SÃO MIGUEL (AZORES): ESTA ISLA ES LA LECHE ✏️ Blogs de PortugalUna semana en São Miguel, la mayor de las islas del archipiélago de las Azores, conocida como la isla verde. Mayo 2017.Autor: Marimerpa Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.9 (49 Votos) Índice del Diario: SÃO MIGUEL (AZORES): ESTA ISLA ES LA LECHE
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Etapas 4 a 6, total 10
COSTA NORESTE. CAMPOS DE TÉRecorremos los miradores de la costa norte, caminamos por campos de té y visitamos la Ribeira dos Caldeirões.
El día amaneció nublado, pero al menos no llovía. Miramos la página web www.spotazores.com, que te muestra la imagen de cámaras repartidas por toda la isla, y vimos que el tiempo estaba un poco más despejado en la costa norte y este, así que decidimos ese día recorrer esta zona. La visibilidad no sería la ideal, pero al menos se vería algo.
En primer lugar fuimos hasta la Ponta do Cintrão, pasando por Ribeira Grande por primera vez. Una estrecha carretera nos llevó hasta un mirador, con magníficas vistas de la costa. No nos quedamos mucho tiempo, porque el viento soplaba fuerte allí. Luego seguimos hasta el faro, aunque allí las vistas eran peores. Desandamos el camino y seguimos hasta el mirador de Santa Iria. En lugar de ir por la vía rápida fuimos por una carretera panorámica que se conoce como Ruta da Coroa da Mata, rodeada de vegetación y que pasa por un mirador a los verdes valles del norte de la isla. Empezamos a ver las costumbres de los vaqueros de São Miguel, todos los días a esas horas veíamos los pequeños carros llevando la leche del primer ordeño de las numerosas vacas que hay en la isla. El mirador de Santa Iria tiene una bonita panorámica de la costa hacia ambos lados. Una cosa que nos sorprendió mucho de los miradores de São Miguel es lo bien preparados que están, con merenderos, barbacoa, baño y agua corriente. Perfecto para hacer un picnic con vistas. Lástima del viento que no nos dejó disfrutar mucho del lugar, y de las nubes que restaban visibilidad a la costa. Seguimos hacia el este hasta la fábrica de té de Gorreana, para hacer el sendero PRC28SMI Chá Gorreana. Esta ruta circular recorre los campos de té que hay junto a la fábrica. Son poco más de 3 kilómetros y es muy sencilla. El paisaje que forman los campos de té es muy curioso. Soy una gran aficionada a beber té, pero nunca se me había ocurrido pensar cómo era la planta. Se siembra en forma de setos, de forma escalonada, dando lugar a verdes terrazas. Pudimos ver también cómo los trabajadores recolectaban el té. Un sencillo camino que merece la pena recorrer. Por supuesto, compramos varias clases de té para llevar a casa. Después fuimos a la Ribeira dos Caldeirões, un parque en torno al río y los molinos de agua con los que antiguamente se molía el trigo. Junto al aparcamiento una preciosa cascada nos dio la bienvenida. Vimos que junto a la cascada salía un camino, y ni cortos ni perezosos cruzamos el río por unas piedras y por allí nos fuimos. Se trata de un pequeño sendero que lleva a otra cascada. Un entorno muy bonito, rebosante de agua por todos lados. A la entrada del parque hay un bar, donde nos sentamos a tomar una cerveza que nos sentó estupendamente, y más en un entorno natural como aquel. Después nos sentamos en uno de los merenderos (por supuesto con barbacoa, techo y agua corriente) para comer las viandas que llevábamos en la mochila. En ese momento empezó a llover, pero como estábamos a cubierto, comimos tranquilamente. Cuando pasó el chaparrón dimos una vuelta por el parque. Está muy bien preparado, y tiene un paseo muy agradable, con cascadas, un lago, y los molinos de agua, que se pueden visitar por dentro. De vuelta al coche seguimos visitando la costa, parando en los miradores do Pesqueiro y Vigia das Baleias. En el primero de ellos estábamos solos, un lugar muy agradable. En el segundo había hasta una capilla. Seguimos dirección a Nordeste, donde paramos a dar una vuelta por el pueblo a tomarnos un café con un dulce, que ya estaba faltando ese día. El pueblo no es muy grande, así que pronto terminamos la visita. Después seguimos hacia el mirador de la Ponta do Arnel, con el faro que está en un lugar que parece increíble. Es posible bajar al faro, pero según habíamos leído en algunos diarios, la pendiente es tal que muchos coches se las ven y se las desean para poder subir. También se puede bajar andando, pero yo iba con la rodilla fastidiada y no quería arriesgar, que todavía nos quedaban varios días y rutas que hacer en la isla. Así que nos conformamos con verlo desde el mirador que hay a la salida de Nordeste, donde varios paisanos disfrutaban de la tarde en tan magnífico lugar. Un poco más adelante hay otro mirador, Vista dos Barcos, donde también se disfruta de buenas vistas del Faro do Arnel. En ese momento teníamos la disyuntiva de dar por terminada la tarde y volver por la vía rápida del norte, o seguir dando la vuelta a la isla. Viendo la hora que era y que el camino rodeando la isla era muy largo, decidimos dejar esa parte de la isla para otro día. Finalmente ese día no llegó, así que quedó para otra ocasión. De vuelta a Rabo de Peixe paramos en el Mirador Salto da Farinha. Comparado con otros que habíamos visto ese día no mereció mucho la pena pararse. Unas cervecitas antes de comprar viandas para el día siguiente, y la última parada del día en el restaurante O Pescador, en Rabo de Peixe. Con especialidades de pescado fresco, el restaurante es recomendable. Pedimos dos sopas de pescado, morena frita y bicuda asada, con una botella de vino blanco de la casa. Las raciones abundantes, acompañadas de un plato de ensalada y otro de patatas y brócoli. Nos costó terminar tal cantidad de comida y no pedimos postre. La cuenta fue de 33 euros. Imagenes relacionadas Etapas 4 a 6, total 10
SETE CIDADES Y COSTA OESTEUno de los platos fuertes del viaje, las lagunas de Sete Cidades. Y por la tarde miradores de la costa oeste de la isla.
El día amaneció con un sol radiante. Miramos la web de spotazores y el cielo estaba despejado en todos los puntos de la isla. Así que decidimos aprovechar e ir a ver la zona de Sete Cidades, que a veces se cubre por la niebla.
Fuimos por la costa hasta Santo António y de ahí hasta la Lagoa do Canario por carreteritas estrechas. A posteriori creo que hubiese sido mejor ir por la vía rápida hasta Ponta Delgada y de ahí subir hasta Sete Cidades. Paramos primero en Mata do Canario, donde vimos el acueducto das nove janelas. Un poco más adelante está el aparcamiento de la Lagoa do Canario, desde donde sale la ruta de Serra Devassa. Dejamos allí el coche y fuimos por una pista de tierra que sale justo enfrente, desde la que se accede a la Lagoa, pequeña pero de aguas tranquilas reflejando los árboles de alrededor. Por esa misma pista se accede al mirador de Boca do Inferno. Nosotros fuimos andando, pero se puede acceder en coche hasta el aparcamiento, y luego subir por el sendero que lleva al mirador. Las vistas son realmente bonitas, con la Lagoa Azul y la Lagoa de Santiago. Lo único malo es que había muchísima gente. Después de varios días de temporal, toda la gente tuvo la misma idea que nosotros de visitar esa zona. Después fuimos al Mirador de Vista de Rei, desde donde se tiene una de las vistas más icónicas de São Miguel, y que debe su nombre a que fue en ese lugar don el rey D. Carlos y la reina D. Amélia contemplaron la Lagoa de Sete Cidades cuando visitaron la isla en 1901. Sobre la formación de las lagunas de Sete Cidades hay muchas leyendas. Una de ellas cuenta la historia de una princesa, cuyos padres no podían verla hasta que tuviese 20 años, viviendo hasta entonces en las siete ciudades del reino. El padre no pudo esperar para ver a su hija, provocando un cataclismo y la muerte de la princesa. Se dice que sus zapatos verdes están en el fondo de la Lagoa Verde y que su sombrero azul da color a las aguas de la Lagoa Azul. Otra cuenta que siete ciudades que fueron fundadas por obispos Españoles, posteriormente expulsados, se hundieron en el lugar donde está hoy la caldera. La leyenda más poética es la que versa sobre el amor imposible de una princesa y un pastor que, teniendo que separarse, lloraron tanto que sus lágrimas formaron dos lagunas. La Lagoa Verde se formó por las lágrimas de los ojos verdes del pastor y la Lagoa Azul del llanto de los bellos ojos azules de la princesa. La realidad es mucho más prosaica. La formación tiene origen volcánico, y los diferentes colores (en realidad un matiz de color, nada muy evidente) es por el reflejo del pigmento de los cuerpos: cada lado del lago refleja la luz del sol en diferentes colores. Justo allí hay un hotel abandonado, el Monte Palace, que se planteó hace años como un hotel de lujo con unas vistas de excepción, pero que no tuvo éxito, ya que esas vistas de excepción es muy probable que se encuentren tapadas por una densa niebla que no deja ver absolutamente nada. Aunque está en estado ruinoso es posible subir con cuidado (da un poco de asquete, la vedad) y subir hasta la terraza, desde donde las vistas son impresionantes. Estuvimos un buen rato y nos hubiésemos quedado allí a comer si no fuese porque no habíamos comprado pan para hacernos el bocadillo. Desde este mirador parte un sendero a Sete Cidades que bordea la caldera del volcán, pero que no pudimos hacer porque en aquella fecha se encontraba cerrado, supongo que por mantenimiento. Bajamos hasta el pueblo de Sete Cidades, parando en el mirador de Cerrado das Freiras, que me encantó. La perspectiva lateral de las lagunas es preciosa desde allí. Por fin llegamos al pueblo, aparcamos en el centro y nos dispusimos a comprar algo de pan para comer a orillas del lago, pero no hubo manera de encontrar una tienda donde vendieran pan. Finalmente entramos en un bar donde nos vendieron unos bollitos de papo seco. Nos tomamos unas cervezas y nos fuimos en coche hasta el puente que separa ambas lagunas. Caminamos por el sendero que bordea la Lagoa verde hasta que encontramos un lugar donde sentarnos a comer. En un entorno como ese la comida incluso sabe mejor. Ya con la barriga llena, continuamos recorriendo el sendero, pensando que no se podía bordear la laguna completamente. Llegó un momento en el que la amplia pista de tierra por la que íbamos finalizó en una pequeña playa, pero vimos que seguía un pequeño sendero que se adentraba por el bosque y decidimos seguirlo a ver qué tal. Nos encontramos una pareja y les preguntamos si se podía rodear la laguna. Nos dijeron que era posible pero que el camino era complicado. Y cual cabras seguimos adelante. Efectivamente, el camino era complicado. Un continuo sube y baja, escalones enormes excavados en la tierra, escaleras de madera que había que subir/bajar con mucho cuidado, saltar troncos,… Eso sí, hay que reconocer que el entorno, con la laguna verde a un lado y en medio de aquel frondoso bosque, era espectacular. Tardamos casi una hora en recorrer poco más de un kilómetro, y acabamos bastante cansados. Pasado este tramo de “camino malo” llegamos de nuevo a la pista que conducía al puente, mucho más sencillo y relajado. Mis planes para esa tarde era hacer la ruta de Serra Devassa (PRC5SMI) y volver al mirador de Vista do Rei, pero viendo que el pequeño sendero nos había dejado las piernas un poco castigadas, decidimos dejar esta ruta para alguna otra tarde o para el último día. Os adelanto que ese día no llegó. Lo intentamos una tarde pero el tiempo no acompañaba. Una de las razones para volver a São Miguel. El cambio de planes consistió en pasar el resto de la tarde por la costa occidental de la isla. De Sete Cidades fuimos a la Ponta da Ferraria. Fuimos primero al faro, pero las vistas más bonitas están en el Mirador Ilha Sabrina, desde donde se ve el propio faro y los acantilados. Después bajamos hasta la misma costa, donde se sentía batir las olas contra los acantilados de formación reciente. Y es que esta zona de la isla es bastante joven y el suelo está formado de la roca volcánica llamada malpaís. La isla Sabrina era un islote formado durante los meses de junio y julio de 1811 por una erupción submarina volcánica cerca de punta da Ferraria. La primera persona que pisó esta nueva isla fue un capitán inglés, que izó la bandera británica en la isla y reclamó la soberanía para Gran Bretaña. Pero de poco sirvió el conflicto diplomático, porque la isla desapareció ese mismo año. Allí hay unos baños termales, y para los que prefieran bañarse en el mar, hay un naciente de agua caliente en la costa, que permite bañarse con agua templada cuando la marea está baja y han acondicionado una pequeña piscina natural. Ese día el mar estaba bastante agitado y no era muy apetecible el baño, pero aun así algunos valientes entraban en el agua para salir pasado no mucho tiempo. Desde allí fuimos al mirador Ponta de Escalvado, otra fantástica vista de acantilados, donde nos recreamos un buen rato. A un lado la Ponta de Ferraria, al otro Mosteiros. Precisamente Mosteiros fue nuestra penúltima parada de la tarde, bajamos al pueblo, que se encuentra encajonado entre la costa y la montaña. Allí hay unas piscinas naturales donde en verano tiene que ser una delicia darse un baño. Dimos un paseo junto a la costa y nos tomamos una cerveza fresquita que nos supo a gloria. Continuamos el camino a Rabo de Peixe por la costa norte, parando en algún que otro mirador improvisado. Curioso uno que hay en Capelas, el mirador del Navio, donde te puedes sentar a contemplar el paisaje en una barca. Esa noche nos quedamos a cenar tranquilos en el apartamento. Imagenes relacionadas Etapas 4 a 6, total 10
FURNASPasamos todo el día por la zona de Furnas. Por la mañana en miradores y dando la vuelta a la laguna, y por la tarde a remojo en aguas termales.
Dedicamos el día entero a conocer la zona de Furnas. El día amaneció con algunas nubes, pero nada preocupante según la previsión meteorológica. La idea era hacer una ruta por la laguna, comer el famoso cocido y después bañarnos en alguna de las piscinas termales de la zona.
Hay dos miradores desde los que se puede admirar el valle y la laguna de Furnas. Primero fuimos al mirador Salto do Cavalo, que se encuentra a 760 metros de altura, desde el que hay una impresionante panorámica del valle y las montañas que lo rodean, enmarcando el pueblo de Furnas y la laguna. La vista llega hasta el mar, aunque ese día una nube baja no permitía tener una vista limpia. Nos gustó mucho este mirador. Desandamos un tramo de camino para ir al mirador Pico de Ferro, al que se accede por una estrecha carretera totalmente rodeada de azaleas en flor. Fue todo un espectáculo llegar hasta allí. Desde arriba se obtienen las mejores vistas de la Lagoa de Furnas. Después de estas dos vistas panorámicas bajamos al pueblo de Furnas, donde se percibe un olor característico a ácido sulfhídrico debido a la actividad volcánica de la zona. El típico olor a huevos podridos, pero que no parece molestar a nadie y al que te acostumbras al cabo de un rato. Aparcamos el coche cerca de la zona de los restaurantes y entramos en el Tony’s para reservar el famoso cocido da caldeira, que se cocina en la tierra aprovechando la actividad geotérmica. Caminamos hacia a la laguna por la ruta PRC6SMI, que sale del mismo pueblo. El comienzo es por una pequeña carretera que sube en una pronunciada pendiente hasta la laguna, en la zona de las calderas. Allí el olor a sulfhídrico es más intenso y ya desde lejos se ve salir el humo de la tierra. Vimos como enterraban algunos cocidos en los agujeros del suelo preparados para ello (se veía el agua hervir) y los enterraban con montículos de tierra. Cada uno de los montones tenía el cartel del restaurante al que pertenecía, así que allí estaba el nuestro. Cualquier persona puede llevar allí su cocido para cocinarlo en la tierra por un módico precio. El camino continúa bordeando la laguna por un camino agradable y sencillo, que pasa por algunos puntos de interés como la Ermita de Nossa Senhora das Vitórias, construcción gótica del siglo XIX. Antes de dar la vuelta completa a la laguna se sigue por un desvío que sube al Pico do Milho, donde hay un mirador desde el que se divisa el valle de Furnas. Y desde ahí ya se baja al pueblo por una empinada cuesta. La ruta es bonita, pero es la menos espectacular de las que hicimos en São Miguel, y pierde encanto al recorrer muchos tramos por carretera. Fuimos directos al restaurante, ya que llegábamos justos a la hora a la que habíamos reservado. Estaba completo, dudo que hubiésemos podido comer sin reserva. Pedimos cocido para dos y una botella de vino tinto de la casa. El cocido a la portuguesa lleva diferentes tipos de carne, todo muy tierno a excepción de la chouriça, que es muy seca. Todo ello acompañado con diferentes tipos de verduras, y con un plato de arroz cocido. Todo muy rico excepto el arroz. De postre pedimos bolo de feijão y dos cafés. Para bajar tal cantidad de grasa pedimos un licor, pero no nos apetecía el típico bagaço que sirven en Portugal, así que le preguntamos al camarero si tenía licor de hierbas. Se sonríe, mira al otro camarero, se va al bar y nos trae un chupito. Estaba buenísimo, pero calentaba la garganta y la barriga a base de bien. Le pregunté cuánta graduación alcohólica tenía y me dijo que 70 grados. La cuenta ascendió a 31 euros (el chupito no nos lo cobró). Con la barriga llena y satisfecha nos fuimos a las piscinas termales Poças da Dona Beija. En Furnas está también el Parque Terra Nostra, que consta de una piscina termal y un jardín botánico, al que no fuimos aunque tiene muy buena pinta, pero todo no se puede y este queda para la próxima. Las Poças de Dona Beija son una serie de pequeñas piscinas acondicionadas en la corriente de un río en el que hay un naciente de agua caliente. En total hay 5 piscinas con una temperatura de 39 grados, excepto en la primera, en la que el agua caliente se mezcla con la del río y está a 26 grados. Las piscinas tiene diferentes alturas y algunas tienen chorros o cortinas de agua. Pasamos una tarde muy agradable. Lo que recomiendo es no llevar bañadores de colores claros, porque el agua es ferruginosa y en las piscinas hay un barrillo que lo tiñe todo de marrón. La entrada cuesta 4 euros. Acabamos tan cansados que nos fuimos directos al apartamento pasando por el supermercado para comprar algo de comer. Etapas 4 a 6, total 10
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