La Beira Interior ✏️ Blogs de PortugalConocemos la zona central de Portugal en una escapada de 4 días.Autor: Suslazaro Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (1 Votos) Etapas 4 a 4, total 4
Nuestro último día en la Beira Interior lo reservamos para conocer algunas de las aldeas más pintorescas del país vecino, ya de regreso a España. Debido a la constante necesidad de defender sus territorios los reyes de Portugal mandaron amurallar y fortificar varios núcleos de población en lugares estratégicos para, juntos, luchar contra el enemigo. Las llamadas "aldeias históricas" de Portugal son el resultado de estas fortificaciones a lo largo de la frontera con España en la parte central del país luso. Un poco antes de llegar a la frontera dejamos la autopista A25 para salir a una tortuosa carretera que en 10 minutos nos llevará al desvío de la primera de estas aldeas, Castelo Mendo.
Castelo Mendo, es un pueblito que conserva el trazado medieval de sus calles, su muralla y sus cinco puertas de acceso. El lugar donde se creó la población es un enclave estudiado para defenderse de los ataques castellano-leoneses gracias al paisaje agreste que forma el río Côa, Patrimonio Mundial de la UNESCO. El rey D. Sancho II le otorgó fuero en el año 1229 ordenando levantar la primera muralla que posteriormente sería fortificada con una segunda línea defensiva que rodea el núcleo de la aldea. La entrada a esta pequeña aldea es impresionante, con una enorme puerta, la Puerta de la Villa, flanqueada por dos torreones y dos verracos de granito a cada lado que datan del siglo I a.C. Atravesando su arco nos vamos adentrando en las calles típicas de la aldea con su empedrado en buen estado de conservación que hace difícil avanzar. Pronto nos topamos con la Casa Quinientista, de dos plantas con un porche alto sostenido por columnas. Aún nos encontramos en el segundo núcleo amurallado, no hemos alcanzado el primitivo núcleo de Castelo Mendo. Continuamos avanzando por la calle hasta divisar la Iglesia de la Misericordia o de San Vicente, posiblemente de origen románico aunque fue modificada en los s. XVI y XVII y de clara influencia manierista. Apenas nos cruzamos gente por la aldea en nuestro recorrido sólo una pareja de turistas que se marchan ya indicándonos que sigamos descubriendo este maravilloso pueblo medieval. Antes de llegar a la plaza de Castelo Mendo otra casa con porche en el Largo do Pelourinho llama nuestra atención. Es un edificio civil del s. XVI al que se adosó un porche con dos inscripciones, 1800 y 1801, seguramente las fechas en las que se amplió. Ha tenido varios usos municipales y ahora alberga la junta de la parroquia. Ya en el interior de la Plaza do Pelourinho, nos encontramos la picota del siglo XVI que con sus siete metros es una de las más altas de la región de la Beira Interior y la Iglesia Matriz o de S. Pedro, la mayor de la aldea con una torre adosada donde aún hoy se celebra el culto. Subimos la cuesta que nos lleva a la parte alta, sobre las antiguas murallas, para llegar a las ruinas de la iglesia de Santa Mª del Castillo del s. XIII, de estilo románico. La capilla lateral fue construida más tarde y tenía un techo mudéjar. La parroquia se abandona en el año 1834 y ha quedado como la encontramos en la actualidad. Alrededor de este templo, ya en las afueras, recorremos el perímetro de muralla hasta la Puerta de Castelinho que daba acceso al castillo que se encontraba en la parte más alta de la ciudadela. La puerta se sitúa en el extremo sur y tiene ciertas características romanas. El castillo del s. XIV combinaba los estilos románico y gótico y sus ruinas son Monumento Nacional desde el año 1946. De regreso a la plaza vemos el edificio del antiguo ayuntamiento (s. XVI-XVII) de estilo manierista y levantado sobre la primera muralla de la villa. Tenía múltiples usos: ayuntamiento, cárcel y tribunal. Hoy alberga el Museo de los Sentidos, un museo etnográfico de la vida de la villa y la oficina de turismo. Para finalizar la visita no podemos marcharnos sin subir a las murallas de Castelo Mendo y admirar las privilegiadas vistas sobre la Beira de las que goza esta aldea histórica del centro de Portugal. Aunque no está incluida en las llamadas Aldeias históricas de Portugal, no dejéis de visitar Castelo Bom por muchos motivos pero sobre todo por la belleza de su casco histórico medieval que además es patrimonio nacional desde 1946. Llegar hasta allí nos llevó apenas 15 minutos siguiendo una estrecha carretera que sigue el curso del río Côa. A pesar de que Castelo Bom no dista demasiado de otros puntos de interés del país luso como Almeida y de la frontera con España (10 kms, aprox.), queda un poco apartada de las autovías, como fuera de circuito. Sin embargo, creo que es precisamente ese aislamiento lo que le confiere ese encanto de aldea decadente. La villa medieval de Castelo Bom, de unos 180 habitantes, se sitúa al borde de una meseta elevada junto al río Côa, que forma parte del Patrimonio Mundial de la UNESCO por su arte rupestre paleolítico con una antigüedad de más de 25.000 años. Este río nace en la frontera con España y va a verter sus aguas al Duero atravesando el país de sur a norte y trazando un profundo valle. Las vistas desde cualquiera de los miradores de Castelo Bom son fantásticas y dominan tanto el territorio fronterizo como el río Côa desde unos 725 metros de altitud. Mi recomendación es que no os perdáis todo lo que tiene que ofrecer este pequeño pueblo que puede recorrerse fácilmente en 15 minutos. Castelo Bom fue un castro habitado ya durante la Edad del Bronce que perteneció posteriormente a Hispania y al Reino de León. Fue durante la Edad Media cuando la villa pasó a pertenecer al reino de Portugal por el tratado de Alcañices y, bajo el mandato del rey D. Dinis, se reconstruyeron el castillo al que hace referencia su nombre y las murallas. La villa vivió entonces su periodo de mayor esplendor entre los s. XIII-XVI. Es una verdadera lástima que hoy en día sólo podamos contemplar algunos restos como la muralla, la puerta de la villa con su arco, el blasón, la cisterna sur, el depósito de municiones y un par de pozos. Nuestro paseo nos llevará en primer lugar hasta la Puerta de la Villa, de estilo gótico, es la parte de la muralla que mejor se ha conservado hasta hoy. Podréis encontrar otros restos de la muralla cerca de los miradores. El calor apretaba cerca de la hora de comer y apenas nos topamos con lugareños con lo que la sensación de estar recorriendo un pueblo fantasma se reforzaba. En las calles empedradas de la villa hallamos casonas señoriales con sus escudos de armas como la Casa do Fidalgo del siglo XVI, en la que una señora ya entrada en años cuidaba sus plantas, pero también pequeñas casas humildes que aprovechan las enormes rocas graníticas del promontorio para fijar sus cimientos y resguardarse de los vientos. La iglesia de Nuestra Sra. de la Asunción se sitúa en la plaza principal donde también se encuentra el Ayuntamiento. De la picota o pelourinho ya desaparecido sólo encontramos la base emplazada sobre unos escalones. Tras acercarnos a los miradores sobre el valle del Côa para deleitarnos con las vistas, volvemos sobre nuestros pasos y nos topamos con uno de los dos pozos que abastecían a la población. Sin duda, una de las ventajas de esta fortaleza fue su elevada situación. Sin embargo, las labores de restauración llevadas a cabo a finales del s. XX en Castelo Bom no fueron suficientes para que la villa fuera incluida dentro de las Aldeias históricas de Portugal, algo inexplicable pues el lugar bien vale la pena. A pesar de todas las dificultades Castelo Bom no ha quedado relegado en el olvido ni ha sido abandonado y goza de unas envidiables vistas panorámicas sobre el Côa que pueden competir con otros municipios lusos de la Beira Interior. Otra de las aldeias históricas que visitamos en la región central interior de Portugal fue Almeida, situada a pocos kilómetros de la frontera con España y con una estructura similar a otro de nuestros pueblos más bonitos, Ciudad Rodrigo. Almeida recibe su nombre de al mêda, término árabe que significa "la mesa", quizás haciendo referencia a la meseta donde se ubica la población. Tras muchos años de guerra contra los musulmanes Almeida había quedado seriamente dañada y el rey D. Dionisio en 1296 mandó trasladar el núcleo a su ubicación actual y fortificarlo con un castillo y una nueva muralla defensiva por su cercanía a tierras fronterizas. Es en el siglo XVII cuando se levanta la imponente fortificación abastionada en forma de estrella de doce puntas, casi inexpugnable para los ejércitos que la atacaban. Sólo las tropas de Napoleón lograron invadirla debido mayormente al estado de abandono en que se encontraban sus defensas en aquellos años. Para el visitante puede resultar chocante encontrar Almeida en tan buen estado en la actualidad. La fortaleza cuenta con una planta hexagonal formada por seis baluartes y seis revellines. Durante el siglo XVII la villa fue dotada de numerosos edificios militares y defensivos para luchar contra las tropas españolas durante las Guerras de Restauración de la Independencia. Al adentrarnos en Almeida por la Puerta de S. Francisco o de la Cruz nos daremos cuenta de la grandeza de la obra llevada a cabo en este bonito pueblo portugués. Todas las puertas de acceso a la fortaleza son dobles y están situadas en el centro mismo de cada paño de muralla por lo que cualquiera estaba obligado a cruzar el foso, de 12 m de profundidad y 62 m de ancho y el revellín. Las puertas contaban en su interior con casa para la Guardia, letrinas, chimenea, aspilleras y cubierta a prueba de bombas. Por si fuera poco, el pasillo de la segunda puerta del siglo XVII se construyó en curva por lo que el enemigo que lograra acceder quedaba a merced de los guardias, como en una emboscada, lo que hacía de Almeida un lugar prácticamente inaccesible. La restauración de la primera puerta fue realizada en el s. XIX tras los daños sufridos por el asedio de Napoleón en 1810. Hoy en día, en lo que era la casa para las tropas, se encuentra la oficina de turismo. En los 2500 metros de la muralla de Almeida hallaremos otras puertas igual de monumentales como la de San Antonio, que además, de contar con las mismas instalaciones que la anterior, alberga una prisión. El núcleo urbano de Almeida está formado por numerosas casas blasonadas de los siglos XVII y XVIII que mantienen sus escudos de armas y sus características nobles como la Casa Brigadier Vicente Delgado Freire, en la plaza José Casemiro Matias, con su fachada de color rosa en la que destaca el escudo de armas labrado en piedra. En la entrada principal de Almeida, tras pasar la Puerta de S. Francisco, hallaréis el Cuartel de las Escuadras, una enorme construcción del S. XVIII de estilo barroco dedicada a guarecer a los soldados de infantería. Consta de dos plantas y ostenta el blasón real. Aunque una de las construcciones más curiosas de Almeida es el Picadero d'el Rey por su destacada localización en el Baluarte de Nossa Senhora das Brotas. Se cree que funcionaba como tren de artillería. En su origen era el arsenal donde se fabricaba y reparaba todo tipo de equipo de guerra. Allí mismo se ubicó un cuartel y una fábrica de pan que quedaron totalmente devastados por los bombardeos franceses del s. XIX. Hoy es un picadero en el que se imparten clases y se celebran diversas actividades ecuestres. Además, alberga una pequeña muestra de vehículos antiguos. Almeida también cuenta con algunos edificios religiosos como el Antiguo Convento de Nuestra Sra. de Loreto de principios del s. XVI que antes fue cuartel y hospital militar. De su estructura original sólo queda el edificio que corresponde al templo, hoy Iglesia Matriz. La Iglesia de la Misericordia del s. XVII se encuentra cerca de la Puerta de S. Francisco y está adosada al antiguo hospital de la Misericordia en la Plaza de la República. La fachada del templo reproduce la composición de la Puerta Magistral de San Antonio. Hacía un calor terrible y apenas se podía estar en la calle así que paramos para comer en el único sitio que encontramos intramuros, Talmeyda. Es un bar con unas pocas mesas decorado al estilo típico portugués. Al menos en el interior se estaba fresco y el dueño nos atendió muy bien. Pedimos una ensalada de tomate y una ración de chorizos a la brasa que te preparan delante tuyo en unos grandes platos de barro donde trocean el chorizo y le prenden fuego con alcohol. El cocinero va girando el chorizo y cuidando que no se apague la llama hasta que está listo para comer. Bueno, rápido y barato. Como dicen los portugueses "para petiscar". Para finalizar vuestro recorrido por este municipio debéis subir a las murallas desde donde se divisa el horizonte que abarcaba la fortaleza. El recinto amurallado de Almeida atestigua la importancia que tuvo la villa como bastión defensivo contra los distintos invasores. Pero, poco queda hoy en día del carácter militar de Almeida. Recorriendo sus calles tranquilas repletas de casas blasonadas y despejadas plazas sólo sus murallas y defensas nos recuerdan su intenso pasado bélico. Etapas 4 a 4, total 4
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