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11 DIAS DE MOCHILERO POR BURKINA FASO MARZO 2017

11 DIAS DE MOCHILERO POR BURKINA FASO MARZO 2017 ✏️ Blogs de Burkina Faso Burkina Faso

Aventuras recorriendo por libre el sur de Burkina Faso
Autor: Ganasdemundo  Fecha creación:  Puntos: 5 (11 Votos)
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Bobo-Dioulasso

Bobo-Dioulasso


Descubriendo la capital cultural de Burkina Faso, con una imponente mezquita, y explorando en moto sus alrededores.
Localización: Burkina Faso Burkina Faso Fecha creación: 06/06/2018 21:41 Puntos: 0 (0 Votos)
Bobo-Dioulasso es la segunda ciudad más grande de Burkina, con unos 600mil habitantes. Y es la capital de la Région Hauts-Bassins. Pero paseando por sus amplias avenidas flanqueadas de árboles, no da la sensación de estar en una gran urbe. Ofrece la posibilidad de explorar rincones fascinantes, donde el día a día se mezcla con tradiciones milenarias. Y de realizar excursiones a poblaciones cercanas, al encuentro de la Burkina más rural.

VIAJE OUAGADOUGOU - BOBO-DIOULASSO

Para llegar a Bobo-Dioulasso utilicé por segunda vez los servicios de la compañía de autobuses Rakieta. Los vehículos que viajan hacia Bobo parten desde una estación ubicada al oeste de la capital, en el barrio de Larle. Así que será necesario coger un taxi compartido, que en Ouaga se conocen como Taxi Vert ("taxi verde", por el color de los vehículos). Yo paré uno en el centro, y tras un breve trayecto llegué a Larle, por 1.500f.

Tras facturar mi mochila grande en el maletero inferior del bus, ocupé mi asiento, y a las 22.30h nos pusimos en marcha hacia Bobo-Dioulasso, ubicada 350km al suroeste de Ouaga. La carretera estaba en perfectas condiciones, y tardamos 6 horas en recorrer el trayecto. Aunque la verdad es que no fue ni mucho menos un viaje plácido:

1. Para empezar, antes de arrancar, subió al bus un Burkinabe con chilaba que en teoría se tenía que sentar junto a mí. Pero al ver su sitio, empezó a dar gritos y montó un pollo increíble, discutiendo con los encargados de la compañía. Alegaba que había negociado otra cosa, y acabó sentándose en otro asiento cercano, con cara de pocos amigos. ¿Era porque no quería ir sentado a mi lado? Nunca lo sabré, porque tampoco puse mucho empeño en saber qué pasaba. Mejor evitar problemas...

2. A pesar de ser un trayecto nocturno, la TV del bus se mantuvo toda la noche con un volumen atronador: gritos, explosiones... No podía ni escuchar música con mi Ipod... Fue sorprendente que aun así lograra dar alguna cabezada esporádica.

3. Los asientos eran realmente incómodos. Casi no tenía espacio para las piernas, y la sensación era claustrofóbica.

4. Tras un día de alimentación precaria, mi estómago empezó a rebelarse. Pero logré aguantar. De hecho, el bus hizo dos paradas durante el viaje, y ni siquiera bajé del vehículo.

La parte positiva fue que a las 4.30h de la mañana llegué a Bobo-Dioulasso. Como todavía era de noche, busqué la sala de espera de la estación; y me senté a escribir un par de horas, esperando a que se hiciera de día, rodeado de gente (muchos estirados en el suelo durmiendo). Estaba realmente agotado, tras un viaje larguísimo desde Tiebelé, y escasas horas de sueño.

Cuando se hizo de día, salí al exterior, y caminé hacia el hotel que había elegido para alojarme. Lo fácil hubiera sido coger un taxi. Pero a estas alturas creo que ya ha quedado claro que me van los retos. Y conseguí llegar al hotel. Eso sí, preguntando en varias ocasiones a la gente, que me por suerte me ayudó en todo momento.


11 DIAS DE MOCHILERO POR BURKINA FASO MARZO 2017 - Blogs de Burkina Faso - Bobo-Dioulasso (1)


ALOJAMIENTO: HOTEL TERIA II - 16.500f/Noche

*Puntos a favor: habitación limpia y espaciosa; cama doble muy cómoda; aire acondicionado; baño con ducha perfecta (chorro a toda presión, e incluso agua caliente); ubicación muy céntrica, pero las habitaciones están en la parte trasera del edificio, alejadas del ruido.

*Puntos en contra: precio elevado; mobiliario de la habitación algo destartalado.

El plan era conseguir una habitación con ventilador. Pero si quería una habitación ventilée tenía que esperar a que la limpiaran. Y me moría por una buena ducha. Así que opté por pagar más, y alojarme en una con aire acondicionado (climatisée). Total, solo iba a pasar una noche...

Como anécdota, mi idea inicial era alojarme en el Hotel Teria, a una calle de distancia y de características similares. Pero por error acabé en el II. Y como me dí cuenta cuando ya había ocupado la habitación, no le di más importancia.

Tras ocupar mi habitación, tocaba un buen desayuno. Y me acerqué a La Bonne Miche: una panadería ubicada justo enfrente del hotel, que fue todo un acierto. Tiene un comedor interior con ventiladores en el techo; mesas con lugareños charlando amigablemente (muy arreglados al ser viernes, día festivo en los países islámicos); atmósfera tranquila y relajada; y camareras muy eficientes. Como estaba hambriento, pedí un croissant (delicioso, recién hecho); un pain aux raisins (una especie de ensaimada con pasas); un zumo de piña; y un enorme café con leche. Todo por 2.000f.

EXPLORANDO DIOULASSOBA

En el pasado, la ciudad de Bobo-Dioulasso era conocida como Sya. A principios del siglo XVIII fue designada capital de la región de Gwiriko, perteneciente al poderoso Imperio Kong, cuyos territorios incluían partes de Costa de Marfil, Mali y Burkina. Más tarde se convirtió en un reino independiente. Y así continuó hasta la llegada de los franceses, en 1897, que rápidamente se hicieron con el control del lugar.

El casco antiguo de Bobo (llamado Dioulassoba) es el barrio más interesante de la ciudad. Y hacia allí me dirigí, paseando tranquilamente desde mi hotel. En esta zona abundan los guías a la caza del turista. Pero mi intención era callejear sin presiones, a mi aire. Por lo que rechacé todas las ofertas, y me adentré solo en el barrio. Aunque pronto me dí cuenta de mi error... Primero, no paraba de recibir miradas y comentarios de indignación cada vez que me cruzaba con un vecino. Y sacar fotos era misión imposible. Segundo, continuaba recibiendo ofertas de más guías potenciales, que no me dejaban tranquilo. Resultado: salí del barrio, y busqué a un guía con el que había charlado unos segundos, para hacer una visita guiada con él.

Tengo que reconocer que con el guía la cosa cambió de forma radical. Pude fotografiar a placer tanto casas como personas. Me explicó infinidad de historias interesantes del lugar. Y se adaptó perfectamente a mi ritmo, sin meterme prisa. Y todo por 2.000f.

Dioulassoba es una maraña de callejuelas estrechas y casas de adobe en diferentes estados de conservación. Esto fue lo más destacable:

1. El casco antiguo está habitado por cuatro castas que viven en zonas separadas: los Forgerons (herreros); los Griots (guardianes de las tradiciones y cultura); los Animistes (practicantes de oscuros rituales y sacrificios); y los Musulmanes. Ni siquiera están permitidos los matrimonios entre miembros de castas distintas.

2. El barrio de los Animistes era espectacular. Encontramos varios fétiches: objetos de formas diversas que representan a seres sobrenaturales, a los que se adora y rinde culto. Uno era un montículo de arena rojiza, con restos de plumas y sangre de pollo. Otro estaba en un rincón, dentro de una construcción cubierta, hecho de adobe, y con un agujero. Según el guía, en casos de conflicto se hacía meter la mano dentro del agujero a la persona implicada, y si no decía la verdad se quedaría sin ella. Sonaba a cuento chino, pero la atmósfera dentro del recinto era inquietante...

3. Vimos la casa más antigua de Dioulassoba, construida en el siglo XV.

4. En un par de lugares encontramos hornos de leña tradicionales utilizados para preparar Dolo. Se trata de una cerveza artesanal hecha con mijo, cuya preparación está reservada exclusivamente a las mujeres. Días más tarde tuve ocasión de probar este brebaje, y la verdad es que no repetí: se sirve en calabazas, a temperatura ambiente, y tiene un sabor realmente amargo.

5. La visita acabó en la orilla de un riachuelo que cruza la ciudad. Pero fue una pena, porque aquello era un auténtico estercolero, lleno de bolsas de basura y olor nauseabundo. Y lo más increíble es que allí había niños chapoteando; y un charco oscuro donde se retorcía un grupo de peces gato (animal sagrado de la zona, que está prohibido matar). No me gustó la imagen, porque para visitar Dioulassoba se paga una entrada de 1.000f que en teoría deberían ir destinados a mantener el lugar en unas condiciones decentes. Y es probable que vayan a parar al bolsillo de algún listo...

6. Otra cosa que tampoco me gustó es que el guía (a pesar de dejarle claro que no estaba interesado en comprar souvenirs) se vio "obligado" a presentarme durante el recorrido a varios dueños de centros de artesanía, que me hicieron perder el tiempo. Había objetos tentadores: máscaras, instrumentos musicales, figuras de metal, marroquinería, tejidos... Pero las compras no son lo mío. Y preferí centrarme en la visita.


11 DIAS DE MOCHILERO POR BURKINA FASO MARZO 2017 - Blogs de Burkina Faso - Bobo-Dioulasso (2)


LA GRANDE MOSQUÉE

Como quedé contento con el guía, utilicé sus servicios para visitar la que en mi opinión es la principal atracción turística de Bobo: la Grande Mosquée. Se trata de la mezquita más grande de Burkina. Y está construida al estilo tradicional sudanés, con paredes de adobe de color beige; esqueleto de madera (con palos sobresaliendo de los muros); contrafuertes puntiagudos; y dominando el conjunto, dos minaretes en forma de pirámide.

La mezquita fue construida a finales del siglo XIX, pocos años antes de la llegada de los franceses. En esa época, la ciudad estaba a punto de ser atacada por las tropas del rey Tieba, uno de los monarcas más poderosos del Imperio Kenedougou, que tenía su capital en Sikasso (Mali). Viéndose amenazado, el rey de Sya pidió ayuda militar a un importante líder islámico de la zona. Que consiguió derrotar al rey Tieba, y a cambio del favor prestado pidió que se construyera una mezquita en la ciudad.

Desde el exterior, la construcción era impresionante. Me quedé sin palabras. Era como una versión gigantesca de la mezquita de Larabanga. Mientras, frente a sus muros, paseaban mujeres con coloridos ropajes, chavales en bicicleta... Dando lugar a imágenes tremendamente fotogénicas.

Por suerte, cuando visité Bobo estaba permitido que los no musulmanes pudieran entrar en la mezquita (la situación va cambiando en función de los líderes locales). Para ello tuve que pagar 1.000f por la entrada; además de 500f para el guía; y 100f para el chaval de la puerta principal, que se encargaba de vigilar el calzado de la gente (por supuesto, dentro había que caminar descalzo). Dentro, el suelo estaba cubierto de alfombras. Y había pilares de color blanco junto a los cuales estaba sentado algún feligrés leyendo su libro de oraciones.

Lo que no me esperaba es que también pudiera subir al tejado de la mezquita. Una vez arriba, fue genial pasear por un terreno ondulado, rodeado de almenas y minaretes, y con los altavoces emitiendo los sermones del imán. El recorrido fue breve, pero acabé más que satisfecho.

Cuando ya me alejaba de la mezquita, estaba a punto de comenzar la oración del viernes (la más importante de la semana), que tiene lugar a mediodía. Y aquello ya era un hervidero de feligreses que acudían en masa a la llamada del imán. Tantos, que no cabían en el interior, y se tenían que sentar fuera, en una enorme explanada cubierta de alfombras. Al final había centenares de personas sentadas. La imagen era impactante. Pero me marché rápido, para evitar la tentación de sacar mi cámara de fotos (se podía haber liado gorda).

COMIDA: PARADIS GLACIER

Una de las grandes ventajas de viajar por países de influencia francófona (como es el caso de Burkina), es que abundan los lugares apetecibles para sentarse a comer. Panaderías, heladerías, cafeterías... No hace falta caminar mucho para disfrutar de una buena comida o una bebida refrescante. En mi caso, encontré uno de esos lugares a tan solo un par de calles de la mezquita.

Se trata de una cafetería/heladería frecuentada por lugareños, donde también preparan platos calientes. Me senté en una mesa de la terraza exterior. Y pedí un plato generoso de cous-cous con salsa de tomate; una botella de agua grande (Lafi); y de postre, un delicioso yogur de vainilla, que por lo visto es una especialidad local (enorme, refrescante, y tremendamente azucarado). El lugar, un remanso de paz y tranquilidad. El camarero, amable y eficiente. Y el precio: 1.950f. (apenas 3 euritos). Todo impecable.


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ATARDECER EN DIOULASSOBA

Tras un descanso en el hotel, regresé al casco antiguo de Bobo para aprovechar las últimas horas del día, y empaparme de su atmósfera. Fue un paseo muy agradable, descubriendo escenas interesantes en cada rincón: lugareños sacando agua de un pozo; casas antiguas que parecían caerse a pedazos; mujeres guapísimas, de suaves facciones y cuerpos estilizados; críos jugando...

Todas las jóvenes que veía tenían el mismo peinado característico: unas trenzas muy finas y separadas entre sí, que se mantienen erguidas gracias a unos finos alambres, como si fueran antenas. Y adornadas con coloridos objetos de plástico. Eran realmente graciosas y muy fotogénicas.

Aunque no todo era idílico:

1. Vi bastantes chavales harapientos deambulando por la ciudad pidiendo limosna. En algún caso les dí una moneda de 100f. Pero intento evitarlo, para no fomentar la mendicidad y el acoso al turista.

2. El calor era sencillamente asfixiante, con una temperatura superior a los 40 grados.

3. La gente no se muestra muy cooperante a la hora de aparecer en mis fotos. Así que por enésima vez en mis viajes, tengo que actuar de forma muy discreta, y exprimir mi teleobjetivo al máximo.

4. Los guías potenciales continuaron apareciendo de debajo de las piedras. Hasta que acabaron con mi paciencia, y puse punto final al paseo.

Con estos sentimientos encontrados, regresé a mi hotel para disfrutar de un más que merecido descanso, tras un día realmente ajetreado.

PRIMEROS PASOS EN MOTO

Al día siguiente, la jornada comenzó a una hora temprana. Y a buen ritmo desalojé la habitación del hotel, dejé mi mochila grande en la recepción, y desayuné en La Bonne Miche (café con leche y Pain aux Raisins). A las 8h, tal y como estaba previsto, me encontré en la puerta del hotel con Lam. Un lugareño al que había conocido la noche anterior a través de uno de los recepcionistas del hotel, para gestionar el alquiler de una moto con conductor, y visitar los alrededores de Bobo. Aunque Lam acabó proponiéndome lo más lógico: que la condujera yo mismo.

A pesar de no haber conducido nunca una moto en España, a esas alturas ya había hecho mis pinitos en el extranjero, alquilando sencillas motos automáticas durante varios días, en Tailandia o Indonesia. Así que me veía perfectamente capaz de afrontar el reto. Además, las guías de viaje que había leído recomendaban encarecidamente alquilar una moto para recorrer Burkina. Pero estaba en África. Y tenía muchas dudas respecto al estado de conservación de los vehículos; y a la seguridad de las carreteras.

Pero bueno... La oferta de Lam me acabó de animar. Y al cabo de unos minutos, ya estaba sentado encima de una Yamaha de color azul, recibiendo unas breves instrucciones de uso. Precio del alquiler por un día entero: 6.000f. La primera sorpresa fue comprobar que la moto era semiautomática. O sea, que tenía que cambiar de marchas, aunque sin utilizar embrague. Y esto sí que era una primera vez para mí. No me hizo mucha gracia, pero ya no había vuelta atrás. Por supuesto, Lam no me pidió ningún tipo de carnet de conducir; no me dio un casco (nadie lo utiliza en Burkina); y dudo mucho que tuviera al día su seguro de accidentes. Una lotería, vamos... Eso sí, yo tampoco le tuve que dejar mi pasaporte, o alguna garantía de que iba a regresar con su moto.

El caso es que me despedí de Lam, y me lancé a la carretera. Al principio me sentía muy incómodo: la palanca del cambio de marchas estaba durísima, y cada transición me costaba un horror, revolucionando la moto y despistándome de lo que sucedía al mi alrededor. Pero poco a poco me fui acostumbrando. Por suerte, encontré sin problemas el camino hacia el primer lugar de interés del día. Cuando ya había dejado atrás la ciudad, para evitar sorpresas, hice un alto en una precaria gasolinera para poner una botella de combustible (700f por el litro). Sí, ya se que suena extraño, pero este es el formato que predomina en la Burkina rural. Compras la gasolina en botellas de cristal, como si fuera whiskey...

Tras la parada, conduje durante 6km, siguiendo la carretera principal en dirección hacia Ouagadougou. Pensaba que sería un trayecto muy breve, pero se me hizo larguísimo. Así que tuve que parar en varias ocasiones a preguntar a los lugareños, para asegurarme de que estaba en el camino correcto. Al final, encontré el desvío, y continué sin problemas por una pista de tierra durante 2km más. Y al cabo de unos minutos, llegué a un conjunto de casas, y un cartel que daba la bienvenida a "le village touristique de Koro".


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DESCUBRIENDO KORO

Nada más bajar de la moto, salieron a mi encuentro varios lugareños. Koro se trata de un pueblecito tradicional que el gobierno ha convertido en atracción turística. Y eso tiene sus desventajas:

1. Hay que pagar una entrada de 1.000f para visitar el pueblo.

2. Es obligatorio hacer la visita acompañado de un guía. En mi caso, me asignaron a Awa, una chica vestida al estilo islámico, con túnica de color negro, y pañuelo en la cabeza. No parecía estar muy contenta con su trabajo. Su cara era seria; me aportó las explicaciones justas; y la mayor parte del tiempo caminó a bastante distancia de mí, mientras yo sacaba fotos y examinaba el lugar. No hay una tarifa establecida para los guías, así que le dí 1.000f, y pareció quedar satisfecha.

3. Al poco de llegar al pueblo, apareció un autobús escolar lleno de alumnos. Por suerte mi visita a Koro no coincidió con la suya, porque hubiera sido un desastre.

Koro está ubicado en lo alto de una colina. De forma similar a Bobo, el pueblo se divide entre el barrio de los Forgerons (herreros); y el de los Agriculteurs (agricultores). Pero lo primero que me llamó la atención es lo vacío que estaba. Casi no había gente. Awa me explicó que al ser la época más calurosa del año, los Forgerons no trabajan. Y los Agricultores pasan buena parte del día en las tierras bajas, donde tienen sus cultivos. Aunque a esto hay que añadirle también que mucha gente ha emigrado del pueblo, en busca de comodidades. Y es que vivir en Koro implica tener que bajar a la fuente varias veces al día, y subir cargado con cubos de agua para cocinar o el aseo personal.

Las casas de Koro están construidas con ladrillos de adobe. Para los tejados se utilizan troncos de madera y paja, aunque la mayor parte han sido sustituidos por planchas de metal. Y las ventanas son minúsculas. Durante la visita pude ver el lugar donde se reúnen los ancianos (una cubierta de cañas sostenida por una serie de troncos de madera); un par de fétiches, con restos de plumas y sangre; alguna mujer barriendo, o moliendo grano, en la puerta de casa, rodeada de enormes canari (vasijas de cerámica que se utilizan para cocinar o conservar alimentos).

En el punto más alto del pueblo había un mirador desde el que pude contemplar unas vistas magníficas de Koro y los alrededores. El paisaje es peculiar, salpicado de enormes rocas de granito (algunas en precario equilibrio), alrededor de las cuales los lugareños han construido sus casas. Y arbustos con hojas de un color verde intenso. Me recordó mucho al de Bongo.

La parte final de la visita fue algo caótica. Aparecieron grupos de niños que me pedían fotos, pero luego querían algo a cambio. Y eran realmente insistentes. Acabé comprándoles un par de paquetes de cacahuetes en un puesto callejero para aplacar los ánimos (100f). También tuve problemas con alguna mujer que se enfadó al verme sacando fotos. Solución: hacerla posar para obtener una imagen decente, a cambio de una moneda. Por cierto, durante estas situaciones, ni rastro de la guía...

Al final, regresamos a la parte baja del pueblo, donde dejé la moto. Y estuve esperando alrededor de una hora a que Awa acompañara de visita al grupo de alumnos que acababa de llegar. Mientras, me senté en un bar a tomar una Coke del tiempo (a pesar de que la sacaron de una nevera) y ver a los lugareños en su día a día. Deambulé por los alrededores, observando alguna casa de adobe; y fuegos preparando Dolo (cerveza casera). Y estuve charlando con un guía, que al poco ya me estaba pidiendo un bolígrafo, alguna moneda... La verdad es que hay ciertas partes de Burkina Faso donde la atmósfera de mendicidad reinante puede llegar a agobiar.

EN BUSCA DE DAFRA Y SUS PECES SAGRADOS

A continuación, quería visitar Dafra: un estanque ubicado en los alrededores de Koro, donde los lugareños acuden a rendir homenaje a sus peces sagrados (de forma similar a lo que ocurre en Paga con los cocodrilos, o en Boabeng-Fiema con los monos). Como no había indicaciones para llegar al lugar, opté por contratar de nuevo los servicios de Awa (qué remedio...).

El problema es que insistió en ser ella la conductora de la moto. No se si por el hecho de ser chica (quizás era de muy mal gusto dejarse ver en la parte trasera de una moto conducida por un chico desconocido). O simplemente porque le hacía gracia. Lo cierto es que una vez en marcha me confesó que nunca había conducido una moto, y me dejó de piedra. No sabía si creerla, porque para ser la primera vez, no lo hacía nada mal, y mantenía bastante bien el equilibrio (teniendo en cuenta que había dos personas en la moto). Pero por otra parte, no sabía cómo arrancarla. Y en situaciones comprometidas, la veía con problemas.

Para llegar a Dafra tuvimos que recorrer una pista de tierra durante algo más de 7km. Y el terreno era realmente complicado. En muchos tramos había bancos de arena que hacían patinar la moto. Y Awa transmitía una sensación de inseguridad permanente. Hubo un par de ocasiones en las que no nos fuimos al suelo de milagro. Y al final me temía lo peor. Solo me faltaba partirme una pierna en ese lugar remoto de Burkina... Vamos, que el trayecto se me hizo eterno.

Por fin, tras pasar junto a campos de cultivo, llegamos a la orilla de un río, donde había un grupo de gente lavando la ropa. Caminamos un rato bajo un sol abrasador. Y llegamos a un punto del río donde las aguas se estancaban. Este era el lugar conocido como Dafra, que significa "pez gato". Y eso es precisamente lo que abunda por aquí. Desde una roca pude contemplar las sombras y chapoteos de estos enormes seres.

Lo malo es que no había traído pan para alimentarlos. Yo no sabía que era necesario. Y a Awa tampoco se le ocurrió comprar en el pueblo. Cuando se acordó, ya de camino hacia Dafra, intentó comprar en un par de asentamientos, pero no tenían. Así que me perdí una escena impactante. Más tarde pude ver alguna foto en internet, donde aparecían grupos de monstruosos peces gato, con medio cuerpo fuera del agua y boca abierta enorme, esperando un trozo de pan. Consejo: ¡traer pan!

A pesar de todo, el magnífico paisaje de los alrededores ya justificó por sí solo el viaje. Vegetación exuberante, con palmeras y árboles frutales; y frente a nosotros, imponentes acantilados de color naranja con todo tipo de formas curiosas.

Tras unos minutos de descanso, Awa insistió en que regresáramos a Koro. De camino a la moto me pidió 4.000f por la segunda visita. Pero le dí 2.000f, y no pareció quedar muy descontenta. Creo que era un precio más que justo, teniendo en cuenta que la moto la ponía yo.

UN ACCIDENTADO REGRESO A BOBO-DIOULASSO

Parece mentira que en un trayecto relativamente corto me pudieran pasar tantas cosas. Al final ya no sabía si reírme o llorar. Aunque en estos casos lo mejor es aguantar y tener paciencia.

1. La pista de vuelta a Koro ofreció las mismas emociones fuertes que a la ida. Con bancos de arena traicioneros, la moto derrapando, y la sensación de poder caernos en cualquier momento. Iba totalmente en tensión, con el corazón en un puño.

2. Tras una parada para descansar un momento, Awa caminaba junto a la moto, aceleró para avanzar, se le escapó de las manos, y el vehículo acabó cayendo con violencia en la cuneta. Imagino que mi cara de horror fue impagable. Y la tía en cambio no paraba de reírse a carcajada limpia. Claro, como a ella no le iban a pasar la factura de los desperfectos... Menos mal que la moto no se hizo ningún daño aparente. Y que no se la tenía que devolver a Lam en persona.

3. Una vez en Koro, me despedí de Awa (con foto e intercambio de datos incluido), continué por la pista, y me incorporé a la carretera principal, llena de incomodidades. El calor era horrible; las marchas continuaban sin entrarme a la primera; y no paraban de pasar camiones, que me tiraban arena a los ojos.

4. Justo tras adelantar a un camión, escuché una explosión, y vi por el retrovisor que se le había reventado una rueda, y el vehículo se dirigía hacia mí descontrolado, haciendo eses. Así que tuve que acelerar a todo gas para evitar ser embestido.

5. Al llegar a Bobo, me perdí de la forma más tonta. Y acabé deambulando sin rumbo, por avenidas caóticas llenas de tráfico y ruido. Además, cuando preguntaba a la gente, o no me entendían y pasaban de mí; o me enviaban en la dirección contraria, y acababa aún más perdido. Hasta que por fin un par de lugareños me dieron las indicaciones correctas, y volví a orientarme.

6. Al parar en un semáforo, e intentar arrancar, la moto se quedó clavada. Y tras unos segundos de confusión, deduje el problema: me había quedado sin gasolina. Algo muy factible, ya que el medidor del depósito no funcionaba, y desde que paré a repostar ya había hecho un montón de kilómetros. Eso sí, menos mal que esto me pasó en el centro de Bobo, y no de camino a Dafra. Porque creo que hubiera acabado pasando la noche en Koro. El caso es que tuve que empujar la moto hasta una gasolinera cercana; poner otra botella de combustible; y en marcha.

Para esta jornada había prevista una tercera visita. A Koumi, un pueblo tradicional ubicado 18km al oeste de Bobo. Pero ya se había hecho muy tarde, y preferí tomarme un descanso. Mi cuota de aventuras diarias estaba más que cubierta. Así que a eso de las 17h regresé a mi hotel. Dejé la moto aparcada en la puerta. Y en la recepción dejé las llaves y recuperé mi mochila grande para continuar mi viaje.

Puedes encontrar más información sobre otros viajes en mi blog ganasdemundo.com
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Banfora, Karfiguela y Fabedougou

Banfora, Karfiguela y Fabedougou


Paseando por un espectacular mercado semanal, y visitando en moto imponentes cascadas y formaciones rocosas de aspecto extraterrestre.
Localización: Burkina Faso Burkina Faso Fecha creación: 06/06/2018 21:46 Puntos: 0 (0 Votos)
Banfora es la capital de la Région des Cascades. Una ciudad de algo más de 100mil habitantes, relativamente cercana a las fronteras de dos países con muy mala prensa: a 70km de Costa de Marfil; y a 85km de Mali. La verdad es que no ofrece casi nada de interés turístico, a parte de su mercado semanal. Pero es una población agradable, con amplias avenidas arboladas y buenos lugares para comer, que representa una base ideal para descubrir las maravillas naturales de los alrededores. Como las Cascadas de Karfiguela o los Dômes de Fabedougou, ambas ubicados al norte de la ciudad.

VIAJE BOBO-DIOULASSO - BANFORA

Llegar hasta Banfora no pudo ser más sencillo. Caminé desde mi hotel en Bobo hasta la estación de autobuses de la compañía Rakieta; compré mi billete (1.500f); facturé mi mochila grande en el maletero inferior del bus; y un empleado fue llamando a los pasajeros por orden de compra de los billetes, para que ocupáramos nuestro asiento (incluida una señora que viajó con un pollo vivo en su regazo). En mi caso, como siempre que puedo, junto a la ventana, para entretenerme con el paisaje.

El bus arrancó a la hora prevista, y el trayecto duró algo más de 2 horas. Y porque hubo dos controles policiales en los que un gendarme subió al bus y comprobó uno por uno los carnets de identidad de todos los pasajeros. Si no, en recorrer los 85 km que separan Bobo de Banfora no deberíamos haber tardado más de hora y media. De camino, atravesamos una zona boscosa. Y durante un buen rato disfruté de una maravillosa puesta de sol, con un cielo azul salpicado de nubes y un colorido perfecto. Qué pena no haber podido sacar alguna foto...

Junto a mí, viajaba una chica Burkinabe, y pronto entablamos una conversación. Se llamaba Jeanne, era profesora en un colegio de niños, y venía de Bobo de visitar a sus padres. Puso mis conocimientos de francés a prueba, pues tampoco estoy para charlas muy complicadas. Como cuando abrió un zumo para beber, y me dijo "Vous êtes invités", que literalmente significa "estás invitado". Y yo le contesté "No, gracias". Pero en realidad no me estaba invitando a nada. Es una expresión francesa, que significa algo así como "con tu permiso". Su cara fue un poema...

Al llegar a Banfora, ya de noche, Jeanne me dijo que tenía su moto en el maletero del bus (yo alucino). Y me ofreció llevarme hasta mi hotel, pues había una buena caminata. Yo acepté, pero me quedé de piedra cuando la chica me dio la llave y me dijo que condujera yo. ¡Pero si en Koro Awa había insistido en ser ella la conductora! Como no lo veía nada claro, con mucha mano izquierda le dije que prefería que condujera ella, y tras unos segundos de confusión, al final nos pusimos en marcha con ella al volante. Atravesamos calles oscuras y desiertas; casi nos vamos al suelo en un banco de arena; y llegamos a mi hotel, donde nos despedimos. Tras lo visto en Burkina hasta ese momento, me sorprendió gratamente que no acabara pidiéndome dinero a cambio del viaje...


11 DIAS DE MOCHILERO POR BURKINA FASO MARZO 2017 - Blogs de Burkina Faso - Banfora, Karfiguela y Fabedougou (1)


ALOJAMIENTO: HOTEL COMOÉ - 6.000f/Noche

*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble; ducha individual, con buen chorro de agua; precio muy económico; ubicación relativamente céntrica (muchos de los alojamientos que recomiendan las guías de viaje están a kilómetros del centro); dueño afable y simpático.

*Puntos en contra: colchón curvado, muy incómodo; lavabo compartido; paredes desconchadas y mobiliario destartalado; limpieza mejorable (sobre todo en el lavabo); ventilador de escasa potencia, que no ayuda a combatir el terrible calor de la zona.

Aunque me guardo lo peor para el final. La primera noche no pude dormir muy bien, entre el calor y la incomodidad del colchón. Pero la segunda... Estaba tumbado escribiendo, y de repente veo una enorme cucaracha corriendo hacia mí sobre la cama. Pegué un bote que casi me caigo al suelo. Y es que mi fobia a las cucarachas ya viene de lejos. Y a pesar de haber tenido todo tipo de encuentros con ellas durante mis viajes, no consigo vencer mi aprensión hacia este insecto. En cambio, tolero a la perfección otros seres de peor aspecto, como arañas, mantis religiosas o lagartos. Curioso...

El caso es que la cucaracha se metió debajo del colchón, y amenazaba con aparecer de nuevo en cualquier momento. Solución 1: cogí mi saco de dormir y me fui a la habitación de al lado, que habían desalojado esa mañana. Pero una vez dentro, comprobé que estaba plagada de cucarachas (salían de todas partes). Solución 2: montar mi tienda de campaña y dormir en el suelo. Pero me dí cuenta que sin clavar las piquetas no se aguantaba en pie. Así que tuve que coger el toro por los cuernos: localicé a la cucaracha en un rincón de la habitación; la atonté con spray anti mosquitos; y la maté con una chancla. Parece algo sencillo, pero para mí fue todo un logro. Y pude dormir relativamente tranquilo.

Lo cierto es que el Hotel Comoé parece haber tenido un pasado esplendoroso (las guías de viaje lo consideran de gama media). Pero actualmente es un lugar desangelado, con muchísimo margen de mejora. Así que no lo recomiendo para nada.

CENA: MAQUIS

Una vez instalado en mi habitación, el dueño del hotel me recomendó para cenar un sencillo maquis cercano. Y la verdad es que dio en el clavo. Me senté en una mesa de su terraza exterior. Y me comí 5 brochetas de carne pequeñas, regadas con 2 Brakina increíblemente gélidas. Todo por solo 1.700f (menos de 3 euros). Aquello me sentó genial. La atmósfera, muy agradable: música local; cielo estrellado; buen rollo con el dueño del establecimiento... Además, la oscuridad era total (excepto cuando pasaba algún vehículo). Así que en cada mesa había una campanilla para llamar al camarero. Me pareció hilarante, pero al final la tuve que utilizar, porque no se veía nada. Sin duda, uno de mis locales favoritos en Burkina.

EL MERCADO SEMANAL DE BANFORA

A la mañana siguiente, salí a la calle en busca de un lugar para desayunar muy recomendado por mi guía de viaje. Pero tras una agotadora caminata, en la que acabé empapado de sudor y sin encontrar el local, me conformé con un bar muy frecuentado por lugareños. Allí me tomé un café con leche (hecho con leche condensada, Nescafé y agua caliente); y una baguette untada con aguacate. Un desayuno peculiar, pero muy económico (todo 400f).

El único sitio de interés turístico en Banfora es su mercado semanal, que tiene lugar cada domingo. Y como por suerte era domingo, caminé hasta el recinto donde en teoría se ubicaba el mercado, situado al este de mi hotel. Pero cuando llegué, me encontré un ambiente decepcionante. Algunos puestos de alimentos dispersos; muchos comercios cerrados; y casi ningún cliente. No tenía sentido.

Así que tras dar una vuelta pregunté a una lugareña, y me explicó que aquello era el Mercado Nuevo. Y que el semanal tenía lugar en el Mercado Antiguo, situado al norte, cerca de la carretera principal. De hecho, mientras buscaba el lugar para desayunar había pasado justo al lado y no me había dado cuenta. Con lo cual... a caminar de nuevo, bajo un sol de justicia. Llegué deshidratado, y para recuperar líquidos entré en un curioso local llamado McDonald, donde me tomé dos deliciosos zumos de mango por 1.200f. Y estuve charlando un rato con el simpático camarero.

Tras el descanso, me dirigí a la zona del mercado semanal, que se extendía de forma desordenada ocupando varias calles. Aquello ya tenía un aspecto mucho mejor que el Mercado Nuevo, con variedad de puestos, y mucha gente curioseando. Pero nada más desenfundar mi cámara para obtener una primera foto panorámica, varios lugareños comenzaron a gritarme y hacer aspavientos, con caras de pocos amigos.

Por suerte pude aplacar algo los ánimos, explicando que estaba sacando fotos para promocionar el turismo de la ciudad, etc... Aunque el mensaje me quedó claro: nada de cámara. Si con una foto general, sin apuntar a nadie en concreto, había pasado esto; sacar fotos de gente o comercios era tarea imposible. De hecho, ya me habían avisado que iba a tener problemas para usar mi cámara en el mercado (el dueño de mi hotel, un chaval junto al que desayuné...). Pero no me imaginaba que la cosa iba a ser tan grave.

En fin, con mi cámara a buen recaudo y grandes dosis de resignación, me adentré en el mercado. Y a pesar del mal rollo inicial, la experiencia fue increíble. Sin duda se trata de uno de los mercados más espectaculares que haya visitado. Había infinidad de puestos, con todo tipo de productos a la venta (algunos procedentes de Mali y Costa de Marfil). Y las calles estaban atiborradas de gente. Sobre todo mujeres, de rasgos exóticos, ropajes coloridos, trenzados imposibles, adornos originales... Pero también hombres altísimos, con sombreros y túnicas. Por supuesto, totalmente auténtico, sin rastro de otros turistas. Así que me convertí en el centro de todas las miradas.

Las posibilidades de obtener buenas fotografías eran infinitas. Y durante un rato estuve buscando algún edificio alto donde subir, para poder sacar fotos sin ser visto. Pero no hubo suerte. Con lo que tras un buen rato paseando, con alguna parada para observar alucinado el trajín de la gente, decidí regresar a mi hotel, con la cabeza llena de imágenes únicas. África en estado puro.

Quizás lo ideal hubiera sido hacerme con los servicios de un guía local para visitar el mercado. Así la gente no se hubiera sentido tan violenta, y él podría haber intermediado, restando tensión al ambiente (tal y como ocurrió en Dioulassoba). Pero esto ya son suposiciones mías. El caso es que los aficionados a la fotografía deberán planear cuidadosamente esta visita si quieren sacarle el máximo partido.


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ALQUILANDO UNA MOTO EN BANFORA

Tras mis aventuras en moto por Koro, me quedó claro que era totalmente factible utilizar este medio de transporte para realizar excursiones a lugares apartados de Burkina Faso. Es verdad que entraña sus riesgos. Pero no muchos más que viajar en un autobús destartalado con neumáticos lisos. O en un taxi a toda pastilla saltándose semáforos en rojo y esquivando peatones. Así que tras visitar el mercado de Banfora, me puse manos a la obra para conseguir una moto.

La primera opción fue preguntar al dueño de mi hotel. Éste me dio un teléfono de contacto de un conocido que me proporcionaría un vehículo. Pero cuando le llamé más tarde (utilizando el móvil de un chaval del hotel) no obtuve respuesta. Así que decidí acudir a Chez Tapissier Ouattara, un comercio recomendado por mi guía de viaje, ubicado en la zona del mercado semanal, junto a la estación de autobús de la compañía TCV. Y fue todo un acierto:

1. Alquilé una KTM en mucho mejor estado que la Yamaha de Bobo-Dioulasso. Nueva y reluciente. Y esta vez me aseguré de que funcionaba el medidor del depósito de gasolina.

2. El precio, realmente económico. Por 3 días de alquiler pagué (por adelantado) 12.000f. Unos 6 euros al día. De risa, vamos...

3. La chica encargada del comercio me pedía que dejara en depósito mi pasaporte. Pero me negué en redondo. No estaba dispuesto a viajar indocumentado durante tres días, arriesgándome a ser parado en un control policial, y no poder acreditar mi identidad. Al final, tras momentos de duda, la chica se conformó con una fotocopia del pasaporte, y mi cartilla de vacunación original.

Así, equipado con mi mochila pequeña y mi cámara de fotos, conduje hasta la carretera principal; llené el depósito en una gasolinera (de las normales, no de las que venden gasolina embotellada); y dejé atrás la ciudad. Difícil describir con palabras la sensación de aventura que me invadía, mientras viajaba rumbo a lo desconocido...

EN BUSCA DE LAS CASCADAS

En teoría, las Cascadas de Karfiguela están situadas a unos 20 minutos de Banfora. Pero eso es si se conoce el camino a la perfección. Y no es nada fácil... Las indicaciones son inexistentes; y se trata de una zona donde cuesta encontrar gente a quien pedir ayuda.

Al principio conduje por una carretera asfaltada que se dirigía hacia el norte. Pronto se convirtió en una pista de tierra. Y cuando me quise dar cuenta, estaba perdido en medio de una enorme extensión de plantaciones de caña de azúcar (la principal fuente de recursos de Banfora). La atmósfera era irreal, con una bruma que lo envolvía todo, fruto del agua que se evaporaba de los cultivos. Y es que había multitud de aspersores regando, que a veces lanzaban agua a la pista y me mojaban.

Mientras conducía perdido, me encontré con dos críos en bici, y les pedí ayuda. Pero no tenían mucha idea, y tras un rato siguiéndoles, me despedí de ellos, dándoles 500f por las molestias. A continuación, seguí preguntando a cada lugareño que me encontraba. A veces obtenía indicaciones correctas, y me acercaba a mi destino. Y otras acababa deshaciendo el camino recorrido.

Pero no me importó, porque durante la ruta, siempre encontraba algo de interés que me hacía parar y sacar fotos: un African Hornbill posado en una rama; un tramo de carretera flanqueado de enormes árboles donde revoloteaban varios Abyssinian Rollers; dos chavales guiando a un par de cebús; enormes mangos... Hasta que al final encontré lo que buscaba.


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LAS CASCADAS DE KARFIGUELA

El río Comoé nace en tierras de Burkina Faso. Y tras recorrer 760km, cruzando Costa de Marfil, desemboca en el Golfo de Guinea. Pero antes, todavía en territorio Burkinabe, forma los saltos de agua más importantes del país: las Cascadas de Karfiguela. Tanto, que dan nombre a la región (Cascades).

Cuando por fin me planté en la taquilla de acceso, comprobé que quizás era la única persona que no sabía cómo llegar hasta allí. Porque aquello estaba lleno de autobuses escolares atiborrados de alumnos dispuestos a pasar el día en las cascadas. El griterío era ensordecedor. Y los autobuses levantaban cegadoras nubes de polvo. Por lo visto, marzo es época de vacaciones escolares. Y es habitual que se organicen viajes para que los chavales conozcan el país. En fin, tocaba armarse de paciencia...

Pagué la entrada (1.000f); continué conduciendo hasta llegar a un aparcamiento (150f para el tío que se encargaba de vigilar los vehículos, con ticket y todo); y desde allí seguí caminando hasta la orilla del río. En este lugar suelen aparecer guías espontáneos que ofrecen sus servicios para enseñar los principales puntos de interés de la zona. Pero no será necesario, porque es muy sencillo orientarse.

Esto es lo que recomiendo:

1. Nada más llegar al río, se puede contemplar una vista panorámica del río Comoé, precipitándose entre vegetación exuberante. Muy fotogénica. Imagino que tras la época de lluvias debe ser mucho más espectacular. Pero hay agua suficiente para que merezca la pena venir en cualquier momento del año.

2. A continuación, se sigue la orilla del río hacia la derecha. Y se sube por una pared de roca que no entraña ninguna dificultad, ya que hay escalones tallados (a no ser que haya llovido y el terreno esté resbaladizo). Tras unos minutos, se llega al punto elevado desde el que el río cae al vacío. Las vistas de los alrededores eran magníficas: árboles exóticos; el río perdiéndose en el horizonte; la niebla envolviéndolo todo... Aquí aproveché que estaba completamente solo para quedarme un buen rato admirando el paisaje, y sacar un montón de fotos.

3. Más tarde, se sube un poco más, caminando a lo largo de la orilla derecha del río. Se atraviesa un tramo de bosque. Y se llega a una zona con saltos de agua más pequeños, que forman piscinas naturales donde es posible bañarse. Yo no me lo pensé ni un segundo: me puse el bañador (escondido en unos matorrales); y me lancé al agua en un punto donde no había mucha gente. Tras el trayecto en moto y subir la pared de roca, sentó genial pasar un rato dentro del agua, al margen del calor sofocante del exterior.

4. Es posible continuar subiendo por el río en busca de otros saltos de agua, o lugares más tranquilos. Pero en mi caso, ya había tenido suficiente.

RODEADO DE ESTUDIANTES

Como era de esperar, la zona de cascadas estaba plagada de chavales, de entre 14 y 18 años de edad. Había grupos por todas partes: charlando; chapoteando en el agua; saltando desde las rocas; flirteando... Pero curiosamente, lo que en principio podía ser un inconveniente, se convirtió en algo a mi favor. Porque pude sacar todas las fotos que quise de la gente, sin preocuparme de recibir malas caras o peticiones de dinero. Y la verdad es que el conjunto era interesante. Chicos con camisetas de colores; chicas con todo tipo de atuendos, algunas con hijab cubriéndoles la cabeza, otras con peinados exóticos y bikinis mínimos, luciendo cuerpos esculturales...

Además, como era el único turista occidental, mi presencia allí era un gran acontecimiento. Todo el mundo me saludaba al verme. Y un grupo de chavales no paraba de pedirme fotos (tanto conmigo como sin mí), mientras coreaban "tubab, tubab!", que significa "hombre blanco". A mí, lejos de incomodarme, la situación me hacía bastante gracia. Y me permitió relacionarme con la gente. Otra expresión habitual que utilizaban los Burkinabes para dirigirse a mí era "le blanc".

Tras mi visita a las cascadas, regresé al aparcamiento donde había dejado la moto. De camino, le compré una Fanta caliente a un tío equipado con una nevera de mano; y tres manzanas de aspecto horrible a una chica guapísima, de pelo trenzado y rasgos esbeltos. Valían 50f, pero le pagué 200f incluyendo un par de fotos, y acabé regalándole las manzanas al encargado del aparcamiento.


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LOS DÔMES DE FABEDOUGOU

Llegar al segundo punto de interés del día tampoco fue fácil. Una vez más no había indicaciones. Y cuando encontraba un cartel, estaba tirado en el suelo, oxidado y con letras borrosas. Así que como consecuencia acabé perdido recorriendo pistas con tramos llenos de bancos de arena que me habían derrapar peligrosamente. Pero fui preguntando a la gente que me encontré por el camino, y al final conseguí llegar.

En la entrada, pagué los 1.000f de rigor (parece el precio estándar de cualquier atracción turística), y conduje un poco más hasta un pequeño aparcamiento. Allí me encontré frente a un paisaje increíble...

Los expertos dicen que, hace millones de años, esta zona estaba cubierta por las aguas de un antiguo océano. Mucho después, el fondo marino quedó al descubierto. Y la erosión fue haciendo mella en las capas de roca sedimentaria, de diferente dureza. Hasta que con el paso del tiempo adquirieron su aspecto actual: una serie de formaciones rocosas conocidas como los Dômes de Fabedougou. Algunas en forma de cúpula (dôme en francés); otras en forma de columna, en precario equilibrio.

El lugar estaba prácticamente desierto. Y nada más bajar de la moto, caminé unos metros y me sumergí en un auténtico laberinto de rocas. El paisaje era tan extraño que daba la sensación de estar en otro planeta. Con cuidado, subí hasta la cima de una de las cúpulas. Y me quedé un buen rato disfrutando de unas vistas alucinantes. Además tuve suerte, porque me encontré con una pareja local, y el chico me sacó alguna foto decente (¡casi nunca salgo en las fotos!). Aunque el cielo plomizo y la bruma procedente de las plantaciones no ayudaba mucho a obtener buenas instantáneas.

Más tarde, bajé de la cúpula, y me dediqué a explorar la zona. Caminando entre moles de piedra rodeadas de espesa vegetación de color verde intenso. Escurriéndome por estrechos desfiladeros, sin saber qué me iba a encontrar al otro lado. Al final, acabé en lo alto de otra cúpula, sentándome a descansar y contemplar el paisaje. De fondo se escuchaba la música procedente de una fiesta escolar que tenía lugar cerca de allí. Pero no molestaba.

PROBLEMAS FÍSICOS

La única pega es que yo a esas alturas me encontraba realmente débil, pues ya eran las 15h pasadas, y no había ingerido nada sólido desde el desayuno. Demasiadas emociones fuertes con el estómago vacío. Y todo por mi manía de no viajar con algo para picar en la mochila. Así que decidí poner punto final a la jornada. Bajé de las alturas; regresé a mi moto; y emprendí el regreso a Banfora.

Curiosamente, no me costó casi nada encontrar el camino correcto. Pregunté en la taquilla de entrada a los Dômes, y las instrucciones fueron tan precisas que me orienté a la perfección. Con lo que en cuestión de minutos estaba de nuevo conduciendo por la carretera principal de Banfora. No es de extrañar que una vez en la ciudad fuera directo a McDonald, y me bebiera casi seguidos tres zumos de mango, que me dejaron como nuevo (1.800f). Estaba tan sediento que ya me empezaba a marear, fruto del calor y la deshidratación.

Puedes encontrar más información sobre otros viajes en mi blog ganasdemundo.com
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Toumousseni y Tengrela

Toumousseni y Tengrela


Visita al guardián de un baobab sagrado rodeado de restos de sacrificios, y a un bonito lago donde viven grupos de hipopótamos.
Localización: Burkina Faso Burkina Faso Fecha creación: 07/06/2018 19:34 Puntos: 0 (0 Votos)
VIAJE RUMBO A TOUMOUSSENI

El día comenzó con un desayuno escueto, en el que me limité a picar unas galletas. Y al poco ya estaba subido en mi moto, en busca de nuevas aventuras. En cuestión de minutos me vi rodeado de un paisaje espectacular, lleno de verdor. Nada que ver con la imagen que uno tiene de Burkina Faso. Pasé por una zona pantanosa, donde pastaban tranquilamente grupos de cebús, luciendo enormes cuernos y jorobas; rodeados de garzas blancas. Y crucé poblados tradicionales, con casas de adobe y pintorescos conjuntos de graneros, muy estrechos y con tejados de paja.

También tuve que hacer frente a mi primer control policial, no sin cierto recelo. Pero tras comprobar los papeles del vehículo y el recibo del alquiler, los gendarmes me dejaron continuar sin problemas. Buena parte del trayecto discurrió por una carretera asfaltada en dirección a Sindou. Hasta que, en un punto concreto, me tuve que desviar a la izquierda, y continuar por una pista de tierra. Pero como las indicaciones brillaban por su ausencia, me pasé de largo. Y tuve que preguntar a la gente en un par de ocasiones hasta dar con el camino correcto hasta Toumousseni.

El caso es que la pista se fue estrechando, y acabé en una zona boscosa y solitaria, sin saber si seguía en la dirección adecuada. Por todas partes había palmeras Ronier, que los lugareños utilizan para preparar Banji (vino de palma) a partir de su sabia fermentada. En una de estas palmeras pude ver revoloteando un magnífico Abyssinian Roller, y obtuve buenas fotos. De vez en cuando, me cruzaba con algún lugareño, que se quedaba mirándome con ojos como platos. Porque no están nada acostumbrados a encontrarse cara a cara con turistas.

Pero como iba totalmente perdido, al pasar por una vivienda y ver a un grupo de chavales sentados en la entrada, me acerqué a ellos y le pedí a uno que me ayudara a llegar al baobab sagrado. No lo veían muy claro, pues desconfiaban de mis intenciones (algo perfectamente comprensible). Pero al final uno se decidió; cogió su moto; y le seguí durante unos kilómetros, por una pista cada vez peor, con bancos de arena que me obligaron a hacer equilibrios para no caerme. Por fin, tras unos minutos conduciendo, llegamos al sitio que buscaba. Le di al chaval 1.000f (más que generosos); y nos despedimos.

EL BAOBAB SAGRADO

Me encontraba junto a un enorme baobab, al que las gentes del lugar adoran y otorgan poderes mágicos. Los habitantes de Toumousseni pertenecen a la etnia Turka (no confundir con la Turkana, del norte de Kenia), de religión animista. Y en el pasado designaron a uno de sus miembros como guardián del baobab, cargo que se transfiere de padres a hijos. Actualmente ya van por el décimo guardián: un sonriente abuelete de aspecto bonachón que durante mi visita permaneció sentado junto al árbol.


11 DIAS DE MOCHILERO POR BURKINA FASO MARZO 2017 - Blogs de Burkina Faso - Toumousseni y Tengrela (1)


De mi se encargó su hijo. Un joven de rostro serio que me estuvo enseñando los lugares más interesantes.

1. Para empezar, nos metimos en el interior del baobab, a través de un estrecho agujero que puso mi flexibilidad al límite. Según el hijo del guardián, el baobab puede abrir y cerrar aquel agujero a su antojo, decidiendo quién entra y quién no. Dentro había unos pequeños bancos de madera, donde la gente se sienta a presenciar las oscuras ceremonias que allí tienen lugar. Un pliegue del tronco donde se acumula agua de lluvia, considerada sagrada. E incluso más tarde descubrí en una foto una enorme araña que se ocultaba en un rincón. El hijo del guardián me animaba a sacar fotos. Y me iba explicando historias.

2. En el exterior del baobab, junto al tronco, había un pequeño fétiche donde se realizaban sacrificios, con una vasija, restos de plumas y sangre, y una antigua flecha de metal.

3. A continuación, nos acercamos a la cabaña donde vive el guardián. Junto a la entrada había otro fétiche. En la pared, colgada de un clavo, una ristra de huesos de perro, que por lo visto tampoco se escapan de los sacrificios. Y en un muro cercano, diez plumas sagradas en fila, una por cada guardián que ha habido hasta la fecha (por supuesto, también cubiertas de sangre).

La visita del baobab no tiene una tarifa fija. Así que el precio dependerá de cada uno. Yo le dí al hijo del guardián 1.900f (todo el cambio que me quedaba) y no recibí queja alguna por su parte.

EN LA CABAÑA DE UNA MEDIUM

El chaval también me presentó a las dos mujeres del guardián del baobab, que descansaban a la sombra de un árbol. Y es que entre los Turka la poligamia está más que aceptada, siempre y cuando el hombre tenga recursos suficientes para mantener a todas las mujeres que decida esposar. La más joven tenía un aspecto que producía escalofríos. Su rostro era solemne e inexpresivo. Y lucía unas escarificaciones en forma de bigotes de gato. Para mi sorpresa, me pidió que le sacara alguna foto. Y después me hizo acompañarla al interior de su cabaña, donde (según el hijo del guardián) era capaz de contactar con los espíritus.

11 DIAS DE MOCHILERO POR BURKINA FASO MARZO 2017 - Blogs de Burkina Faso - Toumousseni y Tengrela (2)

La verdad es que no entré de muy buena gana en la cabaña, pero por suerte el chaval me acompañó. Allí había un altar de sacrificios; todo tipo de amuletos; varias pilas de vasijas; y, lo más inquietante, las figuras de dos niñas gemelas observándonos. Nos sentamos en el suelo, y la mujer comenzó a respirar profundamente, mientras murmuraba palabras inteligibles, y sacudía dos amuletos que sostenía con sus manos. Yo a esas alturas ya tenía los pelos de punta. Y no es que sea especialmente creyente en este tipo de rituales. Pero la situación era inquietante...

El caso es que nunca sabré cómo acababa aquello. Para continuar con la sesión, la mujer esperaba de mí algún tipo de ofrenda (económica o de cualquier otro tipo). Y como ya no tenía cambio (se lo había dado todo al chaval), lo dejamos ahí. Podía haber buscado la forma de seguir adelante con el ritual, pero ya había tenido suficiente. Hay cosas con las que es mejor no jugar...

Tras este momentazo, saqué alguna foto panorámica del baobab y los alrededores. Y me despedí del hijo del guardián. Con más tiempo, no hubiera estado mal pasar allí una noche, y ser testigo de alguna de las ceremonias que tienen lugar alrededor del baobab (generalmente a primera hora del día o por la noche). Otra vez será...

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EL LAGO TENGRELA

Para visitar el siguiente lugar de interés, tuve que deshacer parte del camino recorrido. Primero, la pista de tierra, atravesando bosques y palmerales. Y después, un tramo de carretera asfaltada en dirección Banfora. Como una vez más no había señales, pregunté a una amable Burkinabe en moto, que me hizo seguirla, y me mostró el desvío correcto. A partir de ahí, continué por una pista; crucé el pueblo de Tengrela (con casas de adobe y niños gritándome "cadeau, cadeau!"); y llegué hasta la orilla del lago, previo pago de los 1.000f de rigor, en una garita vigilada por un grupo de chavales. Viniendo desde Banfora, el lago está a tan solo 7km de distancia.

La imagen del lago era espectacular. Cebús y garzas blancas cerca de la orilla; graciosas Pintades correteando por la hierba; un grupo de chicas haciendo la colada; críos chapoteando en el agua; enormes árboles rodeando la zona... Se notaba que estábamos en el final de la estación seca, y el lago se había reducido bastante. Pero aún así, el paisaje era precioso.

Tras un rato dando un paseo por la zona, conduje un par de minutos siguiendo la orilla. Y llegué al Campement Le Rankart, donde es posible pasar la noche en una cabaña. Yo me conformé con refrescarme en un chiringuito ubicado frente a la entrada, donde me tomé una Coke y una botella de agua grande. Mientras, estuve charlando con una señora francesa que se alojaba en el campamento, y que llevaba 30 años viviendo en Burkina.

En realidad, el motivo de mi visita al lago era ver hipopótamos. Según mi guía de viaje, había un grupo que vivía en sus aguas. Y los lugareños organizaban excursiones en unas precarias canoas de madera, acercándose de forma temeraria a estos seres. Por lo visto era una experiencia única. Hasta que ocurrió una desgracia... La señora francesa me explicó que se habían suspendido las excursiones. Unas semanas atrás una canoa volcó al emerger un hipopótamo del agua,y 3 turistas locales murieron ahogados. Así que el gobierno local había ordenado renovar la flota de canoas, para aumentar su seguridad. Y todavía estaban en ello.

La otra opción que tenía era esperarme hasta las 18h, pues a veces los hipopótamos se acercaban a la orilla y era posible verlos. Pero ya había podido ver a estos animales en numerosas ocasiones durante mis viajes. La gracia era el paseo en barca. Además, no tenía muchas ganas de regresar a Banfora conduciendo por carreteras oscuras. Así que tras acabar mi botella de agua, me despedí de la señora francesa, y me puse en marcha.


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De camino, pude contemplar innumerables escenas de la Burkina rural. Mujeres moliendo grano con la ayuda de troncos de madera; críos apiñados alrededor de la fuente de agua del pueblo, llenando recipientes; chicas sentadas en el portal de casa, trenzando el pelo de sus hijas; grupos de hombres charlando... Paré en varias ocasiones a sacar alguna foto, mostrándome siempre amable y sonriente, para evitar problemas. Y en algún caso puntual (como una chica guapísima que llevaba una palangana de agua en la cabeza y a su bebé a la espalda) intercambié unas cuantas fotos por una moneda de 100f.

Al final, ya oscureciendo, llegué a la puerta de mi hotel. Y guardé la moto en su patio interior.

CENA: LE CALYPSO

Para redondear una gran jornada, decidí cenar en uno de los mejores restaurantes de Banfora. Que además estaba situado a escasos metros de mi hotel. Primero me acerqué para encargar el plato que quería. Después, mientras hacía tiempo, me senté en una mesa de mi maquis favorito, y me tomé una Brakina gélida que me supo a gloria. Y más tarde, regresé al restaurante para cenar.

Como no encontré especialidades locales que me apetecieran, acabé cenando un Yassa Poulet, en recuerdo de mis aventuras por Senegal. El plato era generoso, compuesto por medio pollo, acompañado de banana frita, y una botella de agua grande. De postre, un delicioso yogur artesano. Quién me iba a decir que iba a acabar comiendo yogur en África... Cené en la mesa de una terraza exterior bastante desierta. Y el servicio, un tanto empanado, pero eficiente. Precio: 5.000f.

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Total comentarios: 9  Visualizar todos los comentarios
Salodari  Salodari  12/06/2018 17:11   📚 Diarios de Salodari
5***** porque no pueden ser más. Un viaje curioso y un gran diario. Gracias por compartir Amistad
LANENA69  LANENA69  12/06/2018 22:13   📚 Diarios de LANENA69
Super chulo y todo muy bien explicado,las fotos de escándalo,que maravilla de viaje,los que a mí me gustan son de este tipo,donde se sale de lo normal y no este masificado,pero a veces el presupuesto manda,ENHORABUENA,ahora también te sigo en Facebook,jajajajjajaja.Estrellado
Ganasdemundo  Ganasdemundo  13/06/2018 18:37   📚 Diarios de Ganasdemundo
Artemisa, Salodari y LANENA, gracias por vuestros comentarios! La verdad es que el viaje fue un cúmulo de anécdotas y lugares sorprendentes. Una pena que no pudiera visitar el norte, porque tenía muchas ganas, pero otra vez será. Guiño
Brigantina  Brigantina  13/06/2018 22:59   📚 Diarios de Brigantina
Estupendo diario de un destino poco habitual, y que sin duda será de gran ayuda para futuros viajeros por toda la información práctica que aportas.
Cinco estrellas muy merecidas!!
Marimerpa  marimerpa  15/06/2018 07:28   📚 Diarios de marimerpa
Impresionante viaje e impresionante diario. Te dejo más que merecidas 5 estrellas.
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"Kemen" Escribió:
Otro golpe de estado en Burkina Faso.

Se ve que quieren superar el récord Guiness de golpes de estado en un año.

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Re: Viajar a Burkina Faso (1)

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Togo había acogido al teniente coronel Paul-Henri Damiba por el bien de la paz regional...  Leer más ...
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