa de North Sydney (Nueva Escocia). El cielo estaba bastante cubierto, aunque la temperatura era más que agradable, 20°C. El viaje en ferry lo hicimos sin novedad y hasta podría decirse que se nos hizo corto. Antes de nada, volvimos a ajustar nuestros relojes y recuperamos media hora.

El desembarco fue bastante rápido y ordenado. Hemos subido un pequeño vídeo para que podáis ver cómo es la salida de la bodega del barco.

Tras salir de la terminal, lo primero que hicimos fue desayunar en un Tim Horton’s de North Sydney (hot chocolate, donuts y croissants por $8,10).

Mientras reponíamos fuerzas, programamos el GPS para que nos llevara hasta el primer destino del día, Highland Village. Un museo viviente al aire libre que te va contando a lo largo del recorrido de cómo era la vida en un pueblo con cultura gaélica en el corazón de Cape Breton, Nueva Escocia.

Según nos íbamos acercando, las señales empezaban a estar en dos lenguas: inglés y gaélico. ¡¡¡Era como estar de nuevo en nuestra añorada Escocia !!!

A las 9h45 estábamos en el parking y sólo había otro coche, así que pensamos que sería otra visita de esas donde los guías y las demostraciones iban a ser para nosotros solos. Antes de acceder al poblado propiamente dicho, dedicamos unos minutos a ver la exposición que había en el centro de información. Música gaélica ….. ¿de verdad que no estábamos en Escocia? ¿o Irlanda?

El museo pertenece a la red de museos de Nueva Escocia y no vale la Discovery Pass. La entrada nos costó $22 (x2), pero tenemos que decir que es un sitio para pasar toda la mañana por lo que recomendamos totalmente la visita.

Ya en el exterior y tras subir un pequeño repecho, disfrutamos de unas vistas espectaculares del Bras d’Or. Un lago de agua salada que abarca la nada despreciable cifra de 1100 km2. En sus aguas viven varias especies marinas entre la que se encuentra las langostas y el bacalao. Los escoceses se asentaron en sus orillas durante la primera mitad del siglo XIX.

Aunque el recorrido lo empezamos solos, pronto nos juntamos con la pareja del otro coche. Una señora mayor y su hija, ambas canadienses que estaban de vacaciones por la zona. Cuando les dijimos que éramos del País Vasco, se quedaron un poco perplejas porque les parecía que estábamos muy lejos de casa. ¡¡jajaja!!

La primera estancia del itinerario es una cabaña hecha de piedra donde una señora ataviada con vestimenta de la época nos fue explicando cómo era la vida de las mujeres en aquellos años. Os podéis imaginar, encargadas de sacar adelante la casa y la familia. Quizás porque estábamos solo cuatro personas, pudimos preguntarle mil cosas y pasamos un rato muy agradable con ella.

En nuestra siguiente parada nos esperaba una chica más joven que nos explicó (con demostración en vivo incluida) cómo conseguían hilo para coser partiendo de fardos de lino. Lo primero era romper las fibras de las hierbas y después con una especie de cepillos las peinaba repetidamente hasta conseguir una madeja. La estancia en esta casa era algo mayor y pudimos movernos algo más por dentro.

Cambiamos de siglo y en la ruta encontramos un gran granero que además de hacer las labores de almacén, servía también para guardar la maquinaria y las herramientas para trabajar la tierra. El tractor que vimos se parecía bastante a los viejos tractores que todavía se ven por los campos de Castilla.

Y como en cualquier pueblo que se precie, no podía faltar la iglesia y la escuela. Malagawatch es una de las comunidades presbiterianas más antiguas de Cape Breton. Escoceses gaélico parlantes vinieron desde Skye, las islas Hébridas y Mull a esta zona de Nueva Escocia entre los años 1810 y 1820.

Vamos avanzando en el tiempo y en otra de las viviendas nos encontramos con una señora que nos debió ver con hambre porque nos tenía preparado una especie de pastel de manzana que degustamos allí mismo. Charló con nosotros sobre los diferentes postres típicos intentando encontrar equivalencias en la repostería española. La verdad es que agradecimos el aperitivo que ¡¡¡nos supo a gloria!!!! Nos invitó a ver el resto de habitaciones que estaban ambientadas acorde con la época que le correspondía.

Y si ya hemos dicho que en todos los pueblos que se precien hay una escuela y una iglesia, tampoco podía faltar la tienda de ultramarinos (con oficina de correos incluida) donde se podía comprar casi cualquier cosa.

Como nos explicó la dependienta, “si no lo tenían en la tienda es que no lo necesitabas”. ¡¡¡Así de simple!!! No podíamos dejar de mirar todos los detalles y quizás una de las cosas que más nos gustaron fueron las viejas latas de etiquetas variopintas y coloridas.

Finalizamos el trayecto con la visita a la herrería. A esas horas de la mañana ya había más gente y nos juntamos un grupo majo. Un hombre rudo con semblante serio, pero que resultó ser todo “pose”, nos hizo un par de demostraciones de cómo se trabajaba el hierro, moldeando algunas cucharillas con moldes y un montón de clavos.

Alrededor de las 13h30 habíamos dado buena cuenta de toda la exhibición así que nos despedimos de nuestras amigas canadienses de primera hora de la mañana y pasamos por la tienda de recuerdos, para ver si algo “nos llamaba la atención”.

Después, pusimos rumbo hacia nuestro siguiente destino, las cascadas de Uisge Bahn. Como nos pillaba de paso Baddeck, pensamos que sería un buen lugar para comer y para ello tuvimos que cruzar el ferry de Little Narrows ($7).

Ya en Baddeck Anna vio un restaurante que “parecía” que servían comida tradicional. La verdad es que cuando vimos la carta nos llevamos bastante sorpresa, pero es que realmente era un restaurante de comida tradicional china, jejeje!! Comimos una sopa y un plato de arroz de segundo. No estuvo mal y entre los dos pagamos $19,99.

Las cascadas estaban a apenas 20 kms. desde Baddeck, así que no tardamos nada en llegar. Eso sí, hay que tener en cuenta que los últimos tres kms. están sin asfaltar así que tuvimos que es mejor ir con un poco de cuidado.

Las cascadas Uisge Bahn pertenecen a la red de parques provinciales de Nueva Escocia y tienen un recorrido circular de aproximadamente 3 kms. y apto para cualquier persona. La entrada al parque es gratuita.

El recorrido completo (incluyendo la visita a la cascada) se puede hacer en una hora, pero como nosotros nos entretenemos sacando fotos a cualquier cosa, tardamos casi 2 horas. Cuando salimos del parque prácticamente eran las 18h y la luz empezaba a escasear.

Como estábamos a 130 kms. del B&B donde íbamos a dormir, aprovechamos que teníamos que volver a Baddeck para repostar (13,63L x $1,028 = $14) y comprar la cena (unos wrap de pollo para comer en el B&B y unos donuts para el camino por $16,74).

Pasadas las 20h llegamos a B&B y el dueño de la casa nos estaba esperando para darnos la bienvenida y enseñarnos nuestra habitación.

Las dos habitaciones de huéspedes, comparten cocina, pero los anfitriones están en otro lado de la casa así que nos explicó dónde estaba todo en la cocina para poder prepararnos el desayuno a la mañana.

*** final del día 11 ***

El despertador acudió fielmente a su cita como todos los días. Eran las 7h y en el cielo había nubes y claros. La temperatura, 12°C.

Tras desayunar, nos pusimos en marcha hacia el primer destino, la cascada Beulach Ban, en el corazón del Parque Nacional de Cape Breton - Highlands. Las cascadas estaban a poco más de 15 kms. del B&B así que para las 9h15 habíamos llegado. El tramo de 2 kms. que va desde la carretera hasta el parking es pista sin asfaltar.

Al llegar a la cascada (está prácticamente al lado del parking) nos desilusionamos un poco porque apenas llevaba agua. Lo que más nos sorprendió del lugar fue encontrarnos con unos contenedores de basura a “prueba de osos”. Yo, la verdad es que no venía con ninguna expectativa de ver osos y a Anna se le cambió el ánimo y la expresión de la cara porque no es muy entusiasta de encontrarse con osos precisamente…..

Siguiendo por la Cabot Trail, llegamos a Dingwall, un pequeño pueblo costero donde hay un faro visitable. Lo que no sabíamos y es muy curioso, es que el faro se encuentra tierra adentro y no en la costa. Tuvimos que esperar unos minutos para conocer a Mallory que es la chica que nos hizo de guía y nos dio toda la información. Según nos explicó, el faro de St. Paul había sido traído a Dingwall en 2010 para convertirlo en museo.

El faro que fue construido en 1915 es el primero que se edificó en hierro fundido en Canadá y originalmente fue instalado en la isla de St. Paul, casi a mitad de camino de Port Aux Basques.

La entrada al faro es gratuita aunque aceptan donativos. En planta baja de la casa que hay junto al faro vimos una pequeña exposición de objetos relacionado con el faro: engranajes varios, lámparas, muchas fotografías antiguas, etc…

Accedimos al interior del faro y subimos a la sala de la lámpara y aparte de disfrutar de las vistas de la bahía de Dingwall, volvimos a ver otra de las pocas lentes fresnel que quedan instaladas en un faro. ¡¡un lujo!! Es un museo pequeño pero os recomendamos la visita porque el trato fue muy personal y Mallory un encanto.

Como habíamos leído en alguna guía que desde Meat Cove había muy buenas vistas, nos salimos de Cabot Trail y cogimos la St. Lawrence Rd. durante algo más de 25 kms. Por el camino paramos un par de veces porque las vistas de la costa nos parecía que lo merecían.

Pero al llegar a Meat Cove nos llevamos una pequeña decepción porque las vistas eran más o menos las mismas que ya habíamos visto por la carretera y además el acceso no está nada bien (como se ve en la foto que viene a continuación, tramo de tierra y algunos socavones). Eso sí, durante los meses de verano, imaginamos que los amaneceres tienen que ser espectaculares.

De vuelta en la Cabot Trail aprovechamos una gasolinera para repostar (28,18L x $1,07 = $30,12) y para comprar provisiones para ir pasando el día. Y así, casi sin buscarlo nos dimos de bruces con el museo de North Highlands. Y como todo lo que lleva el nombre de Highlands nos despierta cierto interés, pues entramos a hacer una visitilla. Sí no me falla la memoria creo que la entrada nos costó $2 por persona.

Aunque principalmente está dedicado a promocionar la historia y la cultura de las highlands, pueden verse otras exposiciones como la dedicada a los primeros pobladores europeos que llegaron a estas tierras y cómo era la vida en las granjas de la época. También se pueden contemplar objetos relacionados con desastres marítimos como fueron los del Auguste y el Titanic.

Tras la visita al museo, nos dirigimos a White Point. Después de dejar el coche en una esquina al final de la carretera (¡¡sólo había sitio para tres coches!!), hicimos un pequeño trail que nos llevó hasta la orilla del mar. Como habíamos tenido mucha suerte con el tiempo y estaba despejado, pudimos ver toda la costa por donde habíamos venido. Aprovechamos lo “idílico” del lugar para hacer un picnic y comer tranquilamente. En el recorrido de vuelta pudimos ver en una roca cercana a la orilla una bandada de cormoranes.

El siguiente alto en el camino lo hicimos en Neils Harbour. Allí vimos lo que en su día fue un faro y ahora es una heladería. Como el tiempo acompañaba, no le hicimos un feo a comernos un par de helados para celebrar un Aniversario. Abajo, en el puerto, acababa de aproximarse un pesquero y nos acercamos a ver cómo hacían la descarga de pescado. Tienen tanta pericia que allí mismo realizan la selección de lo que les vale y lo que no, además extraer las exquisitas “kokotxas”.

Después de la paradita proseguimos por la Cabot Trail en dirección a Englishtown, donde tuvimos que volver a montar en ferry ($7). Hacía bastante viento y veíamos desde la orilla los movimientos oscilantes del barco que animaban más bien poco, pero sin otra opción viable. Luego una vez dentro de la embarcación, la sensación no es tan mala…¡¡ ¡y dura muy poquito la travesía!!

Cuando quisimos darnos cuenta, estábamos en Baddeck, así que tuvimos que volver a hacer el mismo recorrido que habíamos hecho el día anterior para llegar al B&B. Desgraciadamente se nos hizo de noche y tampoco pudimos disfrutar del paisaje. ¡¡maldición!!!

Una vez de nuevo dentro de los límites del parque, sin apenas ya luz, vimos un par de coches parados en el arcén de la carretera. Eso en un parque suele significar que puede haber un animal cerca, así que ¡¡claro!! dimos la vuelta y nos pusimos detrás del segundo coche. !!jo*** un oso negro!! Una auténtica pena porque aunque le veíamos moverse e incluso pegarse algún revolcón entre las hierbas, había tan poca luz que la cámara era incapaz siquiera de enfocar. ¡¡lástima!!!

Estuvimos dentro del coche unos minutos más hasta que el oso se perdió entre la maleza y nosotros seguimos camino hasta un sitio que habíamos visto la noche anterior en la carretera muy cerca de Pleasant bay. El Rusty Anchor, un restaurante especializado en pescado y sobre todo, langostas ¡¡gigantes!!. Como ninguno de los dos somos muy de pescado ni de marisco, pedimos un par de hamburguesas, eso sí, de langosta ¡¡jejeje!! . Como seguíamos de Aniversario, nos dimos el gusto de comer tarta de chocolate de postre. Todo nos salió por $45.

*** final del día 12 ***

Hoy tocaba cambiar de B&B así que en cuanto nos estuvimos listos, cargamos el equipaje en el coche para salir en cuanto desayunáramos. Desayunamos acompañados por la pareja de la habitación contigua.

Conversamos con ellos y enseguida nos dimos cuenta de que los acentos no eran muy “canadienses” … británica ella y escocés él. Conocían Bilbao y bueno, la charla se alargó más de lo previsto en un principio compartiendo experiencias viajeras… jejeje

Tras despedirnos de nuestro anfitrión, nos pusimos en ruta dirección a Halifax (paso necesario para llegar a Peggys Cove). Como los dos días anteriores habíamos hecho este tramo de la Cabot Trail de noche, aprovechamos la luz del día para ir tranquilamente disfrutando del paisaje y como no, sacando fotos.

Cuando estábamos más o menos por la zona donde la noche anterior habíamos visto al oso, divisamos al final de una larga recta un animal bastante grande cruzando la carretera. Sin pararnos a pensar qué podría ser, sacamos una foto y al ampliarla en la cámara vimos que era un moose. La recta se nos hizo eterna y decidimos parar en el arcén por la zona donde le habíamos visto desaparecer , pero resultó que el animal era “tímido” y no se dejó ver más.

La Cabot Trail con la luz del día es espectacular. Una serpenteante carretera al borde del mar. Pero lamentablemente nos faltaban los típicos colores rojos y amarillos del otoño canadiense que a estas alturas esperábamos ver. Si pincháis aquí, podréis ver de lo que estamos hablando.

En una parada técnica, llenamos el depósito (28,37L x $1,05 = $29,79) y compramos provisiones para el viaje. Junto a la carretera, y por el rabillo del ojo, vimos esta “preciosa” casa de madera. Como os podéis imaginar, retrocedimos y aparcamos en el arcén para unas fotos. Lo que no esperas encontrar es un cartel de “No Photos” plantado en el medio del césped… aburridos empezamos a especular sobre posibles motivos…. ¡¡qué malo es ver películas de miedo!!! Jajajajajaja

A las 13h30 cruzamos el puente que une la isla de Cape Breton con el continente. Aprovechamos un supermercado junto a la carretera para hacer una parada para estirar las piernas y comprar la comida. Como siempre que no tenemos intención de parar para almorzar, el menú fueron unos sándwiches con ensalada que son fáciles “manejar” dentro del coche.

Recordaréis que el día que pasamos en Halifax además de callejear, estuvimos buscando, sin éxito, dónde estaba enterrado el hombre en el que está basado el personaje de Leo DiCaprio en Titanic. Pues bien, en el tiempo que estuvimos en Terranova y Cape Breton localizamos el cementerio exacto en cuestión y como ahora teníamos coche, decidimos desviarnos un poco de la ruta y entrar en Halifax para visitar el cementerio de Fairview.

En una de las puertas de acceso vimos cómo había aparcados varios autobuses de turistas. Era ese cementerio sin duda!!! ¡¡Esto es como un lugar de peregrinaje!!! Nada más entrar, unos carteles explicativos nos recordaban la relación entre la ciudad de Halifax y las víctimas del Titanic ya que más de un centenar de ellas están enterradas en este cementerio.

Sólo tuvimos que dejarnos arrastrar por la marabunta de turistas que seguían a sus guías para localizar la tumba de ‘Leo’. Según hemos podido leer por internet el personaje ficticio de Jack Dawson, tenía una correspondencia con un pasajero real del Titanic llamado Joseph Dawson. Esta coincidencia hace que este cementerio se haya convertido en uno de los puntos más visitados de Halifax. ¡¡Prueba superada!!!

Después de la visita al campo santo, seguimos nuestro camino hacia Peggy’s Cove donde pasaríamos los siguientes dos días. Este pequeño y pintoresco pueblo pesquero fue fundado en 1811 cuando la provincia de Nueva Escocia cedió unas 300 ha. de terreno a seis familias de origen alemán. En la actualidad, aunque la actividad pesquera continúa, el turismo es una importante fuente de ingresos. No en vano, Peggy’s Cove junto con su faro, es uno de los lugares más visitados y fotografiados de Canadá. Es como un pequeño “icono” porque dicen que es uno de los más bonitos!!!

No sabríamos decir la cantidad de autobuses que pudimos ver pasar por allí. La verdad es que lo tienen muy bien organizado y para ser honestos, el sitio lo merece. Un parking enorme con espacio separado para coches y autobuses y un restaurante/tienda donde reponer fuerzas y comprar algún que otro recuerdo.

Antes de nuestra primera visita a Peggy’s Cove, fuimos a registrarnos en el motel que habíamos reservado. A pesar de ser el típico motel de carretera sin grandes lujos, su ubicación lo hacía perfecto para explorar la zona y además sólo estaba a 3 kms. del faro con lo que podríamos intentar fotografiar el atardecer.

Como aún teníamos tiempo, decidimos probar suerte y nos acercamos a Peggy’s Cove a ver si el sitio hacía honor a su fama al caer la tarde. Cuando llegamos ya no había mucha gente así que pudimos hacer un primer reconocimiento por toda la zona. Así mientras yo fotografiaba el faro, Anna se dedicó a recorrer el pueblo en busca de otras localizaciones y se llevó un recuerdo en forma de picadura de mosquito justo encima de una ceja. Al principio la zona se inflamó bastante y se puso de un color rojo bastante alarmante, pero gracias al ‘afterbite’ y a no rascarse, no fue a más.

Para ser la primera toma de contacto nos dimos por satisfechos con las fotos que habíamos sacado y decidimos cenar en el restaurante Sou ‘Wester. La verdad es que el sitio por dentro está muy bien y tiene unas vistas increíbles del mar y dependiendo de dónde te sienten, del mismo faro. La cena estuvo a la altura del lugar. ($45,95).

Pero antes de que nos diera tiempo a hincarle el diente a la comida, el horizonte se empezó a teñir de rojo. !!No podía ser!! Y nosotros con la cena en la mesa. Casi medio gritando Anna me miró y me dijo: “¿Qué haces aquí dentro? ¡¡Sal yaaaa!!!!” No tardé ni medio segundo en coger la cámara y salir pitando del restaurante. Creo que mereció la pena la escapadita. ¿Qué opináis vosotros?

*** final del día 13 ***

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Hoy queríamos ir a fotografiar el amanecer a Peggy’s Cove y aunque estábamos muy cerca, nos tocó madrugar. Como en el motel no estaba incluído desayuno, en cuanto estuvimos listos, cargamos las cosas en el coche y marchamos. El día amaneció con el cielo cubierto y con 13°C.

La picadura en la cara de Anna tenía mucho mejor aspecto, pero nos sorprendió descubrir que en la mano izquierda tenía otra picadura entre dos nudillos y además la mano parecía algo hinchada. Como no teníamos medicamentos, le dimos con el milagroso afterbite con la esperanza que funcionara tan bien como con la picadura de la cara.

Al llegar a Peggy’s Cove, y como era de esperar, no éramos los únicos que estábamos allí esperando a que amaneciera. Varios fotógrafos más e incluso un par de moteros (no demasiado jóvenes por cierto) que habían dormido al raso. Las rocas son redondeadas y hay muchos huecos donde encontrar un buen refugio.

Aunque el sol intentó abrirse paso entre las nubes, éstas eran demasiado densas y apenas dejaron que los rayos colorearan el faro de color naranja. Mientras tanto Anna se dedicó a recorrer los rincones del pueblo en busca de otros detalles.

No teníamos ni idea pero el 2 de septiembre de 1998, el vuelo Swissair 111 despegó del aeropuerto estadounidense JFK (New York) con destino a la ciudad suiza de Ginebra. Cuando sobrevolaba las costas de Nueva Escocia, se detectó un problema técnico y la tripulación decidió intentar aterrizar de emergencia en el aeropuerto de Halifax. Debido a la premura de la maniobra, no se pudo llevar a cabo y el avión modelo McDonnell Douglas MD-11 acabó en el fondo del océano frente a las costas de Peggy’s Cove. Los 229 ocupantes (215 pasajeros + 14 de tripulación), entre ellos un español, fallecieron.

Como los dos pueblos más cercanos al lugar donde se produjo el accidente eran Peggy’s Cove y Blandford, se estableció en ellos las dos bases de operaciones para coordinar el rescate de los posibles supervivientes.

Como suele ser habitual en estos casos, las poblaciones se volcaron en ayudar en todo lo posible. A petición de los familiares de las víctimas y a los propios vecinos de la zona, se erigieron dos mausoleos (uno en Whalesback-Peggy’s Cove y otro en Bayswater-Blandford) en recuerdo a las 229 víctimas.

Entre los dos puntos, y mientras buscábamos un sitio para desayunar, paramos un par de veces en el arcén de la carretera para sacar fotos de sitios que nos llamaban la atención. Las primera fotos corresponden a la pequeña comunidad de Glen Margaret y la siguiente a una familia de ciervos que estaban junto a la carretera, pero al detectar nuestra presencia y la de otros coches, decidieron cruzar a la otra orilla de la bahía.

Antes de llegar a Bayswater, y viendo que se hacía difícil encontrar un sitio para desayunar, paramos en una gasolinera, repostamos y compramos unos cafés con algo para untar, jejeje. La cercana bahía de Northwest Cove nos gustó mucho y decidimos traernos una postal.

Tras la parada, seguimos por la ruta 103 hasta el pueblo de Lunenburg, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1995. Esta declaración ha servido para preservar la típica arquitectura colonial británica que hace tan especial a este lugar. Pero por el contrario, también hace que Lunenburg sea un destino muy turístico. En la actualidad es un importante puerto y un centro notable de construcción naval.

Tras pasar un buen rato paseando, haciendo alguna que otra compra y sacando fotos, nos entró hambre y elegimos la pizzeria Big Reds. Un par de pizzas individuales y los correspondientes refrescos por $36,12.

Después de comer volvimos a callejear un rato para bajar la comida aprovechando que todavía nos quedaba algo de tiempo en el ticket de aparcamiento. Sobre las 15h30 abandonamos Lunenburg y seguimos hacia el siguiente punto que teníamos anotado en el mapa, el faro de Fort Point.

El faro de Fort Point es uno de los tres faros más antiguos en funcionamiento en Nueva Escocia, se encuentra en la ciudad de Liverpool y está abierto al público desde mediados de junio hasta mediados de octubre. La entrada es gratis aunque agradecen las donaciones. Durante la visita nos enteramos que fue construido en 1855 como complemento al de Coffin Island y que su luz se veía a una distancia de 12 kms. La luz original era de color rojo, pero se sustituyó por una de color blanco en 1926. En 1951 el mecanismo del faro se modernizó y se cambió por uno eléctrico y finalmente en 1964 se automatizó completamente.

En el piso superior, además de la sala de la lámpara, tenían una réplica de una sirena de niebla con el que pudimos emular a los primeros fareros. El ruido era realmente “ensordecedor” pero entendemos que muy necesario en los días en que se usaba y cumplía su fin.

El reloj marcaba las 16h30 así que pensamos que quizás podíamos seguir un poco más adelante por la ruta 103 y llegar hasta el siguiente punto que teníamos apuntado en el mapa, el faro de Port Medway. Fue construido en 1899 para ayudar a los barcos en la navegación hacia el puerto. Aunque ya no está en funcionamiento, en 2002 la zona fue declarada parque local para preservar el propio faro y su historia.

Después de esta última visita, pusimos rumbo de regreso, a la carrera y en un pulso contra el reloj, llegando a Peggy’s Cove con el tiempo justo para disfrutar y fotografiar un bonito atardecer. Cuando se fue la luz, cenamos de nuevo en el restaurante Sou ‘Wester ($45,44).

*** final del día 14 ***

Tocaba ya despedirnos de esta zona y de Peggy’s Cove así que no dudamos ni un minuto en volver a madrugar. Recogimos la habitación, cargamos todo en el coche y poco después de las 7h ya estábamos en el parking del faro. El cielo estaba completamente despejado y una temperatura de 12°C. La mano de Anna no había mejorado y seguía hinchada toda la zona alrededor de los nudillos, por lo que empezamos a preocuparnos un poco. Se veía claramente dónde estaba delimitada la infección pero decidimos que localizaríamos una farmacia para ver sí podían echar un vistazo.

Cuando vimos que las primeras luces empezaban a iluminar Peggy’s Cove, volvimos a separamos. Anna se fue a la zona del pueblo y el puerto y yo me quedé por la zona del faro, ambos intentando buscar otros puntos de vista diferentes al día anterior.

No hubo casi nubes pero el amanecer fue increíble y disfrutamos viendo cómo el sol realzaba aún más, las coloridas casas del pueblo y nos quedamos “embelesados” porque a esas horas, estábamos cuatro gatos y la calma era total.

Sobre las 8h30h la luz dejó de ser ‘especial’ y decidimos que era un buen momento para guardar los trastos de fotografía y desayunar. Mientras hacíamos tiempo a que abrieran el restaurante, conocimos a una pareja canadiense que también había ido a fotografiar el amanecer. Resulta que la chica, intentando sacar una buena foto, se había caído y tenía una herida en la rodilla (nada grave). Anna y ella se pusieron a hablar de fotografía e intercambiaron tarjetas (¡¡siguen manteniendo el contacto!!) Cuando dieron las 9h y abrieron el restaurante, nos despedimos y fuimos a desayunar. Como era el último día que estábamos allí, nos dimos un pequeño “homenaje”.

A las 10h abandonamos Peggy’s Cove. El parking estaba lleno de autobuses y la tranquilad del amanecer se había disipado, sustituida por el bullicio típico de los lugares muy turísticos. Así todo, no pudimos evitar echar un último vistazo por el retrovisor para despedirnos de este fantástico lugar.

En la salida del pueblo se encuentra este monumento dedicado a los pescadores de Peggy’s Cove y esculpido directamente en la roca de granito por el artista William deGarthe.

Como el día anterior ya habíamos hecho parte del recorrido, nos dirigimos directamente Shelburne. Un pintoresco pueblo fundado en 1783, durante la guerra de independencia de los Estados Unidos.

Hicimos una parada técnica en Upper Tantallon para echar gasolina (39,61L x $1,01 = $40) y pasar por la farmacia. Nos dieron una crema antibiótica, unas pastillas diminutas azules y nos dijeron que si no mejoraba en un par de días, tendríamos que ir a un médico . ¡¡ No nos gustó nada, nada oír eso!!

Serían las 13h30 cuando llegamos a Shelburne y como solemos hacer siempre que vamos a un sitio que no conocemos, localizamos la oficina de información donde un hombre muy simpático nos explicó brevemente la historia del pueblo y luego nos marcó en un mapa todo lo que había interesante. Aparcamos el coche y fuimos recorriendo a pie la calle Dock dando un paseo muy agradable ya que además de estar al lado del mar, las estilo de las edificaciones hacían que te sintieras en un auténtica ciudad del siglo XVIII. ¡¡Ese es su secreto!!

Uno de los locales en los que entramos fue en el Williams Dory Shop Museum (en la foto anterior, es el edificio de la izquierda) donde te explican la importancia de la industria pesquera durante el siglo XIX además de hacer demostraciones de la fabricación de pequeños barcos de pesca. La entrada cuesta $4 (no entra con la Discovery Pass) y sólo está abierto desde mediados de junio hasta mediados de octubre, así que por poco no llegamos .

¿Os acordáis de las veletas que habíamos visto días atrás, de madera y pintadas a mano? Aquí nos encontramos con un montón de ellas y ¡¡no quisimos resistirnos!!. El chico que atendía la tienda nos desmontó la que habíamos elegido para poder transportarla y que no se rompiese. En el siguiente video podéis ver que molona es (el artilugio para sujetarla es obra del padre de Anna, que es un manitas). ¡¡Tenemos nuestro propio barco pirata!!

Hasta que se hizo la hora de comer, recorrimos el resto de la calle Dock fotografiando los edificios que más nos llamaron la atención (!!que fueron muchos, la verdad!!).

Y casi al final de la calle nos encontramos con el restaurante The Sea Dog Saloon. Como tenía buena pinta, entramos a comer. En el comedor apenas había clientes (se notaba que estábamos fuera de temporada), pero desde la terraza había unas vistas fantásticas de toda la bahía. Comimos unos sándwiches con patatas fritas (en Canadá todo lo sirven con patatas, jejeje) y unos refrescos, $43,41.

Tras deshacer el camino andado llegamos al coche y pusimos rumbo hacia nuestro siguiente destino, el faro de Cape Forchu, en Yarmouth, a unos 100 kms. de distancia.

Decidimos hacer un viaje tranquilo y disfrutar del paisaje y las vistas así que llegamos a Yarmouth sobre las 17h. En el parking del faro había un coche solitario. Habíamos leído que era visitable, pero según nos bajamos del coche lo primero que vimos fue un cartel que decía que estaban cerrados (sólo abren desde el 15 de mayo al 15 de septiembre). No obstante, pudimos recorrer un pequeño sendero con carteles explicativos donde enseñaban lo particular de las mareas en esta zona de Nueva Escocia. Aquí se producen unas de las mareas más altas del mundo y donde la diferencia entre la marea alta y la marea baja puede ser de hasta 5 mts.

La zona donde se encuentra el faro de Cape Forchu, fue descubierta en 1604 por el francés Samuel de Champlain que le puso este nombre por su parecido a la lengua bífida (partida) de los reptiles. El faro actual tiene una forma muy moderna, por no decir “futurista”, que nunca habíamos visto en ningún otro sitio y está considerado como el segundo faro más fotografiado de Canadá, quizás por ser precisamente tan diferente.

El faro original fue construido en 1839, pero en 1961 fue demolido y sustituido el año siguiente por el actual (con esa apariencia peculiar de “troncho de manzana”).

Al finalizar el paseo nos habían dado las 17h30 y como todavía estábamos a unas dos horas del B&B, seguimos nuestro camino hacia el nuestro último destino del día. En la primera gasolinera que vimos en la ruta 101 paramos para repostar (25,51L x $1,02=$26) y coger algo para cenar en cuanto llegáramos al B&B.

A las 19h llegamos a Gilvert’s Cove y seguimos las señales que anunciaban el faro (construido en 1904). Aunque sabíamos que no lo podríamos visitar (sólo abren durante los meses de verano) no nos importó demasiado ya que justo estaba atardeciendo y pudimos disfrutar de un paisaje y una luz preciosos. Por cierto, en esta zona, tuvimos la compañía de unos molestos mosquitos.

Como ya llegábamos un poco tarde al B&B (habíamos avisado por mail la noche anterior) no decidimos no entretenernos mucho más y fuimos directos desde allí a Granville Beach. Kathy, la anfitriona, nos estaba esperando y agradeció que la hubiéramos avisado de nuestra hora de llegada.

Una vez instalados, comimos lo que habíamos comprado por el camino, descargamos las fotos en el ordenador, organizamos un poco el día siguiente y poco más antes de caer rendidos.

Por cierto, la mano de Anna seguía hinchada y parecía que los medicamentos no estaban haciendo mucho efecto. Nos acostamos con la esperanza que tras descansar durante la noche, estaría mejor por la mañana.

*** final del día 15 ***

¡¡Cómo pasa el tiempo cuando te lo estás pasando bien!!! Casi sin darnos cuenta habíamos disfrutado de la mitad de nuestro viaje.

Tras asearnos, bajamos a desayunar a las 8h. Kathy nos estaba esperando y nos acompañó hasta el salón-comedor donde ya estaba servido el desayuno. Sólo podemos decir una cosa: !!qué pasada de presentación y qué bueno estaba todo!!

Durante el desayuno hablamos con ella y le fuimos contando un poco de nuestra historia. De dónde éramos, el itinerario de nuestro viaje y las cosas que habíamos visto hasta ese momento. Ella nos contó también un poquito de su vida. Vivía con su marido en la casa y la granja que había enfrente, al otro lado de la carretera, era de la familia y la dirigía uno de sus hijos. La verdad es que fue una charla muy agradable. No nos cansamos de repetirlo: !!es lo que nos gusta de los B&B!!. Había otros huéspedes, pero no muy madrugadores.

Como las actividades que teníamos planificadas estaban relativamente cerca, nos lo tomamos con mucha calma. Mientras cogíamos una tarjeta de visita del mostrador de hacía de recepción, vimos que tenía un folleto de empresas que se dedicaban a organizar tours para ver ballenas en la bahía de Fundy. Sabíamos que no era temporada (mayormente se ven en julio y en agosto), pero así todo, le preguntamos a Kathy si sabía si en estas fecha aún se podría tener suerte. Nos comentó que le sonaba que alguna empresa todavía organizaba tours por lo que suponía que, aunque no tantas como en verano, sí que se podría ver alguna.

Como nos vio bastante interesados, se ofreció a llamar por teléfono a una de las empresas que todavía ofrecía las excursiones para preguntar. Nosotros, por supuesto, le agradecíamos enormemente que se tomase la molestia y nos hiciera el favor.

Tras colgar nos explicó que efectivamente seguían haciendo salidas para ver ballenas y que como estábamos fuera de temporada, si no conseguíamos ver ninguna, no nos cobrarían. ¡¡No teníamos nada que perder!! Y como poco, daríamos un paseo en barco por la bahía de Fundy. Kathy devolvió la llamada y nos hizo la reserva para el día siguiente.

Ahhhh!!, no hemos dicho nada sobre la mano de Anna. Parece que el descanso le sentó bien, porque a pesar de no haber bajado del todo la hinchazón, tenía bastante mejor aspecto. !!Menos mal!! No nos apetecía repetir la experiencia del año 2014 cuando tuvimos que visitar las urgencias de un hospital en Abbostford (British Columbia) por una infección en mi pierna.

A las 9h30 llegamos a nuestra primera cita del día. Como podéis en las fotos, el cielo estaba totalmente despejado y con una temperatura de 12°C.

Port Royal es una reconstrucción de un pequeño asentamiento francés de 1605. Es uno de los primeros asentamientos de europeos en el continente americano. La tribu Mi’kmaq había vivido siglos atrás en las en las orillas de la bahía de Fundy y habían tenido contactos antes con europeos (incluso debieron hacer negocios con balleneros vascos), pero no fue hasta 1603 cuando hicieron ‘buenas migas’ con los franceses hasta el punto de ser aliados en la colonización de Acadia.

La entrada al fuerte cuesta $3,90 pero como forma parte de la red de Parque de Canadá, entra dentro de la Discovery Pass, así que no tuvimos que pagar nada. En los meses de verano se pueden ver recreaciones de cómo era la vida dentro del recinto, pero una vez más, estábamos fuera de temporada, así que nos tuvimos que conformar con visitar las diferentes edificaciones que formaban parte de la fortaleza. Eso sí, junto con la entrada nos dieron un folleto (en inglés) con el que pudimos conocer un poco más de la historia del lugar.

La primera estancia, actualmente una sala de exposiciones, en su día fue el lugar donde Samuel de Champlain guardaba los accesorios de los barcos.

Las salas que más nos gustaron fueron la cocina y el comedor contiguo. Lo tenían todo tan bien puesto que daban ganas de sentarse a comer.

Por último y para no aburrir, los dormitorios y lo que pudo ser una capilla. Y decimos “lo que pudo ser” porque según ponía en el folleto informativo, no se han encontrado evidencias de que realmente hubiera habido alguna, aunque en 1611 el jesuita Padre Biard escribió que había encontrado un espacio que podía haberse utilizado para tal fin.

Finalizada la visita y tras montar en el coche, nos llevamos un pequeño sobresalto cuando, tras unos segundos arrancado, una alarma en el salpicadero nos avisaba que una de las ruedas estaba baja de presión. No era mucho, pero fuimos a una gasolinera para comprobarlo. El manómetro para medir la presión, alta tecnología, jejeje

Con el problemilla de la rueda solucionado, al menos de momento, fuimos a ver si se podía visitar la Central eléctrica de Annapolis de la cuál habíamos tenido conocimiento de su existencia a través de la guía de viaje. La central aprovecha las extraordinarias características de las mareas que hay en esta zona de Canadá para generar hasta 20 MW de potencia, suficiente para abastecer de electricidad a 4.500 familias. La central como tal no se podía visitar por problemas técnicos en el ascensor, y aunque no es lo mismo, pudimos ver una exposición donde explicaban el proceso de generación de energía gracias a la fuerza de las mareas.

Como era todavía mediodía pensamos que nos daba tiempo a visitar Fort Anne antes de comer y dejaríamos la tarde libre para ir en busca de algún faro (¡¡a este paso nos llamaréis “Los locos de los Faros”!! )

Fort Anne fue construido en 1629 por para proteger el puerto de Annapolis Royal de los ataques franceses durante las primeras etapas de las guerras del Rey Jorge. Después de pasar de mano en mano entre franceses y británicos Annapolis Royal quedó, tras el Tratado de Utrech, bajo mando anglosajón quienes la mantuvieron como capital de Nova Scotia hasta 1749 cuando se fundó la ciudad de Halifax.

Al igual que otros muchos sitios pertenecientes a la red de Parques de Canadá, la entrada costaba $3,90, pero como entraba en la Discovery Pass no tuvimos que pagar nada.

En el centro de información se encuentra una exposición sobre la historia de la fortaleza además de contar con un montón objetos históricos. Nos gustó mucho el tapiz diseñado por Kiyoko Grenier-Sago y tejido por 100 voluntarios que cuenta la historia de la zona durante 400 años (como dato curioso, el tapiz mide 24m x 5,5m y el resultado, es algo magnífico).

Ya en el exterior recorrimos todo el perímetro de la fortaleza. Pudimos visitar el antiguo depósito de la pólvora construido por los franceses en 1708 y lo que pudo ser una prisión (en la foto que está a continuación se puede apreciar la entrada en forma de arco entre los dos cañones.

Una de las características más llamativas de la fortaleza es el foso que la rodea. Diseñado por el francés Sébastien Le Pestre es el que mejor conservado se encuentra en toda Norteamérica. Para que os hagáis una idea de cómo era, ponemos una fotografía aérea (escaneada de una postal).

Cuando empezamos a notar que el estómago daba pequeños rugidos, dimos por finalizada la visita y nos fuimos a un restaurante que está justo enfrente de la entrada de la fortaleza. Bistro East, comida para dos, $63,25. Aunque pagamos algo más de lo que estamos acostumbrados, la comida estuvo muy, muy rica, así que nada que objetar.

Como ya os hemos comentado, no teníamos más visitas planificadas así que a partir de aquí, nos dedicamos a visitar dos faros que teníamos señalados en el mapa. Nos dirigimos primero al faro de Hampton Harbour construido en 1911. Lo que más nos llamó la atención fue ver el puerto estaba completamente “seco” como consecuencia de la bajamar extrema.

Para rematar, fuimos hasta el faro de Schafner point, cerca del B&B para disfrutar del atardecer comiendo unas sabrosas porciones de pizza de la pizzería Sunken Dorey Pizza ($20,51) que habíamos comprado previamente.

Al volver al B&B le preguntamos a nuestra anfitriona a ver si conocía algún lavandería por la zona para hacer la colada (hace ya unos años que tomamos la decisión de llevar menos ropa a los viajes y lavarla cuando nos hace falta). Nos ofreció su lavadora y su secadora para hacerlo allí mismo. Mientras Anna y Kathy esperaban charlando animadamente a que la ropa estuviera lista yo me dediqué a descargar las fotos del día y a revisar los planes del día siguiente.

*** final del día 16 ***

El día amaneció totalmente soleado y bastante fresquito, 8°C. Tras disfrutar otro estupendo desayuno y charla, salimos hacia Annapolis. Kathy nos había comentado que todos los sábados desde mayo a octubre hay un mercado callejero donde artesanos de la zona ofrecen sus productos y nos apetecía dar un paseo mañanero.

Nada más llegar al mercadillo optamos por separamos. Mientras Anna dio una primera vuelta de reconocimiento a los puestos del mercado, yo me fui a la zona del puerto a sacar unas fotos que nos habían quedado pendientes, entre ellas, el faro de Annapolis.

Cuando volví al mercado, Anna me enseñó alguna cosa que ya había comprado y alguna otra que le había parecido muy curiosa (y que al final acabamos comprando, jejeje). Me presentó a una señora que tenía a la venta desde pañuelos a paneras, sencillas y delicadas. Era increíble el detalle y cuidado de los bordados que ella misma hacía a pesar de ser ya tan mayor.

En el puesto contiguo, la señora vendía prendas de lana también confeccionadas por ella. Al oír a Anna directamente le preguntó sí era española. Un poco perplejos le dijimos que efectivamente éramos españoles. Por lo visto, la pista se lo dio el acento porque nos contó que su mejor amiga es de Barcelona (viviendo en Canadá como ella desde hace muchísimos años). Ella misma era natural de Finlandia.

Para llegar a Tiverton (desde donde salía la excursión para ver las ballenas) teníamos que llegar hasta East Ferry y pasar a Long Island, como podéis imaginar, en ferry. Cuando hicimos la reserva nos dijeron que calculáramos que tardaríamos una hora en llegar. Terminamos comprando alguna cosa más y decidimos dar por finalizada la visita cuando ya empezaba a llenarse el recinto y se acercaba el momento de ponernos en marcha.

Al mediodía llegamos a East Ferry y cruzamos en ferry ($7) a Long Island. Tiverton está junto al ferry así que no nos costó encontrar las oficinas de la empresa que organizaba la excursión. Tras presentarnos, validaron nuestra reserva ($149) y nos dijeron que nos presentáramos de nuevo sobre las 13h.

Teníamos aproximadamente una hora libre así que aprovechamos para echar gasolina (38,75L x $1,025= $39,71) y para visitar brevemente el faro de Tiverton, conocido como Boar’s Head.

A la hora, estábamos de vuelta en las oficinas de Ocean Explorations. Había un grupo pequeño de personas esperando y en esos momentos llegó la persona que parecía iba a ser el encargado de llevarnos en la Zodiac. Nos comentó que la fuerza del viento era muy fuerte y que no estaba seguro de si podríamos salir de no cambiar las condiciones. !!Con las ganas que teníamos de hacer la excursión!! Nos comentó que iba a hacer unas comprobaciones y que volvería en media hora y tomaría una decisión.

A su vuelta, le vimos con semblante bastante serio y nos temimos que no habría salida, pero nos comentó que el viento había amainado algo y que si nosotros queríamos podíamos intentar la salida, pero también nos dejó claro que si veía algún tipo de riesgo daría la vuelta y nos devolvería el dinero. A todos nos pareció bien, así que nos preparamos para el viaje con unos trajes especiales ( que no espaciales, aunque lo parezcan!!!!) que nos dieron. Repartieron bolsas estancas para las cámaras aunque nosotros tuvimos que usar las nuestras. Nos avisaron que tendríamos que llevarlas en el suelo ya que era obligatorio utilizar las dos manos para agarrarse en la Zodiac.

Poco después de las 13h30 y de esa guisa que veis, montamos en la lancha. Nos organizaron para ir sentados en los laterales (Anna tuvo suerte porque le toco justo delante del timón y pudo sentarse en una especie de cajón sin casi necesidad de agarrarse). Desde el primer momento en el agua, nos dimos cuenta que el aviso de ir bien agarrados y con las dos manos, no era algo para tomarlo a broma. ¡¡¡Quién quiere parque de atracciones!!! la mar rizada, los golpes secos, el sube y baja, la mayoría levantados de los asientos en cada embestida, el agua salpicando, las risas, los nervios, todos intentando no caer, las cámaras entre los pies, ojos abiertos y al momento cerrados, todos emocionados y expectantes, buscando con la mirada algún “signo” de avistamiento de cetáceo…

No llevábamos mucho tiempo de travesía cuando por radio se recibía un aviso. Con el ruido apenas pudimos entender nada pero intuimos que algo pasaba porque se aminoró la marcha y se cambió de dirección. Habían avistado una ballena desde el faro de Tiverton.

Se redujo la velocidad hasta casi parar y de repente, nuestro guía y nos hizo una señal para dirigir nuestra atención hacía una mancha negra que se veía en el agua.

¡¡Sí, sí, sí!! Estaba apenas unos metros de nosotros. Yo debo tener un problema con estas cosas porque igual que me pasó cuando vimos los osos en Bella Coola en 2014, el corazón se me puso a mil. Como ya habíamos hecho una excursión parecida por aguas del golfo de Bizkaia, sabíamos que las ballenas emergen tres veces para respirar y luego se vuelven a sumergir, así que las cámaras echaban humo cada vez que veíamos una. Por suerte para nosotros, en una de las ocasiones captamos el momento en que la ballena expulsaba agua por el orificio superior (llamado espiráculo).

Tras este primer avistamiento pasó un rato en el que no vimos nada. Había desaparecido. Pero nada más lejos de la realidad porque de repente se volvió a dejar ver y esta vez no estaba sola. Nuestro guía y biólogo, nos explicó que por el tamaño era una cría. En la siguiente foto se pueden apreciar claramente en primer lugar la madre y un poco más atrás, pero sin separarse, la cría.

Durante más de una hora disfrutamos de estas maravillosas y enormes criaturas, siempre muy respetuosos con la distancia mínima para no agobiar ni perjudicarlas o alterar su rumbo. Las fotos que ponemos a continuación son diferentes momentos que pudimos ir captando.

El tiempo pasó volando y se estaba haciendo la hora de volver. Antes de regresar a puerto, nos acercamos a un lugar en la costa donde con un poco de suerte, podríamos ver alguna foca. En este recorrido pasamos junto a Balancing Rock, una roca que, como su nombre indica, está en un inquietante equilibrio y hasta la que se puede llegar por un sendero que parte desde la carretera.

Poco después llegamos a una zona rocosa donde pudimos ver media docena de focas, aunque debían ser bastante tímidas porque no dejaron que nos acercáramos mucho. Tras unos minutos jugando al gato y al ratón con ellas, se dio por finalizada la excursión y pusimos rumbo al embarcadero.

Para que os podáis hacer mejor una idea de lo que vimos, os dejamos este pequeño vídeo. Esperamos que os guste.

Una vez que despojados de los trajes, nos despedimos de nuestros compañeros de viaje y de la gente que aún quedaba en la oficina para seguir nuestro camino ya que nuestra intención era llegar hasta la isla de Brier. Como no habíamos comido, pasamos por una gasolinera que habíamos visto por la mañana para coger algo de comer.

Long Island la atravesamos sin parar ya que no hubo nada que nos llamara la atención y nos fuimos directos al ferry de Freeport. Igual que en los otros ferrys tuvimos que pagar $7 por utilizar sus servicios.

Y una vez en Brier Island, nuestra primera parada fue en el faro de Grand Passage. El faro original se construyó en 1901 como una torre piramidal cuadrada de madera, pintada de blanco y coronadas por una linterna roja octogonal. Charles Buckman fue el primer farero desde 1901 hasta su muerte en 1940. En 1968 fue demolido y sustituido por el actual, una torre de hormigón cuadrado blanco con una sala de la linterna roja unida a un edificio de planta cuadrada.

Tras la visita al faro y sus alrededores, seguimos nuestro recorrido por la isla. Según pasábamos por Dyke Cove no pudimos evitar y sacar unas fotos de la bahía. La acumulación de algas en la orilla había formado un curioso paisaje. También tuvimos la oportunidad de ver una especie de garza gris (apenas se dio cuenta de nuestra presencia, alzó el vuelo).

Al llegar a Westport, tomamos la desviación que indicaba la dirección al faro y recorrimos los apenas 4 kms. que lo separan del pueblo. El faro de Brier Island se construyó en 1809, pero parece ser que no lo hicieron muy bien porque en 1832 fue reconstruido y mejorado.

Cuando volvíamos al coche, vimos a una pareja que parecía estar recogiendo algo entre las rocas tapadas por las algas. La verdad es que nos picó la curiosidad por saber lo que estaban haciendo así que esperamos unos minutos al ver que la chica se dirigía hacia nuestra posición con un saco en los hombros. Cuando estaba a nuestra altura, le saludamos y le preguntamos a ver qué era lo que estaban recogiendo y muy amablemente nos abrió el saco que llevaba y pudimos comprobar que eran caracolillos. Nos comentó que era su medio de vida.

Tras una breve conversación, cogimos el coche y nos dirigimos hacia Sweetcake cove, el punto más cercano a Peter’s Island donde, sabíamos que también había un faro. Construido en 1851 y conocido como faro de Wesport, fue sustituido en 1909 por la actual torre octogonal de madera.

Tras la breve parada para fotografiar el faro, volvimos al embarcadero para coger el ferry de vuelta que nos llevara hasta Long Island. Al llegar, vimos que había bastantes coches esperando. Si no entrábamos en este viaje tendríamos que esperar a que volviera y eso podía suponer casi otra hora.

Y efectivamente, cuando empezaron a moverse y llegaba nuestro turno para embarcar, se encendió la luz roja y un operario nos indicó que el ferry estaba lleno. !!cagüento!! Nos tocó esperar casi 45 minutos.

En cuanto estuvimos en la otra orilla, cruzamos Long Island y por si acaso nos pasaba lo mismo en el ferry de Tiverton, no hicimos ninguna parada y no nos entretuvimos. Por suerte, cuando llegamos el ferry estaba llegando y éramos de los primeros para embarcar.

Tras desembarcar en East Ferry paramos el coche al borde de la carretera y disfrutamos de un colorido y tranquilo atardecer sobre el faro de Boras Head.

Como nos quedaba todavía rato para llegar al B&B, decidimos parar en Digby y cenar en Dairy Queen un par de hamburguesas de pollo con patatas $21,14. Nada sofisticado.. jejeje

Cuando llegamos al B&B eran ya las 21h45 y sólo 3°C en la calle. Al entrar en la casa saludamos a nuestra anfitriona Kathy que nos preguntó por el día, así que pasamos un rato enseñándole las fotos de la experiencia de las ballenas.

*** final del día 17 ***

Hoy no sólo nos despedíamos de nuestros anfitriones, también nos despedíamos de Nueva Escocia ya que nuestras próximas dos noches las pasaríamos en Clyde River, provincia de Prince Edward Island (PEI).

El día amaneció con el cielo totalmente despejado, pero seguía haciendo fresquito, sólo 6°C. Tras asearnos y recoger todos los trastos, bajamos a desayunar y estuvimos charlando con Kathy de los planes que teníamos para el resto del viaje. Antes de marchar, le dimos un detalle que le habíamos comprado el día anterior en el mercado de Annapolis Royal, porque realmente nos hizo sentirnos como en casa.

Aunque teníamos un largo viaje hasta nuestro destino final en Prince Edward Island, eso no nos impidió coger un desvío para poder visitar el faro de Cape d’Or y los acantilados de Copper. Para evitar carreteras secundarias, tuvimos que llegar prácticamente hasta Halifax para coger la ruta 102 en dirección a Truro, pero parecía ser la alternativa más sensata.

El explorador francés Samuel de Champlain llamó a esta parte de la costa Cape d'Or (Cabo de Oro), mientras navegaba por la zona en 1607 y se dio cuenta de los destellos de oro en los acantilados de basalto durante el atardecer. Resulta que el metal en los acantilados era de cobre en lugar de oro, pero el nombre ya no lo cambiaron. El edificio del actual faro se construyó en 1965.

Para llegar al faro, dejamos la carretera 209 y tuvimos que recorrer unos 6 kms por una pista sin asfaltar. Gracias a que no había llovido los últimos días no tuvimos problemas, pero con barro tiene que ser muy complicado hacer ese tramo.

Una vez en el parking encontramos una cuesta empedrada y bastante empinada para bajar hasta el faro. La bajada fue relativamente fácil, pero la subida la tuvimos que hacer haciendo un par de paradas. Por cierto, junto al faro hay un café, pero un cartel nos avisó antes de bajar que estábamos fuera de temporada.

No estuvimos mucho tiempo junto al faro debido al fuerte viento que nos dejaba sin aliento y a ratos, nos impedía movernos. Se hacía muy peligroso acercarse para observar los acantilados, así que sacamos un par de fotos para dar fe de nuestra visita y regresamos al parking.

Antes de marchar, nos animamos a hacer un pequeño trail que estaba marcado alrededor del parking pensando que igual podríamos tener una vista diferente del faro. Pero lo único que vimos, o mejor dicho, sentimos fue la fuerza del viento.

Antes de marchar de allí, aprovechamos para comer los sándwiches que habíamos comprado en la gasolinera de Elmsdale cuando paramos a echar gasolina (31,17L x $0,999 = $31,14).

La siguiente parada que teníamos programada era la visita a los acantilados de Joggins Fossil, pero antes, cerca del pueblo de New Salem, nos llamó la atención una tienda junto a la carretera que tenía unos cuantos faros de madera a diferentes tamaños y no nos pudimos resistir a parar.

En el interior tenía un montón de cosas súper-curiosas. La dueña de la tienda, una señora muy maja, nos explicó que la mayoría de los artículos que tenían a la venta estaban hechos a mano. Su marido era el encargado de realizar todas las cosas de madera como los soportes para latas y botellas, los faros, etc., mientras ella se ocupaba de la cosas de lana y de la pintura decorativa de algunos objetos.

Alrededor de las 17h15 llegamos a Joggins Fossil Cliffs y nos llevamos un pequeño chasco al comprobar que el centro de información cerraba a las 16h (fallo nuestro por no haber comprobado antes el horario). Si tenéis pensado visitarlo, tened en cuenta que incluso en julio y agosto, el centro cierra a las 17h30.

Esta zona fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 2008 y tiene un alto valor geológico por su acumulación de fósiles en las rocas de los acantilados.

A pesar de que el centro de información estaba cerrado, pudimos bajar hasta la playa pero sin información no pudimos aprovechar la visita. Una pena.

Así todo, sacamos unas fotos donde se puede apreciar por un lado el color rojizo de las aguas y por otro las capas de las rocas que se han ido formando a lo largo de millones de años. Si queréis una explicación más técnica, podéis pinchar en este enlace de la Unesco. Y si queréis ver una panorámica más grande de los acantilados, os dejamos otro enlace a una fotografía de la Wikipedia.

Tras la visita ‘a medias’ a los acantilados, seguimos camino hacia nuestro destino en Prince Edward Island, pero antes de llegar, hicimos una parada técnica en Amherts para llenar el depósito (29,09L x $1,01 = $29,24) y como había un McDonald’s al lado aprovechamos para hacer una especie de merienda-cena ($17,69).

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