Etiopía. Danakil, Simien y Lalibela. ✏️ Blogs de Etiopia

TRACK GPS DE LA RUTA

Nos hemos levantado temprano y ya en el aeropuerto la primera en la frente. El chico de la facturación dice que Belén no tiene billete y que no puede emitir dos billetes a mi nombre. Le explicamos todo y le enseñamos el papel que nos dieron ayer y nada. Se va el chico a hablar con un jefe. Finalmente ceden y le cambian el nombre al billete de Belén pero nos dicen que llamemos a Ethiopian España para que lo solucionen. Ya embarcados aprovecho para mandarle un mail a la que me gestionó los billetes.

El viaje de Addis a Gondar es una hora y diez así que a la 8:15 estamos en Gondar con nuestra mochila y un hombre esperándonos con un cartelito con mi nombre. Nos montamos en un todo terreno. El trekking de las Simien se empieza desde Debark. De Gondar a Debark son dos horas. El paisaje es bastante más verde. La carretera es dominio de los burritos, de la gente y del ganado. El conductor va pitando constantemente. Lo que más llama la atención es la cantidad de niños pequeños. Por todos lados y con un nivel de higiene pésimo. Se ve mucha pobreza. Mucha gente carga con garrafas amarillas que contienen agua, niños trabajando en el campo o cargados como burros, cuando no jugando en medio de la carretera con una rueda o lo que pillen.

Llegamos a Debark. Es la entrada al parque, ahí se pagan permisos y se coge al personal. Nosotros vamos con mulero para la mochila, un guía para comunicarnos con él y, por obligación, un scout. El scout se llama Negá, nos va a acompañar todo el trekking con su Kalashnikov. Un hombre de unos 40 años, ojos verdes y que constantemente nos mira sonriendo y nos dice un "amesegenaló" (gracias en Amhárico). Va en sandalias, enrollado en una sábana y con un macuto del pressing catch. Quién nos diría que este hombre terminaría ganándose nuestra mayor simpatía.

Nuestro guía es Adú. Un chaval de 30 años, habla bien inglés y se le ve educado. Le dijimos a Nurlign, el que nos organizó el trekking, que queríamos andar solos y que el guía lo queríamos para comunicarnos con scout y mulero, así que el guía los cuatro primeros días no nos acompañó y los tres últimos fue con nosotros pero bastante a su bola.

Tras las gestiones de los permisos en Debark, volvemos al 4x4 y vamos a la entrada del parque donde y empezamos el trekking. Poco antes de llegar nos encontramos los primeros babuinos Gelada. Son endémicos de las tierras altas de Etiopía. Se juntan en familias de más de 100 individuos, donde hay un macho alfa muy espectacular con una melena como un león y el pecho colorado. Comen las raíces de la hierba por lo que se dedican a arrancar matojos y comérselos. Son como personas y, el grupo que se encuentra cerca del lodge del inicio del trekking, son muy confiados. Prácticamente te pones a su lado y nada más y que te dedican alguna mirada. Después de los babuinos empezamos ya a andar. Hoy es cortito y vamos solo con el scout Negá. Solo 6 km. Se anda por el borde de un acantilado de 800 metros de altura. Las vistas son amplísimas y Negá se empeña en decirnos lo que supongo son los nombres de los pueblos que se ven a tomar viento. Esta primera etapa discurre cercana a una pista aunque, salvo llegando al camping, no andamos por ella.



A las tres horas llegamos al campamento. Nos encontramos con el guía con nuestras cosas así que montamos la tienda, comemos un jerky, y nos vamos a por agua donde cristo perdió el mechero. Ya con todo ordenado aprovechamos para ir a un mirador que hay cercano. Da a un valle profundo y bastante cerca se ven unas nubes chungas. Antes del anochecer volvemos para hacernos nuestra cena en una especie de cabaña. En ese momento comienza a llover. Cenamos con el repiqueteo de la lluvia y con una pareja de italianos que saben español. Ya de noche poco hay que hacer. Así que hacemos tetris para entrar en la tienda con mochilas incluidas y a dormir.




Lo increíble es que con una temperatura cercana a cero, Negá duerme a la intemperie bajo un arbusto vigilando la tienda. Esta gente es durísima. Se nos parte el alma y terminamos dándole un pasamontañas que tengo de sobra, ya que mucho abrigo tampoco lleva.

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TRACK GPS DE LA RUTA

La noche ha sido fresca y no muy cómoda que digamos. Con los primeros rayos de sol salimos de la tienda y entre guardar las cosas y desayunar nos dan las 9 para empezar a andar.


La ruta hoy son 12 kilómetros. Así que nos los tomamos con calma. Comenzamos bordeando un acantilado desde el que se ven los picos de Awaza (nuestro último campamento) a los lejos. Entre arbustos pasamos a una zona desde donde se ve el valle y entre arboles bajamos hasta un riachuelo. Aquí aprovechamos para recargar dos botellas de agua vacías.

Desde el río en pocos minutos llegamos a la cascada de Jinbar es una cascada altísima encajonada en el valle. Aquí Negá nos pide agua y le decimos que solo tenemos agua sin potabilizar para darle. Al tío eso le da igual y se bebe media botella del agua del rio que pasamos.

De la cascada seguimos el bosque de cara al valle hasta alcanzar la pista. A los pocos metros salimos de la pista y retomamos la senda para encontrarnos un hombre que se gana la vida tocando un instrumento de cuerda etíope y cantando, rodeado de niños harapientos. Estamos un rato viéndole tocar y le dejamos unos Birrs.


Continuamos un poquito y nos paramos a tomar una barrita. Negá parece indicarnos que le duele la cabeza, le preguntamos si quiere una pastilla y le damos un ibuprofeno. El pobre está petando. Después de la barrita llegamos a una zona de cultivo, esto es patrimonio de la humanidad y no debería haber cultivos pero dile tu a esta gente que no lo haga. Nos encontramos con un grupo de cincuenta monos corriendo delante de dos criaturas que les van tirando piedras. Por lo que entiendo los monos aprovechan que están secando la cosecha para comérsela y los niños los espantan a pedradas. Los espantan a nuestra dirección pasando los monos frente a nosotros chillando y saltando. Pasamos al lado de los niños que nos saludan, hoz en mano.


Después de los monos seguimos el curso del río hasta llegar a unas pozas, aquí paramos un buen rato y aprovechamos para mojarnos los pies en agua helada y comer algo más. Al quitarme las botas descubro unos picotazos en el tobillo izquierdo... Las famosas pulgas etíopes. Se lo comento a un chaval de Madrid que había cerca nuestra y me dice "esto es África, que te crees que nos vamos a ir de rositas?"


Desde las pozas queda una subida hasta el campamento. A partir de los 3400 metros los arboles desaparecen y solo queda arbusto, Negá va enseñándonos palabras a base de repetirlas, solo consigo aprender "Betam turú" (muy bien). Llegando al campamento comienzan a verse las primeras lobelias y ya, llaneando, llegamos a Geech. El campamento es muy auténtico, en un collado, frente a unas casas rodeadas en lobelias y, lo mejor de todo, muchísimas rapaces. Águilas que se paran en los árboles y no se asustan ni aun acercándote a cinco metros.






Con las cosas ya preparadas y la cama hecha vamos a ver el atardecer a un mirador a un kilómetro del campamento, el mirador es el pico Kedadit de 3760 metros. Las vistas son un espectáculo. Volvemos a coincidir con los de Madrid y estamos un rato riéndonos. El atardecer llega a su punto cuando se pone el sol como una bola totalmente rojiza.



Cae el sol y la temperatura con él. Llegamos corriendo, hervimos agua y cenamos. A las 20 estamos en el saco mareando la perdiz hasta caer muertos.

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TRACK GPS DE LA RUTA

La noche ha sido bajo cero, frío no hemos pasado pero del saco hay que salir y cuando ves que la puerta de la tienda esta tiesa porque se ha congelado se hace cuesta arriba salir. Es lo que toca, abro la tienda y el escenario es perfecto. Cielo violáceo con dos cuervos en el árbol de en frente a contraluz que quedan geniales.


Llevo el agua para hervir y los scout, apretados alrededor de una hoguera aprovechan para que diga cuatro cosas en amhárico y partirse de risa, le digo como estas, muy bien, despacio y gracias y a cada palabra se mean.

Desayunamos, preparamos las cosas para la mula y arrancamos pasadas las siete y media. La ruta de hoy es la etapa reina. Empezamos cruzando un rio y llegamos al primer pico de 3900 metros a las dos horas. Todo el camino es por un bosque de lobelias muy chulo.



En este tramo Negá nos dice con gestos que le pican los ojos. Los lleva como dos tomates de estar toda la noche en la hoguera. Llegando al Imetgogo nos cruzamos con un grupo, nuevamente de España. Una de ellas es médico así que le contamos lo del scout, le mira los ojos y nos dice que si podemos le echemos tobrex cada cuatro horas. Primero ibuoprofenos y ahora colirio, este tío no llega al final.

Antes de la cima nos encontramos con una familia de monos, estos más tímidos que salen escopetados según nos acercamos. Por fin llegamos a la cima, las vistas lo mejor. Una panorámica 360 grados de todo el techo de África. Aprovechamos para echarle gotas en los ojos a Negá. El hombre se muestra agradecido así que le pedimos que si nos podemos echar una foto con el Kalashnikov. Dicho y hecho, foto con el fusil con el conseguida! No la subo porque como viaje a USA no me dejan pasar!!


Después del Imetgogo, bajamos hasta el valle siempre por el filo del acantilado. Los acantilados aquí tienen una altura de 1500 metros, “total na”. Llegamos hasta 3600 y volvemos a subir a la siguiente cima, Inatye, de 4070 metros. Aquí la subida se hace muy penosa. Primero por un bosquecillo de senda embarrada y luego por paisaje de matorral bajo y lobelias. Llegamos por fin al Inatye. Sitiazo para comer con las vistas a todas las Simien y los cuervos tanteando a ver si se llevan algo.



Tras el Inatye volvemos a bajar, dos horas hasta Chennek que se encuentra a 3600.La senda pasa por un par de miradores y finalmente enfila por los acantilados de Chennek, donde nos encontramos nuevamente monetes. El último tramo se ha hecho pesado. Por fin llegamos Chennek. Nuestro guía, que de momento no ha venido con nosotros, nos esperaba con la tienda montada. Nos falta besar la tienda al llegar. Dejamos las cosas y vamos a darnos un agua a una toma que hay cerca y que funciona con un sistema mecánico de bombeo. Descubro nuevas picaduras, entro en un ataque de caspa y con el agua helada me lavo las piernas y la cabeza.


Ya aseados, nos acercamos a un mirador desde el que se ve todo lo recorrido y si escuchan los monos de fondo. Anocheciendo volvemos y nos hacemos la cena con una frío que presagia una noche jodida. Eso y que me pica hasta el alma

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